Un día en la vida de una adolescente transgénero
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Identidad

Un día en la vida de una adolescente transgénero

En 2013, cuando tenía 12 años, Maya comenzó a identificarse con el género femenino. Según el Programa de Prevención del Suicidio entre los Adolescentes de EUA, más del 50 por ciento de los adolescentes transgénero intentaron suicidarse antes de los 2...

El 8 de septiembre a las 5:45 de la madrugada, Maya DeLong, de 14 años de edad, se despertó para ir a su primer día de clase en el instituto. Se levantó de la cama, se duchó y se vistió. Se puso una camiseta de color lavanda de Death Cab for Cutie (un regalo de su padre), unos pantalones vaqueros cortos y unos calcetines azul cielo. Bajó las escaleras y desayunó cereales. Se sentó con su madre Susan y con su padre Bill en la cocina de su casa en Durham, Maine. La casa está llena de muebles antiguos de madera. Piedras y cristales de mar decoran las repisas de las ventanas. Un remo astillado cuelga de la pared. Una típica casa de playa.

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Después del desayuno, Susan y Bill llevaron a Maya al jardín delantero para hacerle una fotografía de su primer día de instituto, un ritual que realizan cada año desde que iba al jardín de infancia. Maya apoyó un pie sobre una roca y la mano izquierda sobre la cintura cintura y Susan hizo la foto.

Sin embargo, la fotografía de este año fue diferente a las anteriores, las otras habían sido de Ben. En junio, en su último día de secundaria, Maya había declarado públicamente que era transgénero y esa mañana de septiembre, iba a ir a clase, por primera vez, como mujer.

De camino al trabajo, Susan dejó a Maya en el instituto Waynflete de Portland, una escuela privada, diferente a las que Maya había ido antes de su transición pública. Al ser una estudiante precoz, con interés por las matemáticas y las ciencias, todo apuntaba a que Maya iba a ser bien recibida por los estudiantes Waynflete. La escuela tiene muy buena reputación por parte de los estudiantes transgénero que estudiaron allí, y se ha convertido en una de las instituciones educativas más tolerantes con las personas transgénero del estado, resultado de la actitud progresista de Portland respecto a las personas LGBTTTI. (A principios de este año, Nicole Maines, una estudiante transexual de último año en Waynflete, ganó el premio del Fondo de las Mujeres de Maine por «haber logrado un hito histórico que sirve como referente para los derechos de las personas transgénero en los EUA». Debido a que en su antigua escuela la obligaban a usar un baño especial en lugar del de niñas, ella y su familia presentaron una demanda contra la escuela y la cambiaron a Waynflete, donde fue bien recibida.)

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De camino al instituto, Maya se puso los auriculares y escuchó su música favorita: Pilots, All Time Low, Fall Out Boy, Imagine Dragons. La música la tranquilizaba. Mientras Susan se detenía para dejar a Maya, ésta se repetía a sí misma, «Puedo hacerlo, puedo hacerlo, puedo hacerlo».

Ser una adolescente transexual no es nada fácil. Según el Programa de Prevención del Suicidio entre los Adolescentes de EUA, más del 50 por ciento de los adolescentes transgénero intentaron suicidarse antes de los 20 años de edad. La lucha por entender su disforia de género, sumada a la falta de apoyo familiar, ha obligado a muchos jóvenes transgénero a irse de sus casas. El cuarenta por ciento de los jóvenes sin hogar son transgénero, y un 90 por ciento se va de sus casas debido al rechazo o el repudio familiar. Muchos padres no tienen la educación adecuada para entender la disforia de género de sus hijos, y muchos prefieren que el niño reprima sus sentimientos a tener que lidiar con la situación.

