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Identidad

Los hombres que se visten de mujer para explorar su parte femenina

Conocemos la historia de Sofia, Lola y Esmeralda, tres crossdressers que se visten de mujer ocasionalmente.
UNA DE LAS PROTAGONISTAS DEL DOCUMENTAL ENFEMME

"Durante muchos años fui crossdresser en la más absoluta clandestinidad, vistiéndome cuando me quedaba sola en casa, escondiendo mi ropa de mujer en lugares inverosímiles. Pero sobre todo lo peor era el sentimiento de culpa que me invadía por pensar que eso no era lo que se esperaba de mí, que defraudaba las expectativas puestas por la sociedad por no ser el hombre, el marido que debía ser".

La que habla es Sofía Bengoetxea, crossdresser y presidenta de EnFemme, un club de encuentro del colectivo cross pionero en España y con sede en Barcelona que proporciona un espacio seguro y discreto donde vestir de mujer.

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¿Quiénes son los crossdressers? Se trata de un perfil heterogéneo, que abarca todas las profesiones y clases sociales, aunque en su mayoría son hombres heterosexuales, casados, que de vez en cuando disfrutan con el placer de ver esa parte femenina que no pueden sacar a la luz todos los días. La práctica del crossdressing no implica tener una orientación sexual o una identidad de género determinadas. "No es una cuestión de identidad sexual", sostiene Sofía. "El travestismo tiene que ver con la identidad de género y en qué medida te sientes hombre o mujer. Históricamente se le ha representado como un personaje afeminado, con pluma. Pongo como ejemplo la obra teatral La jaula de las locas. Pero eso —una opción absolutamente respetable— no tiene porqué ser cierto".

Vestirse en casa cuando tu familia no está, a escondidas, puede acabar siendo frustrante y aburrido

Sofía habla de la necesidad de expresar una parte femenina de su personalidad tan grande que no le cabe dentro. "Se trata de una feminidad imposible de negar, de reprimir y que acaba saliendo a la luz", explica. Para ella EnFemme es una liberación: "Es un lugar donde puedo relacionarme con otras chicas como yo, donde no hay miradas reprobadoras". Este club será protagonista de un documental con el mismo nombre, dirigido por Alba Barbé i Serra, y que verá la luz en los próximos meses tras superar con éxito la campaña de crowdfunding.

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Sofía se vistió por primera vez de mujer a los 11 años. "Ni siquiera recuerdo por qué lo hice; pero siempre me acompañará la sensación que sentí de que todo encajaba, de sentirme completa, íntegra, de la necesidad de expresarme como mujer".

Sin embargo, no se trata solo del placer de vestirse de mujer, también es una manera de aparcar las preocupaciones de la vida diaria. "Todo lo que importa durante ese espacio de tiempo en que te transformas en mujer es el '¿qué me pongo?' y es disfrutar de sentirte como quieres ser. Por eso es tan duro volver a la vida masculina y convertirse en sapo".

Del comienzo de su etapa de salir del armario aún conserva buenas amigas. "Era fantástico tener en quién apoyarse en las primeras salidas a la calle, intercambiábamos trucos y consejos de belleza, nos hacíamos miles de fotos; paso a paso, construimos nuestra feminidad. Ese espíritu de ayuda mutua y de progreso que impera en EnFemme me facilitó dejar atrás mis miedos, resolver mis dudas a medida que poco a poco conseguía que el espejo me devolviera la imagen de una mujer", comenta.

Hablamos con Lola, crossdresser, maquilladora, dominatrix y organizadora de fiestas enfocadas al crossdressing en Madrid. Lola habla del placer que se siente al vestirse de mujer, pero añade que además todo ser humano tiene una parte masculina y una femenina. "El cross es mucho más frecuente de lo que el mundo pueda decir. Se puede tratar de un fetichismo o una forma de sacar nuestra parte femenina", explica.

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El caso de Lola es singular. Siempre ha tenido en su entorno una facilidad a la hora de poder expresar quién es sin tapujos. "Mi familia es muy liberal, yo no tengo que dar explicaciones a nadie. Soy soltera, lo he comentado en mi entorno, familia y amigos". Vive sola y tiene la ropa visible en casa, no la oculta. Como viene del mundo de la danza, lo tuvo más fácil. "Al ser bailarín me he movido en ambientes liberales y eso ayuda. Cuando saqué a Lola lo di a entender a mi entorno y quien quisiera entenderlo, bien, y al que no le gustara, pues nada. Mi mundo está ahora girando al crossdressing en todos los sentidos".

Se puede tratar de un fetichismo o una forma de sacar nuestra parte femenina

Según Esmeralda, una crossdresser de Sevilla, hay más personas cross de las que pensamos. "Lo que pasa es que hay muchas que lo viven de forma íntima o secreta. He visto estadísticas de que 1 de cada 20 hombres disfrutan vistiéndose de mujer", dice. Esmeralda es divorciada, pero comenta que sus parejas siempre lo han sabido, al igual que su hijo adolescente. En el trabajo lo lleva con discreción y en cuanto a sus padres dice que "están muy mayores para darles disgustos que no entenderían".

Mientras que la transexualidad es un tránsito de un género a otro definitivamente, la persona crossdresser oscila entre ambos géneros de forma reiterada. "El crossdressing es un recorrido de ida y vuelta: de hombre a mujer para regresar nuevamente a hombre" explica Sofía. "Es esa no linealidad en el trayecto vital, ese no aceptar el binarismo de que sólo existen hombres o mujeres, y poder posicionarse en un punto intermedio entre ambos géneros lo que me fascina del crossdressing".

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Como en cualquier colectivo no normativo existen los prejuicios. Muchas cross saldrían del armario e irían vestidas de mujeres en la calle de no existir "el qué dirán" o la persecución y linchamiento a lo diferente.

Esmeralda es contundente al respecto. "El crossdressing en Sevilla se ha vivido siempre más o menos mal, pero ahora se vive peor. Si sales así a la calle, intentando no llamar la atención, sientes que todo el mundo te mira. Antes, alguna chica salía y era fácil no estar sola en pubs de ambiente y discotecas, donde a menudo había actuaciones de transformistas y drags; pero hoy en día sales por la calle y eres la única casi seguro". Por ello, Esmeralda vive viajando a ciudades más cosmopolitas y abiertas como Madrid, Barcelona o Valencia.

Sin embargo, Sofía sí cree que se puede salir a la calle sin problemas: "Nadie te agrede, no te lapidan ni la policía te detiene". Ese miedo entonces podría deberse a una "transfobia interiorizada, algo que el sistema heteropatriarcal nos hace pensar sin que nos demos cuenta, que tomamos como natural. Asumimos inconscientemente que lo que hacemos no está bien, no es lo que se espera de nosotros, no es aceptable, por eso lo hacemos a escondidas".

Por suerte, cda vez hay más fiestas cross —como las fiestas Pass The Wig— donde se encuentran y viven experiencias de puesta en común y disfrute. "El 95 % de las cross son de armario, y un 5 % salen a la calle. Las cross van cada vez más en aumento y se organizan cada vez más fiestas, donde no sólo acuden ellas, sino que son abiertas a cualquier persona", añade Lola.

"Vestirse en casa cuando tu familia no está, a escondidas, puede acabar siendo frustrante y aburrido para muchas cross. Somos seres humanos y por tanto socializar es algo vital. Vivir encerrada dentro del armario te hace sentir incompleta. Vences ese miedo cuando superas la vergüenza, esa represión interiorizada, porque tu necesidad de hablar y de relacionarte es tan grande que te empuja a buscar a otras como tú" concluye Sofía.