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Identidad

Refugiadas sirias nos cuentan cómo es dar a luz en el desierto

Las mujeres refugiadas que huyen del ISIS se ven obligadas a dar a luz a sus bebés con muy poca o ninguna asistencia médica.
A Syrian family stand in the desert at Azraq refugee camp in Jordan. Photo by Jordan Pix/Getty Images

Más de 60.000 personas permanecen varadas en una remota franja de desierto situada en la frontera que separa Jordania de Siria y dos tercios de ellas son mujeres y niños.

Se encuentran en la zona desmilitarizada situada entre Jordania y Siria, una franja de duro y árido desierto de unos cuatro kilómetros de profundidad que linda al norte y al sur con diques de barro levantados con excavadoras, también conocidos como bermas. Es un lugar increíblemente inhóspito, pero aun así, durante los últimos siete u ocho meses se ha convertido en el hogar temporal de una avalancha de sirios que buscan refugio en Jordania y de los parásitos que se alimentan de ellos: traficantes de personas, bandidos y militantes del Estado Islámico.

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Más de 60.000 personas permanecen varadas en una remota franja de desierto situada en la frontera que separa Jordania de Siria y dos tercios de ellas son mujeres y niños.

Se encuentran en la zona desmilitarizada situada entre Jordania y Siria, una franja de duro y árido desierto de unos cuatro kilómetros de profundidad que linda al norte y al sur con diques de barro levantados con excavadoras, también conocidos como bermas. Es un lugar increíblemente inhóspito, pero aun así, durante los últimos siete u ocho meses se ha convertido en el hogar temporal de una avalancha de sirios que buscan refugio en Jordania y de los parásitos que se alimentan de ellos: traficantes de personas, bandidos y militantes del Estado Islámico.

Sentados con las piernas cruzadas en sus refugios de Azraq, los hombres que han pasado por la berma describen una lucha casi Darwiniana por sobrevivir. La mayoría explican cómo tuvieron que mantener la cabeza gacha en medio de una comunidad descontrolada y cada vez más violenta después de haber pagado cientos de dólares por persona a los traficantes para que les llevaran hasta allí. Mencionan las frecuentes luchas entre tribus, el desorbitado mercado negro, las manzanas podridas que con asiduidad incitaban a los disturbios cuando los refugiados hacían cola para obtener alimentos o ayuda y el inmenso pánico a que les sucediera algo malo a sus mujeres, hijas y hermanas. Pero muy pocos están dispuestos a expresar con palabras qué significa ese "algo malo".

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Las mujeres que sobrevivieron a la barma al principio no tienen mucho que decir. Miran para otro lado y dicen que no vieron gran cosa, que pasaron la mayor parte del tiempo dentro de la tienda de campaña. Pero poco a poco sus historias van saliendo: los partos en medio del desierto, las lunas de miel en medio de la oscuridad, el pánico cegador cuando se va aproximando a tu tienda el sonido de una reyerta y el momento en que coges a tus hijos y echas a correr.

Según documentos internos de las ONG que trabajan en la zona, más del 7 % de las personas que viven en la berma son mujeres embarazadas: aproximadamente el doble de lo que cabría esperar en cualquier tipo de comunidad normal. Los mismos datos muestran que, en el mes de abril, la mayoría de mujeres embarazadas de la berma se encontraba en su séptimo, octavo o noveno mes de embarazo.

Muchas de las mujeres con bebés recién nacidos que viven en Azraq afirman que esperaron hasta los últimos meses de embarazo para huir hacia Jordania, sin saber que pasarían semanas o meses atrapadas en el desierto.

Um Faten, madre de cuatro hijos que vive ahora en Azraq, dio a luz a sus primeros tres hijos en un hospital de Hama. La cuarta, una niña llamada Faten, nació el 15 de noviembre en una tienda de la berma, asistida por una comadrona de Homs que también era refugiada.

El cruce de la frontera de Ruqban y la acampada de los sirios que buscan asilo político, según una imagen por satélite registrada el 20 de abril de 2015. © 2015 CNES / Distribution Airbus DS cortesía de Human Rights Watch

"Pensé que iba a morir. No teníamos anestesia, ni medicamentos", explicó Um Faten sacudiendo la cabeza.

