La chica que se escapó para combatir contra ISIS
Photo by Sarah Buthmann

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Identidad

La chica que se escapó para combatir contra ISIS

Joanna Palani tenía 22 años cuando cambió su vida como estudiante en Dinamarca para unirse a las YPG y a los Peshmerga y combatir en primera línea de fuego durante la guerra en Irak y Siria.

De las aproximadamente 750 jóvenes europeas que se han embarcado en aventuras con destino a Siria e Irak, solo unas pocas han conseguido regresar a su casa sanas y salvas. La llamada a la guerra santa para derrocar la masacre de los 45 años de régimen Assad en Siria ha inspirado a más de 27.000 combatientes extranjeros de 81 países diferentes a participar en el conflicto, la gran mayoría de los cuales luchan ahora junto a ISIS.

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La mayor parte de las mujeres y chicas que han viajado hasta el campo de batalla lo han hecho captadas por los reclutadores de ISIS. Joanna Palani, una estudiante de política y filosofía de 23 años de edad residente en Copenhague fue a luchar para los Kurdos, primero con la Unidad de Protección de las Personas en Siria (YPG) y después con los Peshmerga, el ejército del Gobierno Regional kurdo entrenado en occidente y apoyado por la comunidad internacional. Se atribuye a los Peshmerga (palabra kurda que significa "quien se enfrenta a la muerte") haber desempeñado un importante papel tanto en el derrocamiento de Saddam Hussein como en la captura de Osama Bin Laden y van obteniendo significativas aunque lentas victorias sobre ISIS en Irak.

"Me encanta", afirma, "es mi vida. Para los kurdos es muy normal aprender a usar armas así". Palani habla un inglés perfecto con acento norteamericano, se ríe con frecuencia en medio de las frases y se refiere a mí entrañablemente como "señora".

A principios del otoño de 2014 abandonó la universidad y se fue a combatir en Siria a favor de los kurdos. Palani quería ayudar a derrotar a ISIS y a Assad y, tal y como ella lo explica, "luchar por los derechos humanos de todas las personas".

"El 14 de noviembre de 2014 fui a Irak y después a Rojova, en Siria. Estuve con la YPG durante seis meses y más tarde me uní a los Peshmerga seis meses más, de modo que estuve combatiendo durante un año".

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En noviembre de 2014 el ejército del dictador sirio Bashar al-Assad estaba endurecido por tres largos años de asesinatos civiles indiscriminados. Acumulaban un arsenal de armas y municiones, incluyendo armas químicas que utilizaban contra su propia gente. ISIS acababa de completar su genocida anexión del norte de Irak.

La primera noche que pasó Palani en primera línea de batalla fue brutal. Mientras patrullaba de noche con un combatiente extranjero de Suecia, ambos fueron atacados por un francotirador que había visto el humo de un cigarrillo y disparó a su camarada entre los ojos. Ella describe cómo las brasas del cigarrillo de su compañero continuaban encendidas mientras moría y cómo su sangre empapaba el uniforme nuevo que ella llevaba.

De izquierda a derecha: Joanna Palani con un pañuelo tradicional que llevaba mientras combatía y Palani vestida de civil. Fotos por Sarah Buthmann

"Le dije que no debería fumar en primera línea de fuego, pero no me hizo caso. Yo tampoco me tomaba las cosas demasiado en serio cuando llegué allí por primera vez", admite, "pero después del primer ataque sí lo hice. Me tomé las cosas muy en serio".

En Siria descubrió que tenía un don para disparar en el momento adecuado y también para mantenerse en silencio en el momento adecuado, dos habilidades esenciales para ser un buen soldado, según ella. El tiempo que pasó combatiendo contra el ejército de Assad fue el más complicado de su carrera. Se sabe que atacan con gas de cloro, con bombas de barril y ahora también con bombas de vacío, todo ello prohibido por las leyes internacionales. El régimen es responsable de la muerte de 181.000 civiles y ahora se le está investigando por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

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"Los combatientes de ISIS son muy fáciles de matar", afirma, riendo para sus adentros. "Los combatientes de ISIS son muy buenos sacrificando sus propias vidas, pero los soldados de Assad están muy bien entrenados y son máquinas de matar especializadas".

Palani muestra un enorme orgullo acerca de su papel como instructora de muchas combatientes kurdas más jóvenes. "Las chicas jóvenes son increíbles, se sienten eufóricas cuando regresan de la línea de combate. Son muy valientes, más valientes de lo que yo podría haber sido jamás a su edad".

