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Identidad

​Los diarios de Anaïs Nin tendrían que haber sido un blog

Es triste que por la falta de sincronicidad nos hayamos perdido sus fotos al salir de fiesta, los selfies con sus vestidos de princesa rusa y sobre todo los posts al llegar a casa ebria tras pasar una velada con June Miller, con su padre o con Otto...
Fotografía vía Wikimedia Commons

Anaïs Nin es uno de los personajes secundarios más fascinantes del siglo XX. Durante toda su vida estuvo en el lugar adecuado en el momento adecuado. Nacida en Francia en 1903, creció en Estados Unidos y le gustaba destacar sus raíces latinas ya que sus padres eran cubanos. Pasó su vida entre París y Nueva York, empapada siempre de las nuevas vanguardias, rodeada de artistas a los que protegía y estimulaba, como Henry Miller, Lawrence Durrell o Gore Vidal, entre otros. Fue influenciada por el surrealismo y por ende inmersa en el psicoanálisis que estudió y practicó al lado de Otto Rank, el discípulo de Freud. Su propia obra literaria ha quedado en segundo plano a causa de esta labor de mecenas, de interlocutora, de amante.

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Aunque sus primeros escritos fueron muy elogiados –como su ensayo sobre D. H. Lawrence– encontró dificultades para publicar principalmente porque en Europa fue considerada una escritora americana que escribía en inglés, pero en Estados Unidos se la incluía entre los artistas parisinos. Pero también porque decidió que la mejor parte de su obra, sus diarios, no serían publicados hasta la muerte de algunas personas implicadas, especialmente su marido. La escritora era capaz de leerle páginas enteras de su diario "improvisando" sobre la marcha para ocultar hechos que podían herirlo, mayormente sus pasiones, sus romances y sus ansias de cambiar de vida.

Ocultaba aspectos de su vida a cada uno de sus amigos y amantes, incluso a su psicoanalista, conforme vamos avanzando en la lectura de los diarios, la angustia por todo el cúmulo de mentiras que va tejiendo a su alrededor es abrumante. Sin embargo, Anaïs mantuvo esta doble vida hasta el último momento y siempre compaginó su matrimonio con otras relaciones.

Guardaba los cuadernos en los que escribía el diario en su casa, en cajas de hierro con cerradura. Cuando se refugió en Nueva York durante la segunda Guerra Mundial, los dejó en la caja fuerte de un banco suizo. Eran su mayor tesoro, su legado, en la cámara acorazada no corrían el riesgo de ser leídos por ojos indebidos.

Por todo esto, es inevitable pensar que Anaïs Nin era una pionera y que le hubiera gustado mucho tener un blog, un ciber-diario que le permitiera escribir cada día a su ritmo y compartir sus ideas directamente sin intermediarios, bajo un pseudónimo y sin la presión de los plazos de entrega o encontrar dinero para las publicaciones. Le hubiera convenido la superposición de micro-realidades que la red provoca, donde la realidad es siempre relativa.

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Leyendo sus diarios, encontramos frases que hubiera hecho publicas en su blog.

¿Qué soy? ¿No está gran parte de mi sensualidad diluida en el éxtasis de escribir, de la belleza, de las sensaciones no culminadas? ¿No he pasado gran parte de mi vida suspendida sobre el mundo o en sus márgenes?

Anaïs se pregunta por qué está marginada sin percatarse de que está fuera de su tiempo: escribe un diario para el futuro, un blog en diferido. El lector de los diarios es siempre privilegiado ya que, a parte de ella misma, somos los únicos que conocemos toda la verdad. O como ésta es muy relativa, al menos todas las partes de la ecuación, hasta donde ella misma consiguiera sincerarse en los diarios.

Nin escribió ensayos y novelas, pero quizá la parte más conocida de su trabajo sean sus cuentos eróticos, recopilados póstumamente en dos tomos: Delta de Venus y Pájaros de Fuego. Aunque los escribió como encargo para un coleccionista que los pagaba a un dólar la página, estos relatos eróticos siguen resultando excitantes y divertidos. En ellos explora todas las posibilidades sexuales, su catálogo de perversiones pasa desde el fetichismo, la homosexualidad, la masturbación colectiva, el incesto o el sado-masoquismo.

Destaca por su imaginario de personajes marginales, exóticos y su habilidad para situar el punto de vista en personajes que habitualmente no serían el protagonista de estas escenas; si lo pensamos, un poco como ella misma.

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El contrapunto a sus novelas y relatos siempre han sido sus diarios, 35.000 páginas escritas a mano interrumpidamente desde 1914 hasta su muerte en 1977. En ellos se descubre la parte de realidad que contienen sus ficciones –"Siempre hay un secreto y este secreto crea el diario". Enlazan con una tradición femenina de escritura personal que se desarrolla en el ámbito de lo privado pero que ella subvierte con la intención de hacerlos públicos algún día.

Teme publicarlos porque sabe que la van a considerar una histérica, el insulto recortado a la medida de una feminidad desconocida y temida, de una sexualidad por descubrir, de una personalidad vibrante: "Quiero vivir como escribo en el diario y escribir como vivo."

