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Identidad

María de Maeztu, la maestra que revolucionó el sistema educativo español

María de Maeztu dedicó toda su vida a conseguir la igualdad de la mujer frente al hombre a través de la educación. Fue una de las mujeres más preparadas de su época y revolucionó el sistema educativo español del siglo XX.
MARIA DE MAEZTU

El perfil de mujer que predominó en España a lo largo del siglo XX, a pesar de las reformas políticas del gobierno de la II República y la lucha feminista desde finales del siglo XIX hasta 1936, fue el de una mujer educada en la moral cristiana, dirigida por el patriarcado, asfixiada por sus deberes como esposa y madre y limitada por leyes paternalistas. María de Maeztu (1881-1948) fue una de las mujeres más formadas de su época, dedicó toda su vida a conseguir la emancipación y el empoderamiento de la mujer a través de la educación: "La primera tarea a realizar es la de preparar a nuestras mujeres y claro está que confío como único y exclusivo medio en la educación, que le dará fuerza para descubrir nuevos mundos, no sospechados hasta ahora".

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Su madre, Juana Whitney, hija de un diplomático inglés educada en Francia, fue para María un ejemplo de mujer fuerte e independiente, al enviudar se instaló con sus cinco hijos en Bilbao y abrió una Academia anglo-francesa para señoritas, a las que enseñaba cultura general e idiomas. Aquí fue donde María tuvo su primer contacto con el mundo de la docencia y la pedagogía. En 1902 obtuvo el título de maestra, trabajó en una escuela pública de un barrio obrero de Bilbao y allí llevó a la práctica los principios de la Institución Libre de Enseñanza (una rama de la filosofía krausista), la cual defendía la coeducación y apostaba por una enseñanza activa, laica, apolítica, sin exámenes ni castigos, es decir, educar a la futura ciudadanía era más importante que enseñar. Estuvo vigente en España entre 1876-1936, fue un proyecto muy vanguardista, recordemos que muchos de estos preceptos fueron reivindicados incluso por los estudiantes de Mayo del 68.

Fundad vosotras, mujeres de clase media, clubs, o si la palabra os asusta, reuniones, no ya de sufragio, no ya siquiera de cultura, sencillamente de distracción

Las políticas educativas en esta época son completamente deficientes para la mujer, la tasa de analfabetismo femenino superaba el 70%, en medios rurales era incluso superior, esto es algo contra lo que María quería luchar decididamente: "La mujer debe tener las mismas opciones culturales que su compañero. De ir al matrimonio con igualdad de derechos y deberes. Es preciso que se abran a la mujer horizontes para vencer, en iguales condiciones que el hombre, en la lucha por la vida, sin que tenga que depender de él". Continúa su formación, como alumna no oficial (hasta 1910 la mujer no podía matricularse libremente en la universidad, debía obtener un consentimiento previo de las autoridades), de Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, allí tuvo como profesor a Miguel de Unamuno, amigo personal de la familia, quién ejerció una gran influencia sobre ella.

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Comenzó a interesarse por la carrera de Derecho, pero esa no era una profesión para mujeres, así que el Colegio de Abogados de Bilbao acordó cerrarle las puertas en el caso de que obtuviese el título. Finalmente, decidió trasladarse a Madrid y matricularse en la primera promoción de la Escuela Superior de Magisterio, en la que impartía clases Ortega y Gasset. María terminó la primera de su promoción entre las alumnas de la Sección de Letras. Gracias a la Junta para Ampliación de Estudios, con la cual entra en contacto gracias a su amistad con Ortega, pudo viajar pensionada al extranjero, donde conoció de primera mano los métodos pedagógicos europeos, los cuales trataría de implantar en España y romper con un sistema educativo heredado del conservador siglo XIX.

Maria de Maetzu (segunda por la izquierda) en la Residencia de Señoritas

En 1915 tiene lugar la apertura de la Residencia de Señoritas, la versión femenina de la Residencia de Estudiantes, María de Maeztu es elegida Directora por la J.A.E. debido a su valía profesional. María quería copiar el modelo de los Women Colleges norteamericanos, más liberales que los College ingleses. Además de un albergue para las estudiantes españolas y extranjeras de clase media-alta, era un lugar que completaba la formación universitaria, en el que se organizaban tertulias, lecturas, conferencias, exposiciones, conciertos, etc., también fue un lugar de referencia para el movimiento feminista internacional, estaba ligada a la Asociación Nacional de Mujeres. La Residencia daba facilidades a aquellas mujeres (en aquel momento eran una minoría) que querían ejercer su derecho a acceder a estudios superiores, lo que les daría una mayor libertad frente al hombre, ya que podrían conseguir trabajos cualificados y por tanto no depender económicamente de sus maridos.

