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Identidad

Pelis que parecen muy de mujeres pero están dominadas por hombres

Es difícil encontrar películas que pasen el test de Bechdel, con al menos dos personajes femeninos –con nombre– que hablen en algún momento entre ellas sin referirse a un hombre.
FOTOGRAMA DE ORGULLO Y PREJUICIO

En 1985, en la tira cómica Dykes to watch out for, traducida al español como Unas bollos de cuidado, de la novelista gráfica Alison Bechdel, uno de los personajes dice que ha decidido negarse a ver películas que no cumplan un test personal inventado por ella. Este test, llamado posteriormente Test de Bechdel, es muy sencillo. Para saber si una película lo pasa o no, hay que ver si cumple estas sencillas condiciones:

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- Deben salir al menos dos personajes femeninos, y que estos personajes tengan nombre.
- Dichas mujeres deben hablarse la una a la otra en algún momento.
- La conversación debe tratar de algo más que no sea un hombre (esto no está limitado a maridos, novios, amantes y chicos que gustan; por ejemplo, una escena de dos hermanas hablando de su tío, su padre o el panadero de la esquina no pasaría el test).

Estas tres simples reglas, si se aplicasen a la inversa, es decir, con respecto a los personajes masculinos, nos llevarían a la conclusión de que la práctica totalidad de las películas estrenadas cumplen el requisito para los hombres. "Hay que tener en cuenta que una película que pase el Test de Bechdel no significa que sea feminista o que sea una buena película, ni mucho menos una de esas mal llamadas "películas para chicas", aclara Amanda Hawthorne, fundadora del Bechdel Film Club de Madrid. "Pero sí que puede indicar, en algunos casos, que muestra a mujeres fuertes e independientes. Y sirve para darse cuenta de la dominación masculina imperante en muchas de las películas que vemos: en general, hechas por hombres, sobre hombres y para hombres. La prueba debe considerarse en ese contexto".

Por supuesto, el Test de Bechdel tampoco está relacionado con la calidad de la película o con su corrección política. Con esto quiero rogaros que no os lancéis como fieras sobre este artículo pensando que estoy condenando las películas que no pasan el famoso test. Por nada del mundo, por ejemplo, renegaría de Reservoir Dogs. Me da igual que en ella no aparezca una sola mujer con nombre. Es magnífica y punto.

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Pero, en vistas a un cine futuro que aporte papeles femeninos más dignos, ¿caminamos hacia un cine en el que el papel de la mujer no es el de mera "espectadora-colaboradora-descanso del guerrero" de personajes masculinos? ¿Será posible un personaje femenino protagonista que hable con otros personajes femeninos de algo que no sean hombres? Viendo el panorama actual, lo cierto es que el cine en general, y el cine de Hollywood en particular, no parece estar haciendo un cambio consciente en esa dirección. Aparecen, no obstante, algunos rayos de luz en el horizonte: películas como Frances Ha o Mistress America, nos muestran protagonistas femeninas que tienen conversaciones con otras mujeres. Estas charlas giran en torno a múltiples temas vitales, dejando un poco de lado esos manidísimos momentos de chicas hablando de chicos, o encontrándose fugazmente en una escena para comentar lo que ha pasado en otras en las que los hombres tenían un lugar principal.

Con toda esta paranoia en la cabeza, decidí hacer una revisión de algunas de las películas que habían tenido cierta importancia en mi vida (y seguro que en la de muchos de vosotros), para ver a qué nivel de encasillamiento de la mujer había estado expuesta de forma inconsciente. Algunas de ellas, además, son películas con un elenco casi enteramente femenino.

Hay que tener en cuenta que una película que pase el Test de Bechdel no significa que sea feminista o que sea una buena película

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Decidí comenzar por el principio de los tiempos, y volví a ver La princesa prometida, gran clásico familiar donde los haya. Esta película, además, gozaba en nuestra infancia de cierta fama de ser un filme algo diferente y pintoresco. ¿Creéis que dentro de su singularidad está la de dar un lugar importante a las mujeres dentro de la historia? Pues no. El único momento en el que la princesa Buttercup, único personaje femenino del filme, habla con otra mujer, es dentro de una pesadilla que tiene, en la que una bruja la culpa de haber olvidado a su amado Westley. Bocinazo descalificador y sello de DENEGADO. La Princesa prometida no pasa el Test de Bechdel ni de lejos. Sería maravilloso que las grandes producciones de cine infantil pasasen el Test, pero parece que aún queda un largo camino por recorrer hasta que podamos escuchar de forma frecuente frases tales como: "Me llamo Nacha Montoya, tú mataste a mi madre, prepárate para morir, desgraciada".