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"Si la Cruz Roja ve que hay complicaciones durante el embarazo, normalmente traen a las mujeres hasta Jordania para que den a luz aquí. Pero ella está sana, mírala. Es la bebé de la berma", afirmó.

Días después de su parto, que duró toda la noche, Um Faten y su familia consiguieron entrar en Jordania y alojarse en un refugio de Azraq, pero no todo el mundo tiene tanta suerte. Diez días después del nacimiento de Faten, una prima se puso de parto: iba a tener su sexto hijo. Un vehículo del Comité Internacional de la Cruz Roja estaba presente en aquella ocasión, de modo que la mujer dio a luz a Mohammad en su interior. Los dos fueron trasladados a un hospital de Ruwayshid, la ciudad más cercana a la berma y después, según su familia, fueron devueltos al mismo lugar. Después de cuatro meses, al menos que su familia sepa, siguen en el desierto.

Conforme ha ido creciendo el asentamiento de Ruqban, la respuesta humanitaria se ha vuelto más organizada y ha recibido más financiación, por lo que ahora hay personal médico en la berma la mayoría de los días. Algunas mujeres que llegaron recientemente a Azraq cuando aún estaban embarazadas afirman que les hicieron acudir ante el personal médico para registrarse al principio de su noveno mes de embarazo y de ese modo conseguir que Jordania las admitiera antes del parto por motivos humanitarios. Sahar Hussein es una de esas mujeres.

"Pasamos la luna de miel en una tienda", afirmó, mientras sonreía a su marido Aamer. La pareja llevaba cinco meses casada y ella estaba embarazada de cuatro meses cuando iniciaron su viaje desde Palmira hasta Jordania. Vendieron sus anillos de boda para pagar a los traficantes y conseguir que les llevaran hasta la berma y para comprar una tienda de campaña y algunos objetos básicos.

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"Mi mayor temor era que Sahar se pusiera de parto en la berma después de que el médico se hubiera marchado", afirmó Aamer, sosteniendo en brazos a su bebé de un mes, Loujan.

Refugiados sirios hacen cola en la frontera con Siria antes de que el ejército jordano los traslade en vehículos hasta la ciudad oriental de Ruwaished, donde serán procesados por las autoridades jordanas el 10 de septiembre de 2015. Foto por Khalil Mazraawi/AFP/Getty Images

Rodeado de un creciente número de desconocidos desesperados, Aamer explicó que se sentía aterrorizado por la seguridad de Sahar, de modo que la ocultó de la vista de los demás. "Mi esposa básicamente pasó cuatro meses dentro de una tienda", dijo.

La pareja se registró al inicio del noveno mes de Sahar y consiguió que Jordania les admitiera poco antes de que naciera Loujan. Para entonces, a mediados de marzo, ya se había establecido una red de comadronas que recibió equipamiento de manos de las agencias humanitarias para que proporcionaran atención a las mujeres que dieran a luz en la berma, pero todavía había mujeres que perdían la vida durante el parto. Entre los residentes más recientes de Azraq se encuentra un padre, su hijo de seis años y una recién nacida que llegó después de que el personal médico hubiera abandonado el campamento hasta el día siguiente. La madre de los niños murió durante el parto por falta de atención médica. La enterraron en la berma.

Algunas de las historias más espeluznantes que cuentan las mujeres que han sobrevivido a la berma proceden de las que tuvieron que apañárselas solas.

Nos marchamos después de que Da'esh entrara en el pueblo. Nos dieron una hora para partir

Widad, de 24 años de edad, es una viuda madre de tres hijos procedente de Homs y pasó el mes de febrero en la berma con su madre, su hermana, sus hijos y su padre discapacitado.

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"Nos marchamos después de que Da'esh entrara en el pueblo. Nos dieron una hora para partir o Da'esh entraría en nuestras casas. No estábamos preparados, los niños ni siquiera llevaban zapatos. Nuestra única preocupación era marcharnos cuanto antes", explicó.

