Coronavirus

10 tipos de personas que estamos descubriendo en esta cuarentena

El que se cree animador sociocultural, el que tiene la agenda más ocupada que antes, el que podría sustituir mañana a Fernando Simón, Felipe VI...
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Collage por VICE vía Pxfuel, Pexels, Media.Defense

La pandemia del coronavirus y su consiguiente cuarentena a raíz del decreto del Estado de Alarma nos hace comprobar y comprender que la realidad siempre se impone. Que a veces nos pisa el cuello y nos revela lo que realmente somos, además de darnos la certeza de que ni somos tan libres ni tan omnipotentes ni tan listos ni tan únicos como nos pensamos imbuidos en nuestra cotidianidad.

La encerrona está siendo un espejo. Un espejo que nos devuelve, en primer lugar, lo que rara vez queremos mirar: la realidad social. Es curioso que tengamos que aislarnos para darnos cuenta de que lo que dice el meme es verdad. VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD. En segundo lugar hace que quede patente también nuestra realidad individual, nuestro arquetipo, algo que siempre fuimos pero que no hemos querido aceptar hasta que hemos tenido que pasarnos todo el día encerrados en casa.

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El que tiene la agenda más ocupada que antes de la cuarentena

Cuando el Gobierno decretó el Estado de Alarma pensó: "qué bien, ahora no tendré FOMO", que es como llama esta persona a la tremenda "ansiedad" -así categoriza su sensación, con la palabra ansiedad- que siente cuando la vida no le da para tantos planes y tiene que saltarse alguno. Planes que, normalmente, son solamente una excusa para alimentar su Instagram Stories pero que con frecuencia le apetecen lo mismo que ponerse a chupar el suelo, pero ese no es el asunto que hoy nos ocupa. El tema de hoy es que, tras la cuarentena, el que sentía FOMO, el que tenía los cojones de decir la palabra FOMO en alto, el que hablaba de ello como de un drama, sigue teniendo FOMO.

Porque a las 8 tiene clase de pilates online con una colega suya que es profe, después curra, después se conecta de nuevo para debatir el capítulo del día del club de lectura que ha montado con sus amigos y tras esto sale al balcón y le toca con el teclado Yamaha unos temas a los vecinos. Y lo que es peor: siente que pone su granito de arena en algo importante cuando toca el tema con el teclado Yahama a sus vecinos. Lo de haberse negado a encerrarse en casa hasta que la UME ha salido a la calle ya tal.

Después aplaude por la Sanidad un rato y les grita a los vecinos que canten "Toxic" de Britney Spears solo para poder decirles luego a los colegas "jajajajaja les he dicho que cantemos toxic" por el grupo de Whatsapp. Después ve los siete capítulos que "tenía pendientes" -nótese la gravedad de hablar en esos términos cuando uno se refiere a la nueva temporada de Élite, tener pendiente, como si fuera una tarea absolutamente imprescindible- y se hace la paja de rigor aunque no le apetezca porque PornHub ha abierto su contenido Premium en España y eso no se puede desperdiciar.

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Exhausto, se acuesta, sintiendo que su cuarentena está mereciendo la pena porque está haciendo muchas cosas pero también reparando en las que está haciendo la peña y él no: crear un podcast, escribir cadenas de mails, conectarse a las visitas del Museo del Prado… Justo antes de cerrar los ojos se acuerda de una entrevista a Byung-Chul Han que le pasó su ex cuyo titular rezaba: "Ahora uno se explota y cree que está realizándose". Duda un momento, titubea, se plantea cosas. Pero inmediatamente piensa que menudos gilipollas -tanto su ex como el Byung-Chul Han- y se queda dormido.

El que ha descubierto que no es bebedor social

En el Mercadona no quedaba papel de baño cuando fue a comprar pero sí Steinburg, así que pilló un pack de 36 "para toda la cuarentena". Tiene tres grupos de WhatsApp de "ciberbirritas pa' la encerrona" que se pusieron en marcha el fin de semana pasado. Se bebe religiosamente la lata de ver la tele, la de media mañana, la de la hora de comer y las dos o tres de la cena. Ya no le queda ni una.

El que está exactamente igual que antes

Sí, chavales: aún queda gente con mundo interior. Gente capaz de estar en casa sin subirse por las paredes, gente que ya leía antes, que ya cocinaba antes, que ya hacía vida en casa antes, que ya era capaz de imponerse una autodisciplina sin un afuera ordenador, cuya rutina no estaba regida por los compromisos sociales casi ineludibles, por salir a cenar y a comer cada día del fin de semana, por hablar todo el rato con gente aunque no tuvieran nada que contarse y para la cual "aprovechar el tiempo" no pasaba necesariamente por consumir ocio compulsivamente. Son una subespecie rara y preciosa de ser humano, única. Se esconde, como la flor Edelweiss. Pero existen. También están los que ya le echaban 13 horas diarias al Fornite, que tampoco han notado mucha diferencia.

