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Identidad

Cómo se convierten las adolescentes en terroristas suicidas

Una nueva investigación muestra que Boko Haram utiliza un número cada vez mayor de niñas para cometer atentados suicidas.
Photo courtesy of UNICEF

La primera terrorista suicida adolescente de la que se tiene noticia fue una muchacha de 16 años de edad que condujo un vehículo hasta un convoy de la Fuerza de Defensa de Israel en 1985, durante la ocupación del territorio del sur del Líbano a manos de ese país, que duró 18 años. Aunque desde entonces las mujeres han seguido siendo utilizadas en misiones suicidas a lo largo de diversos conflictos, un nuevo informe publicado la semana pasada revela que el número de niños —la gran mayoría niñas— que utiliza Boko Haram en Nigeria como bombas humanas se ha multiplicado por once.

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Desde 2009, este grupo militante islamista lleva sembrando el terror en el país más poblado de África mediante secuestros, atentados y decapitaciones, en un intento de crear un estado islámico en esa región del noreste. A lo largo de los últimos tres años, la insurgencia se ha cobrado más de 20.000 vidas y ha echado a más de 2,3 millones de personas de sus casas.

En abril de 2014, el secuestro de más de 200 niñas en la ciudad de Chibok, en el estado de Borno, ayudó a elevar el perfil de ese grupo a otro nivel. Mientras la campaña #BringBackOurGirls se convertía en trending topic en las redes sociales, Boko Haram anunció el pasado mes de marzo su adhesión al Estado Islámico y en noviembre de 2015 recibió la calificación de "grupo terrorista más sanguinario".

Según el informe de UNICEF, uno de cada cinco terroristas suicidas de Boko Haram en los últimos dos años era un niño y más de tres cuartos de los ataques son realizados por niñas o adolescentes que se han desplazado a los vecinos Camerún, Chad y Níger, donde el grupo terrorista trata de obtener más control.

"Boko Haram utiliza la imagen pura y cándida de las niñas para acercarse a las comunidades", afirma Laurent Duvillier, portavoz de UNICEF en las regiones Occidental y Central de África. "¿Quién se puede esperar que una niña de ocho años sea una terrorista? A veces una niña llama a la puerta de una casa pidiendo agua, pero ella no sabe qué va a hacer ni qué lleva atado en torno a la cintura. Simplemente sigue las instrucciones que ha recibido, mientras el dispositivo es detonado desde un teléfono móvil de Boko Haram situado a mucha distancia".

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Las niñas a menudo pierden años de educación si son secuestradas por los combatientes de Boko Haram. Foto cortesía de UNICEF

"A diferencia de lo que sucede en otros países donde los terroristas suicidas se consideran mártires y donde los padres conservan fotografías de los miembros de su familia fallecidos, estas niñas son víctimas", explica Duvillier. "Los padres no saben que sus hijas están siendo utilizadas, estas niñas no eligen cuándo, dónde ni a quién atacan".

Detrás de las estadísticas subyace un interminable conjunto de condiciones que hace que las niñas y adolescentes sean vulnerables a Boko Haram. "Estas niñas no tienen adónde ir porque Boko Haram asesina familias enteras y arrasa pueblos sin dejar rastro de ellos. Las muchachas simplemente les acompañan y se unen al grupo extremista por mera supervivencia", afirma Hafsat Mohammed, antigua periodista convertida ahora en activista a favor de los derechos civiles que ha aconsejado y orientado a numerosas niñas que fueron secuestradas y mantenidas en cautiverio.

"Una muchacha que escapó del camión que llevaba a las niñas de Chibok me explicó que los soldados trataban de realizarles tocamientos. Algunas les dijeron que pararan, pero otras pensaron que aquellos hombres les darían amor y las protegerían. Esto brindó a las niñas un motivo para acompañarles, aunque no sabían dónde se estaban metiendo".

Aunque a principios de este mes se publicó un vídeo de "prueba de vida" en el que aparecían 15 de las 219 niñas secuestradas, Mohammed sabe a partir de su propia experiencia personal que el grupo terrorista no necesita mantener a las niñas en cautividad para lavarles el cerebro, ya que una de sus primas se enamoró de un combatiente cuando solo tenía 15 años. "Pero entonces todo cambió cuando se enamoró de ese chico de Boko Haram".

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"Su padre —mi tío— me dijo que mi prima llegó un día a casa y dijo frente a toda la familia que quería casarse con él. A su novio le dijo que su padre no quería que ella se casara con él porque era de Boko Haram; le dijo: 'si hacemos esto, mátale, porque no puedo vivir sin ti'".

