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Identidad

Te pondrá enferma saber cuánto odiaba Florence Nightingale a las mujeres

Esta enfermera beata del siglo XIX ha llegado a simbolizar la buena voluntad, la empatía y el autosacrificio, pero también creía firmemente que las mujeres eran tan estúpidas e inútiles que no merecían obtener igualdad de derechos.
Image by Gabby Bess

Si hay alguien que simbolice la figura de la mujer desinteresada y atenta, esa es Florence Nightingale. Nació en 1820, su padre era un adinerado banquero inglés y es la segunda enfermera más famosa del mundo, solo después de la mujer que aparece en la portada del disco de Blink 182 Enema of the State. Nightingale se benefició de una sólida educación y desarrolló un interés por cuidar de los enfermos después de empezar a visitar hospitales cuando tenía 24 años y vivía en Inglaterra. Inicialmente Nightingale acometió este proyecto tratando de ampliar las oportunidades laborales disponibles para las mujeres, cuya limitación le disgustaba.

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En la década de 1800, la enfermería no estaba mucho mejor considerada que la prostitución, porque no precisaba de una formación determinada ni de, tal y como indica aquí Marjie Bloy, "inteligencia". En 1853 Nightingale pasó a ser administradora de un hospital y en 1854 llevó a 38 enfermeras hasta Crimea para ayudar a los heridos, a los moribundos y a los enfermos durante la Guerra de Crimea, donde limpió un asqueroso edificio en el que se contraían numerosas infecciones, casi murió a causa de unas fiebres y se granjeó el sobrenombre de "La dama de la lámpara", porque trabajaba 20 horas al día y atendía los pabellones ella sola por la noche.

Eliminar la opresión de las infravaloradas enfermeras parece auspiciar un comienzo proto-feminista, especialmente si inviertes tu dinero en combatir el cólera del modo en que lo hizo Nightingale. Después de Crimea dedicó su vida a trabajar en condiciones exigentes y peligrosas y también a escribir larguísimos textos de carácter religioso y social. Sin embargo, una vida así no impidió que Nightingale desarrollara una despreocupada e hipócrita misoginia que la acompañó hasta que murió plácidamente mientras dormía en 1910. De hecho, su capacidad para la caridad parecía hacerla menos caritativa, al menos en lo que respecta a aquellas mujeres que no se encontraran en su lecho de muerte.

Gran parte de la obra de Nightingale se centra en cómo podrían triunfar las mujeres en su propio terreno en lugar de tratar de hacerlo en el terreno de los hombres. En el primer libro de Nightingale —Notas sobre enfermería: qué es y qué no es, publicado en 1859— escribe una nota a sus "hermanas", instándolas a evitar tomar en consideración la "jerga" típica de la época: "es decir, los 'derechos' de las mujeres, que las animan a hacer todo lo que hacen los hombres, incluyendo la profesión médica y otras profesiones, simplemente porque los hombres lo hacen y sin tener en cuenta si eso es realmente lo mejor que pueden hacer las mujeres". Lo que Nightingale quiere decir aquí resulta bastante elocuente; afirma que "No es deseable que la respuesta a las cosas buenas que hagamos sea, 'Qué bien lo has hecho, para ser una mujer'".

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Aun así, esto se combina con su rechazo inicial al sufragio femenino (más tarde se retractó, pero con reticencia) y también insiste en la importancia del lugar de las mujeres, lo cual puede interpretarse como una referencia indirecta a las mujeres que ejercían la medicina, que para ella eran todas unas negadas. En una carta enviada en 1860 a John Stuart Mill, Nightingale indicaba que las mujeres que ejercían la medicina "no habían logrado mejora alguna" en lo que ella consideraba como la grave situación de la obtención del título de medicina. "Las doctoras solo han intentado ser 'Hombres' y lo único que han conseguido es convertirse en hombres de tercera".

