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Identidad

Las mujeres que sufren alucinaciones después de dar a luz

Cuando por fin llega tu bebé, después llega el agotamiento. Pero algunas mujeres todavía lo tienen peor y sucumben a una pesadilla elaborada por su propia mente.
Illustrations by Ashley Goodall

Cuando abrí los ojos, había algo sobre mi pecho. Emitía un ruido intenso y agudo, como un chillido, y tenía pequeños brazos y piernas. Espera… ¿era aquello un BEBÉ?

Salí de la cama de un brinco, sosteniendo todavía aquella pequeña cosa. Estaba caliente y tenía la cara roja. Mi marido surgió de entre las sombras. "¿Pero qué está pasando?", le grité mientras le ponía el bebé en los brazos. "Yo no puedo coger este bebé".

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Miré a mi alrededor como una loca. ¿Dónde estábamos y cómo podía escapar de allí? Quizá por esa ventana, si no me doliera tanto el abdomen… "Siéntate", dijo mi marido, conduciéndome de nuevo hasta la cama donde me encontraba, según entendí en seguida, recuperándome de una cesárea de emergencia tras 24 horas intentando dar a luz.

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La versión corta: mi útero no había sido capaz de empujar al bebé hacia afuera; me subió la fiebre; el bebé estaba en dificultades, así que me sometieron a cirugía para salvar la vida de ambos.

Pero todo lo que yo sabía era que las paredes estaban demasiado cerca, que el aire era demasiado escaso y que definitivamente necesitaba salir de aquella puta habitación. Necesité diez minutos de respiración profunda para volver a la realidad: estaba en el hospital y aquel bebé era mi hijo.

Como una hora más tarde, las paredes dejaron de brillar.

¿Era mi delirio posparto normal? ¿Y qué lo había provocado? La respuesta más obvia eran los fármacos. Después de la cesárea, me suministraron un cóctel de 12 sustancias, incluyendo un gotero con morfina que sustituyeron por pastillas de morfina cuando me lo retiraron. Me había tomado una de las pastillas justo antes de quedarme dormida y me desperté en medio de una pesadilla elaborada por mi propia mente.

El Dr. Aidan O'Donnell, el anestesista obstétrico jefe del hospital Waikato de Nueva Zelanda, afirma que las alucinaciones y el delirio provocados por los fármacos administrados en el hospital después del parto son muy raros, pero pueden suceder. Y todavía son menos probables si te ponen un gotero, también conocido como analgésicos controlados por los pacientes (tú misma pulsas el botón si necesitas otro chute).

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¿Qué estará viendo mi bebé, si yo estoy viendo esto?

"Pero tú habías pasado a tomar pastillas y por lo que me dices parece que te suministraron una dosis bastante generosa. Los hospitales intentan acertar con la cantidad, pero no siempre lo consiguen", afirma O'Donnell, que también es miembro de la Asociación de Anestesistas Obstétricos.

Las mujeres que han tomado drogas alucinógenas anteriormente, como setas mágicas o LSD, podrían tener más posibilidades de experimentar delirios con los opiáceos suministrados tras el parto, añade. Pero con diferencia los efectos secundarios más comunes son picazón, náuseas, sedación y estreñimiento.

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Allie, directora de proyectos de 34 años de edad, dice que ojalá solo hubiera experimentado esos síntomas en el hospital después de su cesárea de emergencia. Al día siguiente, sin haber dormido y hasta las cejas de fármacos como oxicodona opiácea sintética, cogió en brazos a su bebé y la encontró irreconocible.

"Su cara se transformó en la de una señora mayor, toda llena de arrugas. Después vi bichos reptando por las paredes, como pequeñas motas de color. Y miré por la ventana y pude ver una gran pantalla con gente bailando a su alrededor, como una gran fiesta. Fue como 'madre mía, estoy flipando'", afirma.

"Después de aquello les dije, 'No sé qué hay en este gotero pero no lo quiero. Quitádmelo'. O sea, no quieres tener dolor, pero cuando tu bebé se transforma en una señora mayor la cosa se pone muy rara. Yo pude manejarme porque sabía que estaba drogada, pero para una madre primeriza sin experiencia en drogas puede ser bastante aterrador".

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"Y recuerdo pensar en ese momento, ¿qué estará viendo mi bebé, si yo estoy viendo esto? Creo que deberíamos advertir a la gente de que estos efectos secundarios pueden suceder".

