Lo mejor y lo peor de tener un follamigo cuando estudias en el extranjero
Illustration by Grace Wilson

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Identidad

Lo mejor y lo peor de tener un follamigo cuando estudias en el extranjero

La primera norma para tener sexo cuando eres un estudiante de intercambio es buscar cómo se dice "condón" en la lengua correspondiente antes de salir de casa.

Cuando estudié en París durante mi segundo año de universidad, llegué a un acuerdo con un hombre diez años mayor que yo al que llamaré Guillaume. Quedábamos para tomar café y hablábamos 30 minutos en inglés y luego 30 minutos en francés. En nuestro tercer encuentro fuimos a un bar y hablamos solo en francés. Bebimos unas cuantas Kronenbourgs y charlamos sobre Sarkozy ―recuerdo cantar durante 15 segundos una canción de Carla Bruni para demostrar cierto argumento― antes de que me acompañara hasta la puerta del lugar donde me hospedaba y me pidiera muy educadamente que le hiciera una mamada en el inglés más impecable que le había oído hasta entonces.

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Como no tenía suficiente confianza con la familia que me alojaba como para llevar a casa a un desconocido, le sugerí que podíamos faire une promenade. Caminamos un par de manzanas hasta el Cementerio de Montparnasse, donde nos enrollamos justo al lado de la tumba que comparten Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. El infierno son los otros, pensaba yo cuando atravesaba el cementerio de camino a clase durante el resto del semestre. Nunca volví a ver a Guillaume, porque cuando estás en un país extranjero, debes esperar perder a la gente tan rápido como la conoces.

Jamás te follarías a un tío con las cejas perfectamente depiladas en Valencia pero, ¿en Florencia? Eccome!

Los follamigos mientras estudias en el extranjero no son el motivo por el que te vas a estudiar fuera, pero son inherentes a la experiencia. Lo más importante no es el lugar, sino el momento: tienes veintitantos y estás empezando a cogerle el truco a la postura del perrito. Estudiar en el extranjero también tiene el efecto de relajar tus rígidos estándares: quizá jamás te follarías a un tío con las cejas perfectamente depiladas en Valencia pero, ¿en Florencia? Eccome! Acabarías siendo célibe si te ciñeras a tus requisitos habituales para tener una cita, como "que no tenga hijos" o "que solo lleve chándal en privado". La gente dice que no consigues dominar un idioma realmente hasta que no sueñas en él, y yo digo que no vives realmente en un lugar hasta que no tienes alguien a quien poder mandar un WhatsApp diciendo "que faiS-tu…" a la una y media de la madrugada.

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Helena* también fue a estudiar a París a la vez que yo y se las arregló para conseguir una relación temporal ideal mientras estuvo allí. "Recuerdo pensar, Joder, sea quien sea su novia, es una tía con suerte", dice Helena sobre el momento en que cruzó su mirada con Julien en el metro. "Nos bajamos en la misma parada y yo le adelanté como con prisa, supongo que porque quería que me viera otra vez. Salí a la calle y vi cómo caminaba hacia mí. Me dijo en francés que había quedado con sus amigos en algún lugar para ir a jugar a los bolos pero que se había perdido ―mentira cochina― y me preguntó si podía mirar mi mapa, si es que llevaba uno encima. Sí que lo llevaba, él lo consultó y después dijo algo así como "Me gustaría quedar contigo algún día".

Es condición sine qua non que los amantes extranjeros te pongan un mote

Helena y Julien se enviaron unos cuantos mensajes de texto antes de quedar por primera vez. Él la llamaba bromeando "Miss America", porque es condición sine qua non que los amantes extranjeros te pongan un mote. Al final de su primera cita, en una exposición sobre Jim Carrey en la Cinématèque Francaise, se besaron sobre un puente. En la segunda cita durmieron juntos y, después de aquello, ya estaban saliendo-saliendo.

"No había cuelgues turbios ni mierdas rollo 'pero tú y yo qué somos' a los que estaba tan acostumbrada. No hubo ninguna conversación del tipo '¿Quieres ser mi novio/novia?' ni nada por el estilo. Simplemente estábamos…", me contó. Estuvieron juntos durante el resto del semestre y cinco meses después de eso. Cuando volvió a su universidad en Nueva Inglaterra, Helena rompió con Julien por Skype.

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Jessica*, que salió de su país para estudiar en Buenos Aires en el otoño de 2010, también se hizo con un novio temporal, aunque su relación estaba sobre todo basada en el sexo. La emoción de tener un rollo estable, especialmente si tiene un acento raro, es universal y extrañamente accesible.

"El novio que me eché mientras estudiaba en el extranjero era un tío muy majo, pero las circunstancias cuando nos enrollábamos siempre me hacían sentir extraña", me dijo. "En Argentina es normal que los adultos jóvenes vivan con sus padres cuando están en la veintena y, como resultado, han surgido unos hoteles para enrollarse llamados telos donde los adolescentes cachondos pueden follar sin miedo a que sus padres irrumpan en la habitación. Básicamente te plantas ahí, pagas la habitación, tienes sexo y te largas. Afortunadamente mi caramelito argentino tenía buen gusto en lo referente a los telos, así que nunca fuimos a ningún sitio que fuera realmente sórdido. Sin embargo, la primera vez que nos liamos fuimos a uno que tenía un jacuzzi en forma de corazón y en la tele solo ponían porno".

