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Identidad

En serio, ¿dónde está Ana Mendieta?

Ana Mendieta fue una de las primeras artistas en experimentar con las performance, el body-art y el land-art. Murió —o quizás fue asesinada— al caer desde una de las ventanas de su piso después de discutir con su marido.
"Sweating blood". Imagen cortesía de Galerie Lelong

La semana pasada, cerca de 200 personas se reunieron frente a la recién estrenada ampliación del museo Tate Modern en Londres para protestar por la exclusión de la artista Ana Mendieta y la inclusión de su marido, el escultor Carl Andre y supuesto asesino de Mendieta.

Ana Mendieta nació en La Habana en 1948, en el seno de una familia aristocrática de ascendencia europea. En 1961, cuando tenía 12 años, formó parte de la llamada Operación Peter Pan. Llevada a cabo por el gobierno de EE. UU. y la Iglesia católica —además de contar con el apoyo de los cubanos exiliados—, se pretendía llevar a EE. UU. a los hijos, de entre 6 y 16 años, de aquellos cubanos que temían el "adoctrinamiento comunista" del gobierno cubano.

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Ana fue enviada junto a su hermana Raquel a Iowa, donde tuvieron que vivir en orfanatos y casas de adopción. Su posición social y económica empeoró, pero sobre todo cambió la percepción de su identidad, esto es algo que marcaría la vida de Ana y posteriormente su obra. En EE. UU. fue víctima del racismo, entendió que era una persona de etnia diferente, por eso ella siempre se autodenominaba como mujer y artista de "color" o no-blanca. Ana se sentía doblemente rechazada, por ser extranjera y por ser mujer, se sentía al margen de la sociedad institucionalizada.

Estudió Bellas Artes en la Universidad de Iowa, donde conoció al pintor y profesor de origen alemán Hans Breder, con el que mantuvo una relación sentimental. Él fue una de las personas mas influyentes en su formación como artista ya que le puso en contacto con los movimientos artísticos más vanguardistas. Ana fue de las primeras artistas en experimentar con las performance, el body-art y el land-art. Definía su obra como un nuevo género artístico, al que denominó esculturas earth-body, ya que utilizaba su propio cuerpo como un material con el que crear la obra. Eligió este nuevo lenguaje artístico para expresar su posición ideológica sobre cuestiones étnicas o de género, así como su interés por la antropología, la sociología y el conocimiento de la naturaleza.

Desde 1973 a 1980 Hans y Ana viajaron todos los veranos a México, donde él impartía unos cursos universitarios. Ella no podía viajar a Cuba debido a las tensiones políticas con el gobierno de Kennedy, así que en México tomó contacto con su lado latinoamericano, encontró un país similar al suyo, en el que se sentía integrada, racialmente identificada, hablaban su lengua materna, etc. Quedó fascinada por la dualidad de su cultura, por un lado el mundo católico y por otro, el precolombino con sus maravillosos restos arqueológicos.

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Diferentes obras de la serie "Silueta" (1973-1980)

Fue a lo largo de estos años cuando realizó su obra Silueta. La artista formaba siluetas femeninas sobre diferentes paisajes naturales. La silueta es el testimonio de un cuerpo que ha estado y ya no está, es una imagen efímera, que tiende a su desaparición, nos recuerda la idea cíclica de la muerte, importantísima en la iconografía artística de Ana. Para ella la muerte es parte de la vida, un tránsito, algo provisional, como la imagen de la silueta que se va erosionando y volviendo a la tierra, igual que nuestro cuerpo. En la cultura mexicana la vida, la muerte y la resurrección son etapas de un proceso infinito.

La presencia del cuerpo de la mujer y de la tierra, son una máxima en la obra de la artista, quiere unir ambas imágenes, reivindicar la vinculación que existe entre ellas. Ana comienza a buscar sus raíces culturales, su identidad como mujer latinoamericana. Retoma una asociación cultural universal, la actividad creadora de la mujer y la tierra, ambas dan vida. El libro El laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, pudo influir en la artista a la hora de analizar el papel de la mujer en la cultura mexicana, donde es presentada como motivo de culto, relacionada con lo sagrado.

En la década de los 70, años de gran actividad feminista en Estados Unidos, Ana Mendieta denuncia con sus obras, de una manera directa y violenta, la inferioridad social de la mujer y la violencia de género. En su obra Glass on body (1972), podemos ver el cuerpo desnudo de la artista, sobre el que ella misma presiona una lámina de cristal, ofreciendo así una imagen distorsionada del cuerpo femenino, completamente alejado del simétrico y armonioso canon clásico de belleza. Ataca el imaginario cultural colectivo de la sexualidad y erotismo femenino, quiere luchar contra la mirada masculina impuesta a toda la sociedad, el prisma por el cual nos han enseñado a mirar tanto a hombres como a mujeres, el cual presenta al cuerpo femenino como un objeto pasivo, fetiche, cosificado. Ana Mendieta nos presenta su cuerpo de una forma "antiestética", para romper los estereotipos del desnudo femenino.