Tras un viaje de dos días hacia el sur, Widad y su familia encontraron un lugar en la zona desmilitarizada cercana a la frontera, junto a otros habitantes de Homs. Construyeron una tienda como la mayoría de los demás, recogiendo un palé de madera en la berma, desmontándolo, construyendo dos postes y usando pañuelos y bufandas para crear la base del techo. De ahí colgaron una manta de forro polar gris que les proporcionaron los cooperantes. Ese era su hogar.

Widad esperaba en la cola de mujeres cuando se distribuía ayuda en la berma, pero la escasez de comida hacía que no siempre consiguieran alimento.

Fotograma ampliado de un vídeo grabado por un sirio en el que se ve un campamento de tiendas improvisadas en Hasdalat, justo al otro lado de la frontera de Jordania, similar al de Ruqban. El vídeo fue grabado a finales de 2014. © 2014 Privado, cortesía de Human Rights Watch

"Esperábamos desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la tarde y muchas veces volvíamos sin comida", afirmó. "Perdimos tanto peso que desde el instante en que entramos en la berma los niños estuvieron constantemente enfermos y perdieron entre tres y cinco kilos cada uno".

Pero la escasez de ayudas no era el único motivo por el que Widad y sus hijos a menudo se iban hambrientos a dormir.

"Había muchas luchas entre tribus dentro de la berma. El día antes de que nos fuéramos de allí, diferentes grupos tribales estaban arrojándose piedras y el campamento entero estaba en pie de guerra. Cogí a mis hijos y corrí de vuelta hacia Siria, ocultándome entre aquellas tiendas y esperando a que anocheciera. Volví cuando regresó la calma", me contó Widad con voz temblorosa.

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"Mis hijos son mi debilidad".

Como madre soltera, Widad es lo que las agencias humanitarias describen como "mujer en riesgo". Según los más recientes datos proporcionados por las ONG, el 21 % de las mujeres que viven en Ruqban se clasifican de este modo.

Las mujeres se construían sus propias letrinas. Había desechos humanos por todas partes

Según datos recopilados por cooperantes que trabajan en la berma, más del 18 % de las personas que viven en Ruqban tiene cuatro años o menos y otro 23 % tiene entre 5 y 11 años de edad. En una sociedad dividida por normas de género muy tradicionales, esto significa que las mujeres cargan con la gran mayoría del cuidado de los hijos. En un lugar como Ruqban, donde los hombres —si es que están presentes— normalmente se ocupan de las tareas relacionadas con la seguridad, las mujeres se enfrentan al increíble desafío de desarrollar las tareas domésticas en condiciones propias del Medievo.

"En primer lugar, no había lavabos. Las mujeres construían sus propias letrinas", explicó Um Ahmad, una mujer con cuatro hijos que proviene de Homs. Pasó en la berma desde mediados de agosto de 2015 hasta enero de 2016 y me contó que no tenía ni idea de lo durísimas que iban a ser las condiciones.

"Había desechos humanos por todas partes", rememoró.

Para estas personas, acostumbradas a vivir en hogares con agua corriente y fontanería moderna —como la mayoría de sirios— adaptarse a la vida en la berma resultó agotador.

"Si traes agua hasta tu tienda, tienes agua. Si no, no la tienes", indicó Um Ahmad.

Explicó que la leishmaniosis, una enfermedad de la piel, estaba presente por todas partes en la berma y mantener a los niños limpios era un desafío constante. Si la familia de Um Ahmad tenía suerte, recibían jabón y pañales de manos de los cooperantes, pero cuando se acababan los suministros o las reyertas interrumpían de repente el reparto de ayudas, usaban el poco dinero que tenían para comprar jabón en el mercado negro.

Um Ahmad me explicó que confió a su marido la tarea de acarrear agua hasta la tienda, donde ella bañaba a sus hijos en cubos que les proporcionaron las agencias humanitarias. Después, en medio del estruendo provocado por decenas de miles de extraños, se agachaba, se quitaba la ropa por partes y se lavaba rápidamente el cuerpo.

Como todas las mujeres entrevistadas por Broadly, Um Ahmad fue tajante: no se sentía segura en la berma.

"Nunca", dijo. "Pero a pesar de lo terribles que eran las condiciones en la berma, aquello era mejor que Siria".