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Cultură

No vas a volver a tener un verano decente en tu puta vida

Ya va siendo hora de asumirlo.
Imagen vía historyinphotos

Piénsalo bien, desde que terminaste el colegio no has vuelto a tener un verano de esos de dos meses y pico y no lo vas a volver a tener en tu vida. Con un poco de suerte, cuando seas viejo y estés jubilado, podrás disfrutar de esas "vacaciones eternas" a las que todos aspiramos en la vida, ese premio con el que una vida entera de trabajo y esclavismo nos recompensa. Solo entonces podremos disfrutar de la belleza de la vida, eso sí, acompañados de un cuerpo cansado y una mente dilapidada.

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Recuerdo que, antaño, en mis años de juventud y de existencia pura y alejada de los horrores de la vida adulta, recibía la llegada del verano como una bendición. Terminaban esas jornadas de estar sujeto a unos horarios y empezaban los días de libre albedrío. Eso sí, a modo de apunte debo confesar que, algunas veces, cuando el final de curso coincidía con que estaba fuertemente enamorado de una chica de clase –enamorarse, ese error- la llegada de esos meses de libertad podían también convertirse en un abismo de soledad y corazones rotos. Esa era otra época (tampoco tan arcaica como puede parecer ahora) en la que internet no estaba demasiado extendido y por ende no se utilizaba Facebook ni este tipo de canales de comunicación. Los móviles solamente aparecían en las películas y eran trastos gigantescos con los que podías golpear y matar a un hombre adulto. Con todo esto quiero decir que el verano era una especie de islote de incomunicación con todos aquellos que no eran gentes próximas (muy próximas) a un servidor. El teléfono fijo permitía que nos comunicásemos con aquellos con los que teníamos mucha afinidad pero los secundarios y los extras eran totalmente inalcanzables, como ese tipo delgaducho que se sentaba al final de la clase que llevaba camisetas de los Pixies y con el que nunca habías hablado. Es por eso que todas esas chicas (o chicos) que deseábamos en secreto se convertían en polvo que se escurría entre nuestros dedos durante esos terribles meses de verano. Aparte de estas situaciones en las que los sentimientos amorosos extremos de pre adolescencia tomaban el control, el verano resultaba ser la época de la libertad, la época de las pajas, la época de perder el tiempo y de estar tumbado sin hacer nada. Todas esas jornadas libres suponían algo tan descomunal que incluso podíamos permitirnos tirarlas a la basura, días y semanas enteras que nos sobraban directas a la basura. Eso era el verano. Esa incongruencia magnífica de tener todo el tiempo del mundo para hacer lo que uno quisiera y dedicarlo a, simplemente, no hacer nada, solamente a estar presente, a estar vivo, a respirar y a bombear sangre –algo que no es nada despreciable, por supuesto-. Una incongruencia que me recuerda a esa célebre frase esculpida por Dickens en su día: " Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; era la edad de la sabiduría, era la edad de la locura; era la época de creer, era la época de la incredulidad; era la estación de la luz, era la estación de las tinieblas; era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperanza. Lo teníamos todo ante nosotros y no teníamos nada…".

Esos días de calor y espaldas sudadas y moscas y días eternos ya han quedado atrás. Ahora tenemos esa especie de sucedáneo que también llamamos "vacaciones de verano". Una noche fría y oscura hicimos un mal negocio con el diablo al intercambiar esos dos meses y pico por dos semanas y pico –si es que tenemos la suerte de poder juntar tantos días-. El caso es que se supone que hemos llegado a un punto en el que nuestras vidas tienen que satisfacernos tal y como son, sin tener que depender del verano, ni de los fines de semana o los puentes para sobrevivir. Se supone que nuestras vidas son agradables y que nuestros curros nos encantan –por eso nos hemos pasado tantos años estudiando, ¿verdad?- y que disfrutamos de cada momento, no como antaño, que odiábamos ir al colegio y soñábamos con las vacaciones y las fiestas. Es por eso que el principal culpable de la tristeza de nuestras vidas somos nosotros mismos, como dijo hace poco Ricky Gervais en su muro de Facebook o en su Twitter o lo que sea, "recuerda, los lunes están bien, es tu vida la que apesta".

Así que limítate a entender que ya nunca vas a disfrutar de unas VACACIONES de verdad. Nunca serán tan largas como ésas de antaño y nunca vas a poder permitirte tirar días a la basura. Ya no podrás limitarte a no hacer nada porque te estás haciendo mayor y te estás muriendo y el ataúd está cada año más cerca y jugar a malgastar días y horas no es algo que esté en tus jodidos planes. Si haces vacaciones tendrás que estar haciendo algo, cada minuto de tu vida necesita un objetivo concreto y tus días libres no son una excepción. Tendrás que visitar países de mierda más pobres o más ricos que el tuyo, hacer actividades, visitar a tu suegra en ese pueblo de Aragón, da igual, sea lo que sea tendrás que tener algún tipo plan. El tiempo tiene que ser útil y esta utilidad es la que rompe, precisamente, con el concepto de vacaciones, con la belleza del tiempo libre. Las vacaciones se han convertido en una especie de spin off de tu día a día, algo no demasiado diferenciado de los meses en los que estás trabajando. Ya no eres un niño que puede pasarse dos meses y pico tumbado en la cama mirando el techo sin pensar en nada, ya no puedes volver atrás. Si lo piensas bien ya no has vuelto a tener vacaciones en tu puta vida y nunca más vas a volverlas a tener.