Cómo regentar un servicio de abortos clandestinos
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Identidad

Cómo regentar un servicio de abortos clandestinos

Durante la década de 1970, el colectivo Jane de Chicago ayudaba a las mujeres a abortar de forma segura cuando el procedimiento todavía era ilegal. ¿Necesitamos un servicio así en la actualidad? Hablamos de ello con dos antiguas "Janes".

Desde finales de la década de 1970, según Judith Arcana, muchas mujeres "inevitablemente jóvenes" han contactado con ella para hacerle la misma pregunta. ¿Cómo se consigue establecer un servicio de abortos ilegales?

Con frecuencia sucede cuando da una charla en algún evento. "A veces esperan hasta que finaliza el evento y se aproximan a mí en el vestíbulo diciendo cosas como '¿Crees que…?', o '¿Quizá podrías…?', porque me están probando y están nerviosas, pero ¿quién puede culparlas?", explica Arcana a Broadly. "Pero al final siempre acaban diciéndolo. Y algunas son mucho más lanzadas que eso, por supuesto, y me dicen '¡Bueno! ¿Entonces cómo podemos organizarlo? ¿Trabajarás con nosotras?'".

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Entre 1969 y 1973, Judith Arcana y alrededor de otras cien mujeres ayudaron a quienes lo necesitaban a acceder a servicios de aborto ilegales, trabajando bajo el nombre en clave de "Jane". Lo que hace que la historia de Jane —oficialmente conocida como Abortion Counseling Service of the Chicago Women's Liberation Union (Servicio de asesoramiento sobre el aborto del Sindicato de liberación de la mujer de Chicago)— sea tan destacable es el alcance y la audacia de la operación. Empezó simplemente como un servicio de orientación, que ponía a montones de mujeres en contacto con abortistas ilegales, pero acabó convirtiéndose en un colectivo feminista cuyos miembros aprendían a realizar los abortos ellas mismas. Se calcula que en total practicaron unos 11.000 abortos antes de disolverse en 1973, el año en que Roe v. Wade legalizó el aborto en todos los estados de Norteamérica.

Todo comenzó con una oportuna llamada telefónica. Heather Booth, una estudiante activista de la Universidad de Chicago, recibió la llamada de una amiga cuya hermana estaba desesperada por abortar y de algún modo encontró un médico dispuesto a practicarlo. Poco a poco, comenzó a recibir más y más llamadas y se dio cuenta de que los abortos no eran casos aislados. Booth empezó a ser consciente de que eran una necesidad muy común y que el hecho de que fueran ilegales ponía en riesgo la vida de las mujeres. Además, quienes querían abortar quedaban en manos de médicos incompetentes que con frecuencia las acosaban sexual y financieramente y, en algunos casos, sus prácticas acababan con la vida de la paciente. Booth organizó un grupo de mujeres para que tomara el relevo de lo que ella había empezado; empezaron a responder a las llamadas y a enviar a las mujeres a médicos abortistas con buenas referencias.

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Sin embargo, las miembros de aquel nuevo grupo no estaban satisfechas con el poco control que podían ejercer. Tal y como explica Laura Kaplan en The Story of Jane: The Legendary Underground Feminist Abortion Service, no solo carecían de cualquier garantía de que las mujeres fueran a recibir atención competente y compasiva, sino que eran incapaces de convencer a los abortistas ilegales de que bajaran sus precios, que oscilaban entre los 500 y los 1.000 dólares por intervención. Aunque Jane trató de negociar el precio, para muchas mujeres aquel precio reducido seguía siendo una cifra astronómica. Con el tiempo, una de las Janes entabló relación con un doctor y descubrió que, de hecho, no era un médico cualificado. Entonces se dio cuenta de que, si él podía llevar a cabo la intervención, no había motivo para que las mujeres del grupo no pudieran aprender también a realizarla. Le convenció para que le enseñara, y de este modo el colectivo finalmente obtuvo la capacidad de regular el proceso de principio a fin.

Pancarta del colectivo Jane. Imagen vía abortionfilms.org.