La falta de aceptación en las escuelas es más alarmante: el 90 por ciento de los adolescentes transgénero son agredidos verbalmente por sus compañeros en las escuelas y el 76 por ciento experimenta acoso sexual. A causa de la falta de apoyo, económica o emocional, muchos jóvenes transgénero no pueden llevar a cabo una transformación médica hasta que cumplen la mayoría de edad y, por lo tanto, no hay muchos datos para comparar el total de adolescentes transgénero con el total de personas que se someten a una terapia hormonal. El tratamiento médico para jóvenes transgénero menores de edad es prácticamente algo nuevo, y hace tan solo tres años que los hospitales pediátricos han empezado a utilizar hormonas con los jóvenes transgénero. En 2012, la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud de las personas Transgénero (WPATH, por sus siglas en inglés) dio a conocer una serie de pautas que recomiendan que los chicos transgénero se sometan a una terapia hormonal a los 14 años, para que puedan entrar en la pubertad de su género elegido al mismo tiempo que sus compañeros. Este era el plan de Maya y sus padres.

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A pesar de contar con el apoyo de sus padres, a Maya no le fue fácil salir del armario. En 2013, cuando tenía 12 años, Maya comenzó a identificarse con el género femenino. Tenía la sensación de que algo no estaba del todo bien biológicamente, y después de casi un año de investigación en internet, Maya decidió escribirle una carta a sus padres. «Quería escribir mi propia carta, pero terminé copiando y pegando algunas cosas que encontré en internet», dijo Maya. «La redacción y el tono estaban tan mal que parecía una broma». No ayudó mucho que Maya la pusiera debajo de la almohada de su padre el 31 de marzo. Él no lo vio hasta el día siguiente: el día de los inocentes. Susan y Bill, sus padres, se rieron al leer la carta de Maya, pues creían que era una simple broma del día de los inocentes. Maya ocultó sus sentimientos al ver que no se lo tomaban en serio. No fue hasta un año más tarde que ella volvió a hablar sobre el tema.

Luego, en un día soleado de primavera de mayo de 2014, Susan llevó a Maya a una cita médica de rutina. Maya había planeado contárselo a su madre ese día. Se había estado preparando durante semanas. Pero, ¿qué le iba a decir? ¿Cómo se lo iba a decir? ¿Cómo podía hacer que sus padres lo entendieran? Mientras entraban en el aparcamiento, Maya lo soltó todo. «Mamá, soy transgénero». Maya giró la cara, la aplastó contra el reposacabezas de cuero de su asiento y comenzó a llorar. «No sabía cómo procesarlo. No sabía cómo actuar», dijo Maya.

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Susan sospechaba que el primer intento de Maya de salir del armario (la carta) había tenido una pizca de verdad. «No pensé que fuera gay ni nada por el estilo, simplemente no la veía muy masculino». Aunque Maya no recuerda esta conversación, cuando tenía 10 años se acercó a Susan y le preguntó si una persona podría haber nacido en el cuerpo equivocado. Susan le explicó lo que significaba transgénero, pero no era como si a maya se le hubiera encendido una lucecita en la cabeza. «Muchos chicos transgénero dirían: "Oh, yo siempre supe que era una niña". Yo no sentí eso», dijo Maya. «Me sentí bastante bien hasta 2012. Después fue como, "¿Qué está pasando?"». Sin embargo, de pequeña, cuando era niño, a Maya le gustaba jugar y fantasear con que era una sirena. «Tal vez era porque estaba tratando de escapar de mi cuerpo masculino», dijo, «pero yo no lo sabía en ese entonces».

Cuando Susan llamó a Bill, que estaba en el trabajo, para contarle la noticia de que Maya había dicho que era transgénero, Bill quedó devastado y confundido. Estaba preocupado no solo por el bienestar de Maya, sino también por su propio bien. ¿Qué dirían sus padres, tan conservadores? Bill estuvo en la marina durante más de 20 años, y muchos de sus amigos también son exmilitares. ¿Lo aceptarán? Estaba asustado. «No puedo con esto», dijo Susan, sintiéndose impotente. Llamó a su hermana Margaret, cuyo hijo se había declarado gay diez años antes, en busca de apoyo.

