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Identidad

Mujeres que van a la cárcel por delitos que su pareja les obligó a cometer

Cuando estás en una relación abusiva, resulta difícil distinguir el bien del mal, especialmente si es a causa del consumo de drogas de su pareja.
Illustration by Jennifer Kahn

"Si volvía sin drogas o sin dinero, a veces me pegaba", recuerda Laura*. "Yo no era la primera en levantar la mano, siempre era él. Me sentía obligada a salir y conseguir dinero. Y no era solo el abuso físico, también había abuso mental, así que salía por los dos, robando en tiendas para conseguir dinero. Incluso llegué a prostituirme".

Laura explica cómo la presión de conseguir drogas para su exnovio la llevó por un camino que finalmente acabó en la cárcel. Aunque Laura consumía heroína y crack por aquel entonces, cree que si no hubiera sido por Pol*, nunca se habría visto obligada a cometer delitos cada vez más peligrosos.

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"Tenía que conseguir dinero para asegurarme de que había suficiente droga para los dos", dice. "Había una presión extra. Si hubiera estado yo sola, no habría hecho nada de aquello [prostituirme y robar en tiendas]".

Laura no está sola. Según la Fundación para la Reforma Penitenciaria, el 48 por ciento de las presas de Inglaterra y Gales están encarceladas por crímenes que cometieron a causa de la adicción a las drogas de otra persona. En comparación, esto solo sucede con el 22 por ciento de hombres en prisión, lo que significa que las mujeres presentan muchas más probabilidades de verse entre rejas como resultado de la adicción de otra persona.

A menudo las mujeres no se dan cuenta de que han sido explotadas hasta muchos años después, como sucedió en el caso de Laura. "Me manipulaba mucho", dice acerca de Pol. "Toda la presión [de conseguir droga] recaía en mí". Explica que, como Pol ya era conocido entre la policía en su pequeño pueblo inglés, la carga de cometer todos los delitos recaía sobre ella.

"Yo era la que se encargaba de todo. Íbamos a una tienda y él robaba alguna cosa", explica Laura, "pero yo tenía que salir con lo robado, fingiendo que no pasaba nada. Aquello sucedía muy a menudo". Otras veces, Pol desaparecía ―para ir a pedir dinero a su madre, dice Laura― y le exigía que fuera a robar en su ausencia.

"Me decía, '¿Por qué no te acercas a la ciudad a ver qué encuentras?'. Sabía que se me daba bien robar. Aquella situación me hacía sentir bastante mal, pero tenía que ir de todos modos", recuerda Laura. "Me arriesgaba a que me detuvieran mientras él estaba tan tranquilo en casa de su madre y lo hacía para eludir la situación y no tener que ir él a robar". Vendían todo lo que robaban y gastaban el dinero en drogas.

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Aunque se han hecho algunos progresos, los sistemas penitenciarios no suelen reconocer la cantidad de veces en que la adicción a las drogas de su pareja puede ser un factor en los delitos cometidos por mujeres. "Una de las diferencias clave entre las mujeres y los hombres encarcelados", explica Jenny Earle, de la Fundación para la Reforma Penitenciaria, "es que muchas mujeres cometen delitos debido a su relación de pareja, mientras que en el caso de los hombres las relaciones en general son un factor que les protege [contra los comportamientos delictivos]".

Vuelves arrastrándote a esa persona que te ofrece un poco de calor humano

El matrimonio normalmente hace que los hombres presenten menos probabilidades de cometer delitos: un estudio realizado en Harvard en 2006 calcula que estar casados reduce la probabilidad de que los hombres que presentan un alto riesgo de delinquir cometan delitos en aproximadamente un 35 por ciento. Sin embargo, Earle afirma que en el caso de las mujeres con alto riesgo de delinquir sucede justo lo contrario, sobre todo si abusan de las drogas. "En general las mujeres tienen muchas más probabilidades de vincular el consumo de drogas duras con delinquir", explica. "Existen pruebas de que pueden ser vulnerables a la explotación por ese motivo".

Quizá inevitablemente, en 2000 pillaron a Laura robando en una tienda y la llevaron a prisión. "No recuerdo qué robé exactamente", explica, "sobre todo robaba ropa, ese tipo de cosas, o carne, para venderla". Como resultado de no presentarse repetidas veces en el juzgado, los múltiples cargos por robo de Laura se reunieron en uno solo y terminó cumpliendo una condena de 12 meses en la cárcel Holloway de Londres. Años más tarde, limpia ahora de drogas y en una relación sana y estable, entiende más claramente cómo su juventud y sus problemas con las drogas la atraparon en un entorno nocivo. "Había un patrón", afirma. "Vuelves arrastrándote a esa persona que te ofrece un poco de calor humano, pero eso acaba en un par de meses y se convierte en un círculo vicioso".

