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Identidad

Un presunto asesino en serie ha andado suelto por Barcelona durante años

David B., alias el Calvo, es el presunto asesino y agresor de al menos siete mujeres. Sus víctimas tienen un denominador común: son mujeres con diversidad funcional, que ejercen la prostitución en condiciones precarias y son politoxicómanas.
Fotografía vía Flickr @sergiouceda

La memoria de Segunda María Desviat la preservan a día de hoy una decena de artículos en las secciones de sucesos de varios medios, alguna que otra referencia a un juicio de faltas, varios informes policiales, y su nombre grabado sobre mármol en una lápida compartida en la localidad catalana de Sant Quirze del Vallès. Según su nicho, no había cumplido los 30 en 2014 cuando le arrebataron la vida.

Segunda habitaba en los márgenes. Sufría una discapacidad del 51 % y era adicta al crack. Ejercía la prostitución para poder procurarse unos ingresos que le permitieran hacer acopio de lo básico y de la droga que consumía con regularidad. Y es que fue su adicción, precisamente, la que la convirtió en presa fácil de su presunto asesino: David B., apodado el Calvo en su entorno.

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De acuerdo a los indicios recabados por la Unidad Central de Personas Desaparecidas de los Mossos d'Esquadra, la policía autonómica de Cataluña, Desviat fue tan solo una de las ocho víctimas constatadas de el Calvo, tres de las cuales, Segunda incluida, habrían sido mortales.

Las pesquisas contra David B., se inician el invierno de 2012 tras una tentativa de homicidio por estrangulamiento a F. M., una de sus víctimas, en su tienda de campaña afincada en la zona montañosa de Montjuïc, en la que él duerme de forma intermitente, a pesar de vivir con su madre en un céntrico piso en Barcelona.

"Acabarás igual que una que tengo enterrada ahí al lado", aseguraba la superviviente que le dijo David B. en un parte judicial facultativo emitido por el hospital donde es atendida tras escapar de la tienda creyéndola muerta el Calvo.

Es en este momento en el que entra en juego la Unidad Central de Personas Desaparecidas de los Mossos d'Esquadra.

A la Niñata [el Calvo] la tenía cuando quería a cambio de unas cuantas caladas de cocaína

La información de F. M. permite a los agentes de la policía autonómica encontrar con relativa facilidad el cuerpo de otra de sus víctimas —Anna Girona— bajo un montículo de piedras y al lado de un higuero. Hacía más de medio año que estaba ahí. El verano de 2012 su madre había denunciado su desaparición.

Anna, como Segunda María, también sufría una grave enfermedad. De un informe médico de urgencias de junio de 2012 se desprende que contrajo el SIDA por su reiterado consumo de heroína por vía intravenosa, algo agravado por la epilepsia que la perjudicaba desde niña. Tenía 43 años cuando fue asesinada y, también como Segunda, ejercía la prostitución para sobrevivir.

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David B. mantenía relaciones con F. M. y Anna Girona a la vez. F. M. aseguró en sede judicial que el Calvo había confesado haberle asestado un golpe mortal con una piedra en la cabeza, algo de lo que luego se retractó la superviviente al afirmar que había actuado movida por la venganza. A principios de 2015 se les absolvió por falta de pruebas y fueron vistos juntos de nuevo a pesar de la orden de alejamiento que pesaba sobre él.

No se practicó ninguna autopsia, y la resolución sentenció: "Deben de conjugarse las conclusiones de la pericial antropológica con el estado de salud de la acusada, conjunción que nos lleva a una conclusión tan razonable como que [Anna] falleciera en la tienda por causas naturales y los acusados, ambos con antecedentes penales y viviendo al margen de la sociedad, al igual que la fallecida, al encontrársela muerta, procedieron a enterrarla, ante el temor de que si lo comunicaban a las Autoridades, ellos resultaran implicados".

No es entre un año y medio y dos años después cuando alguien da la voz de alarma por la desaparición de Segunda María, otra de las víctimas mortales de David B. Llegan testimonios de que él corre por Montjuïc de nuevo y un usuario del punto móvil de venopunción apodado el Abuelo afirma que hace tiempo que no saben nada de ella, pero la habían visto con el Calvo.

El cráneo de Segunda María salió rodando el verano de 2014 cuando la retroexcavadora hundió su pala en el transcurso de unas obras a unos 15 minutos a pie desde Montjuïc, donde acampaba el Calvo, y en un de las casas en ruinas en las que pernoctaba la pareja. Sus restos óseos mostraban indicios de que el cuerpo habría sido quemado. La madre de Segunda María, al enterarse de la muerte de su hija, respondió: "Mira hija, si está muerta, descansa ella y descanso yo".

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Desviat ejercía la prostitución en una zona aledaña al cementerio de la montaña homónima, donde sus compañeras la llamaban la Niñata. En un artículo publicado en La Vanguardia a finales de junio de 2016, la periodista Mayka Navarro fue a hablar con algunas de sus antiguas compañeras. Una de ellas le dijo a la periodista: "A la Niñata [el Calvo] la tenía cuando quería a cambio de unas cuantas caladas de cocaína".