Varios académicos han afirmado que Nightingale consiguió que las enfermeras fueran respetadas animándolas a conformarse con las normas sexistas de pureza y sumisión. Según la Profesora Anna Crowther, de la Universidad de Glasgow, Nightingale vigilaba muy de cerca a sus enfermeras para asegurarse de que fueran puras, alojándolas en dormitorios comunes y restringiendo su acceso a los hombres hasta que fuera aceptable que se mudaran a sus propias casas, "presumiblemente en estado virginal". No es de extrañar que Nightingale se refiriera a sí misma aquí en tercera persona, cuando afirma que "la perfección de la enfermería quirúrgica puede verse practicada por la anticuada 'Hermana' de un hospital de Londres como en ningún otro lugar de Europa". De hecho, muchos académicos creen que Nightingale fue célibe durante toda su vida y afirman que es posible que se viera a sí misma como una especie de monja, aunque dedicara su vida a la enfermería en lugar de a Dios. (Algunos han sugerido que Nightingale era lesbiana, pero aunque mantuvo duraderas amistades con mujeres —lo que hace de su desprecio por las capacidades femeninas algo todavía más extraño—, algunos de sus biógrafos que la defienden a ultranza como Mark Bostridge juran que ella jamás lo sería).

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Como sucede con muchos de los protagonistas de esta columna, está claro que Nightingale no solo poseía un punto de vista desafortunado, sino que también hacía gala de una actitud moralista y detestable con la que podía difundirlo. En una carta escrita en 1861 y recogida en el libro La vida de Florence Nightingale: 1862-1910, Nightingale critica el libro de una amiga, centrándose sobre todo en la frase de la autora "Las mujeres son más empáticas que los hombres". Nightingale respondió que si ELLA escribiera un libro —"a partir de mi experiencia", añade, invocando la idea popular de que era la enfermera más experimentada de Europa, cosa que ella misma reivindicaba— empezaría con la frase "Las mujeres carecen de empatía". Sonando como un universitario que responde a cualquier historia sobre tus vacaciones con un "Bueno, en realidad yo estuve todo un año ahí, así que…", Nightingale se refiere a la comprensión caritativa de su amiga sobre el sexo débil como algo enraizado en una "tradición" mezquina, y continúa diciendo, "Nunca me he topado con ninguna mujer que haya alterado su vida ni un ápice por mí o por mis opiniones".

A continuación cita engreídamente lo mucho que adora trabajar con hombres, afirmando que son más empáticos básicamente porque creen en sus teorías mientras que las mujeres no; esto, según Nightingale, se debe a que las mujeres "son incapaces de exponer un hecho de forma precisa a otra mujer, y esa otra mujer es incapaz de atender con suficiente precisión como para que eso se convierta en información". "Pagaría encantada 500 libras al año por que mi secretaria fuera mujer", escribe Nightingale,

Pero soy incapaz de encontrar ni siquiera una. No conocen los nombres de los Ministros del Gabinete, no conocen las oficinas de la Guardia Montada, no saben cuáles de los hombres más relevantes de la actualidad están vivos y cuáles están muertos… Yo tampoco sabía todo eso, pero existen cosas como Listados del ejército y Almanaques. Aun así, nunca he podido encontrar una mujer que, por mera solidaridad, consultara uno para facilitarme el trabajo.

¡Yo contrataría a una mujer, pero ninguna que merezca la pena ha solicitado el puesto!

Naturalmente, todo esto podría —y para muchos así es— hacer de Nightingale un icono feminista de todas formas: hizo aquello en lo que creía y en lo que firmemente pensaba que los demás también debían creer. Además, fue una enfermera realmente fantástica. Finalmente, es justo afirmar que Nightingale no solo obtuvo un éxito rotundo en su campo, al que contribuyó de forma determinante. Aunque sus cualidades negativas no están a la altura de los demás misóginos sobre los que hemos escrito por aquí, resulta justo decir que Nightingale también consiguió grandes logros en la lucha que mantienen algunas mujeres para lograr ser tan asquerosas como los hombres.