FYI.

This story is over 5 years old.

Identidad

El primer café del mundo regentado por víctimas de ataques con ácido

Todas las camareras que trabajan en Sheroes Hangout, una cafetería situada cerca del Taj Mahal en la India, han sufrido devastadoras agresiones a manos de hombres que arrojaron ácido a sus rostros.
All photos courtesy of Sheroes Hangout

Sheroes Hangout tiene el aspecto de cualquier otra cafetería situada en las inmediaciones del Taj Mahal: sirven chai y patatas fritas, tienen wi-fi gratuito y atraen visitantes procedentes de todas las partes del mundo, desde Texas hasta Tonbridge, Reino Unido.

Esta cafetería, que actualmente atrae a unos 80 clientes en un día normal —sobre todo turistas— es la primera iniciativa de este tipo dedicada a reinsertar en la sociedad india a las víctimas de estos ataques, según explica Atul Kumar, ingeniero mecánico y gerente de Sheroes Hangout.

Publicidad

Este café abrió sus puertas en 2015 como consecuencia de la campaña Stop Acid Attacks ("No más ataques con ácido") y también gracias a la Fundación Chhanv, una ONG que lleva desde 2013 tratando de erradicar la violencia con ácido en la India.

La India lleva mucho tiempo luchando contra la violencia de género, mucho antes de que los casos de violaciones en grupo en Delhi despertaran la indignación de la comunidad internacional. Según la Oficina Nacional de Registros Delictivos, una mujer es violada cada 16 minutos y cada 4,4 minutos se denuncia un caso de violencia doméstica, por lo que resulta difícil no ver la ironía que existe en el hecho de que Agra, el estado donde el Taj Mahal inmortaliza el amor que el Emperador mogol Shah Jahan profesaba a su esposa, sea el lugar donde se producen más casos de violencia contra las mujeres de todo el país.

Allí el ácido sigue siendo el arma de guerra más efectiva contra las mujeres. Según la fundación Acid Survivors International, se calcula que se producen unos 1.000 casos al año, aunque esta cifra podría ser mucho mayor si tenemos en cuenta que muchas mujeres se resisten a denunciar por vergüenza o por miedo. La familia, las disputas por tierras o, en algunos casos, la cuantía de las dotes pueden inducir a los atacantes a cometer estos actos, pero la mayoría de casos se producen, según Vishal Manve, estudiante de derecho y feminista residente en Mumbai, como consecuencia del rechazo por parte de las mujeres a los avances de los hombres. "Cuando las mujeres les arrebatan la sensación de propiedad o derecho sobre ellas, los hombres tienden a atacar".

Publicidad

El jardín de Sheroes Hangout, ubicado cerca del Taj Mahal, en Agra.

Para muchas de las supervivientes con las que hablé, no resulta extraño sentirse obligadas por la sociedad a desaparecer porque se asume que son ellas las que han provocado los ataques. Tal y como escribe Laxmi Saa, superviviente a un ataque que reside en Nueva Delhi y cofundadora de la campaña Stop Acid Attacks: "Aprendí a vivir con el dolor físico, pero lo que más me dolió fue el modo en que reaccionó la sociedad. Mis propios familiares dejaron de verme, y mis amigos también. No salí de mi casa en ocho años".

Si a esto le sumamos las escasas —por no decir inexistentes— oportunidades de trabajo, no es de extrañar que se vean abocadas al aislamiento. Lakshmi, que fue atacada a los 15 años después de rechazar la propuesta de matrimonio de un hombre de 32 años de edad, está de acuerdo: "Intenté conseguir un empleo, pero nadie estaba dispuesto a contratarme. Algunos me decían: 'La gente se asustará cuando te vea' y otros decían que me llamarían, pero por supuesto el teléfono nunca sonó. Nadie quiere contratar a las víctimas de ataques con ácido por el aspecto que tenemos". Lakshmi trabajó en la cafetería hasta finales del año pasado.

En medio de esta situación, no resulta extraño que este café, cuyo objetivo es devolver por fin a estas mujeres a la sociedad, encontrara cierta oposición al principio. La respuesta sin duda "no fue neutral o positiva hacia las supervivientes", explica Kumar a Broadly.

Publicidad

La India siempre ha relegado a estas mujeres a los márgenes de la sociedad, mientras que sus atacantes escapan al estigma o al castigo, disfrutando de la libertad de la que han privado a sus víctimas. En este sentido, el café Sheroes ha resultado fundamental para permitir que las cinco mujeres que regentan el local recuperen su visibilidad.

Los roles que se asigna a estas supervivientes están diseñados para darles la oportunidad de interactuar con los clientes… y les ofrecen poco margen para ocultarse del público. Neetu, una aspirante a chef de 24 años que quedó ciega después de que su propio padre le arrojara ácido a la cara, ofrece café junto a su madre, también superviviente, que tiene 46 años de edad. Dolly, otra de estas 'heroínas' (eso es lo que 'Sheroes' significa en inglés) que ahora tiene 16 años y fue atacada a los 12 tras rechazar los avances de un hombre de 25, gestiona ocasionalmente la biblioteca. Rupa, de 24 años, que casi falleció a causa de las lesiones que le provocó su madrastra al arrojarle ácido cuando dormía, diseña vestidos que se muestran en el café y Ritu, de 20 años, lleva las cuentas del local.

