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Identidad

Mujeres marroquíes opinan sobre la poligamia

Una encuesta reciente dice que el 44 % de los marroquíes está a favor de la poligamia. Todos los países de mayoría musulmana —excepto Túnez— la permiten, pues la poligamia está aceptada en el Islam.
Foto del usuario de Flickr hernanpc

Fatima* nació en Melilla hace treinta y dos años. Es española, musulmana y de origen rifeño. Tiene un bonito nombre libanés —que prefiere guardar en el anonimato— y lo primero que me dice es que la suya fue una infancia corriente. "Como la que tiene todo el mundo." Luego se detiene, sonríe con los ojos, y añade: "Bueno, quizás no tanto. Sabía que algo en mi familia no era normal. Tenía a mi madre, a mi padre y mis hermanos. Pero luego había otra mujer y yo pensaba: ¿Esta quién es?. También había un montón de niños que no sabía de dónde salían. Vivíamos todos juntos en la misma casa. Mis padres no me contaron nunca nada. Luego, al crecer, fui encajando el puzle. No fue fácil. Mentiría si dijera lo contrario".

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Yo dudo antes de hacerle la pregunta evidente. ¿Me estás hablando de poligamia? "Sí. Mi padre se casó con su primera esposa siendo muy joven. Tendría dieciocho o diecinueve años. Fue un matrimonio arreglado. Y con treinta y tantos conoció a mi madre. Se enamoraron. Él fue sincero. Le dijo que estaba casado e intentó divorciarse, pero su esposa no quería. Prefirió quedarse en la casa, cosa que como mujer no comprendo. Igual que tampoco entiendo cómo accedió mi madre. Me parece de las peores cosas. Sufres mucho. Te preguntas: ¿Esto qué es? No le veo el sentido".

La poligamia es tan antigua como la historia de la humanidad. Pueblos como los hebreos, egipcios, griegos, persas, asirios, japoneses, hindúes, rusos y germanos la practicaban. Las páginas del Antiguo y Nuevo Testamento están llenas de hombres que se casaron con más de una mujer. Abraham tuvo tres esposas. Moisés, dos. Jacob, cuatro. Y David, dieciocho. Pero el que se lleva la palma es el rey Salomón, que llegó a desposar a un total de setecientas mujeres.

En Marruecos un hombre puede tener hasta cuatro esposas

En España la poligamia está prohibida; el código penal contempla hasta penas de un año de cárcel a quien la practique. A pesar de eso, se dan algunos casos aislados, mayoritariamente, en parejas de confesión musulmana. En Marruecos, por el contrario, la poligamia es legal; un hombre puede tener hasta cuatro esposas. De hecho, todos los países de mayoría musulmana, excepto Túnez, la permiten, pues la poligamia está aceptada en el Islam.

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El origen de esta práctica se remonta a la época del profeta Mahoma, cuando los conflictos entre tribus y clanes eran frecuentes. Ya se sabe que las guerras dejan a muchas mujeres solas y a unos pocos hombres vivos. Entonces servía para ayudar a las que habían quedado viudas. Sin medios para mantenerse y con hijos a su cargo, era habitual que se volvieran a casar con el hermano del difunto o con algún otro familiar; la poligamia era una manera de protegerlas del desamparo.

En el Marruecos actual sólo el 0,26 % de los matrimonios registrados son polígamos —datos extraídos del libro Regard sur le droit de la famille dans les pays du Maghreb. De hecho, desde 2004 con la entrada en vigor del nuevo código de familia, conocido como la "Mudawana", para que un hombre pueda tomar una segunda esposa necesita el consentimiento de la primera, probar que puede mantenerlas a ambas, y es el juez de familia quien tiene la última palabra.

Una encuesta reciente dice que el 44 % de los marroquíes está a favor de la poligamia. Esta cifra es un ejemplo más de la diversidad de opiniones que hay al respecto. Y ni el mismo gobierno se escapa a la controversia. Hace un par de años dos ministros se enamoraron. Él, casado y padre de cuatro hijos, manifestó el deseo de tomar como segunda esposa a una parlamentaria divorciada. A pesar de que cumplía con todos los preceptos que manda la ley, el caso salió a la luz pública, dio alas a la oposición y ambos se vieron obligados a presentar su dimisión. La ministra, diplomada en ingeniería y profesora universitaria, declaró que quería aportar "un plus" a la vida de este hombre. "Yo le daré cosas que él necesita. Eso es todo", declaró.

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Muchas prefieren ser las segundas esposas a quedarse solteras, por el estatus que la sociedad otorga a las casadas

Durante varios días pregunté a distintas mujeres marroquíes su opinión sobre el tema; estas que siguen son algunas de las respuestas que obtengo.