El que sale siete veces a tirar la basura porque prefiere que le arresten a que quedarse en su puta casa

Justo al contrario que el especimen anterior, es aquel que ha descubierto -no se podía saber- que hace mucho pero es poco, que tiene el mundo interior y el espíritu de una patata y que no se soporta a sí mismo. Probablemente tiene ya el congelador lleno de barras de pan porque sale compulsivamente a por ellas solo para poder ver la calle, baja a tirar la basura con el cubo a la mitad y se niega a creer que esto esté pasando mientras se come una bolsa de Cheetos Pandilla mirando por la ventana. Seguirá así lo que dure esto, incapaz de hacer algo más que lamentarse no por lo jodido que es todo sino por lo jodido que es ser él mismo en esta situación. Y de hecho es que lo es.

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El que iba a aprovechar para escribir su libro

A algunos la cuarentena les iba a venir bien, o eso pensaron cuando la anunciaron. Tenían tareas o proyectos importantes que hacer que iban posponiendo porque empezaba a hacer calor, porque las terrazas, porque salir de fiesta, porque las comidas familiares, porque Netflix o por otro millón de excusas que se ponían a sí mismos para no hacer una mierda. Vieron en el encierro obligatorio un nicho de oportunidad para, por fin, ponerse manos a la obra. Pero cada día que pasa la aplicación de horas de uso de sus móviles marca una cifra mayor y siguen sin hacer una mierda, solo que ahora se sienten aún peor. Tampoco se podía saber.

El que se cree un jodido animador sociocultural

En cuantito que Pedro Sánchez anunció que íbamos a permanecer como mínimo 15 días sin apenas poder salir de casa se le ocurrió una idea que no se le ha ocurrido a nadie nunca: sacar tajada de esto para trabajar su identidad virtual. Enseñarle al mundo todo lo que mola, todo lo que sabe, todo lo que puede hacer. Esto su tejido neuronal no lo explicitó porque si nuestros tejidos neuronales explicitaran las intenciones reales de nuestros actos seríamos todos más auténticos pero también absolutos disfuncionales sociales. En su lugar, le envió una orden en forma de idea: "crea un festival por Instagram, que no lo va a hacer nadie, verás". O "empieza un hilo o una cadena de stories con tus libros/películas/series/podcast favoritos, que lo vas a petar".

Y eso hizo. Adoptar el rol de animador sociocultural de sus 300 seguidores, que ya están hasta los huevos de él y eso que la cuarentena acaba de empezar. Amigo, date cuenta: no eres ni el Museo del Prado ni la Biblioteca Nacional. La gente pasa rápido tus stories. Nadie verá esas películas ni leerá esos libros y a tu festival por Instagram se conectarán por compromiso los mismos cuatro colegas que, por compromiso, van a verte cada dos meses a las saluchas en las que tocas.

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El que podría relevar mañana a Fernando Simón

Y hacerlo, indudablemente, mejor que él. Tampoco es complicado. Lleva semanas sabiendo que esto iba a ocurrir y tiene toda la información relativa al coronavirus en formato tanto link como PDF. Probablemente sea también el mismo que desinfectó antes de la cuarentena cada rincón de su casa, que baja al súper como si fuera el buhonero de Resident Evil 4 y que lava con lejía todos y cada uno de los productos que adquiere, con su precinto y todo.

El que no ha hecho deporte en su vida pero ya se ha bajado dos aplicaciones de fitness y se ha suscrito a tres canales de YouTube

Otro que ha visto un nicho de oportunidad y cree que terminará la cuarentena mazadísimo. De momento se ha puesto media hora a hacer planchas y no puede andar con soltura de la cocina a su cuarto ni sentarse en el váter sin que sus movimientos resulten ridículos. Seguramente serán sus últimas agujetas porque no abrirá nunca más la aplicación que se ha bajado y no verá ni un vídeo de los canales a los que se ha suscrito.

El que ha convertido su cuarentena en Gran Hermano

Y nos cuenta, normalmente vía Instagram Stories, si ha ido o no a comprar y cómo estaba el súper de lleno, que se está haciendo un café, que él se peina y se ducha porque si no se le va la olla, que se ha puesto el chándal para hacer la rutina de deporte, que ha ordenado el armario, que sus vecinos han aplaudido a las 8PM como cada día, que ha hecho solete y se ha salido a la terraza a leer o que no tiene terraza y le dan envidia los que sí la tienen y se salen a la terraza a leer…. Es ese individuo que piensa que su rutina de cuarentena es diferente al del resto de la gente y por lo tanto interesante. Antes de esto también lo pensaba. Y tampoco estaba en lo cierto.

Tu madre, tu padre y otros boomers

Probablemente hayan hecho una de estas cinco cosas desde que empezó la cuarentena: abrirse una nueva red social para "estar al día", fabricarse su propio gel con alcohol de 90 grados y jabón -"cuando esto acabe tendremos todos la piel como lagartos", les dices, y se ríen-, pasar memes con mucho texto y audios de médicos, hacerte varias veces al día chistes con que si tienes papel del váter y estar muy preocupados pero también muy contentos porque ahora no solo les coges las llamadas todos los días sino que LES LLAMAS TÚ.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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