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Identidad

'Breadcrumbing': cuando te hacen caso online y luego pasan de ti

Cinco mujeres nos cuentan cómo han vivido este fenómeno y una experta nos ayuda a entender por qué se ha convertido en la táctica preferida de muchos tíos.
Imagen de Kat Aileen

El diccionario de neologismos molones, el Urban Dictionary, define breadcrumbing como "el acto de enviar mensajes con el propósito de ligar pero sin comprometerse (es decir, dar migajas) para despertar el deseo sexual de la otra persona sin esforzarse demasiado".

La psicóloga Jara Pérez, responsable de Therapy Web, explica a Broadly que "nos relacionamos pensando en lograr una satisfacción inmediata; en llenar nuestros vacíos de manera urgente y en colmar nuestra necesidad de seguridad, de sentirnos vinculados. Pero sin arriesgarnos a ser desterrados, por eso siempre nos mantenemos alerta y guardamos balas en la recámara."

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Los que practican el breadcrumbing suelen dar señales de vida muy de vez en cuando, pero la frecuencia aumenta cuando estos perciben que el otro se muestra cada vez más distante. Y cuando el que sufre sus idas y venidas ya está a punto de asumir que la relación nunca irá a más, entonces este vuelve para suministrarte una pequeña descarga de energía para que así no pierdas la esperanza.

Casi siempre se trata de gente que no es capaz de amar ni de establecer vínculos fuertes. "Porque para ser capaz de hacerlo, tienes que haberte sentido querido y valorado, y eso por lo general ocurre en la infancia a través del afecto que nos dan nuestros padres", apunta Pérez.

"Por eso tienen tanto éxito las aplicaciones para ligar como Tinder. Porque son relaciones que se mantienen en la superficie y no pueden hacernos daño"

Pero, ¿por qué tenemos tanto miedo a comprometernos? Pérez nos lo explica: "Le tenemos pánico al compromiso pero también al amor porque ambos son un desbarajuste total para la fantasía de autosuficiencia en la que estamos inmersos hoy en día. El amor supone una pérdida de control y poder porque para establecer un compromiso con una persona hay que ceder y otorgarle un lugar en nuestra vida. Hablamos continuamente de nuestras relaciones sexoafectivas pero no queremos que se cristalicen porque eso supondría fluir del control hacia la incertidumbre".

Este tipo de actitudes se amoldan perfectamente a la dinámica consumista (también en el plano emocional) en la que estamos inmersos. "Tenemos tantas posibilidades a mano y estamos tan 'liberados' para poder elegir que no queremos perdernos nada", cuenta la psicóloga. "Pero estar en todas a la vez no es posible y, si nos comprometemos con una o varias opciones, muchos de nuestros recursos sexoafectivos estarán puestos allí y no podrán estar en otros lugares, lo que nos provoca mucho malestar. Por eso siempre estamos dispuestos a buscar una nueva opción que mejore nuestra vida amorosa, como si de un trabajo o de una casa se tratara. Pero así nunca terminamos de comprometernos", concluye.

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Y las redes sociales son el instrumento idóneo para materializar estos miedos y perpetuar las relaciones de fácil entrada y salida. "Por eso tienen tanto éxito las aplicaciones para ligar como Tinder. Porque son relaciones que se mantienen en la superficie y no pueden hacernos daño. Pero esto es un espejismo que no satisface nuestras necesidades de vinculación. Y como lo superficial no nos llena, seguimos buscando y entramos en un bucle en el que nuestros vínculos son muy superficiales: un logro del capitalismo y un desastre para nuestra emocionalidad. Además, socialmente se premia que no dependas de nadie, aunque esto sea una fantasía, porque es imposible que nosotros, seres sociales, seamos a la vez autosuficientes", zanja Pérez.

Hemos hablado con cinco chicas que han sido "víctimas" del breadcrumbing.


"Le escribí diciéndole que, si le importaba tan poco como para no contestarme siquiera a los mensajes y solo quería escribirme cada tres meses para follarme, que mejor no lo hiciese" — Marta

El verano pasado conocí a un chico en un festival. Nos intercambiamos los números y desde entonces se mostró muy interesado en mí y empezó a escribirme muy a menudo. Decidí darle una oportunidad y comenzamos a tener citas: yo quería ir despacio para así tener algo serio en el futuro. Cuando por fin nos acostamos, la relación empezó a basarse exclusivamente en el sexo. Al cabo de un par de meses, le propuse tener una relación estable, aunque fuese abierta, pero me contestó que no, que conmigo no sentía que quisiese tener algo serio, y que prefería que fuésemos amigos con derecho a roce.