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Margaret también entendió la conexión biológica de Bill con el género de nacimiento de Maya. «Bill sintió que estaba perdiendo un poco a su hijo», dijo. La falta de preparación de los padres es algo común cuando un hijo se declara transgénero. No saben por dónde empezar. Pero lo más difícil de sobrellevar es el duelo por el que el padre con el mismo sexo del hijo tiene que pasar, no solo por la identidad que el niño está dejando atrás, sino también por la pérdida de la capacidad de los padres de vivirlo. «A menudo me encuentro con que los padres son los que tienen más dificultades para aceptar que su hijo es transgénero», dijo Susan Maasch, fundadora de la Fundación por la Igualdad de la Juventud Transgénero (TYEF, por sus siglas en inglés). «Muchos sufren demasiado, y hay otros que no. Los que no lo hacen reconocen que su hijo fue una chica todo el tiempo, que nació de esa manera».

El género de nacimiento de un hijo puede ser una faceta importante de cómo un padre ve a su hijo como una extensión de sí mismo. Un padre va a invertir gran parte de su propio ego en un hijo: es quien va a llevar el nombre de la familia, un poco de sí mismo va a vivir en su hijo. Y entonces el niño, desde el punto de vista de su padre, renuncia a todo eso. Si Ben desapareció, ¿entonces también desaparecen los recuerdos de él como niño? Cuando construyeron una fortaleza en el jardín trasero, cuando tallaron juntos una espada de madera, la necesidad de entender su amor por los videojuegos y la música punk pop, las ansias de que Ben tuviera su primera novia. ¿Podría ser igualmente un buen padre para Maya como lo fue para Ben? ¿Estaría orgulloso de ella? ¿Estaría orgulloso de sí mismo? A pesar de que Maya sigue siendo su sangre y de que su amor incondicional sigue ahí, independientemente de su género, Bill sintió, de alguna manera, que estaba perdiendo a su hijo.

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Susan también sufrió con la noticia. Durante las primeras semanas, lloró varias veces. Y, al igual que Bill, sus padres eran conservadores. Recordaba los comentarios que su padrastro hacía sobre los homosexuales, y Maya siempre había sido como la oveja negra de la familia entre sus primos. Existía la posibilidad de que a pesar de que Maya se estaba aceptando a sí misma, su familia podría ponerle algunas trabas. Bill le había mencionado a Susan que tal vez lo mejor era esperar a que Maya cumpliera 18 años para comenzar a referirse públicamente a ella como mujer, que tal vez era la opción más segura para todos. Susan no quería decir sí ni no. No sabía mucho acerca de los jóvenes transgénero y quería investigar antes de tomar cualquier decisión. «No sabíamos lo que debíamos hacer», dijo Susan. «Estábamos abrumados. Pero como padre, te llegas a adaptar». Maya les insistió para que le permitieran comenzar con la transición de inmediato. No hacía falta decírselo a toda la familia de golpe. Maya quería tomar inhibidores de hormonas y estrógenos para convertirse en chica antes de empezar en el instituto. Susan y Bill decidieron hacer lo que Maya quería y comenzaron a referirse a ella por su nueva identidad, al menos en casa, mientras que el resto del mundo la seguía conociendo como Ben.

Después de que Susan y Bill se decidieran a apoyar incondicionalmente a Maya en su transición y dado que ella quería hacerlo inmediatamente, buscaron información y apoyo de la TYEF. Por suerte, la TYEF se encuentra justo en el centro de Portland, a unas cuantas manzanas del trabajo de Bill. Susan Maasch fundó la TYEF en 2007, después de que su hijo transgénero fuera objeto de discriminación en su escuela pública cerca de Bangor, Maine. Es la única organización en el país que ofrece grupos de apoyo, asesoría legal y médica y campamentos de verano específicos para jóvenes transgénero. En 2014, ayudaron a más de 800 personas de todo el país. En agosto de este año, ya habían superado esta cifra.

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Susan, Bill y Maya fijaron una reunión con Maasch para entender mejor su situación. «Maya es increíble», dijo Maasch. «Sus padres se mostraban muy apasionados, eran cariñosos y estaban dispuestos a hablar de todo, y nosotros estábamos ahí para apoyarlos". Maasch le recomendó a Maya asistir a su próxima sesión de campamento de verano, programada para agosto, para que pudiera conocer a otros niños que también estaban en transición. «Cuando regresó del campamento, saltaba de felicidad por toda la cocina», dijo Susan. «Después del campamento, Maya estaba más comunicativa. Su personalidad era otra», agregó Bill. Estar cerca de otros niños transgénero le demostró a Maya que no estaba sola y le permitió aprender cómo las personas viven sus propias experiencias. «Sé quién quiero ser, y lo voy a ser», dijo Maya. «Ahora no se trata de quién quiero ser, sino de quien soy».

