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Identidad

La pionera cineasta famosa por sus salvajes comedias sexuales antifascistas

En 1977, Lina Wertmüller, cuya obra refleja la batalla entre el sexo y la política, se convirtió en la primera mujer nominada al Oscar al Mejor Director. Nos pusimos en contacto con la cineasta, que ahora tiene 88 años, para hablar sobre su legado.
Still from "Love & Anarchy" courtesy of Kino Lorber

Durante uno de los escasos momentos de tranquilidad en la película rodada por Lina Wertmüller en 1986 Noche de verano, la multimillonaria italiana Fulvia Block y su amante suizo, Frederick, se sientan a desayunar después de una entusiasta sesión de folleteo. Él sumerge una galletita en miel, la sujeta torpemente entre los dientes y trata de ofrecérsela a ella. En lugar de morder el otro extremo, ella se ríe en su cara: "¿Qué crees que es esto, amor, Nueve semanas y media? Eso es una mierda y además es de locos. Nos manchamos y no sucede nada. Si los norteamericanos no son eróticos, imagínate tú, que eres suizo".

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Para cuando rodó Noche de verano, Wertmüller se había ganado de sobras el derecho a menospreciar el cursi erotismo de Hollywood. En la década de 1970 se convirtió en la mayor directora de comedias sexuales del mundo, un género que hizo completamente suyo fusionando el romance, la farsa y la política. Fue la primera mujer nominada al Oscar al Mejor Director por su película de 1975 Pasqualino Siete bellezas con un argumento clásico de Wertmüller: en el Nápoles de la década de 1940, un gánster de poca monta asesina al amante de su hermana por deshonrar a la familia, escapa al castigo alistándose en el ejército y acaba en un campo de concentración alemán, donde debe someterse a los sádicos caprichos de una grotesca oficial nazi para poder sobrevivir. Un exceso de orgullo masculino ―y una egoísta predisposición a luchar por el fascismo― dan como resultado el castigo a manos de una mujer extremadamente cruel.

Las dinámicas interpersonales de poder y el modo en que son reflejo de sistemas institucionales de opresión como el patriarcado y el capitalismo conforman la fascinación principal de Wertmüller. En una entrevista por email, la cineasta de 88 años me dice que "quería explorar a los seres humanos, sus debilidades, sus ideales" y que empleaba el sexo como ventana a la política porque "sentía curiosidad por el contraste entre los sexos, que refleja el contraste social entre las clases altas y las clases bajas".

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Su película más famosa, Insólita aventura de verano (1974), es también su investigación más pura de esos contrastes. Durante unas vacaciones en yate que acaban saliendo mal, la aristócrata Raffaella (protagonizada por Mariangela Melato, que interpreta el papel femenino principal en muchas películas de Wertmüller) acaba varada en una isla desierta ―un lugar donde, según explica Wertmüller en su email, "no existe la sociedad ni las barreras sociales "—con Gennarino, un miembro de la tripulación de su yate (el protagonista masculino preferido de Wertmüller, Giancarlo Giannini). Raffaella es virulentamente clasista, mientras que Gennarino es un comunista afiliado al partido y un misógino declarado. En el yate ella se complacía en humillarle, pero en la isla él posee todas las habilidades de supervivencia. Ella se convierte en su esclava. Por supuesto, se acaban enamorando.

Melato y Giannini en "Insólita aventura de verano". Imagen cortesía de Kino Lorber

El afán de Wertmüller por sondear los extremos de la naturaleza humana podría haberse gestado durante las catástrofes geopolíticas que presenció siendo niña. Nacida en Roma el 14 de agosto de 1928, creció durante el mandato de Mussolini y la Segunda Guerra Mundial. La guerra, en particular, "ejerció una fuerte influencia en mí", explica, "especialmente cuando acabó y empezaron a publicarse y difundirse las imágenes de los campos de concentración. En aquellos momentos algo había cambiado en mí, en mi forma de concebir a los seres humanos".

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Siendo niña, se sentía atraída por las películas, los libros de cómics y las novelas, pero fue su amiga Flora Carabella la que la situó en el camino de convertirse en directora. "Ella me introdujo al teatro, porque estaba estudiando para ser actriz", recuerda Wertmüller. "Fue amor a primera vista por el escenario, así que decidí asistir a clases de dirección en la Academia Teatral de Pietro Sharoff". Se convirtió en asistente de dirección y dio el salto al cine cuando Carabella le puso en contacto con Federico Fellini y éste la contrató para trabajar en 8 ½. "Federico era un artista único", afirma. "A mis jóvenes ojos, era un poeta y un mago. Todo era divertido con él".

