FYI.

This story is over 5 years old.

Identidad

Cómo se convirtió el bótox en una toxina adorada

Desde su origen como toxina mortal presente en la comida rápida hasta su uso actual como polémico procedimiento de belleza, pasando por su utilidad como milagrosa cura para la migraña, la toxina botulínica ha recorrido un largo camino.
Image by KKGas / Stocksy

El bótox (o toxina botulínica) es una de las sustancias que más opiniones encontradas suscita: muchas personas conciertan citas con su proveedor de confianza para asegurarse de que la fuente de la eterna juventud nunca se seca, mientras que otras juran y perjuran que jamás la tocarán (o mejor dicho, que el bótox jamás las tocará a ellas). La popularidad del bótox ha ido sufriendo altibajos, desde sus inicios como sustancia venenosa e incomprendida que provocaba la muerte hasta sus días de gloria, allá por los años noventa, cuando los especialistas en cosmética no parecían tener suficiente. "El bótox es lo mejor del momento", proclamaban los titulares de casi todas las revistas. Y quizá tenían razón.

Publicidad

La historia del bótox es larga y tortuosa, y sus usos son mucho más variados de lo que mucha gente podría suponer.

El descubrimiento de la toxina botulínica

La primera vez que se oyó hablar de la toxina botulínica sus propiedades cosméticas eran completamente desconocidas; de hecho, su uso original era de todo menos bello. En 1820, después de la muerte de decenas de alemanes (al parecer tras ingerir morcillas mal preparadas), un científico llamado Justinus Kerner decidió que debía de haber una causa más convincente.

Durante su investigación, en la que llevó a cabo experimentos con sobras de comida, descubrió que el envenenamiento alimentario y los síntomas neurológicos posteriores se debieron al consumo de alimentos enlatados de forma inapropiada e incluso llegó a inyectarse toxina botulínica para buscar y desarrollar posibles tratamientos. Los estudios de Kerner condujeron a la primera definición clínica del botulismo.

En una etapa posterior del siglo XIX, Émile van Ermengem descubrió la fuente bacteriana de la toxina y la aisló para poder investigarla en mayor profundidad. Aquello sucedía en un momento en que la industria de envasado de alimentos estaba en pleno apogeo, por lo que el botulismo se estaba convirtiendo en una enorme amenaza para la salud pública. La investigación de Van Ermengem fue el catalizador necesario para empezar a buscar una solución al problema; un equipo liderado por Karl F. Meyer en la Fundación Hooper de San Francisco se dedicó exclusivamente a aislar, extraer y desactivar la toxina, cosa que no tardaron en lograr, preservando de este modo la integridad de la industria de enlatado y evitando el envenenamiento de miles de personas.

Publicidad

Primeros usos prácticos

En la década de 1950, el Dr. Vernon Brooks descubrió que la inyección de una pequeña cantidad de toxina botulínica podía relajar un músculo temporalmente. Otro hombre llamado Dr. Alan B. Scott no tardó en empezar a experimentar en monos y descubrió que la toxina botulínica tenía la capacidad de descruzar los ojos cruzados. Aquel fue el primer paso hacia el amplio uso que actualmente se hace de la toxina botulínica para tratar desórdenes musculares. Sin embargo, también observó que dejaba a los pacientes con los ojos bien abiertos y que reducía visiblemente sus arrugas.

El bótox para uso cosmético

Cuando se descubrió por primera vez que los cirujanos plásticos experimentados podían inyectar bótox para eliminar las arrugas de la frente, las líneas de expresión y todas las demás arrugas de los rostros de sus pacientes, se produjo tal demanda de esa sustancia que los suministros se agotaron completamente. En 1997, cuando el abastecimiento en Manhattan finalmente volvió a situarse al mismo ritmo que la demanda, el New York Times publicó un artículo titulado "Terminó la sequía. El bótox ha vuelto".

Aquel fue el inicio de una nueva era, una era en la que todo el mundo acabaría por tener una opinión acerca del bótox, independientemente de si lo habían probado en sus carnes o no. Durante los primeros años, la mayoría de gente no se decidía a probarlo. Antes de que el feminismo se convirtiera en un concepto más mainstream, resultaba incluso mucho más común que ahora juzgar abiertamente a las mujeres por sus elecciones en lo relativo a la belleza. Los tabloides difundían cada vez que una mujer se mostraba en público con el rostro un poco más suavizado y un poco más redondeado de lo que estaba en su última aparición.

Publicidad

Actualmente las cosas han cambiado ligeramente, a veces vemos en Instagram fotos que publican las mujeres desde la consulta de su médico, selfies en mitad del procedimiento o imágenes del antes y el después cuando se someten a un tratamiento cosmético, sea por el motivo que sea. Aunque seguimos especulando sobre la apariencia de estas mujeres, el cambio a mejor de sus cuerpos y la transparencia que eligen exhibir con sus seguidores es algo muy positivo.

La toxina como tratamiento

El bótox cuenta con muchas aplicaciones prácticas capaces de cambiarnos la vida que van más allá de la alteración de nuestra fachada. Puede emplearse para comprender el mecanismo específico de los trastornos de los músculos oculares mediante inyecciones guiadas por electromiograma; durante este procedimiento los pacientes que sufren de algún trastorno como el estrabismo reciben anestesia local y los médicos observan el ojo para saber qué músculos en concreto son los que contribuyen al problema.

Esta versátil sustancia también se emplea en el tratamiento de otros trastornos musculares como por ejemplo la distonía, el espasmo hemifacial, los espasmos vaginales y la discinesia orofacial. Incluso se emplea para bloquear las glándulas sudoríparas en pacientes que transpiran en exceso. El potencial bloqueador de los nervios que posee el bótox puede emplearse de muchas formas y los médicos tan solo están empezando a descubrir las aplicaciones prácticas de lo que en su día fue un material profundamente incomprendido.

Quizá el uso más común del bótox, aparte de los fines cosméticos, sea para aliviar el dolor de quienes sufren migraña crónica. La FDA ha aprobado recientemente la aplicación de inyecciones intramusculares de toxina botulínica para quienes sufren migrañas 15 o más días al mes; el tratamiento incluye 31 inyecciones en 7 puntos diferentes del cuello y la cabeza y tiene un patrón similar al de un mapa de acupuntura. Este tratamiento podría cambiar la vida de quienes sufren migraña crónica: imagínate pasar de estar completamente postrado durante la mitad del mes a recuperar la funcionalidad gracias a unas pocas inyecciones aplicadas en el rostro y el cuello.

Independientemente de si usarías el bótox para cualquiera de estos usos milagrosos o no, no se puede negar que ha recorrido un largo camino desde su descubrimiento en la década de 1800. Cada vez que parece que va a pasar de moda descubrimos un nuevo uso para él o decidimos que, después de todo, no es tan anti-feminista.