Maya había estado viendo a un endocrinólogo desde que les dijo a sus padres que era transgénero. En septiembre comenzó a tomar Supprelin, que regula la liberación de testosterona y hace que, químicamente, la transición a una mujer sea más rápida, sobre todo si se hace en las primeras etapas la pubertad, como en el caso de Maya. Bill aún contaba con su seguro médico de Veteranos, por el tiempo que estuvo en la marina, el cual prohíbe estrictamente la asistencia médica a familiares transgénero, incluyendo terapia de salud mental. Con el fin de obtener el inhibidor de hormonas, que se implanta quirúrgicamente en la parte superior del brazo, no podían mencionar que era para que Maya hiciera la transición a mujer. Algunos niños toman este tratamiento para la pubertad precoz, que es una condición que hace que los niños comienzan la pubertad desde los 8 o 9 años de edad. Pero cuando Maya comenzó con el estrógeno en diciembre, el segundo paso en el cambio de sexo con hormonas, la familia tenía a pagar de su bolsillo el medicamento, porque el seguro de Bill no lo cubría. Por suerte, no era caro, tan solo 9 euros por un suministro de 90 días, y a principios de este año, Bill consiguió un trabajo en el Departamento de Seguridad Nacional, donde tiene un seguro más inclusivo para los familiares transgénero.

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A medida que el estrógeno comenzó a surtir efecto, Maya vio cambios físicos en su cuerpo. Los senos le comenzaron a crecer lentamente, se le acumulaba más grasa en las caderas y se le afiló la mandíbula. Y a pesar de que estos cambios pasaron en gran parte desapercibidos por sus compañeros durante el primer semestre de 2015, no dejaron de molestar por completo a Maya en la escuela. «Me llamaron gay muchas veces», dijo. Después de ser aceptada en Waynflete a principios de año, Maya optó por dejar las pruebas estandarizadas en primavera. Durante los períodos de exámenes, se iba a la biblioteca. Un día se sentó y cruzó las piernas. Un compañero de clase, un niño que siempre la criticaba, le dijo: «Estás cruzando las piernas. ¿Eres gay? ¡Solo las chicas hacen eso!». Al día siguiente, cuando se cruzaron de nuevo: «¿Llevas calcetines de niña?¿Eres gay? ¿Eres un travesti?» Aunque sus comentarios herían a Maya, ella no les dio mucha importancia. Tenía en la mente cosas más importantes, como decirle a sus amigos y familiares que era transgénero en su último día de secundaria, que sería su último día como Ben.

El principal obstáculo era el decirle a los padres de Bill y de Susan. Bill y Susan decidieron, a principios de junio, escribirles una carta a cada miembro de su familia. Querían ser honestos y directos, pero querían estar lo suficientemente lejos para que la familia asimilara la noticia. Susan puso la carta para su padrastro en el correo un lunes. Todavía vivía en Maine, por lo que la carta debió de haber llegado al día siguiente. Dado que ya era jueves y no había ninguna noticia, Susan se puso nerviosa. «Estábamos en ascuas», dijo. Ese día, le preguntó a su sobrino qué había pasado con la carta. Su padrastro le dijo que necesitaba más tiempo para asimilarlo. Sin embargo, más tarde esa noche, le envió un email a Susan en el que le decía que aquello explicaba muchas cosas y que apoyaba la decisión de Maya. Incluso la animó a que saliera, se socializara y estuviera orgullosa de sí misma.

Bill contó con la ayuda de su hermana Margaret, quien pasó por una situación similar cuando su hijo declaró ser gay. Fue Margaret quien entregó personalmente la carta de Bill a sus padres, quienes ya tienen más de 80 años. «No puedes limitarte a pasarla por debajo de la puerta», dijo. Margaret se sentó allí mientras ellos leían la carta.«Bueno, no es que nunca nos hayan sorprendido», dijo su madre, en referencia al hijo de Margaret. Después de eso, sus padres le enviaron un mensaje de texto a Bill. «¡Vaya! Estate tranquilo», decía. A pesar de la brevedad, Bill se sintió aliviado. Todo parecía estar bien con la reacción de la familia.

