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Identidad

Simona: cómo hacerte un aborto con pastillas por teléfono

"Simona" es una línea telefónica gratuita que funciona en la Ciudad de Buenos Aires y que brinda la información necesaria para acompañar a las mujeres que deciden abortar con medicamentos.
IMAGEN DE JOVO JOVANOVIC VÍA STOCKSY

Primero aparecen las dos rayitas y la certeza del resultado positivo. Después, un océano de incertezas hasta que aparece la ayuda. Esa trama de solidaridad que tranquiliza a veces es tan simple como un número telefónico, un lugar donde pedir información gratuita sobre cómo interrumpir ese embarazo no deseado ni elegido. En la Ciudad de Buenos Aires la que responde esos llamados es "Simona", una línea telefónica abierta para todas las mujeres, atendida por un grupo de activistas feministas que integran La Mestiza. Se trata de un colectivo de salud comunitaria que funciona en el barrio porteño de Mataderos y brinda una de las cientos de consejerías pre y post aborto que se multiplican en Argentina.

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En Argentina el aborto es únicamente legal si está en riesgo la salud de la mujer o en casos de violación. Sin embargo, esta legislación presente en el Código Penal desde 1922 muchas veces no se cumple. La clandestinidad de la práctica no paralizó a las feministas argentinas: las empujó a autogestionarse sus propios abortos de manera segura. Cada vez son más los grupos que tienden una mano a otras para decidir sobre sus propios cuerpos. Quienes atienden a Simona desde 2014 son parte de un entramado nacional aún más grande: Socorristas en Red (Feministas que abortamos). Son 17 grupos de socorristas en distintos puntos del país. En los primeros nueve meses de 2015 acompañaron a 1293 mujeres.

Socorristas en Red empezó a funcionar en 2009 en Neuquén, al sur del país. Las Revueltas armaron Socorro Rosa, en alusión Soccorso Rosa, el nombre de un espacio desarrollado por las feministas italianas en los años 70. En sótanos u oficinas se reunían con mujeres que querían terminar con sus embarazos y las ayudaban.

Las socorristas no son médicas, ni enfermeras. Se definen como "parteras de nuevos feminismos". Son mujeres que vienen de recorridos disímiles, con profesiones distintas y edades dispares. Sociólogas, trabajadoras sociales, docentes, politólogas, genetistas y hasta publicistas. Más jóvenes, más adultas. Todas se forman en el uso del misoprostol para poder replicar esa información. Están del otro lado del teléfono para dar información a otras mujeres que se contactan. Las escuchan, las calman, les mandan mensajes, las orientan y las acompañan en todo el proceso que implica un aborto medicamentoso con misoprostol.

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"Muchas mujeres llaman muy angustiadas y con muchas ansiedad. Lo primero que hacemos es transmitirles tranquilidad. Decirles que tienen que hacerse una ecografía para confirmar la cantidad de semanas de embarazo y descartar que se trate de un embarazo ectópico", dice Lucila Szwarc, una de las diez socorristas que se organizan para atender a Simona y a Juana. La primera es la línea abierta de atención, el primer contacto; la segunda es el teléfono para hacer el seguimiento de aquellas que ya empezaron con la interrupción. Sus nombres homenajean a dos referentes feministas: Simone de Beauvoir y Juana Azurduy. También son las identidades que adoptan las socorristas cuando hablan con las socorridas.

A Lucila, Simona le suena en todos lados: tomando una cerveza con amigos, en su trabajo, en la calle, una vez la llamaron cuando se estaba haciendo un tatuaje con su novio. "Era un padre que pedía información para su hija. Le expliqué a la tatuadora lo que hacía y un año después ella misma me contactó para que ayudara a una amiga que quería abortar. Funciona así: de boca en boca", relata.

011-15-61876023 es el número telefónico testigo de historias de mujeres que abortan gracias a Simona. ¿Es normal que sangre tanto? ¿Es normal el olor? ¿Puedo tomar gaseosas? Tengo un quiste, ¿funcionará el medicamento? Me diagnosticaron anemia, ¿puedo hacerme un aborto igual? ¿Va a funcionar esto? Las preguntas que hacen las mujeres son infinitas. Nunca dejan de sorprender a las que las escuchan del otro lado.

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"La mayoría tiene mucho prejuicio sobre la seguridad del método. Tienen más miedo de que no funcione la medicación que lo que pueda pasar con su cuerpo", explica Lucila Szwarc. Y agrega: "muchas llaman después de haber hecho un recorrido exhaustivo en Internet de páginas feministas y portales interactivos de información".

Las mujeres abortamos, las socorristas acompañamos

El puntapié inicial del acompañamiento empieza con el contacto telefónico. "Algunos de los llamados son para tener información y después no llegan al encuentro cara a cara", reconstruye Lucila.

Después de la conversación a distancia, continúan con una consultoría cara a cara en donde, junto a otras mujeres, hablan sobre el uso del misoprostol, la decisión y las dudas. En ese mismo encuentro grupal, las socorristas buscan identificar si existen presiones por parte de alguien del entorno. "A veces se encuentran las que van a abortar con las que ya abortaron. Las ayuda mucho. El socorrismo se basa en una pedagogía. Partimos de la información que traen ellas, de los que saben y nos relatan. Empezamos preguntando ¿Qué saben ustedes? Y nosotras terminamos aprendiendo mucho de sus experiencias", cuenta Lucila.

Cuando la decisión está tomada, empiezan a imaginar juntas cómo será el aborto: hora, lugar, quién las acompañará, a qué guardia pueden acudir. Son las guionistas de sus propios abortos. Las socorristas las ponen en contacto con centros médicos del sistema de salud amigables que puedan recetar misoprostol. "Hacemos performativo el derecho al aborto que nosotros imaginamos", dice Lucila con convicción.

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Las mujeres tienen que avisar cuando toman las pastillas. El seguimiento de ese proceso sigue a través de Juana, la otra línea telefónica que atienden desde La Mestiza. El consejo que repiten a cada una de las socorridas es el mismo: tienen que hacerse un control después de los diez días.

En Argentina, el misoprostol se consigue en farmacias bajo receta. Su consumo produce contracciones uterinas. Abre la posibilidad para un aborto autogestionado, en las propias casas hasta las 12 semanas de gestación. No falla: según la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG) abortan 9 de cada 10 mujeres que lo utilizan.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó el aborto con medicamentos en la guía técnica y de políticas para sistemas de salud "Aborto sin riesgos", publicada en 2003. Dos años después sumó al misoprostol a la lista de medicamentos esenciales. Su uso redujo notablemente el número de muertes vinculadas a abortos inseguros en América Latina, norte de África, Europa del este y el sudeste asiático.

Para las socorristas el horizonte siempre es la legalización plena del aborto. Por eso están enmarcadas dentro de la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito. Se trata del espacio desde donde se diseñó el proyecto de ley para que los 460.000 abortos que se hacen el país por año se realicen de manera legal, segura y gratuita.

"Una mujer nunca aborta sola", suelen decir las socorristas. La certeza de las dos rayitas dispara dudas, preguntas, miedos e incertidumbres. Las experiencias que relatan los socorrismos demuestras que cuando hay información, solidaridad y feminismo popular, ese mar de incertezas se vuelve más estrecho.

Más información: http://socorristasenred.org/