La aparición de su cadáver motiva el arresto del Calvo. Se le toma declaración y se constatan contradicciones en su versión por el testimonio de personas de su entorno; otras mujeres que ejercían la prostitución. Se abren diligencias por homicidio en el juzgado número 13 de Barcelona y David B. ingresa en prisión como presunto autor del asesinato de Segunda María. Pero no pasaría mucho tiempo ahí.

La policía pidió que se tomara declaración a las testigos antes del juicio por lo que pudiera pasar, pues en los entornos de las víctimas la muerte por enfermedad y sobredosis son habituales. Pero el día en el que debían comparecer desaparecieron: no querían saber nada del caso. Sus cuentas pendientes con la justicia las disuadieron. Por falta de testigos el juez tuvo que dejar al Calvo en libertad.

Fotografía del presunto asesino

El hallazgo del cadáver de Segunda María lleva a la Unidad de Desaparecidos a pedir a los centros al cuidado de las personas en situación de drogodependencia que informen de cualquier acto violento de el Calvo contra cualquier mujer usuaria. Y es que la lista no para de crecer.

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En junio de 2015, M. L., que mantenía relaciones con David B., llegó con un surco de oreja a oreja al hospital. Según la información proveída por los centros mencionados la herida se la había hecho el Calvo la noche anterior con el cinturón mientras la estrangulaba. Ese mismo año habría obligado a R. Z. a mantener relaciones sexuales con él poniéndole un cuchillo en el cuello tras romperle la nariz.

Y todo ello venía de lejos: la fallecida por causas no relacionadas con el presunto asesino, Manuela Sánchez, acabó en el hospital en 2010 después de que David B. le propinara una brutal paliza por una cuestión de dinero.

Pero aún quedaba por salir a flotación otra agresión con resultado de muerte.

La policía autonómica instó a los centros a revisar sus bases datos. Uno de ellos les llamó la atención: desde 2012 que le habían perdido la pista a una de las usuarias, y la última vez que fue vista fue con el Calvo. Era Verónica Tallo, también politoxicómana, portadora del VIH y que ejercía la prostitución en condiciones precarias. Esperaba un hijo de su presunto asesino.

En navidades sufrió una agresión de David B. que acabaría en su hospitalización. Pidió un sitio en el que dormir en la sala de venopunción a la que recurría habitualmente. No había ninguna cama para ella. Tuvo que dormir en la calle, con miedo a encontrarse con su agresor. Nunca más volvió, y su cuerpo no ha aparecido. Esta circunstancia contribuyó a la puesta en libertad del Calvo.

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El agente a cargo del caso refiere a el Calvo como a un "maltratador de manual". Este perfil es común en cualquier escalafón de la sociedad, pero si a eso se le añade una falta de control formal por no tener hábitos de ningún tipo, consumo de estupefacientes, politoxicomanía acusada y una pulsión sexual acelerada que resulta de todo lo anterior cuando toma drogas, el cóctel deviene explosivo.

La policía autonómica tiene documentadas por lo menos cuatro agresiones y tres presuntos asesinatos de mujeres. Todas las supervivientes apuntan que cuando se inyectaba cocaína le daba por practicar el sexo. Y si ellas no querían, pasaba de la hiperactividad sexual a la violencia.

El Calvo la golpeó brutalmente y vertió ocho litros de agua sobre ella. Hasta le orinó encima con ánimo de humillarla

Pero de acuerdo a fuentes consultadas de las instituciones de guarda de estas personas y conocedoras del caso, David B. no era ningún adicto. Él era un vehículo de la droga, que utilizaba con fines muy concretos: captar a sus presas. Los trabajadores del centro debían verle día sí y día también seleccionando a sus víctimas, todas ellas con un perfil de exclusión y de aislamiento muy determinado, generalmente con alguna patología de salud mental asociada.

Y la precariedad familiar, como la adicción, tampoco era un rasgo en común con sus víctimas. David B. vivía con su madre, con domicilio fijo y localizable, y que además es quien le proveyó el abogado que ganó varias veces su libertad. Hasta el pasado 19 de octubre de 2016.

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Desde hacía unos tres meses y tras librarse de la imputación por asesinato de Verónica Tallo, el Calvo empezó una relación con una mujer que padecía trastornos de personalidad y que, como Segunda María, tenía reconocida una discapacidad. Un perfil familiar para el presunto asesino.

David B. le pidió a su actual compañera que emitiera una denuncia falsa contra una expareja de él contra la que tiene una orden de alejamiento para imputarle unas lesiones inexistentes de las que ella sería víctima.

Ante la negativa el Calvo la golpeó brutalmente y vertió ocho litros de agua sobre ella. Hasta le orinó encima con ánimo de humillarla. Le quitó las llaves y el móvil y barricó la entrada con muebles en la puerta, y electrificó la cerradura con un cable para electrocutar a todo el que quisiera entrar. La patrulla de agentes que acudió alertada por la madre de la víctima tuvo que requerir a las Áreas Regionales de Recursos Operativos (ARRO) que intervinieran.

Dentro del inmueble les esperaba David B. con un cristal roto en la mano y gritándoles: "Venid si tenéis cojones".

Le han caído seis años de cárcel, pero ninguno de ellos es en cumplimiento de condena por el resto de sus presuntas víctimas; Anna, Segunda o Verónica, y otras cuya identidad preservamos bajo siglas por seguir vivas y no estar garantizada la no excarcelación del Calvo en algún momento.