Se compara a la pintura Desnudo bajando una escalera, de Duchamp, describe una y otra vez sus muchos yoes que no acaban de encajar, se pierde en la eterna búsqueda de la identidad. Cada una de sus facetas está en continua lucha con las demás. Nunca consigue reconciliarlas, esto es lo que ella llamará su enfermedad, su Neurosis.

Como escritora de ficción rechazó los típicos personajes femeninos adolescentes de la literatura prematura escrita por mujeres y relató las aventuras de una mujer que se sabe mujer y poderosa gracias a su magnetismo sensual y gran inteligencia. Ella será "todas las mujeres de sus novelas, pero también otra, que no aparece en las novelas."

"No me importan las proporciones, las medidas, el ritmo del mundo ordinario. Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo."

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Como editora le debemos la publicación de Trópico de Cáncer. Anaïs Nin y Henry Miller tienen una relación durante varios años en los que comparten lecturas, se escriben cartas, debaten y colaboran en sus trabajos; juntos desarrollan la idea de avanzar hacia una literatura de la realidad, que describa la existencia con la fuerza y la crueldad de la vida misma. Escribir como si no tuvieras padre, ni madre, ni marido a los que puedas herir, siempre el arte debe estar por encima de todo eso. "No me adaptaré al mundo. Me adapto a mí misma." Una voz fuerte que habla en primera persona, no una mujer escritora, sino una artista universal.

En su trabajo aparecen todos los temas de la palestra feminista con sus inevitables contradicciones: ¿Qué significa ser mujer?, ¿dónde está mi sexualidad?, ¿qué pasa si no quiero un marido?. Su pensamiento es binario: cuestiona su feminidad al explorar su masculinidad que ella relaciona con su parte creativa, reflexiona acerca de su comportamiento con las diferentes personas que le rodean. "He descubierto el placer de dar un rumbo masculino a mi vida al hacerle la corte a June. También he descubierto la terrible alegría de la muerte, de la desintegración."

Aunque el feminismo tardará aún algún tiempo en despuntar en el pensamiento occidental, es un buen ejemplo de su actitud este fragmento en el que rechaza una posible maternidad:

18 de mayo de 1934- Por la noche. Me niego a seguir siendo madre. He sido la madre de mis hermanos, del débil y pobre High, de mis amantes, de mi Padre. Quiero vivir tan solo para el amor del hombre y como artista. Como amante, como creadora. Nada de maternidad, de inmolación, de generosidad. La maternidad sería otra vez la soledad: dar, proteger, servir, entregarse. No. No. No.

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En su obra encontramos una de las primeras referencias al aborto relatado en primera persona de la literatura. Este tema aparece tanto en el diario, como en sus ficciones, dando voz a una de las experiencias femeninas tradicionalmente más traumáticas, que ella vive como un hecho místico. Una vez pasado el trance lo anota en su diario a modo de carta de despedida, en uno de los pasajes más emocionantes donde entierra su instinto maternal para expandirse como artista. Es su renacimiento.

Al principio, los diarios tenían forma de cartas que Anaïs escribía a su padre cuando él abandonó a la familia cuando ella solo tenía once años. El círculos se cierra para ella en 1934 cuando vuelve a reencontrarse con su padre y se enamoran el uno del otro.

Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir. Había prometido a mi Padre el más absoluto secreto. […] Era inevitable. No podía eliminar mi diario cuando alcanzaba el clímax de mi vida, en el preciso momento en que más lo necesitaba para conservar mi sinceridad, por grande que fuera mi crimen.

Cuenta la leyenda literaria que antes de decidir publicar sus diarios en 1955, sufrió sueños y tuvo visiones a la manera de las místicas medievales, como Hildeggard von Bingen. También Jung tuvo sueños premonitorios que le empujaron a escribir su diario nocturno: El libro Rojo.

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Con el poder que tengo, cuánto mal podría hacer, solo con decirle a Eduardo la verdad sobre él, Henry, Hugo y Artaud, y esta maldad la hago en mi diario. Mi maldad será póstuma. ¡Verdades despiadadas! Sí, la maldad que no expreso, la escribo.

Es triste que por la falta de sincronicidad nos hayamos perdido las fotos al salir de las fiestas, los selfies con sus looks de princesa rusa y sobre todo los posts cuando llegara a su casa ebria tras pasar una velada con June Miller, con su padre, con Otto Rank. Es fácil imaginarla febril frente al teclado, publicando una noche:

Si para algunos soy perversa, monstruosa, tant pis.

Lo único que me importa es mi propio juicio. Soy lo que soy.

I am what I am. Fue tan radicalmente moderna que el mundo literario no la descubriría hasta los 60, cuando su trabajo podía empezar a ser asimilado por una sociedad que despertaba violentamente de su letargo. Sus novelas y varias versiones de los diarios fueron saliendo a la luz sucesivamente entre 1966 y 1983, conforme iban falleciendo las personas implicadas, hasta llegar a los originales, que fueron acogidos con éxito. Pero su publicación fue celebrada especialmente por las mujeres que estaban buscando referentes para construir su propia genealogía.