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María fue durante casi 30 años la representante oficial de España en Congresos Pedagógicos internacionales, en los que difundía sus ideas feministas, defendiendo la educación como el eje rector de la lucha contra la marginación social de la mujer. Las mujeres habían comenzado a conquistar espacios de la vida pública, ahora trabajaban fuera de casa e iban a la universidad, sin embargo las leyes seguían siendo discriminatorias con el sexo femenino. Sin embargo, María alcanzó cotas profesionales impensables en aquel momento para una mujer, como por ejemplo, en 1919 el Smith College le concedió el grado de Doctor Honoris Causa.

En 1926 ocupó el cargo de Directora del Lyceum Club Femenino, fundado sin ayuda oficial, por ella y un grupo de mujeres pertenecientes a la élite cultural, pioneras en la defensa de los derechos de la mujer, entre las que se encontraban: la primera abogada española Victoria Kent, la escritora y diplomática Isabel Oyarzabal, la lingüista Zenobia Camprubí, o la escritora María Lejárraga. Era un club que seguía el reglamento del primer Lyceum inaugurado en Londres en 1904 por la escritora Constance Smedley, su objetivo principal era defender los intereses morales y materiales de las mujeres. Era un lugar aconfesional y apolítico, los requisitos para ingresar en el club eran: por supuesto ser mujer, tener trabajos literarios, artísticos o científicos, si no, poseer algún título universitario o en su defecto participar en obras sociales.

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María Lejárraga explicaba la necesidad de un espacio como el Lyceum en su artículo titulado "Para las que nunca se divierten": "Fundad vosotras, mujeres de clase media, Clubs, o si la palabra os asusta, "reuniones" no ya de sufragio, no ya siquiera de cultura, sino sencillamente de distracción (lo demás vendrá por añadidura). Lo esencial es que tengáis un lugar "vuestro" que no sea la casa, que no sea el taller, o la oficina, o la escuela, o la tienda;". Es inevitable pensar en las palabras de Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia (1929): "En primer lugar, era impensable tener una habitación propia hasta el comienzo del siglo XIX, y mucho menos un espacio tranquilo o a prueba de ruidos". En definitiva, lo que ambas reivindicaban era un lugar para descansar y liberarse por unas horas de las exigencias familiares, un "lujo" exclusivo del sexo masculino.

María fue una de las personas más importantes de la historia de la educación y la lucha feminista

El Lyceum agitó la conservadora sociedad española, las únicas actividades colectivas que estaban permitidas a las mujeres estaban, hasta el momento, ligadas a la religión. Este lugar fue un lugar de intercambio cultural, de convivencia social entre mujeres y también una plataforma para reivindicar reformas jurídicas y sociales respecto a la mujer. Gracias a los cursillos que impartieron las abogadas Victoria Kent, Matilde Huici y Clara Campoamor, se consiguió que el gobierno escuchara alguna de sus peticiones como por ejemplo, cambiar el artículo 57 del Código Civil: "El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido", para sustituirlo por "El marido y la mujer se deben protección y consideraciones mutuas". Uno de los enemigos más obstinados del Lyceum fue la Iglesia, en un artículo publicado en la revista religiosa Iris de Paz, un clérigo bajo el seudónimo de Lorent, afirmaba que: "La sociedad haría muy bien recluyéndolas como locas o criminales, en lugar de permitirles clamar en un club contra las leyes humanas y divinas. El ambiente moral de la calle y de la familia ganaría mucho con la hospitalización o el confinamiento de esas féminas excéntricas y desequilibradas".

En 1939 el gobierno de la dictadura eliminó el Lyceum y lo convirtió en su némesis, el Club Medina perteneciente a la Sección Femenina de la Falange. La represión de la mujer fue total, se destruyó en tiempo record los avances que con tanto esfuerzo habían conseguido María de Maeztu y sus compañeras, se recluyó a la mujer de nuevo en el hogar, donde quedó silenciada y aislada, volvía a ser un simple apéndice del marido, al que debía respetar y obedecer desde su posición de mujer sumisa. La Sección Femenina se encargaba de inculcar valores como la entrega, la abnegación, la sumisión, todo ello sumado a una labor de reeducación cristiana, la mujer feminista-laica debía ser reemplazada por la mujer femenina-católica. Debían trabajar en una nueva identidad de género para las futuras generaciones, y lo consiguieron, hoy en día todavía arrastramos estigmas de la educación diferenciada por sexos.

Con el estallido de la Guerra Civil y el duro golpe del fusilamiento de su hermano Ramiro, María emigró a Buenos Aires, donde obtuvo la cátedra universitaria de Historia de la Educación. España se convirtió en un país peligroso para ella, sus ideas feministas y su trayectoria profesional eran diametralmente opuestas al ideario nacional-católico del Nuevo Régimen. Regresó a España en 1947 por la muerte de su hermano, el pintor Gustavo de Maeztu, pero volvió a Buenos Aires donde falleció en 1948. María fue una de las personas más importantes de la historia de la educación y la lucha feminista de nuestro país, aunque su labor forme parte de la Historia olvidada.