"Su novio fue a casa de mi prima y mató a varios miembros de la familia", continúa Mohammed, "y le dijo a mi tío que también le mataría a él si no permitía el matrimonio". Para salvar a los demás miembros de la familia, el hombre acabó por ceder. "A ella no le importaba lo más mínimo lo que estaba haciendo Boko Haram, se habría unido al grupo de todas formas, solo por estar con él. Todo lo que le importaba era que le quería y no había nada que pudiéramos hacer para detenerla".

Hafsat Mohammed ha orientado y ejercido de mentora para antiguas cautivas de Boko Haram. Foto cortesía de la entrevistada

Mohammed cree que es necesario investigar mucho más para descubrir por qué Boko Haram consigue lavar el cerebro a tantas adolescentes. "No sabría concretar por qué hay tantas niñas y adolescentes que aceptan unirse al grupo. El lavado de cerebro es como magia, estos hombres pueden hacérselo a quien quieran".

Pero Mohammed echa la culpa al uso incorrecto del Islam como medio para adoctrinar a las niñas que son demasiado jóvenes para comprender varias interpretaciones de la religión. "Es posible que haya gente que sepa cómo leer el Corán y el hadith, pero no conoce la esencia del texto, solo sabe leerlo. Alguien que ha recibido una educación escasa se limita a aceptar que los grupos terroristas extraen determinados pasajes y no capítulos enteros en nombre de Alá. El Islam no es así ni mucho menos, pero cuando no se tiene educación eso es lo que sucede".

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Aunque a menudo las noticias sobre niñas rescatadas se perciben bajo una luz positiva, sigue habiendo obstáculos que acaban por devolverlas a las manos de ese grupo terrorista islamista. Los niños nacidos como resultado de matrimonios y violaciones a manos de los combatientes se consideran "bebés de Boko Haram" y las comunidades los rechazan —a ellos y a sus madres— cuando más necesitan su apoyo.

"Tal y como reza el dicho, 'el hijo de una serpiente también es una serpiente'", explica Duvillier. "Conocí a un hombre que afirmaba que su hija ya no formaba parte de su familia y que no la quería en casa porque iba a casarse con un miembro de Boko Haram. Yo le dije que si lo hacía sería una victoria para Boko Haram y que su hija sería todavía más vulnerable".

Mohammed conoce toda esta historia demasiado bien, dado que ha sido mentora de varias antiguas cautivas de Boko Haram. "Cuando las muchachas regresan a la comunidad las torturan, les insultan e incluso se ríen de ellas cuando muere alguna de sus amigas. Las chicas que conocí se preguntaban para qué las habían rescatado", explica. "Una de las chicas amaba tanto a su marido que quería volver con él. Aunque la habían secuestrado y la habían mantenido cautiva, él era cariñoso y afectuoso con ella, así que decidió que quería regresar".

El nombre Boko Haram significa más o menos "la educación occidental está prohibida", y este es el motivo por el que este grupo ha atacado centros educativos repetidas veces, obligando a más de un millón de niños a abandonar sus estudios. No solo se ha negado el acceso a la educación para estas chicas puedan reconducir sus vidas, sino que los continuos ataques a escuelas por todo el noreste también han fomentado diversas actitudes negativas hacia la educación: ahora se considera demasiado peligroso ir al colegio.

"El problema tiene su raíz más allá de los eventos de Chibok: Boko Haram ha secuestrado a más de 2.000 niñas y adolescentes y los profesores, los padres y los niños están demasiado asustados para asumir ese riesgo", explica Duvillier.

Mohammed también cree que es necesario ofrecer servicios de terapia para ayudar a restablecer la confianza y la autoestima de las niñas afectadas. "En Nigeria existe una tradición que impide que la gente reciba asesoramiento. No se puede buscar ayuda, no se puede hablar de los problemas propios… simplemente te los tragas. Pero esto supone un riesgo para la salud, porque las muchachas regresan al grupo y acaban suicidándose".

Mientras el ejército nigeriano trata de luchar con firmeza contra Boko Haram, el gobierno se enfrenta al problema añadido de reinsertar a quienes han sido secuestradas por ese grupo terrorista. "El gobierno anterior debería haber actuado antes y haber tratado de crear más alojamientos seguros para las personas desplazadas, como medio para prevenir que las niñas quieran suicidarse", afirma Mohammed. "No existe una solución fácil, pero debemos seguir recopilando información con ayuda de la comunidad internacional para saber por qué sucede esto y para ofrecer apoyo a las víctimas".