Habiendo adquirido autonomía, el grupo refinó su protocolo. Se hicieron con un contestador automático para poder gestionar el creciente número de llamadas, las mujeres llamaban a Jane y dejaban un mensaje, entonces Jane les devolvía la llamada y obtenía un historial médico básico y un cálculo de la duración del embarazo. Jane asignaba una consejera a cada mujer, que le explicaba el proceso y concertaba las citas pertinentes. Las mujeres acudían al "Frente", un apartamento alquilado por el servicio que hacía las veces de sala de espera, antes de llevarlas en coche hasta el "Lugar", donde se practicaban abortos durante todo el día. Jane las llevaba en coche de vuelta al "Frente" y les suministraba analgésicos para que se los llevaran a casa. Las asesoras llevaban un seguimiento de cada una de las mujeres en los días posteriores al aborto para asegurarse de que no había surgido ninguna complicación.

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Dado que se realizaban en los días anteriores a los abortos "médicos"—con mifepristona-misoprostol o la pastilla RU-486—todos los abortos de Jane eran quirúrgicos. Quienes practicaban los abortos para Jane empleaban el método de dilatación y curetaje, que consistía en dilatar el cuello del útero con un espéculo, administrar un analgésico local y después raspar el tejido fetal de las paredes del útero. Este método solo es adecuado para embarazos no muy avanzados, de hasta 12 semanas; para los casos en que el embarazo ya estaba en una fase posterior tenían que inducir un aborto natural. Esto resultaba emocionalmente más delicado, sin duda, pero las componentes de Jane creían que las mujeres debían tener autoridad absoluta sobre sus cuerpos, independientemente de lo avanzado que estuviera un embarazo.

Cuando las mujeres de Jane realizaban abortos, el derecho femenino a decidir era literalmente palpable entre sus manos. Se trata de un pensamiento abrumador y a la vez empoderante, pero las antiguas miembros de Jane afirman que jamás se sintieron intimidadas por las perspectivas. Jeanne Galatzer-Levy, que se unió al grupo después de dejar los estudios universitarios, explica que para ella fue por "la confianza que te da la juventud… ¡era una idiota! Por aquel entonces yo tenía 20 años y aquello no me asustaba en absoluto. No me preocupaba lo más mínimo. ¡Sin problemas!".

La idea también resultaba menos chocante en el contexto del movimiento de liberación de la mujer de lo que nos pueda parecer ahora: "Una de las cosas más radicales que surgieron del movimiento en favor de las mujeres fue el cambio en la cultura médica. Era extremadamente paternalista, '¿Cómo se te ocurre siquiera mirarte o pensar en tu propio cuerpo?'. En el proceso de romper con aquella mentalidad, ¿quién podía saber dónde debía situarse la barrera?". Por este motivo, las Janes animaban a sus asesoradas a considerar el proceso como una colaboración, y no solamente porque todas las personas implicadas podían enfrentarse a una condena de diez años de prisión por conspiración para cometer aborto. El colectivo diseñó su proceso con la esperanza de que las experiencias de aquellas mujeres resultaran educativas y esclarecedoras; entregaban copias del revolucionario manual sobre salud femenina Our Bodies, Ourselves (Nuestros cuerpos, nosotras mismas), y enseñaban a las mujeres a autoexplorarse, mostrando a muchas sus propios cuellos uterinos por primera vez en su vida.

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Al prescindir de los abortistas ilegales en quienes habían estado confiando hasta entonces, las Janes fueron capaces de rebajar el precio de los abortos, que pasaron a costar solo 100 dólares. Sin embargo, como no deseaban imitar el desequilibrio propio del capitalismo dentro de su colectivo, jamás rechazaban a ninguna mujer, aunque no pudiera pagar nada en absoluto: "Calculamos que si podíamos obtener una media de 50 dólares por aborto podríamos cubrir nuestros gastos", afirma Galatzer-Levy. Las contribuciones financieras se consideraban otra forma en que las mujeres podían participar activamente en la elección que estaban tomando, ya que cualquier pago que hicieran ayudaba a otras mujeres a acceder a sus derechos de reproducción. Reconociendo que Norteamérica se asentaba sobre las bases del trabajo no remunerado que ejercían las mujeres, y con el número de llamadas telefónicas constantemente en aumento, Jane decidió pagar también a sus propias colaboradoras para reconocer el valor de su tarea.