Escena de "Pasqualino Settebellezze"

El humor directo y llano acabaría por convertirse en marca distintiva de los filmes de Wertmüller, pero su primera película, I basilischi (1963), ofrece una instantánea más natural de la vida en una localidad pequeña del sur de Italia, una parte del país que lamentablemente en aquel momento estaba poco representada en la pantalla. No tardó en darse cuenta de que no quería ser conocida simplemente como una cineasta "con conciencia social". Tal y como ella misma dice en el documental realizado en 2015 por Valerio Ruiz Behind the White Glasses, que se proyectará como parte de la retrospectiva del Quad, "quería pasar a la historia como una directora que se había divertido".

Esa es la actitud que anima sus mejores películas, la mayoría rodadas en un período sorprendentemente breve durante la primera mitad de los años 70 y protagonizadas por la cegadoramente rubia Melato y por el rudo Giannini, que casi siempre interpreta a un hombre pobre de provincias. Wertmüller afirma que la pareja le atraía porque "ambos provenían del teatro, así que estaban abiertos a la improvisación, que es algo que siempre exigía a mis actores". Como ella recuerda, "Estábamos en perfecta armonía. Nuestro trabajo empezaba varios meses antes de empezar a rodar, porque a mí me gusta organizar lecturas del guion y ensayos durante 40 días, como en cualquier producción teatral".

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Wertmüller pasó a disfrutar de renombre internacional en 1972 con el filme Mimí metalúrgico, herido en su honor, una cínica y mordaz comedia sobre un obrero siciliano, Mimi (Giannini), a quien prácticamente echan de la ciudad cuando vota al candidato comunista en lugar de al candidato elegido por la mafia. La glacial esposa de Mimi, Rosalia (Agostina Belli), se queda en la ciudad mientras él se marcha en busca de trabajo a Turín, donde empieza a asistir a asambleas comunistas, se enamora de una bella seguidora de Trotsky llamada Fiore (Melato) y pronto se convierte en el padre de su hijo. El problema es que Mimi sigue dejándose manipular por los rufianes capitalistas. Y es instintivamente tradicional en lo que respecta al género y a la familia que le aboca a seguir siendo un peón. "Tu papá te comprará todo lo que necesitas", susurra al abultado vientre de Fiore. "Ya está en la sociedad de consumo incluso antes de nacer", suspira ella. Más tarde, obligado a regresar a su ciudad natal, es arrestado por dejar embarazada a la esposa de un oficial del ejército, quien a su vez se había tirado a la propia esposa rechazada de Mimi. En lugar de aceptar que es él quien ha empujado a Rosalia al adulterio, se sume en una hipócrita ira al saber que le han puesto los cuernos. A pesar de todas esas nuevas ideas de izquierdas que acaba de descubrir, resulta que Mimi es irremediablemente conservador por naturaleza.

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Es posible que las peleas a gritos de las películas de Wertmüller sean más placenteras que las escenas de sexo

El sexo y la política son dos constantes en las películas de Wertmüller y casi siempre entran en conflicto, a menudo porque el apetito carnal de los personajes tiende a contradecir las creencias que profesan. El héroe supuestamente igualitario de Insólita aventura de veranono reconoce a las mujeres como humanos independientes, mientras que el abierto apoyo al aborto que muestra la heroína la convierte en una especie de precursora del arquetipo actual de feminista corporativa. Noche de verano revisita la premisa de Insólita aventura de verano: la industrial de mente cívica, Fulvia, gira las tornas de un terrorista anticapitalista (Michele Placido) capturándolo y pidiendo un rescate por él. Le encadena, le alimenta con caviar (aunque él afirma preferir la sencilla comida de campesino), le da charlas sobre cómo los ricos son inherentemente superiores a los pobres e, inevitablemente, no puede resistirse a meterse en la cama con él.

En Amor y anarquía (1973), quizá la mejor de las películas de Wertmüller, Giannini interpreta a Tunin, un joven granjero anarquista que llega a Roma en la década de 1930 con un plan para asesinar a Mussolini. Sus contactos le emparejan con Salomè (Melato), una prostituta radical cuyo trabajo le brinda acceso a un montón de fascistas de alto nivel. Pero él se enamora de otra trabajadora, Tripolina (Lina Polito), que quiere que deje a un lado su plan para poder estar juntos. Es posible que las peleas a gritos de las películas de Wertmüller sean más placenteras que las escenas de sexo y Amor y anarquía culmina en una discusión épica entre Salomè y Tripolina sobre si deben despertar a Tunin a tiempo para que pueda disparar al dictador. Es, literalmente, una batalla entre sexo y política.