Pero cuando Susan y Bill publicaron en Facebook la decisión de Maya, el 19 de junio, su último día en la secundaria, Bill tuvo que cortar los lazos con algunos amigos—aquellos que había conocido durante años en la marina—después de recibir mensajes negativos sobre Maya. «Me hierve la sangre», dijo Bill. «Pero yo soy el padre de mi hija. Ella es lo más importante». A pesar de que algunos no se tomaron muy bien la noticia de Bill, la familia estaba en gran parte feliz con el resultado. «Habíamos estado preocupados por ello durante mucho tiempo, y entonces sucedió y no fue un problema», dijo Susan. «La vida sigue de lo más normal».

Desde que Maya dijo abiertamente que era transgénero, su vida personal no ha sufrido grandes cambios. Ella todavía opta por jeans ajustados y camisetas en lugar de blusas y faldas. Y no usa maquillaje. «Adoro las Converse», dijo Maya. «No todas las mujeres cisgénero tiene un físico totalmente femenino, así que ¿por qué deberían tenerlo las chicas transgénero?». A pesar de su forma de vestir, durante el verano, muchas personas —el recepcionista de un hotel, el cajero en un Dunkin Donuts, los clientes en un centro comercial en Boston— se dirigen a ella en femenino. «Le pasa eso por su esencia, no por su forma de vestir», dijo Susan.

Después de lo sucedido—la declaración a todo el mundo y el hecho de que Maya se sienta más segura de sí misma— la familia ya podía centrarse en el comienzo de Maya en el instituto. Ya habían informado en el centro de que Ben, el nombre que estaba en su matrícula, ahora era Maya. En Waynflete ni se inmutaron. «Es cuestión de tratar a todos los estudiantes de igual manera», dijo Cathie Connors, decana de Waynflete. «Aquí, la comunidad es muy abierta y tolerante, hemos recorrido un largo camino desde hace cuatro o cinco años». Todos lo baños en Waynflete son para ambos géneros, y las escuela estaba al pendiente de cualquier otra preferencia que Maya pudiese tener en relación con su ingreso en el instituto. Incluso tienen un club de personas LGBT en el campus, al que Maya se unió inmediatamente. Sintió que tal vez en este lugar podría ser realmente ella.

Lo primero que dijo Maya cuando Susan la recogió de la escuela fue que había conocido a muchos amigos en potencia. Durante la jornada de orientación, dos semanas antes, Emma, una chica rubia con vaqueros ajustados negros y una pulsera de Imagine Dragons, le había dicho a Maya que le encantaba su camiseta, así que el primer día de clase se hicieron amigas. Aunque Emma no le ha preguntado a Maya si es transgénero, un niño sacó el tema con Maya en una excursión para alumnos de nuevo ingreso la semana anterior. Maya le confirmó que sí, que ella era transgénero. El muchacho no parecía sorprendido, e incluso se disculpó por si había sido grosero al preguntar. «Simplemente voy a ser yo misma», dijo Maya. «Si alguien me pregunta si soy transgénero, les voy a decir la verdad. No tengo nada que ocultar».

Después de la clase de álgebra avanzada, inglés e historia, el resto de la tarde transcurrió sin problemas. Maya se encontró con más niños que parecía podrían ser buenos amigos y pasó su tiempo libre haciendo los deberes de historia. Susan trabaja en la misma calle en la que está Waynflete, lo que fue muy conveniente para recogerla, pero Bill estaba trabajando desde su casa ese día y esperó ansioso a que su hija regresara a casa. Quería asegurarse de que se había sentido aceptada, que se sentía segura. Sobre el aparador del salón de la casa reposa una foto de Maya como Ben, con el pelo muy corto, escondido debajo de un gorro gris de lana. Muestra una sonrisa forzada para la cámara. Maya dijo que no le importan las fotos que hay en la casa, que no se avergüenza de quien era antes. «Sigo siendo yo», dijo Maya. «Solo que en esta ocasión soy una chica».