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Otro de sus intentos por luchar contra ese canon al que la mujer está sometida, fue la serie fotográfica llamada Facial Hair Transplant (1972), fue el proyecto de su tesis universitaria. La artista pidió a su amigo Morty Sklar cortarse el bigote y la barba, lo cual registró fotográficamente, para a continuación pegárselos en su propia cara, convirtiéndose en una mujer barbuda, jugando con la ambigüedad de género, despojándose de su feminidad para apoderarse de atributos claramente identificativos del sexo masculino. El vello en el cuerpo del hombre siempre ha sido un símbolo de virilidad, de fuerza y poder, mientras que el vello en el cuerpo femenino es algo estigmatizado, incluso "prohibido".

Facial Hair Transplant (1972)

En 1973 tuvo lugar la violación y asesinato de Sara Ann Otten, una estudiante de enfermería en el campus de la universidad de Iowa. Las autoridades no querían confirmar que había sido una agresión sexual. Ana quedó conmocionada y para mostrar su repulsa hacia esa agresión llevó a cabo la performance Rape Scene, una crítica brutal y descarnada sobre la violencia de género. Quería denunciar la inseguridad que sienten las mujeres debido al trato que reciben por parte de los hombres que ven a la mujer únicamente como objeto sexual, que pueden poseer de manera violenta y sin consentimiento. La artista recreó con crudeza en su apartamento aquel terrible acto, invitó a sus amigos y compañeros al apartamento a una hora determinada y éstos se encontraron con la siguiente escenografía: su apartamento estaba en penumbras, todo revuelto y de pronto ella con las manos atadas a la espalda inclinada sobre la mesa, desnuda de cintura para abajo y con sus piernas cubiertas de sangre.

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Finalmente en 1981 Ana pudo regresar a Cuba donde realizó las Esculturas Rupestres en el Parque Nacional Jaruco, cerca de La Habana. Al contrario de sus obras anteriores ésta era de carácter permanente, ya que consistía en unas esculturas excavadas y pintadas en piedra caliza, diez figuras femeninas que representaban a diferentes deidades de la cultura Taína, la cual desapareció debido a la colonización. Para esta obra la artista también comenzó a escribir un pequeño libro titulado Esculturas Rupestres, en el que relataba doce mitos de dicha cultura y además los acompañaba con dibujos hechos por ella.

Con ésta obra crea un paralelismo entre su desarraigo cultural, debido a su exilio, y el de los indígenas colonizados. Ella quiere reparar ese dolor y reclama el respeto hacia la diversidad cultural, imprescindible para llevar a cabo un cambio político y social, utiliza la cultura prehispánica, para señalar la marginación social que sufren los diferentes grupos étnicos que viven y conforman EE. UU., así como las mujeres. Por otro lado, se apoya en la mitología popular para reivindicar el papel de la mujer en la religión y en la cultura, ahondando una vez más en el sentido antropológico del género femenino, la fertilidad, la menstruación y la creación de la vida.

"Rape scene" (1973). Imagen cortesía de Galerie Lelong

Una noche de septiembre de 1985 Ana Mendieta "cayó" al vacío desde la ventana de su apartamento en Nueva York, situado en la planta número 34. Al parecer ella y su marido Carl Andre habían tenido una tensa discusión que terminó supuestamente con el suicidio de Ana, pero desgraciadamente no hubo testigos. El escultor dio diferentes declaraciones cuando llamó al 911 y después a la policía, expuso frases tan soberbias y machistas como: "Soy un artista muy famoso y ella no lo era. Quizás eso le pudo y en ese sentido, quizás yo pude haberla matado". Además tenía arañazos frescos en su rostro.

Aún más rastrera fue la estrategia de defensa que tomó el abogado de Andre, quien quiso presentar a Ana como una persona con tendencias suicidas y un estado mental preocupante, incluso alegó el interés de la artista por los rituales o sus amistades homosexuales. La hipótesis del suicidio fue siempre rechazada por los familiares y amigos de Ana. Después de tres años de juicio, Andre fue declarado inocente, pero tuvo que pagar una fianza de un cuarto de millón de dólares.

En 1992, se inauguró la ampliación del Museo Guggenheim de Nueva York, con una exposición colectiva de artistas como Brancusi, Kandinsky, Beuys y Carl Andre, todos hombres, pero en el último momento decidieron incluir a una mujer: Louise Bourgeois. Ésta pequeña aportación femenina no fue suficiente para las Women's Action Coalition y las Guerrilla Girls, quienes se manifestaron demandando mayor presencia de las mujeres en los museos y en la industria del arte en general. Llevaban pancartas con lemas reivindicativos, o las famosas máscaras de gorilas, pero había un lema que llamaba especialmente la atención: "Carl Andre está en el Guggenheim. ¿Dónde está Ana Mendieta?". El sector feminista del Arte reclamaba esclarecer las circunstancias de la muerte de Ana, ya que el establishment artístico apoyó desde el principio al escultor. Además querían reivindicar su obra, merecedora de ser expuesta en un museo, igual o más que la de su marido y el resto de artistas hombres.