Desde entonces nos empezamos a ver cada vez menos; casi no hablábamos y sólo quedábamos para tener sexo. Y a principios de este año, me escribía cada par de meses. La última vez que hablamos fue el pasado sábado: yo le pregunté si quería tomar algo, pero le avisé de que no tenía ganas de tener sexo, además estaba con la regla. Él ni siquiera se dignó a contestarme. Esta mañana decidí poner fin a esto, le escribí diciéndole que, si le importaba tan poco como para no contestarme siquiera a los mensajes y solo quería escribirme cada tres meses para follarme, que mejor no lo hiciese. A mí me gusta mucho el sexo, pero también aprecio una buena conversación y un mínimo de interés en mi persona.

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"Cuando le escribía tardaba mucho en contestar, supongo que para crear interés en mí" —Patricia

Hubo un chico que me escribía cada día hasta que la tercera vez que quedamos nos acostamos; después de eso empezó a hacerlo cada vez menos para tratar de enfriar la relación. Cuando le dije que no estaba interesada en seguir con algo que no llevaba a nada y que mejor que fuésemos amigos, me dijo que muy bien. Sin embargo, cuando le escribía tardaba mucho en contestar, supongo que para crear interés en mí. Entonces le dije que si estaba buscando otra cosa que no fuese amistad que en mí no la iba a encontrar. Aun así, siguió escribiéndome de vez en cuando hasta que al cabo de un mes, quedamos para tomar una caña y como vio que no había posibilidad de liarse conmigo ni percibió interés sexual por mi parte, se hizo silencio, pagó la bebida y se fue en su bici con un adiós que vaya bien.


"Siempre se las apañaba para ser amable cuando estaba a punto de mandarlo a la mierda, pero cuando volvía a tratarlo como antes, entonces desaparecía durante semanas" — Carolina

Nos conocimos en la facultad; nos presentó un amigo que teníamos en común y aunque en clase no solíamos hablar mucho, por las redes sociales era todo lo contrario. Después de eso estuvimos un año sin vernos porque me fui a estudiar fuera, pero seguimos manteniendo el contacto por Internet y él siempre me decía que cuando volviera teníamos que quedar.

A mi regreso coincidimos algunas veces aunque siempre de pasada, hasta que en una ocasión me armé de valor y le propuse salir a tomar algo. Me contestó que le encantaría pero que al día siguiente se mudaba a otra ciudad y no creía que fuese a volver. Por casualidades de la vida acabamos veraneando en el mismo sitio, y nos pasamos una semana entera durmiendo juntos, compartiendo litera y sin separarnos en ningún momento. Es un poco difícil de explicar pero en cierto modo acabamos entablando una especie de relación de pareja a nivel emocional. No había sexo o cualquier tipo de contacto físico, pero parecía que estuviéramos saliendo.

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Él decía en broma que yo le gustaba mucho, que quería estar conmigo, y si estábamos a solas me decía que por qué no nos besábamos aprovechando que nadie miraba, pero después se echaba atrás. El principal problema de esta situación es que ambos teníamos pareja, aunque la diferencia es que la mía sabía todo lo que estaba pasando y la suya no. La última noche cogimos un pedo bestial y acabamos durmiendo en la misma cama abrazados aunque por supuesto no sucedió nada. Volvimos a vernos unas semanas más tarde y me dijo que quería tener una cita conmigo dos años después; argumentó que así seguramente a los dos nos habría dado tiempo a seguir con nuestras parejas, conocer a más gente y hacer nuestras cosas, y finalmente volver a reencontrarnos.

Después de eso seguimos hablando a diario por el móvil y teníamos conversaciones por Skype que duraban horas. Si salíamos con nuestros amigos de fiesta nos mandábamos fotos constantemente y al llegar a casa también nos mandábamos audios. Durante todo este tiempo, él estaba pasando por una especie de crisis de pareja con su novia; siempre me contaba sus problemas y me pedía consejo. Mi novio me advirtió de que me estaba usando de muleta emocional y que en cuanto volviera a vivir con su pareja pasaría de mí por completo, y no estaba equivocado. Cuando acabaron las vacaciones se fueron a vivir juntos y, a partir de entonces, dejó de contestarme y cuando lo hacía era muy borde. Además, las pocas veces que hablábamos se ponía celoso porque yo me había hecho amiga de un conocido suyo y me acusó de haberlo sustituido por él.

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Dejó de hablarme por cualquier red social en la que su novia pudiera ver nuestras interacciones y solo me contestaba por mensaje privado. Mientras que por Facebook era un borde desagradable, por Instagram de vez en cuando me hablaba como solía hacer antes para decirme que me echaba de menos, que estaba muy guapa y me mandaba vídeos con las canciones que escuchábamos juntos. Lo hacía una vez al mes o cuando yo no le contestaba o le respondía enfadada. En Navidades me regaló un disco con canciones muy tristes y por mi cumpleaños me envió un par de regalos con una nota en la que hablaba de cómo celebraba haberme conocido. Siempre se las apañaba para ser amable y encantador cuando estaba a punto de mandarlo a la mierda, pero en cuanto veía que volvía a tratarlo como antes, entonces desaparecía durante semanas.