Dado el relativamente bajo coste de los abortos de Jane, las salas de espera del grupo se convirtieron en un singular punto de diversidad que contrastaba con el panorama exclusivamente blanco y de clase media del movimiento de liberación de la mujer. Esto quizá no sorprenda, ya que, en palabras de Galatzer-Levy, "cualquier mujer puede quedar embarazada sin desearlo". Y aunque las miembros del colectivo Jane reflejaban ampliamente que los grupos de concienciación y sindicatos de activistas estaban compuestos exclusivamente de gente de raza blanca, constantemente trataban de diversificar para atender mejor al amplio rango demográfico que acudía a ellas. Los derechos de reproducción de las afroamericanas y latinas pobres estaban especialmente en peligro durante aquella época, ya que debían enfrentarse a la amenaza adicional de la esterilización obligatoria rutinaria.

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En su ensayo "African-American Women and Abortion" (La mujer afroamericana y el aborto), Loretta J. Ross explica cómo se despoja a las mujeres negras de su control reproductivo en muchos más frentes que a sus compañeras blancas: "Los conservadores blancos vieron la planificación familiar como un ataque a los valores tradicionales de la maternidad, mientras que algunos negros la vieron como un programa de eugenesia selectiva por razas y clases sociales. El hecho de que fuerzas tan dispares se unieran contra las mujeres afroamericanas demostró que tanto los blancos reaccionarios como los negros sexistas podían encontrar una causa común en la afirmación de la autoridad masculina sobre las decisiones de las mujeres en materia de reproducción". El legado de tales presiones sigue haciendo de las mujeres negras el objetivo de los grupos antiabortistas actuales.

Solo hubo unas pocas mujeres de color en el grupo de Jane durante un tiempo y Lois Smith fue una de ellas; en su entrevista con Ross recuerda: "… nunca pudimos convertirnos en una masa crítica. […] Pero no lo considerábamos un problema de mujeres blancas o negras; cuando una mujer necesitaba interrumpir su embarazo podía contar con una unidad creada por mujeres desesperadas". Galatzer-Levy opina del mismo modo: "Todas éramos mujeres y eso nos hacía tener montones de cosas en común. Sin duda, el enorme respeto mutuo era un precepto básico entre las mujeres con quienes trabajé en Jane".

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La homogeneidad del grupo, aunque no fuera intencionada, podría haber contribuido de hecho a su éxito. En su estudio sociológico sobre Jane, Pauline Bart concluyó que las similitudes entre las componentes de aquel grupo fueron "una bendición, porque proporcionaron cohesión social". También observó que la dedicación de Jane al trabajo se anteponía a cualquier otra cosa, por muy tensas que se volvieran sus relaciones internas. Compartir creencias políticas o filosóficas tampoco era un tema importante: "No teníamos la sensación de que hubiera una prueba de pureza ideológica que superar; se trataba de una cosa muy orientada hacia lo práctico", afirma Galatzer-Levy. "Siempre creímos que, si nos sentábamos juntas y exteriorizábamos los motivos que nos habían llevado a hacer esto, probablemente acabaríamos por disgregarnos".

Aunque el grupo estaba, tal y como indica Arcana, "impulsado y respaldado por la política de aquel momento", cierta nota de precaución surge en su voz cuando le preguntan si la asociación Jane era única en su contexto sociopolítico: "Las mujeres siempre han hecho esto, así que la noción de que es preciso que surja un gran acontecimiento político en el mundo para que las mujeres pasen a la acción, en mi opinión, es bastante errónea: demasiado simplista, demasiado severa. Hace que parezca que Jane y sus miembros son demasiado diferentes de otras mujeres y, según mi experiencia (no solo entonces sino también a partir de aquel momento), sé que hay muchas cosas buenas en marcha".

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Tanto Arcana como Galatzer-Levi citan, como ejemplo de estas "cosas buenas", el trabajo de la doctora y activista holandesa Rebecca Gromperts. Ha creado dos organizaciones independientes, Women on Web y Women on Waves, que ayudan ambas a las mujeres a acceder a medicamentos para el aborto en países donde es ilegal. Para Arcana t Galatzer-Levi, esto sugiere que actualmente de algún modo resulta más sencillo proporcionar abortos "ilegales": "No es preciso que estés presente en la sala… Pero por supuesto se limita a abortos en una etapa muy inicial del embarazo; después de eso, yo ya no lo sé".

