Amanda Knox: ¿por qué algunas mujeres confiesan crímenes que no han cometido?
Illustration by Eleanor Doughty

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Identidad

Amanda Knox: ¿por qué algunas mujeres confiesan crímenes que no han cometido?

Se sabe muy poco acerca de cómo experimentan los diferentes géneros las investigaciones criminales. Pero, ¿es momento de que eso cambie?

"Para nosotros la situación está clara", dijo el primer detective. "Los otros bebés están chillando, llorando, lo que sea. Estás cuidando de ellos completamente sola. Tienes a Ben en tus manos, empieza a llorar, te enfadas con él y lo lanzas contra el suelo".

"¿Lo arrojaste contra el suelo?", preguntó el segundo detective.

Agobiada por sus acusadores, Melissa Calusinski asintió: "Sí".

El 14 de enero de 2009, el bebé de 16 meses de edad Benjamin Kingan fue encontrado sin vida en su sillita-balancín, en la guardería de Illinois donde trabajaba Calusinski, de 22 años de edad. Un examen inicial mostró que había sufrido una lesión cerebral traumática.

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Dos días más tarde, los detectives George Filenko y Sean Curran salieron de un interrogatorio de nueve horas de duración con una detallada confesión grabada en vídeo. Al principio Calusinski negó saber cómo Kingan podría haber sufrido las lesiones, aunque finalmente admitió, después de que se le preguntara una y otra vez, que Kingan tenía la costumbre de balancearse hacia atrás y golpearse la cabeza contra el suelo. Al final, Calusinski confesó haber arrojado violentamente a Kingan contra el suelo.

Una grabación de Calusinski, sola en un coche policial, muestra cómo se retracta de la confesión. "No", murmura, sentándose hacia delante en el asiento trasero, con las muñecas esposadas tras su espalda. "Inocente". A pesar de esto, su confesión ayudó a asegurar su condena por el asesinato de Kingan en noviembre de 2011. Calusinski continúa defendiendo su inocencia desde prisión, aunque se le han denegado todas sus solicitudes para celebrar un nuevo juicio.

"El arresto, la acusación y la condena de Melissa se basaron exclusivamente en su confesión falsa", explica por mail Kathleen Zellner, la abogada de Calusinski después de que fuera condenada. Zellner destaca cómo las pruebas físicas recogidas en la escena contradicen la confesión. La autopsia de Kingan mostró que no había fractura en el cráneo, abrasiones ni hematomas, todo lo que se esperaría ver en un niño pequeño que ha sido violentamente arrojado contra el suelo.

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En febrero de 2016, cuando el corresponsal de la CBS Brad Edwards le preguntó por qué había confesado, Calusinski se esforzó en explicar: "La única forma que tenía de salir de allí era básicamente decirles lo que querían oír". Se han escrito tomos y tomos sobre por qué confesó un crimen que muchos creen que no cometió. ¿Se vio sometida a tácticas de interrogatorio cuestionables? ¿Su bajo CI tuvo algo que ver? (El neuropsicólogo Dr. Robert Hanlon testificó en el juicio que Calusinski era, según los tests, "altamente sugestionable" y que poseía un CI verbal muy bajo, algo cuya capacidad para incrementar las probabilidades de que un individuo confiese un crimen que no ha cometido está más que demostrada).

A las mujeres se les educa bajo una estructura de incentivos sociales diferente a la de los hombres

Lo que no se ha comentado es si el género de Calusinski tuvo algo que ver con ello. Según el Registro Nacional Norteamericano de Exoneraciones, las mujeres representan el 11 por ciento de todos los exonerados que habían ofrecido una falsa confesión, en comparación con el 9 por ciento de las exoneraciones en general. Esto podría sugerir que las mujeres presentan ligeramente más probabilidades de ser condenadas por un crimen que no han cometido en base a una falsa confesión.

A las mujeres se les educa bajo una estructura de incentivos sociales diferente a la de los hombres, en la que las aptitudes de cumplimiento y deferencia ante la autoridad se fomentan mucho más. Esto ofrece su máxima expresión en la sala de interrogatorios, donde se da una situación diseñada para amplificar el control absoluto de la autoridad de los investigadores, situación que yo misma conozco demasiado bien.

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Un informe publicado en 2011 por la Universidad de Bristol, basado en entrevistas con 50 presas británicas, descubrió que las mujeres son más vulnerables ante la coacción y las amenazas relacionadas con responsabilidades familiares, lo que hace que tengan más probabilidades de ofrecer una confesión falsa. Aparte de esta, existen muy pocas investigaciones que exploren si las mujeres tienen más probabilidades de admitir un crimen que no han cometido.

El Profesor Saul Kassin, destacado investigador de las confesiones falsas, explica por qué existe tan poca evidencia en este ámbito. "La inmensa mayoría de sospechosos de crímenes violentos son hombres. A menudo analizamos por géneros y no sacamos nada en claro, al menos no en nuestros experimentos de laboratorio". Dicho de forma sencilla, la proporción de mujeres que cometen crímenes violentos es demasiado baja como para permitir que se establezca un modelo estadístico.

Pregunto a Kassin si hay alguna característica de predisposición que haga que determinadas personas sean más sensibles a las tácticas coactivas de los interrogatorios. "Existen dos rasgos de la personalidad que pueden, por predisposición, incrementar la vulnerabilidad de las personas: elevados niveles de cumplimiento del deber y elevados resultados en una prueba de medición de respuesta a la sugestión, que incrementa la susceptibilidad de una persona a creer falsa información y a crear falsos recuerdos".