Fotograma de 'La princesa prometida'

Amanda Hawthorne vislumbra un cambio progresivo en lo que concierne a cine infantil-juvenil: "Tengo cierta esperanza. Está comenzando una época en la que protagonistas femeninas como Katniss, de Los juegos del hambre, pueden empezar a convertirse en la norma, más que en la excepción".Para continuar con el análisis, me tragué de nuevo una de las películas con las que orgullosamente me estrené en el cine para mayores de 18: Como agua para chocolate. Si me hubiesen preguntado sin volver a visionarla, hubiese puesto la mano en el fuego porque esta película pasaba muy de sobra el Test de Bechdel. Trata sobre mujeres que cocinan juntas, que viven juntas y que se transmiten conocimientos unas a otras, ¿no? La novela en la que está basada fue, probablemente, la más requerida al Círculo de Lectores por las madres progres de los 90. Gran decepción la mía. Oficialmente, Como agua para chocolate pasa el Test, pero muy por los pelos. Porque no trata de cocina, ni de mujeres, sino del AMOR (ese tema que –nos– ha hecho perder larguísimas horas de charla a todas las mujeres a lo largo de la historia). Las mujeres hablan entre ellas, pero los temas siempre están relacionados indirectamente con Pedro, el galán de la historia.

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Con Mujercitas, película que veo cada vez que mi ciclo menstrual me lo ordena, fui sobre seguro: sabía con certeza que tenía que pasar el Test –a pesar de ese nombre de mierda que tiene. Y no me equivoqué. En cierta manera, guarda cierta similitud con Como agua para chocolate, en el sentido de que es una película de las que clasificaríamos como "femeninas": una familia de mujeres viviendo en la misma casa, compartiendo sus sueños y sus pensamientos. Ahí es donde se diferencia del filme mexicano: las adorables hermanas de March charlan sin parar sobre sus deseos de futuro, de sus inquietudes, de dinero, de la guerra, de que una tira a la chimenea la novela que está escribiendo la otra, [SPOILER] de que si Beth se va a morir y siente que va por delante de todas las demás [FIN DE SPOILER]… y sí, en algunos momentos aislados, también de amor y hombres, pero, de alguna manera, eso queda en un plano más secundario. A pesar de que en muchas ocasiones no les queda otra que doblegarse al papel de la mujer en los tiempos que están viviendo (Guerra Civil de EE.UU., en torno a 1861), Mujercitas, además de pasar el Test de Bechdel, hace ciertas aproximaciones al feminismo. En un momento glorioso, la pequeña Amy –interpretada por una majísima Kirsten Dunst–, declara que su maestro ha dicho que "educar a una mujer es igual de útil que educar a la hembra de un gato". Esto hace montar en cólera a su madre y a sus hermanas. La Winona se pone echa una fiera y da gusto verla. Bravo, Mujercitas.

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Emocionada por lo que sentía como una victoria propia, decidí seguir la línea winonesca que marcó mi vida y me tragué Relity Bites por quincuagésima vez, pero en esta ocasión atendiendo bien a lo que salía de las bocas de Lelaina y su mejor amiga. Reality Bites fue el retrato definitivo de la generación X, el show definitivo de los JASP, del grunge, del NO FUTURE, con su poquitico de VIH, de homosexualidad y de yuppies dando sus últimos coletazos… pero pasa el Test de Bechdel un poco justita para mi gusto. Lelaina y su madre hablan, aunque siempre se trata de conversaciones en las que participan otros hombres (el marido de su padre, su padre). Lo que me descorazona un poco es que la única escena en la que Lelaina y su amiga Vickie están solas en un bar, empiece con un "tía, me haría lesbiana, porque los tíos me tienen jarta". Es decir, que empiezan hablando de tíos. Pero bueno, pasa el Test.