Aunque el aborto es ahora un derecho constitucional en Estados Unidos, la cultura que lo rodea ha cambiado indeleblemente en los cuarenta años que han transcurrido desde Roe v. Wade, una normativa que "no era exactamente una ganga para comenzar", según indica Arcana. "Mucha gente no se da cuenta de que Roe no trataba en realidad sobre que las mujeres pudieran determinar lo que necesitaban o deseaban hacer, sino sobre que los médicos pudieran tomar la decisión por ellas", indica Arcana. Aunque lo que Jane hizo en la década de los setenta era tanto ilegal como clandestino, su trabajo era tolerado —e incluso apreciado— por la sociedad en la que actuaba; era bastante común, por ejemplo, que las esposas o amantes de los oficiales de policía buscaran sus servicios.

Arcana cuando formaba parte del colectivo Jane. Foto vía Michael Pildes.

Actualmente, la oposición viene de un movimiento antiabortista devastadoramente poderoso, cuya influencia llega a tal punto, como indica Galatzer-Levy, que "en muchos estados resulta tan difícil abortar como antes de Roe v. Wade". Según advierte Arcana, aludiendo a grupos como Operation Rescue, cuyas actividades extremistas contra el aborto se equiparan a actos de terrorismo doméstico, "Su ala radicalmente violenta es muy activa y extremadamente peligrosa, de modo que el peligro para las mujeres que tratan de hacer un buen trabajo ahora mismo no procede solo de los oficiales, de los políticos, de los policías y de las personas que vigilan la red, sino también de tipos realmente peligrosos y nocivos".

Quienes militan en el (muy ruidoso) movimiento antiabortista tienden a retratar el aborto como una opción vergonzosa e irresponsable equiparable al infanticidio. La cobertura que hacen los medios del aborto es tan parcial que, incluso si resulta que no tienes opinión sobre el asunto, inevitablemente se filtra a través de la lente de la oposición. Uno de los ejemplos más claros sucedió recientemente cuando los medios manipularon la grabación del proceso de donación de tejido fetal de Planned Parenthood. Este tipo de manipulaciones han sido la fuente de información de toda una generación nacida tras Roe v. Wade, afirma Arcana: "Las mujeres tienen ahora sentimientos hacia el feto que yo no comparto. El movimiento antiabortista se las ha ingeniado durante las últimas cuatro décadas, de forma bastante brillante, para cambiar la cultura, la mentalidad, la forma de pensar e incluso los sentimientos: la respuesta emocional ante el aborto, la maternidad y el embarazo".

Para Galatzer-Levy y muchas de las mujeres que formaron parte de Jane, el aborto y la maternidad no están diametralmente opuestos; en lugar de ello, están profundamente conectados y forman parte de un espectro más amplio. "Ser madre era muy importante para mí", indica Galatzer-Levy. "Y gran parte de lo que lo convirtió en un placer y en algo tan cómodo fue la libertad de elegir. Tuve un aborto y también adopté una hija, de modo que en cierto modo, yo represento todo el espectro posible. Este es un mundo contradictorio y no existen respuestas sencillas, pero tenemos que poder contar con la capacidad de elegir".

A pesar de su consternación compartida con respecto a la erosión actual de los derechos de reproducción en Norteamérica, incluyendo las más de 300 leyes aprobadas para restringir el acceso al aborto tan solo en los últimos cuatro años, ambas parecen reforzadas por la creciente presencia de las voces pro-elección, especialmente de las generaciones más jóvenes, y ninguna descarta la capacidad de dicha generación para lograr el mismo éxito que lograron ellas. "Me siento realmente animada", afirma Galatzer-Levy. "Existe gran cantidad de furia y oposición, ¡hay un montón de mujeres muy osadas por ahí! Y yo las veo cómo nos empujan hacia adelante. Es un momento muy emocionante para las mujeres. Lo que sucedía con las mujeres que formábamos parte de Jane es que éramos gente corriente; siempre sucede que, si fuerzas lo suficiente a la gente corriente, logrará hacer cosas extraordinarias".

Hablando acerca de la creciente inestabilidad en torno a la justicia reproductiva en Estados Unidos, Arcana mostraba la misma emoción. "De hecho tengo muchas esperanzas, si te lo puedes creer, porque las jóvenes son muy inteligentes, son duras y están muy, muy hartas. Todavía no son millones, ¡pero sí que son miles y miles a lo largo y ancho de todo el país y lo están logrando! Y yo pienso: ¡De acuerdo! ¡Vamos allá!".