Fotos de Palani mientras combatía en Siria. Fotos cortesía de la entrevistada

La YPG también ha ayudado en la tortuosa labor de ayudar a las familias yazidíes a conseguir que sus seres queridos crucen la frontera en secreto para alejarse del territorio del Estado Islámico. Palani describió cómo recibía correspondencia detallada de algunas chicas en cautividad en la que trataban de organizar su propia huida o suplicaban su rescate.

Aunque yo misma soy una combatiente, para mí es difícil leer cómo una niña de diez años va a morir porque está sangrando a causa de una violación", afirma. Las cartas y los valientes testimonios de torturas sexuales comenzaron hace tiempo, en octubre de 2014. Se asignó un nuevo papel a Palani a inicios de 2015 y paso a formar parte de un batallón que liberó un pueblo cerca de Mosul, afirma, y allí encontró un gran grupo de niñas que eran mantenidas en cautiverio para que los militantes de ISIS abusaran sexualmente de ellas. Era una 'casa de retención' donde las niñas pequeñas eran encerradas, violadas y prestadas después a los combatientes de menor rango que luchaban en primera línea de batalla.

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"Todas las niñas tenían menos de 16 años y algunas de ellas eran realmente jóvenes. Conocí a una niña en el hospital al que tuvimos que llevarlas, era una cristiana siria y murió cogida de mi mano porque tenía 11 años y estaba embarazada de gemelos. Su pequeña cara estaba completamente hinchada. Aquello simplemente no estaba bien. Recuerdo al médico llorando y gritándonos a mí y a mi primer oficial".

Palani está ahora de regreso en su casa de Copenhague, estudiando política y filosofía en la universidad. Foto por Sarah Buthmann

Tuvo que convencer al médico de que ellos no eran responsables de la violación y el subsiguiente embarazo que finalmente se llevó la vida de aquella niña. Pero aunque su padre y su madre en Copenhague estaban tremendamente preocupados por su hija, Palani encontraba la vida en primera línea de fuego muy emocionante. "Nunca deseé volver a casa. Sinceramente, hubo momentos en los que pasé miedo, hubo momentos en los que deseé poder sobrevivir, sí, pero no hubo ni un solo segundo en el que deseara estar de vuelta en casa. Sabía que estaba en el lugar adecuado".

Su carrera militar parecía ir viento en popa, pero entonces regresó a casa para visitar a su familia en Copenhague mientras estaba de licencia el año pasado. "Los Peshmerga me dieron 15 días libres", explica. "Al llegar a Dinamarca la policía me envió un email cuando llevaba allí tan solo tres días. Decía que mi pasaporte ya no era válido y que lo revocarían si trataba de abandonar el país. Si regresaba, podría pasar seis años en la cárcel".

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"Esto me puso en una situación muy delicada, porque mucha gente se sintió decepcionada conmigo. Yo estaba entrenando a varias chicas en el uso de armas, de modo que aquello significaba que estaba abandonándolas porque no habíamos completado la formación".

Está furiosa con el gobierno danés por confiscar su pasaporte cumpliendo con una legislación que tiene como fin contener el desplazamiento de los seguidores de ISIS hasta el conflicto (un desplazamiento que ella tilda de "traición"). Ahora se enfrenta a una elección entre dejar atrás su pasaporte y volver a unirse a su batallón o esperar en Copenhague con la esperanza de que cambie la ley para diferenciarla de los combatientes yihadistas. "Debo recordar las cosas que he visto en combate y la gente que he dejado allí", me dice, conforme sopesa sus opciones.

"Aquellas niñas pequeñas, las esclavas sexuales… Como ser humano —pero especialmente también como kurda— no puedo ignorarlas. No puedo decir que como me va bien en Dinamarca, da igual lo que estén haciendo a esas niñas en el Kurdistán".

Pero igualmente aborrece perder las libertades que le brinda Europa, de modo que por ahora se queda en Copenhague. En lugar de luchar con sus 'hermanas' Peshmerga (a quienes afirma que no han pagado en siete meses), está estudiando a regañadientes política y filosofía en Dinamarca, donde el gobierno costea su educación universitaria.

"Soy una chica kurda europea. La mayoría de mis creencias y mi pensamiento ético son europeos. No podría vivir en Kurdistán más de un año o dos, como mujer no resulta demasiado cómodo vivir allí. Preferiría elegir la justicia pública que la felicidad personal. Daría mi vida por Europa, por la democracia, por la libertad y por los derechos de las mujeres y ahora tengo la sensación de haber sido traicionada por aquellos por los que estaba dispuesta a sacrificar mi vida".