Aunque todo esto suena como el caldo de cultivo perfecto para generar anécdotas, los rollos cuando estás estudiando en el extranjero también suponen un auténtico peligro, incluso/especialmente si te lo estás pasando bien y has bajado el listón en ese momento. Lo ideal es hacerte con un rollete rutinario y fiable ―que sabes que podría haberte asesinado en el primer momento si hubiera querido― como hicieron Helena y Jessica.

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Fui a estudiar a la India y estuve cagándome en los pantalones durante cuatro meses, por lo que literalmente no tuve sexo

Cuando Rebecca* fue a estudiar a París en el verano después de su segundo año en la universidad, apenas sabía hablar francés. Su hándicap lingüístico le dificultaba mucho encontrar tíos y, siendo una mujer negra, a menudo se encontraba en el extremo receptor de frustrantes "piropos" y comentarios desagradables.

Una noche conoció en un bar a Pierre. Su inglés era tan escaso como el francés de ella. En ese momento, Rebecca procedió a tener el rollo más "estúpido" y arriesgado de su vida. Conforme iba pasando la noche, Pierre la iba invitando a más bebidas y finalmente le preguntó si quería acompañarle a su casa. Dijo que vivía cerca de la Torre Eiffel, que no estaba demasiado lejos de donde se alojaba ella. Rebecca estaba recuperándose de una ruptura, así que decidió: "Lo que pasa en París se queda en París, ¿no?".

Pero de repente ya no estaban en París.

"Conforme el taxi empieza a moverse, me doy cuenta de que nos estamos adentrando cada vez más en el campo", dijo Rebecca. "Lejos de ver la Torre Eiffel, empiezo a ver montañas que no había visto nunca y ni siquiera puedo ver ya la ciudad. No paro de preguntarle si ya estamos cerca y él no para de contestar que casi. Empiezo a pensar para mis adentros: 'Así es EXACTAMENTE como desaparecen las chicas en el extranjero'. Nadie sabe dónde estoy. Ni siquiera yo sé dónde estoy".

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A las tres de la mañana llegaron finalmente a la casa de Pierre.

"Empezamos a enrollarnos y entonces me doy cuenta de que no sé decir condón en francés. Ni puñetera idea. Y no tengo habilitados los datos internacionales en el móvil. Así que básicamente hago gestos como si enrollara un condón en su polla, y él dice, 'Un préservatif?'".

Pasaron la noche teniendo sexo y por la mañana Rebecca supo que Pierre vivía con sus padres, con su hermana mayor y con el hijo pequeño de esta. Habían dormido toda la noche en la habitación de al lado… muy típico francés.

Rebecca intentó escabullirse fuera de la casa antes de que la familia se diera cuenta de que estaba ahí, pero la obligaron a quedarse a desayunar y a mantener una conversación para la que su nivel básico de introducción al francés no la había preparado.

"Ahí estoy yo, sentada a la mesa, desayunando con toda la familia, llevando un mini vestido bajo una sudadera que me ha prestado él, un par de shorts de deporte y los tacones que me había puesto para salir la noche anterior. Y su madre hablándome alegremente en francés, preguntándome por mis opiniones políticas y su padre preguntándome qué estudio. Y yo con una resaca brutal, así que no paro de asentir y sonreír". Después del desayuno, Pierre la llevó de vuelta a la ciudad, dando así por clausurado el "rollo más estúpido de su vida" con un agradable final libre de violencia.

Merece la pena mencionar que algunas mujeres no tienen sexual cuando estudian en el extranjero ―"yo fui a estudiar a la India y estuve cagándome en los pantalones durante cuatro meses, por lo que literalmente no tuve sexo", me dijo una amiga―, pero esto probablemente no es lo normal. Incluso aunque no disfrutes de un rendezvous en el país que se ha convertido en tu "hogar lejos del hogar", la mentalidad de "festival del folleteo" viaja contigo cuando coges ese vuelo de Ryanair que te ha costado 29 euros con destino a cualquiera de las ciudades a las que viaja Ryanair.

Cuando yo fui a Praga durante un fin de semana para visitar a una amiga, conocí a un australiano en un club, lo que inevitablemente desembocó en que yo me enrollara con él bajo un puente junto al río Vltava, no muy lejos de un grupo de vagabundos que dormían profundamente a nuestro lado. Aquella mañana, llevando un minivestido beige y un par de tacones negros llenos de mugre, me uní a las hordas de checos impecablemente vestidos que se dirigían a sus respectivos trabajos para tratar de encontrar la habitación de mi amiga en la residencia de estudiantes donde se alojaba. Esperando que ella supiera que yo estaba viva, me paré a comerme un pretzel en una panadería que había en el metro. Nunca volveré a ser tan estúpida.


*Hemos cambiado los nombres.