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Identidad

Llamar 'exótica' a una mujer negra es racista

No quiero que me llamen "chocolatito", "bombón", "mi pantera", ni ninguna expresión de ese estilo, porque para mí son ofensivas.
Foto vía Flickr @idarrenj

Estoy en la discoteca, veo a un tipo que me mira desde hace rato desde la barra. Hago como que no veo que me mira; pienso incluso —cosa de algunas inseguridades que arrastro desde la adolescencia— que no me mira a mí, que mira a alguna de mis amigas blancas.

El tipo se acerca finalmente. Se planta a mi lado (vaya, sí me miraba), sonríe e intentando que su voz suene seductora pese a los decibelios a los que suena la música me dice al oído: "Hola. ¿De dónde es una belleza tan exótica como tú?". Y ahí, ese hombre pretendidamente seductor, sin saberlo, la ha liado parda y ha perdido toda posibilidad de encamarse conmigo.

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Esto puede haberme pasado a mí en una discoteca cualquiera de España. O puede que no me haya pasado a mí y me lo haya contado alguna de las mujeres negras con las que me relaciono de forma habitual. Y si la frase no ha sido exactamente esa, puede haber sido cualquier otro despropósito que igualmente contenga las palabras "negra", "exótica" o similar.

Cuando digo que en ese momento el Casanova de turno la ha liado parda es porque para mí, ser considerada una mujer exótica, es racista.

Como adolescente me sentía invisible. Para mí era prácticamente imposible gustarle a algún chico blanco

El racismo en España es estructural. Nos viene de serie. Sí, me incluyo porque soy negra y española y no me he criado según la cultura y las tradiciones ecuatoguineanas, que es de donde proviene mi familia.

Además, he ido al colegio, al instituto y a la universidad en España, por lo tanto yo también he tenido que deconstruir todo ese discurso colonialista sesgado sobre África, sobre la negritud e incluso sobre mí misma para empezar a reaprenderme.

Soy una mujer negra adulta que ha nacido y vive en España, y eso me ha dado para repensar muchos conceptos y situaciones con base en mi experiencia vital, y también para tener que repensarme obligatoriamente.

Quiero ir un poco atrás en el tiempo para contextualizar: habiendo nacido y sido criada en España, cuando era adolescente nunca sentí que gustase a los chicos. Como adolescente me sentía invisible. Para mí era prácticamente imposible gustarle a algún chico blanco.

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Seguro que recuerdas a Francine Gálvez, la primera mujer negra española que presentó el Telediario en La 1, pero intenta hacer memoria: ¿recuerdas a alguna más?

Creo que ese sentimiento se debía al hecho de que en los años 80 y 90 las mujeres negras teníamos una muy escasa representación en los medios de comunicación españoles. Seguro que recuerdas a Francine Gálvez, la primera mujer negra española que presentó el Telediario en La 1, pero intenta hacer memoria: ¿recuerdas a alguna más?

Si hablamos de principios de los noventa, para que recuerdes a mujeres negras en televisión, seguro que la mente se te va hacia las sitcom norteamericanas: La hora de Bill Cosby, Cosas de Casa y El Príncipe de Bel Air, por mencionar las más vistas.

Ahí es donde puedes recordar a dos de las mujeres negras que veíamos con más asiduidad en la pantalla y que han quedado en nuestro recuerdo de manera permanente. Laura Winslow y Hillary Banks, ¿verdad? —además de la tía Viv, Ashleigh o Denise Huxtable, sí. Pero claro, a nivel de representación de mujeres negras en las que yo, como adolescente, pudiera querer reflejarme, una vez descartadas Naomi Campbell, Iman y Janet Jackson, ahí se acababa la historia.

La cosa es que, si no había mujeres negras españolas referentes, habiendo ya mencionado a Francine y sin desmerecerla, por supuesto, no se nos veía. A las mujeres negras en España no se nos veía, simplemente. Si no se nos veía, no existíamos. Si no existíamos, no estábamos en el imaginario. Y si no estábamos en el imaginario, era imposible gustar.

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La autora

Ante ese panorama de invisibilidad a nivel de gustar sentimental o sexualmente —más sentimentalmente que otra cosa, que yo en la adolescencia era muy pava—, la opción que me quedaba siempre era convertirme en "la amiga enrollada de los chicos". De todos. De los que me gustaban y de los que les gustaban a mis amigas. La amiga molona. La aguantavelas.

Eso me llevó a esforzarme por desarrollar un gran desparpajo y unas buenas habilidades sociales porque, ya que sabes que no gustas, por lo menos que te acepten y que se lo pasen bien contigo por lo de las risas. Así que me pasé la adolescencia siendo "la amiga enrollada", invisible a ojos de cualquier chaval que me gustase.

De repente, llegas a los 18-20 años y, sin comerlo ni beberlo, los hombres empiezan a fijarse en ti, a entrarte en las discotecas. Muchos de estos hombres entran con una frase dilapidaria: "Nunca ha estado con una negra". El "nunca he estado con una chica negra/negrita/morenita/como tú" va acompañado de miradas lascivas y preguntas o suposiciones con mucha miga: "¿Es verdad que las negras sois unas fieras en la cama?" o "Uh, con esa boca tienes que hacer unas mamadas tremendas", y otras lindezas.

Yo creo que este cambio, este "descubrimiento" de la mujer negra, se da porque a partir de los 18, si no antes, muchos hombres empiezan a consumir porno. En el porno sí aparecen mujeres negras. Pero claro, pensemos un poco en cómo nos representa el porno a las mujeres en general, y cómo nos representa a las mujeres negras.