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Grabación de la cámara de seguridad que muestra a Calusinski sola en la sala de interrogatorios

Y las mujeres presentan también más posibilidades de ser víctimas del síndrome de falsos recuerdos ―es decir, creer que algo es cierto aunque no haya sucedido en realidad― que los hombres. El noventa y dos por ciento de quienes están afectados por los falsos recuerdos son mujeres y normalmente se les implantan falsos recuerdos como resultado de psicoterapia sugestiva (aunque, como las mujeres tienen más probabilidades de buscar tratamiento para los trastornos mentales, esto puede sesgar los resultados).

"Las mujeres van a terapia por depresión y desórdenes alimentarios", explica Elizabeth F. Loftus, experta en falsos recuerdos en la Universidad de California, Irvine, "y salen de allí pensando que fueron violadas cuando eran niñas". La investigación de Loftus aboga en contra de la terapia de los recuerdos reprimidos, en la que los terapeutas buscan tratar los síntomas de psicosis de sus pacientes animándoles a "recordar" experiencias traumáticas reprimidas, pero en realidad implantando falsos recuerdos, a menudo de abusos sexuales durante la infancia. Me cuenta que en sus experimentos de laboratorio es capaz de implantar recuerdos completamente falsos en "una media del 30 por ciento de personas normales y sanas (de ambos géneros)".

Si Loftus es capaz de implantar falsos recuerdos en el 30 por ciento de la población normal, mujeres como Calusinski —cumplidoras a nivel social y con un CI bajo— tienen poco que hacer cuando se las enfrenta a técnicas policiales agresivas.

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Las mujeres son especialmente vulnerables en aquellos casos que implican la muerte de un niño

Las mujeres son especialmente vulnerables en aquellos casos que implican la muerte de un niño. "Una diferencia destacable en los casos de mujeres es que, cuando un niño es herido o muere en circunstancias misteriosas, normalmente se culpa a su cuidadora (madre o niñera)", afirma Judith Royal, codirectora del Proyecto para la Mujer en el Centro de Condenas Erróneas de la Universidad del Noroeste. Y el deseo de las mujeres de ser solícitas y ayudar a la policía en sus investigaciones puede tener trágicas consecuencias, según me explica Royal. "La madre o cuidadora estarían muy motivadas para colaborar con la policía en su intento de saber qué sucedió y podrían no ser conscientes de que se las señala como causa de la muerte y que deberían tener un abogado".

Esta motivación para cooperar sin asistencia legal es exactamente el tipo de mentalidad que hace que la gente sea susceptible a la coacción y da libertad a los investigadores, que se guían a rajatabla por su agenda, para implementar sus tácticas de persuasión más poderosas, enumeradas en este estudio de 2005. Los investigadores pueden aislar y "manipular a un sospechoso para que piense que confesar es lo mejor para él o ella". Combinan los incentivos positivos y negativos para "incrementar la ansiedad y la desesperación asociadas con la negación y reducir la ansiedad asociada con la confesión". Se trata de la tormenta perfecta, que afecta de forma desproporcionada a las mujeres en aquellos casos en que se imaginan crímenes que en realidad no existen.

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"Cuando una mujer es acusada de abusar o de asesinar a un niño, se la juzga tanto a nivel social como a nivel legal a través de los ideales estereotipados de femineidad y maternidad", escribe Andrea Lewis, del Centro de Condenas Erróneas de la Universidad del Noroeste, en el Albany Law Review. "Cuando no puede encontrarse ninguna explicación, las mujeres se enfrentan tanto a nuestra predisposición cultural a responsabilizarlas como a nuestra necesidad histórica de creer que los bebés no mueren así como así". Después de todo, ¿qué hay menos femenino y más monstruoso que una mujer que no consigue estar a la altura de su papel reproductivo como cuidadora?

Durante el interrogatorio, cada vez que Calusinski declaraba su inocencia, los detectives Curran y Filenko contraatacaban con variaciones de "Sabemos que estabas ahí", "Estas historias no te están ayudando" y "Es matemática y físicamente imposible que [Ben] sufriera esas lesiones en base a tu historia". En la sala de interrogatorios, su teoría era que Ben Kingan murió a manos de su cuidadora y no a manos de su mala fortuna. Como resultado, Calusinski ofreció una confesión que muchos observadores legales consideran falsa.

A lo largo de la historia, nuestras ideas sobre justicia han fallado una y otra vez a las mujeres de este mismo modo tan especial. Imaginamos intenciones criminales donde no las hay. Los juicios por brujería de Salem de finales del siglo XVII solían tener como objetivo a mujeres de mediana edad que se rebelaban contra los estrictos estándares sociales y espirituales, y las encontraban culpables de cualquier cosa, desde abortos hasta cosechas perdidas. En tiempos más recientes, Hillary Clinton fue considerada culpable por asociación de las indiscreciones sexuales de su marido y, aunque las investigaciones sobre Benghazi y su servidor privado de correo electrónico no descubrieron ninguna mala praxis merecedora de procesamiento penal, no dejó de escucharse una y otra vez el mantra "¡Que la encierren!".

Si tú crees ―como hacen muchos― que Melissa Calusinski es inocente, entonces su caso suscita importantes preguntas sobre cómo trata el sistema penal norteamericano a las mujeres vulnerables y si el género debería ser un factor en las estrategias de los interrogatorios criminales. Por ahora no existe ningún estándar que comprenda el papel que desempeña el género a la hora de condenar a inocentes para que paguen como si fueran culpables y, como resultado de esa falta de consideración, las mujeres continúan sufriendo.

Hasta que no tomemos perspectiva y comprendamos la compleja psicología de la sala de interrogatorios, muchas mujeres seguirán confesando crímenes que no han cometido.