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La mayoría de las veces, mujeres como Laura se limitan a cometer delitos leves en lugar de cometer delitos graves o crímenes violentos. Un reciente informe del Ministerio de Justicia Británico concluyó que las mujeres presentan más probabilidades de cometer delitos menores que los hombres. Pero algunas mujeres llegan a cometer actos criminales más extremos cuando se encuentran en una relación abusiva y dependiente de las drogas.

Necesitaba que me necesitara, que me quisiera. Pensaba que la única forma de conseguirlo era con la metanfetamina

"Era como estar atrapada en un torbellino y no sabía cómo hacer que parara", recuerda Vicki Shaw sobre el tiempo que pasó en una operación para transportar metanfetamina de un estado a otro. Me escribe por email a través del servicio interno de mensajes CorrLinks, que emplea para comunicarse desde Waseca, una prisión de baja seguridad para mujeres situada en Minnesota, donde está actualmente cumpliendo una condena de 15 años y medio.

Como Laura, Shaw se sentía obligada a proporcionar drogas a su novio Richard. "Si hubiera estado yo sola, no habría sentido la presión de tener siempre metanfetamina a mano", escribe. "Richard estaba casado por aquella época, pero tenía problemas con su mujer. Empezamos a salir y a consumir metanfetamina juntos. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que Richard era un sociópata. Era muy narcisista. Básicamente yo dejé que me comiera la cabeza. Se dedicaba a mentir sobre casi todo".

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Cuando Shaw no conseguía drogas para Richard, él se volvía distante y cruel. "Cuando no conseguía la droga me trataba como una mierda", recuerda. "Y cuando la conseguía me subía en un pedestal. La persona que yo era entonces lo necesitaba. Necesitaba que me necesitara, que me quisiera. Pensaba que la única forma de conseguirlo era con la metanfetamina".

Aunque Richard nunca ejerció violencia física, su comportamiento encaja con el patrón de lo que los psicólogos comúnmente denominan control coercitivo. "Me engañaba, pasaba temporadas sin hablarme y me mentía", explica.

A pesar de eso, Shaw dice que fue su decisión involucrarse en el crimen organizado. "Yo tomé la iniciativa", afirma. "Quizá si no hubiera sido tan proactiva, él habría ido un paso más allá".

Inevitablemente, las autoridades federales atraparon a Shaw y entonces Richard desapareció. Shaw indica que los fiscales solo emprendieron acciones contra ella y que su novio no fue detenido porque no lo veían suficientemente inteligente como para liderar una red de narcotráfico. "Creo que no es justo", dice. "Él a veces hacía entregas. Él también estaba implicado".

Aunque Richard era una motivación de peso para el comportamiento delictivo de Shaw, ella estaba sola cuando la condenaron y la enviaron a la prisión federal. Dice que fue como si Richard nunca hubiera existido.

"Nos gustaría ver una mejora en la conciencia del impacto que tienen las relaciones abusivas y coercitivas en las mujeres", indica Earle, "y eso significa que se proporcione información a los tribunales penales antes de que dicten sentencia. Es preciso que se presente ante los tribunales información sobre los comportamientos coercitivos". Se han hecho algunos progresos: en el Reino Unido, los delitos de robo bajo coacción, intimidación o explotación se incluyeron en las directrices para sentencias creadas por el gobierno en 2016 como atenuante para reducir la culpabilidad criminal en caso de hurto, el delito más cometido por mujeres.

Para Shaw y Laura, las consecuencias de la adicción de sus exparejas pueden durar toda la vida. Libre de los tentáculos de la drogadicción y el control coercitivo, Shaw ve ahora cómo fue víctima tanto de Richard como de su adicción a la metanfetamina. Por desgracia, esta claridad no hará que los años que le quedan de condena pasen más deprisa, aunque ahora espera que su caso sirva como advertencia para otras mujeres que están en una situación similar.

"No pensé que me fueran a condenar a tantos años", afirma. "No hay nada ni nadie por los que merezca la pena perder la libertad. Por desgracia, nuestras adicciones son tan fuertes que no podemos salir por nosotras mismas y solo despertamos cuando tocamos fondo. Les diría que pensaran en sus hijos y en su familia y en cómo les afectarán sus acciones".


* Hemos cambiado el nombre