La cafetería ha ampliado su oferta más allá de la comida y la bebida: ahora cuenta con una biblioteca, una galería de arte e incluso un centro de activismo.

Ritu lleva las cuentas del Sheroes Hangout.

Sheroes ha sido claramente vital para restablecer su confianza; las mujeres se muestran muy cómodas entre los clientes y totalmente despreocupadas mientras se hacen selfies y charlan entre ellas. Muy lejos quedan ya los días en que no podían reunir fuerzas suficientes para atravesar el umbral de su casa.

Publicidad

Al oponerse al convencionalismo que obliga a las mujeres a cubrir sus desfigurados rostros con un velo como hizo una vez Geetu, Sheroes supone un poderoso símbolo que cambia el discurso de que las supervivientes son víctimas. En palabras de Dolly: "Tú quemaste mi rostro, pero no mis ganas de vivir. No puedes arrojar ácido sobre eso".

Quizá lo que tiene incluso más mérito es que estas mujeres han desafiado —e incluso obligado— a la sociedad a replantearse la idea moderna de belleza en la India. Cuando las supervivientes pierden su atractivo físico, la sociedad considera que su existencia ya no tiene sentido, porque la belleza llega a ser incluso una herramienta de regateo en los matrimonios concertados. Annie Zaidi, autora de The Good Indian Girl ("La buena chica india"), explica a Broadly que no espera que la situación cambie a corto plazo. "Sin duda creo que la gente sabrá ver más allá de su piel y que es posible que haya un cambio de actitud, pero no creo que vaya a ser una tarea fácil".

Eso es exactamente lo que los ataques con ácido tratan de conseguir: al arrebatar a las mujeres su bien supuestamente más preciado, también las despojan de la oportunidad de encontrar el amor. Cuando las supervivientes se han casado o, como en el caso de Laxmi Saa, han sido madres, no solo han desafiado la intención de sus agresores sino que también han demostrado que la belleza va más allá del físico. Rashi Jauhri, activista a favor de los derechos humanos residente en Nueva Delhi, está totalmente de acuerdo: "Puedes quemar su piel, pero no puedes quemar su alma. Son auténticas guerreras".

Publicidad

Pero aunque las mujeres han logrado algo que en su día fue inconcebible —la reinserción en la sociedad india—, la batalla no está completamente ganada.

Las supervivientes de los ataques con ácido luchan por reinsertarse en la sociedad india.

Pregunto a Kumar si el gobierno está haciendo suficiente para atajar el alarmante crecimiento de la violencia con ácido, o al menos para propiciar un diálogo abierto sobre ello.

Él insiste en que sí, a pesar de que el más grande logro en términos de cambio de política se debe sobre todo a la campaña Stop Acid Attacks. En julio de 2013, el Tribunal Supremo reguló por fin la venta al por mayor de ácido tras años de incansable lucha y más de 27.000 firmas obtenidas por Laxmi. Cuando el ácido es tan barato y tan fácilmente accesible como la leche, se trata de un paso que merece la pena celebrar.

Sin embargo, en marzo de 2015, Akhilesh Yadav, jefe de gobierno de Uttar Pradesh, describió los ataques con ácido a las mujeres como "una mancha en la sociedad civilizada". Desde entonces, Yadav ha conseguido financiación para los gastos médicos (equivalentes a unos 5.200 €) de 51 supervivientes.

Pero, ¿va la intención de Yadav más allá de la mera palabrería vacía? Después de todo, aparte de proporcionar asistencia financiera, no parece que se haya hecho mucho para prevenir de raíz la violencia con ácido. Este político mantiene que es responsabilidad de la gente prevenir estos incidentes, pero es muy preocupante que no parezca haber demasiada voluntad de aprobar una ley en la India que disuada a los agresores potenciales y mucho menos que encarcele a quienes han materializado estos actos.

Publicidad

Por el contrario, en la vecina Bangladés —anteriormente el país con mayor incidencia de ataques con ácido en el mundo donde casi dos de cada tres mujeres han experimentado algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida— se ha hecho mucho para erradicar este problema. Según la asociación benéfica Acid Survivors Foundation, en los últimos años los casos de ataques han experimentado un espectacular desplome, desde los 496 que se registraron en 2002 a los 58 de 2014.

Mientras tanto, en Pakistán la violencia con ácido lleva desde 2011 siendo reconocida como delito. Cuando dos países con un historial escaso de violencia contra las mujeres han aprobado leyes para protegerlas, ¿por qué continúa entonces la India fallando a sus supervivientes?

Todavía queda mucho que aprender, indica Zaidi a Broadly: "No debería llevarnos tanto tiempo. Los ataques con ácido son solo un diminuto paso previo al asesinato premeditado. Si la intención que subyace tras un crimen significa algo a nivel legal, desde luego los castigos deberían ser mucho más duros".

De modo que, visto así, el hecho de que Sheroes haya suscitado por sí solo la tan necesaria concienciación sobre el tema supone un triunfo incluso mayor. Además, tiene perspectivas de ampliar su campo de acción: el mes pasado abrió una nueva sucursal de Sheroes Hangout en Lucknow, la ciudad de los Nawabs. Y Kumar afirma que aún queda mucho por llegar.

Conforme cada día marca una nueva oportunidad para que la cafetería expanda su mensaje, resulta evidente que el Taj Mahal no es lo único que marca la enriquecedora historia de Agra.