La experiencia de Allie suena aterradora, dice el Dr. O'Donnell. "En casos de delirio, los motivos son casi siempre físicos [por ejemplo provocados por fármacos o por una infección], pero los pacientes pueden preocuparse mucho porque creen que se están volviendo locos. Una vez más, esto sucede muy pocas veces y casi siempre conseguimos solucionarlo de inmediato".

Sin embargo, algunos expertos creen que las experiencias disociativas después del parto ―incluyendo las alucinaciones― no siempre están relacionadas con las sustancias y pueden atribuirse a un estado de shock.

La investigadora Elizabeth Mary Skinner sabe bien qué aspecto tiene esta experiencia, como comadrona veterana y enfermera de cuidados intensivos. Para su doctorado profundizó en las lesiones maternales y habló con 40 mujeres acerca de sus partos traumáticos y el período inmediatamente posterior.

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Skinner descubrió que la mayoría de aquellas mujeres sufrían de trastorno de estrés postraumático (TEPT), la enfermedad que más comúnmente se asocia con los veteranos de guerra o con las víctimas de accidentes de tráfico.

Sophie, periodista de 36 años de edad, cree que esto podría explicar por qué cuando vio por primera vez a su hijo recién nacido pensó que estaba acunando a un caballo diminuto. "Pensé que tenía en mis brazos a un diminuto caballo negro, completamente formado", recuerda. "Tenía aquel caballo sobre el regazo y creía que era la cosa más bonita del mundo".

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Sophie había estado esnifando gas y aire, ―o entonox (también conocido como el gas de la risa)― durante tres horas mientras empujaba para que saliera su bebé. Estaba un pelín achispada y totalmente exhausta, y cree que simplemente no podía soportar mentalmente ver a su bebé. Soportó la mayor parte de su insoportable parto de 30 horas sin epidural y en algunos momentos no lograban encontrar el latido del bebé.

Cuando se convirtió en un pequeño caballo negro, era todo lo que siempre había soñado. Joder, era muy raro. Lo recuerdo con toda claridad, aquel caballo…

"Crees que vas a morir y crees que tu bebé también va a morir", dice Sophie. "En realidad no quería saber nada de aquel bebé cuando salió, ¿sabes? Era como, ¡joder, acabo de pasar 30 horas de infierno! La mitad de mi cuerpo estaba hecha trizas y entonces te entregan a ese bebé y ¿se supone que tienes que amarlo inmediatamente?".

"Simplemente no podía enfrentarme a ello. Pero cuando se convirtió en un pequeño caballo negro, era todo lo que siempre había soñado. Joder, era muy raro. Lo recuerdo con toda claridad, aquel caballo…".

La teoría de Sophie de que ver un caballo en lugar de un bebé fue un mecanismo para poder soportar la situación es bastante acertada, según Skinner. La disociación y el entumecimiento que sentimos tanto Sophie como yo es lo que sucede cuando la gente procesa un trauma.

De mi experiencia personal, Skinner dice: "Nadie te advirtió, nadie te explicó [el proceso del nacimiento]. Estabas preocupada, no habías dormido y empujaste y empujaste. Apuesto a que tu marido también estaba confuso".

Las mujeres no esperan partos dramáticos ni que vayan a necesitar una cesárea de emergencia o medicación para calmar el dolor, porque las probabilidades de que suceda están muy infravaloradas, afirma. Pero según los más recientes datos sobre maternidad disponibles en Nueva Zelanda (del año 2014), solo una de cada tres mujeres tienen un parto vaginal "normal". El resto son sometidas a intervenciones como inducción, cesárea y/o episiotomía, un corte quirúrgico para agrandar la abertura vaginal.

Skinner forma parte de un creciente grupo de expertos médicos que abogan por que se informe a las mujeres de todos los riesgos que conlleva el parto vaginal, así como de la posibilidad y las complicaciones de una cesárea, mucho antes de que se pongan de parto. Este movimiento, que está a favor de ofrecer la cruda realidad en lugar de las endulzadas clases de preparación al parto en las que se enseña a las mujeres cómo cambiar pañales y qué música poner durante el nacimiento, está ganando adeptos en todo el mundo.

Si algo no sale según lo planeado, la confusión de las mujeres se añade al trauma, afirma Skinner, igual que la presión para tener un parto "natural".

"Es preciso que tratemos a las mujeres como adultas" insiste. "No estamos en el siglo XIX, pueden soportarlo. Debemos informar a las mujeres antes de que llegue la hora del nacimiento de que las cosas pueden no ir bien, no cuando ya están en el hospital. Si comprendes las complicaciones que pueden surgir, estarás preparada".