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Giannini como Tunin en "Amor y anarquía"

Aunque fueron rodadas en los setenta y a menudo tienen lugar en un pasado distante, las comedias burlescas de Wertmüller dan la sensación de ser asombrosamente contemporáneas. Eso se debe en parte a que en la Norteamérica de 2017 abundan tanto los fascistas bufonescos (y los coloridos radicales izquierdistas) como en la Italia del siglo XX que retrata Wertmüller. Sus personajes están constantemente debatiendo los méritos de "la ley y el orden" frente a la libertad, y la competencia capitalista frente a la igualdad socialista, aunque Wertmüller se resiste a la idea d que exista una conexión directa entre sus filmes clásicos y la situación política actual. "El contexto es completamente diferente ahora", indica. "Los miedos han cambiado y también los intereses políticos". Pero concede que "algunas de mis películas reflejan problemas humanos que siguen presentes, como la inmigración o la integración social y cultural".

Su representación del sexo como una experiencia divertida y de reafirmación de la vida también ha envejecido mejor que las diatribas contrarias al sexo de sus contemporáneas de la segunda ola. Pero probablemente debido a que está más interesada en el género como un fenómeno observable que como una plataforma para la polémica, Wertmüller a veces tiene problemas con las críticas feministas de todas formas. Aunque parece deleitarse en el castigo a los misóginos, también trata a las mujeres feas de forma tan brutal como cualquier director masculino y le encantan las escenas desenfadadas de agresiones sexuales. En una horripilante secuencia de la película de 1974 Tutto a posto e niente in ordine, un hombre viola a su novia porque esta se niega a acostarse con él hasta que estén casados (y se niega a casarse con él hasta que sea rico). Al final acaba disfrutando del brutal ataque y los compañeros de piso de la pareja se acaban uniendo también.

Melato como Fulvia Block y Michele Placido como su amante, Frederick, en "Noche de verano"

Insólita aventura de verano, en particular, ha suscitado críticas por ser una película sobre cómo las mujeres prefieren someterse a los hombres en un entorno de naturaleza salvaje que mantener su poder en la sociedad. Pero su final complica esa lectura. Cuando Gennarino pone a prueba el amor de Raffaella llamando un barco que pasa para que les rescate, ella retoma su antigua vida, mientras que él rechaza a su esposa y ruega a Raffaella que regrese a la isla con él. Puede que su humillante romance haya servido para pasar el tiempo mientras vivían como náufragos ―y ella claramente ama a Gennarino más que a su marido, a quien ahora ella considera un hombre débil―, pero ahora que ha recuperado su privilegio no está tan dispuesta a renunciar a él. En manos de un director menos sofisticado, Insólita aventura de verano podría haber sido una película sobre cómo todas las mujeres desean en secreto ser maltratadas. Pero como la escribió y dirigió Wertmüller, trata sobre como los prejuicios y la desigualdad hacen que la felicidad sea imposible de alcanzar. Tanto Raffaella como Gennarino son productos de una sociedad que nos enseña a desear cosas contradictorias: igualdad y riqueza, libertad y cautiverio, dominio y sometimiento.

Por su parte, a Wertmüller no le importa que la hayan echado del club feminista. "No me considero feminista. Prefiero decir que soy cineasta, no una cineasta femenina o feminista", afirma. "Creo que señalar la diferencia es un error. Nuestro trabajo debe apreciarse o destacar por la calidad de la película, no por el género del creador". Es un sentimiento muy común, pero Wertmüller —cuya cámara observa a los hombres y a las mujeres con la misma lujuria y cuyo inteligente y sensual punto de vista no es ni estereotipadamente masculino ni estereotipadamente femenino— se ha ganado el derecho a resistirse a cualquier etiqueta restrictiva. En White Glasses, el crítico John Simon indica que ella y Leni Riefenstahl son las únicas cineastas femeninas que pueden compararse a sus más grandes compañeros masculinos de profesión. Es una opinión tan mala que es objetivamente casi incorrecta, pero puede verse por qué los hombres cuyos limitados puntos de vista les impiden apreciar el arte de las mujeres encuentran la obra de Wertmüller menos alienante.

Aun así, Wertmüller siempre ha admirado a otras mujeres cineastas y le gustaría que hubiera más. Cuando le preguntamos por el legado que espera dejar, dice: "Solo espero que las nuevas generaciones aprecien mis películas y que mis películas animen a mujeres de todo el mundo a creer en sí mismas y a luchar por sus sueños". Especialmente en medio de nuestro surrealista panorama político actual, las nuevas generaciones de directoras podrían aprender mucho de su enfoque.