Ya metida en el terreno pantanoso de mis filmes preferidos de la primera juventud, me pegué un atracón rico de Jane Austen. Dos adaptaciones en particular, La joven Jane Austen –que en realidad es un subproducto del janeaustenismo, basado en una novela ficcionada sobre la vida de Jane Austen– y Orgullo y Prejudicio, que consideraba especialmente modernas y revitalizadoras del papel de la mujer en la vida, me hundieron en un pozo muy oscuro. Todo cuanto hacen, dicen, miran, huelen, beben y respiran las mujeres de estas películas está relacionado directa o indirectamente con los hombres, el matrimonio, el amor. Ninguna de las dos pasa el Test de Bechdel, o lo hacen muy de refilón. Los únicos momentos en los que dos mujeres de estos filmes charlan de otra cosa que no sean los hombres, en realidad siguen hablando de ellos de forma solapada. Y yo, tonta de mí, sentía cierto orgullo feministilla cuando me volvía a jamar estas pelis.

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Fotograma de 'Frances Ha'

Arrastrándome de dolor tras la cuchillada janeausteniana, me planté con el pasado y decidí darle al presente más presente: me vi por segunda vez esa perla de esperanza que es Frances Ha. Qué puta maravilla para el Test de Bechdel: charlas constantes entre mujeres con nombre, mujeres que comparten amistad, piso, trabajo, y que se relacionan entre ellas sin sacar a colación todo el rato a algún tío del que están enamoradas. Frances Ha es un canto a la amistad –esa visión de LA AMIGA como la persona con la que te miras haciéndote ojitos de amor y complicidad desde dos puntos opuestos de la fiesta es gloria pura– a la autorrealización y a los tropiezos personales. Si películas así se hubiesen hecho más a menudo en los últimos veinte años, quizás el Test de Bechdel ni siquiera existiría. Cuando la vi por primera vez, recuerdo, lloré emocionada pensando en mi mejor amiga de la vida. ¿Cuántas veces hemos llorado emocionadas ante una escena de amor, proyectando yo qué sé qué ambiciones de historias de pasión y romance sobre los personajes que se besan bajo la lluvia? No sé vosotras, pero yo unas cuantitas. Quizás debería fomentarse, en favor de la salud mental mundial, una visión de la existencia no como un pedazo de espacio-tiempo en el que encontrar marido, sino verdaderos aliadas y aliados de la vida. No sé, digo yo.

Con este rayo de luz de Frances Ha di por terminado mi experimento del Test de Bechdel, ya temiendo por mi salud mental y viéndome inmersa en terribles dilemas, como lo que he decidido llamar "La Death Proof Paranoia". Death Proof, esa película de Tarantino que tanta alegría me da cada vez que la veo, se divide en dos partes, cada una de ellas protagonizada por un grupo distinto de mujeres. El primer grupo habla de hombres todo el rato y muere. El segundo grupo casi no habla de hombres y no muere. Con la mente convulsionando a ritmo de Test Bechdel, llegué a plantearme si el agudo cerebro de Tarantino no intentaba dar una lección ejemplar -y quizás un poco demasiado salvaje, pero es que él es así- de las cositas malas que te puede deparar la vida si vives en continua violación del Test de Bechdel.

Tras este breve episodio de obsesión bechdeliana, la conclusión fue devastadora. Muchas de las películas que he nombrado (las de Austen, Reality Bites, Como agua para chocolate) me gustaron mucho en algunos momentos de mi vida. Incluso me atrevería a decir que resultaron fundamentales en mi educación sentimental. Pero el Test de Bechdel me las jodió definitivamente. Al verlas desde esa perspectiva, todo ese ingenio tan típico de la mujer austeniana, por ejemplo, se me antojó un cacareo insoportable de "soy especial, aunque en el fondo sólo estoy jugando a ser lista hasta que el monstruo del amor me atrape con sus zarpas preciosas y me devore". Hablemos claro: esas películas te hacen bajar las defensas y luego te la meten doblada.

Muestran a una heroína fuerte, independiente y con inquietudes que no corresponden a una mujer de su época, y tú dejas que ese bonito caballo de Troya te entre hasta lo más profundo del alma (es una chica lista y combatiente como tú; qué coño, eres tú misma), y entonces se abren las puertas ocultas del caballo, salen los ejércitos y te das cuenta de que esa protagonista no ah dejado de hablar de hombres con sus amigas ni un puto instante en toda la película. El experimento del Test de Bechdel se me ha revelado como una experiencia agotadora y triste. Es como si me hubiesen echado un somnífero en la copa, me hubiesen sacado un riñón para el tráfico de órganos, sin darme cuenta de nada, y años después alguien me hiciese mirarme a la cintura y ver la cicatriz. Y yo me sintiese una estúpida integral por no haberme pispado de que me faltaba un riñón. Desde el bajón más total, no obstante, doy gracias al Test de Bechdel por obligarme a mirar de frente la cicatriz.