Los médicos inventaron los vibradores hartos de masturbar a mujeres 'histéricas'
Illustration by Vivian Shih

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Identidad

Los médicos inventaron los vibradores hartos de masturbar a mujeres 'histéricas'

Hace cien años se inventó el vibrador para ayudar a los médicos, que sufrían frecuentes calambres en los dedos al tratar la "histeria" de sus pacientes femeninas. Después se convirtió en un popular electrodoméstico que ayudaba a las mujeres a aliviarse...

Tenemos determinada imagen de la femineidad victoriana: corsés, divanes sobre los que desmayarse, una auténtica devoción por la costura… Es cierto que las damas de finales del siglo XIX eran expertas en bordado, pero en las páginas finales de las revistas como Home Needlework Journal (Diario de costura hogareña), Needlecraft (Trabajos con aguja) y Modern Priscilla había anuncios del segundo hobby favorito de las damas victorianas: la masturbación.

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La llegada de la electricidad a los hogares hizo del vibrador personal una realidad, después de que las mujeres de clase alta y media hubieran estado yendo al médico a aliviarse durante siglos. Finalmente, la Revolución Industrial otorgó a las mujeres el poder de correrse en la privacidad de sus casas. "El primer electrodoméstico que se electrizó fue la máquina de coser en 1889", escribe Rachel Maines en su pionero ensayo The Technology of Orgasm: "Hysteria," the Vibrator, and Women's Satisfaction (La tecnología del orgasmo: la "histeria", el vibrador y la satisfacción femenina). Según Maines, el vibrador eléctrico fue el quinto aparato eléctrico que se inventó para el hogar. "Precedió a la aspiradora eléctrica en unos nueve años, a la plancha eléctrica en diez y a la freidora eléctrica en más de una década, lo que posiblemente refleja las prioridades de las consumidoras".

Así que, ¿por qué en nuestra concepción de las mujeres de antes de la revolución sexual aparecen más aspiradoras que vibradores? Porque para aquellas chifladas victorianas, estimular el clítoris no era masturbarse, es que ni siquiera era algo sexual. La estimulación clitoriana era la cura paliativa para una enfermedad. La obra escrita en 1913 por el médico británico Havelock Ellis, The Sexual Impulse in Women (El impulso sexual en las mujeres) calculaba que aproximadamente el 75 por ciento de las mujeres sufría de "histeria", una enfermedad cuyos síntomas abarcaban desde cefaleas hasta ataques epilépticos o lenguaje soez. Casi cualquier comportamiento que mostrara una mujer podía considerarse histeria y la cura número uno ―desde la invención de esa enfermedad en la Antigua Grecia― era el masaje pélvico.

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En la época victoriana se suponía que las mujeres no podían sentir deseo sexual, así que la histeria se convirtió en una enfermedad completamente separada del sexo. Incluso renombraron el orgasmo: si una mujer se sonrojaba y se sentía feliz con su masaje pélvico, se decía que había experimentado un "paroxismo histérico". Según Maines, los médicos se escudaban en "la reconfortante creencia de que solo la penetración podía ser sexualmente estimulante para las mujeres. Por lo tanto el espéculo y el tampón fueron originalmente más controvertidos en los círculos médicos que el vibrador". Si una mujer deseaba que le estimularan el clítoris, estaba claramente enferma y padecía "histeria", o al menos eso decía la teoría. Y la única cura era estimular ese clítoris hasta que ya no quisiera que se lo estimularan más. Por supuesto, esta cura solo funcionaba durante algún tiempo, así que las histéricas eran lucrativas clientas que siempre repetían.

El médico de la Antigua Grecia Areteo de Capadocia denominó al útero "un animal dentro de otro animal". Su teoría era que el útero, si se dejaba a su libre albedrío, era propenso a salir de paseo y estrangular a la mujer desde el interior, así que necesitaba ser atraído de nuevo hacia su lugar con aceites de olor dulce. Resulta que esos aceites se aplicaban sobre y alrededor del clítoris con movimientos vigorosos, lo que con toda probabilidad provocaba un efecto altamente restaurador en la mujer.