El último día que hablamos le pregunté sobre un viaje que en teoría iba a hacer a mi ciudad y pasó lo mismo que un año atrás, me dijo que no creía que fuese posible porque se mudaba a otro continente y seguramente no volvería hasta dentro de un par de años. A los cinco minutos de largarse, me envió un mensaje diciendo que sentía mucho no haber podido estar conmigo, y me prometía que nos veríamos antes de que se mudase. Iba un poco pedo así que estallé y le solté todo de golpe; un audio con insultos incluidos. Él me dijo que ya me había advertido de que en algún momento me fallaría y me haría daño, y empezó a contarme que estaba deprimido y que tenía problemas de pareja. Como no le contesté, un par de semanas después recibí un paquete suyo con regalos y más mensajes empalagosos, pero después de todo lo que había pasado decidí que ahora era mi turno de pasar de él, pero esta vez para siempre.

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"Un 'Me gusta' en una foto acaba siendo una especie de premio. Un gesto al que aferrarse para pensar que sigues interesándole" — Rebeca

Un día tienes algo esporádico con alguien, pero de repente el tipo en cuestión mueve ficha escribiéndote un privado por Facebook. E interpretas que le gustas, porque lo que te dice es muy bonito. Y contestas, claro. Y se crean conversaciones que llevan el ritmo que él marca. Luego con el tiempo y la distancia lo ves claro, y resulta que él te escribe o bien cuando se aburre y no tiene otra cosa que hacer o cuando está triste y jodido por algo y necesita desahogarse. Pero tú no, tú contestas en cuanto te escribe porque para ti la comunicación con él es algo prioritario. Lo peor de todo es que al final, un 'Me gusta' en una foto acaba siendo una especie de premio. O sea, un gesto al que aferrarse para pensar que sigues interesándole y que si no hay más comunicación es porque él está muy liado y no tiene más tiempo para dedicarte. Y entonces claro, ya ni te cuento cuando de repente te escribe algo como: "¿Qué tal el día?" un domingo en el que él se aburre. Es un motivo de fiesta.

La cosa acabó más de una vez y volvió a empezar siempre que él quiso. Hasta que hubo una última recaída en la que yo corté radicalmente. Porque al final me veía con una especie de enganche muy feo a algo que ni siquiera era real. Y me afectaba a la vida diaria, a mi ritmo de trabajo y mi autoestima estaba fatal. Estaba mirando cada dos por tres si había contestado al último WhatsApp que le había enviado dos días antes. Lo primero que hice fue cortar esa relación por las redes sociales; borrarlo de mis contactos y dejar de ver sus publicaciones porque las miraba y sacaba conclusiones erróneas.

Me di cuenta de que estaba tomándome y dejándome a su antojo porque sabía que yo seguiría ahí. Lo que resulta muy curioso es que fue él el que empezó con esta historia y el que la volvía a retomar en cuanto notaba un mínimo de distanciamiento. Y claro, como la única manera de terminar era cortando absolutamente toda relación con él, yo quedé como la histérica, la mala, la borde y la exagerada. A veces yo también publicaba para él, a modo de reclamo. Cosas que creía que le podrían gustar o interesar, porque buscaba una reacción suya, la que fuese. Y cuando escribía que iba a salir con mis amigas de fiesta, o ponía alguna foto con un chico o algo, siempre había un mensaje suyo esperando. No falla, el pis territorial nunca falla. Y además esos son siempre los mensajes más bonitos.


"Yo pienso que quiere hablar pero luego le escribo y no pasa nada. Soy una tonta porque creo que aún siento algo" — Xiana

Fue con el primer y, de momento, único chico del que me he enamorado. El caso es que lo conocí en una aplicación similar a Tinder llamada Lovoo y tuvimos un flechazo. Empezamos a quedar y prácticamente vivíamos juntos, todo iba genial pero a los nueve meses me dejó por otra alegando que se había agobiado porque lo hacíamos todo juntos. Después se dedicó durante meses a escribir frases tipo: "No tendríamos que haberlo dejado" o "Te echo de menos". Y claro, yo me daba por aludida pero como a veces lo que creemos que son indirectas no lo son pues me quedaba quieta. El verano pasado, tras un año sin hacerme caso, empezó a darle a 'Me gusta' y a comentar mis fotos de Instagram. Yo le contestaba a él pero de ahí no pasaba. En Navidades le volví a escribir y hablamos un par de días sin más, pero volvió a desaparecer. Al poco tiempo nos vimos en Tinder y tuvimos match lo cual me hizo bastante gracia así que le escribí, pero tampoco me contestó. Después borré mi cuenta de Tinder y, unos días más tarde, me comentó una foto en Instagram. Hace estas mierdas y yo pienso que quiere hablar pero luego le escribo y no pasa nada. Soy una tonta porque creo que aún siento algo.