Hadija. Cuarenta y cuatro años. Profesora de árabe. Casada y madre de tres niños. "Yo no lo aceptaría y mi marido lo sabe. El problema es la presión social a la que están sometidas las mujeres. En nuestra cultura la mujer sólo está bien considerada en cuanto es esposa y madre. Por eso, para nosotras es tan importante el matrimonio. Muchas prefieren ser las segundas esposas a quedarse solteras, por el estatus que la sociedad otorga a las casadas."

Malika. Treinta y cuatro años. Ayudante de cocina en un restaurante. Soltera. "Yo no estoy casada, pero no es porque no quiera. El problema es que mi familia es pobre. Mis padres no pueden pagar una buena dote y así es difícil arreglar un matrimonio. En Marruecos una mujer soltera está mal vista. A mi edad, si no estás casada, la gente piensa que tienes alguna tara. A mi me gustaría casarme. Es lo que más deseo. Casarme y tener hijos. Si encuentro a un buen hombre, aunque él ya tenga esposa, no me importaría."

Randa. Veintisiete años. Administrativa. Divorciada y madre de una niña. "Prefiero que un hombre tenga dos esposas a que se vaya de putas. Mira, para compartir a un hombre tienes que ser una buena musulmana. Si le quieres, le quieres. Aunque hay una Sura que dice que es preferible tener sólo una. Eso está en el Corán. Para mí el problema no está tanto en la religión como en la educación que recibimos. En Marruecos la gente vive por los demás, por el que dirán. La mujer solo sirve como puta y chica de la limpieza".

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Sara. Veintiocho años. Ama de casa. Casada y madre de dos niñas. "Cuando me hice musulmana estaba en contra de la poligamia. Soy muy celosa e imaginarme a mi marido con otra mujer me enfurecía. Pero ahora, que he ido estudiando y sabiendo más cosas acerca de esta religión, he cambiado de opinión. La gente dice que el hombre debe contar con el consentimiento de la primera esposa y esto no es así. El hombre tiene libertad para casarse de nuevo, quieras tú o no quieras, porque es un derecho que le ha dado Allah y una mujer no debe negarse a un derecho otorgado por Dios".

Prefiero que un hombre tenga dos esposas a que se vaya de putas

La realidad es, que a día de hoy, la poligamia sigue generando controversia en la sociedad marroquí. Por un lado, están los sectores más conservadores, que la defienden en nombre del Islam. Por el otro, los más reformistas y las asociaciones de mujeres, que piden su prohibición porque creen que pisotea sus derechos.

Conozco a una chica española llamada Azhar* que se enamoró de un hombre marroquí. Decidió casarse y hacerlo por el rito musulmán, para lo cual se convirtió al Islam. Adoptó otro nombre, dejó de comer cerdo y desde entonces respeta el Ramadán. Los primeros años todo iba bien: la pareja tuvo una una niña y eran un matrimonio feliz. Pero él deseaba un hijo varón y por más que lo intentaron ella no lograba quedarse embarazada. Las pasadas navidades viajaron a España de vacaciones y él regresó antes a Marruecos "por trabajo". Cuando Azhar volvió a su casa recibió un mensaje que la dejó atónita: "Tu marido se ha vuelto a casar". Sobre cómo su esposo pudo tomar otra mujer si la ley establece que precisa de su consentimiento, Azhar no se pronuncia. Después de llorar, dejar de comer, maldecir y escupir… ¿Qué opción le queda? La ley marroquí establece que en caso de divorcio, la custodia de los hijos menores pertenece al marido. Si Azhar se separa se librará de él pero perderá también a su hija. Y ella decide no hacerlo.

Desde que me contó esto, no la he vuelto a ver. Hace poco una amiga que tenemos en común me dijo que se la había encontrado. Azhar salía de uno de esos vehículos de alta gama que circulan por Tánger, donde los ricos son muy ricos y los pobres, muy pobres. Con ella iba un hombre de mediana edad —su marido. Azhar, ataviada con un precioso caftán morado y unos tacones de infarto, caminaba del brazo de su hija. A la izquierda de él, la segunda esposa, también muy arreglada y cargando a un bebé en brazos. La familia al completo se dirigía a una boda. Él, sonriendo satisfecho, llamó a mi amiga, que iba con su marido, y muy ufano les dijo: "¿Habéis visto qué bien acompañado voy?".

"Él, parecía un pavo real", dice mi amiga. "Pero los ojos de ella eran la viva imagen de la tristeza."

* Nombres ficticios