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La razón tras la histeria cambió a lo largo de los milenios: desde los úteros deambuladores de los tiempos antiguos hasta la posesión demoníaca en la Edad Media. Por supuesto, las mujeres son más fácilmente poseídas, porque la vagina es un punto de entrada para los demonios como el puerto de escape térmico de la Estrella de la Muerte. Los médicos recomendaban el matrimonio, frecuentes paseos a caballo o ser penetradas con el dedo por una comadrona para curar la afección, según Maines. Hacia la época victoriana, se pensaba que la causa de la histeria era la sociedad moderna y todas las exigencias que imponía sobre las frágiles féminas. "En el período victoriano, los médicos atribuían la histeria a los peligrosos comportamientos de las mujeres intelectuales" escribe Greer Theus, de la Universidad Washington and Lee. Todas aquellas máquinas de coser que se accionaban con el pie y las mayores tasas de alfabetización estaban haciendo pedazos las delicadas mentes de las mujeres. Afortunadamente, también se produjeron avances en el tratamiento de la histeria: la cura por agua, es decir, la ducha pélvica.

En lugar de aumentar las revoluciones de los vibradores, los médicos empezaron a dirigir mangueras de incendios hacia las entrepiernas en llamas. Se instalaron duchas pélvicas, con un chorro de agua dirigido hacia el interior de los muslos, en los baños minerales de toda Europa y América a mediados del siglo XIX. Las mujeres los adoraban y corrían en manada hacia los balnearios donde se proporcionaba esa cura. R.J. Lane, que escribió sobre sus experiencias en un balneario de Inglaterra, dijo que los hombres en cierto modo temían la ducha pélvica pero las mujeres "a menudo, al salir de la ducha, declaraban que sentían tanta euforia y optimismo de espíritu como si hubieran estado bebiendo champán".

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Con calambres en las manos y los dedos fatigados, los médicos odiaban tratar la histeria. "Los médicos parecían tan dispuestos a embarcarse en la labor de provocar orgasmos en las mujeres como las parejas sexuales que inicialmente las habían llevado a recibir terapia", escribe Maines. Se buscaba con afán cualquier medio de acelerar el paroxismo histérico. El primer vibrador mecanizado empezó como medidor del uso de agua y los vibradores caseros impulsados por una diminuta rueda de agua que se enganchaba al fregadero estuvieron brevemente de moda.

Los médicos parecían tan dispuestos a embarcarse en la labor de provocar orgasmos en las mujeres como las parejas sexuales que inicialmente las habían llevado a recibir terapia

Pero lo que realmente cambió la situación fue el vibrador a vapor.

Un médico norteamericano llamado George Taylor patentó el "Manipulador" en 1869. Las pacientes se sentaban sobre una camilla acolchada con una esfera vibradora en el centro. "Sus mercados principales eran los balnearios y los médicos con una clientela suficientemente amplia como para justificar el gasto de un instrumento tan grande, pesado y engorroso", escribe Maines.

Finalmente, los médicos se cansaron de echar carbón a los motores de sus vibradores. Mortimer Granville inventó el primer vibrador a batería a principios de la década de 1880, aunque dejó específicamente claro que su dispositivo no debía utilizarse sobre el clítoris: "He evitado ―y continuaré evitando―el tratamiento de las mujeres mediante percusión, simplemente porque no quiero que me engañen ni ayudar a engañar a otros a causa de los caprichos del estado de histeria o los fenómenos característicos de la enfermedad mimética", escribió en 1883.

Más que fingir los orgasmos, Granville pensaba que las mujeres fingían enfermedades para tener orgasmos.

La batería del vibrador de Granville pesaba 18 kilos, pero era ostensiblemente portátil. Conforme se aproximaba el cambio de siglo, las baterías redujeron su tamaño y las mujeres empezaron a comprar vibradores para usarlos en su propia casa. Un catálogo de 1918 de la cadena estadounidenseSears anunciaba un motor casero con diversos accesorios; uno de esos accesorios era un vibrador, pero el motor podía acoplarse también a accesorios para "batir, mezclar, agitar, triturar, soplar y accionar un ventilador", escribe Maines.

El Antique Vibrator Museum indica que "conforme los vibradores empezaron a aparecer en películas durante los años veinte, cada vez fue más difícil ignorar su función sexual". Según explica Maines, la industria de los juguetes sexuales no despegó realmente hasta la década de 1980, cuando los vibradores se convirtieron en una parte normal de la vida diaria. Por fin había llegado el merecido momento de gloria de este aparato.