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El porno nos presenta como mujeres fetiche. Y pasa que muchos hombres todavía no entienden que el porno y la realidad no se corresponden

El porno nos presenta como mujeres fetiche. Y pasa que muchos hombres todavía no entienden que el porno y la realidad no se corresponden. Y ahí están ellos: con sus ideas erróneas y sus fantasías sobre el comportamiento sexual las mujeres negras por lo que ven en el porno.

Empieza entonces una fetichización y una exotización que a mí personalmente me hacen sentir incómoda, además de cabreada. ¿Por qué? Pues porque la fetichización comporta la reducción de la persona a la categoría de objeto.

La exotización también nos ha hecho mucho daño, la verdad. La gente ve a una mujer negra guapa y, en un alarde de originalidad, la llama exótica. Es más: somos llamadas "exóticas" y mucha gente cree que eso nos gusta y nos halaga porque ¿qué hay mejor que ser considerada exótica? En realidad, ser considerada exótica, para mí es negativo y denigrante.

Según el DRAE:

En el momento en el que se califica de exótica a una mujer negra, se da a entender que no es tan "normal" como el resto. Y eso no me gusta. No me gusta sentir que soy menos normal.

Es cierto que hay personas racializadas que no sienten como ofensa que las tachen de exóticas y, allá ellas, que cada uno tiene derecho a sentirse lo que quiera; pero el exotismo tiene historia, y tildar de exótica a una mujer negra no es más que otra forma de cosificarla. Es otra vertiente del racismo.

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Somos exóticas porque nuestra imagen difiere de la imagen de belleza predominante y eurocéntrica: piel blanca, cabello liso, figura delgada.

Pero con lo del exotismo es como si, aunque seamos una "rareza" se nos permitiera ser guapas… pero no mucho, ¿vale? De ahí viene la maravillosa frase (nótese la ironía) que tantas de nosotras hemos oído: "Para ser negra eres muy guapa".

La exotización reduce a la mujer negra a la categoría de "cosa", de menos persona, y hace que se nos mire con curiosidad, como si de animales en un zoo se tratase.

"¡Uy, animales de zoo, dice! ¡Qué exagerada!", pensarán algunos. Sí, animales de zoo. Porque eso fuimos en Europa durante un tiempo. Sí. Animales de zoo como el zoológico humano del Parque del Retiro de Madrid, en 1887. Barcelona, que no quería ser menos trendy que el resto de Europa, empezó antes su exposición de "negros salvajes".

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Este tipo de barbaridades fueron fruto del colonialismo, por si alguien lo pone en duda. Y, para quien crea que eso de los zoológicos humanos es cosa del pasado, un apunte: en algunas ciudades los zoológicos humanos estuvieron vigentes hasta la década de 1950. Y así es como se anunciaba a las personas de otros continentes en estos circos y zoológicos: como exóticas.

Considerar un cuerpo como exótico y exhibirlo en zoológicos y circos crea la sensación de que ese cuerpo puede ser tratado de forma irrespetuosa. Así esos cuerpos racializados se convertían en "algo" que se podía tocar sin consentimiento, y por tanto se volvían cosa, fetiche. Por ejemplo, hoy en día muchas personas negras vemos cómo a veces se toca nuestro pelo afro natural sin preguntar siquiera, en una invasión incómoda de nuestra persona.

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La normalidad era —¿es? cada vez menos, creo— ser blanca o blanco: las personas racializadas eran curiosidades fascinantes o, en el peor de los casos, aberraciones. Y parece ser que no superamos las connotaciones que el exotismo otorga a las mujeres negras. O tal vez interesa que no las superemos.

A día de hoy los medios de comunicación siguen considerando a las mujeres negras como fetiches

A día de hoy los medios de comunicación siguen considerando a las mujeres negras como fetiches. Y el hecho de llamarnos exóticas nos impone un determinado comportamiento sexual: siempre estamos dispuestas y somos salvajes en la cama. Y esto del salvajismo digo yo que debe venir de cuando se nos encerraba en jaulas.

Entonces esto de que se presuponga cierto comportamiento sexual en mí solo porque tengo más melanina es del todo degradante. No quiero que me llamen "chocolatito", "bombón", "mi pantera", "piel canela", "diosa de ébano" ni ninguna expresión de ese estilo, porque para mí son ofensivas.

Tampoco quiero que me digan que no han estado con ninguna mujer negra como si pretendieran cumplir su cupo de "diversidad racial y sexual" conmigo. No quiero ser para nadie un trofeo para presumir ante sus amigos de que "me follé a una negra" y seguir perpetuando ese estereotipo horroroso.

Además, si por ser negras, somos exóticas y eso significa que siempre estamos dispuestas y somos salvajes, esto me lleva también a reflexionar sobre lo siguiente: las mujeres negras somos percibidas como promiscuas. Ese cliché normaliza y legitima cierto acoso y abuso sexual sobre nosotras, y la atribución del exotismo por la colonización ha estado ligada al abuso sexual y a la violencia hacia las mujeres negras.

Esto es parte de lo que pasa por mi mente cada vez que alguien quiere hacerme un cumplido y me llama exótica. Y éste es el motivo por el que usar ese argumento para ligar me parece degradante, machista y racista.

Si eres un hombre, ojalá cuando te acerques a una hermosa mujer negra tengas presente esto y seas capaz de no mencionar si has estado o no con mujeres negras e ir más allá; porque lo más probable es que a ella no le interese.

Prueba a interesarte por la mujer en su conjunto, y no solo en la idea reduccionista de que te va a hacer de todo en la cama. Sé ingenioso y estrújate la sesera para iniciar una conversación de manera inteligente. Se agradece un montón.

Así que la próxima vez que cruce por tu mente llamar exótica a una mujer negra, para un momento y piensa en este texto. Dile que es guapa, bonita, atractiva, pero no exótica. Y si no sabes qué decir, solo calla.