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Identidad

Lo peor de los tampones no es su precio

Más allá de sus precios desorbitados, los tampones contaminan más y su publicidad nos impone un modelo de menstruación basado en la vergüenza y los tabúes.
IMAGEN VÍA WIKIPEDIA

Me olvidé un tampón dentro durante casi una semana cuando tenía 17 años y estaba en mitad del viaje de fin de curso en Italia. Fue una experiencia traumática y, sobre todo, maloliente. Pensad en un trozo de algodón grueso al fondo de tu vagina durante muchos días. Pues eso. En aquella época nadie hablaba del síndrome del shock tóxico, pero supongo que ahora todo el mundo pensaría que sobreviví de milagro. La respuesta es no. Lo que me pasó a mí es muy frecuente. Lo del síndrome de shock tóxico por suerte no.

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La ginecóloga Sofia Fournier, de la Clínica Dexeus de Barcelona, me tranquiliza un poco con este asunto y me dice que dejárselo dentro es algo muy común. "He recibido muchas mujeres en la consulta por este motivo y cuando eso ocurre el olor del flujo es espantoso", explica. Esto puede provocar un cambio en el pH de la vagina o en el peor de los casos una infección vaginal, pero hay veces en los que simplemente no sucede nada. La doctora afirma que los tampones, en general, "son muy bien tolerados por la población y en muy pocas pocas ocasiones manifiestan fenómenos de alergia o de malestar". Sin embargo, Fournier también admite que no conoce todos los materiales que componen un tampón más allá del algodón.

El desconocimiento es una de las denuncias que reivindican desde la Asociación para la Difusión de la Copa Menstrual y la Cultura Femenina (ADCM). Esta plataforma cuestionó a las principales marcas de tampones en España (Evax y Tampax) los materiales de sus tampones. Les dijeron que como los tampones y las compresas no se consideran artículos médicos no es obligatorio enumerar los ingredientes en el paquete. La única información que pudieron aportar es que están hechos de materiales como algodón, rayón e hilos sintéticos.

Si bien es cierto que los casos de síndrome de shock tóxico son "escasos y extremadamente minoritarios" —según Fournier— algunos estudios recientes apuntan a posibles riesgos de los tampones. Un estudio del año 2015, de la Universidad de La Plata (Argentina), señaló que los tampones, así como el algodón o las gasas, podían tener glisofato, un herbicida potencialmente cancerígeno según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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Pero más allá de las implicaciones sanitarias, los tampones son los productos menos rentables para la menstruación, tanto económicamente como medioambientalmente. Si una copa te puede costar alrededor de unos 20 euros y se puede amortizar unos cinco años (según la Fundación de Prevención de Residuos y Consumo Responsable), en esos mismos cinco años te gastarás alrededor de 180 euros en compresas y unos 216 euros en tampones aproximadamente. Haz cálculos si quieres averiguar lo que te gastarás el resto de tu vida fértil.

Mi ideal de menstruación es que nos den un menstruónomo, un espacio donde estar tranquilas y donde podamos dejar la sangre rociar nuestras piernas

Además, un estudio de FACUA-Asociación de Consumidores sobre el Estudio comparativo de los precios de compresas y tampones (2015) determinó que el precio de estos productos puede variar hasta en un 400 % en un función de la marca y el supermercado. El análisis hacía especial hincapié en las diferencias desorbitadas en los productos básicos de higiene íntima. El portavoz de FACUA, Rubén Sánchez, ha explicado a Broadly que desde esta asociación también están luchando por bajar el IVA del 10 % al superreducido del 4%. En otros países, como en Canadá, estos productos se consideran de primera necesidad y tienen un IVA del 0 %. Esto mismo denunciaba la campaña Tampons from Canada, de La Despensa, que se hizo viral hace pocos días.

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La activista feminista Jesusa Ricoy dejó de usar tampones y se reconcilió con su menstruación después del parto de su hija. "En mi caso fue una cuestión feminista. He podido cuestionar una gran parte de mi fisiología que había crecido condicionada de manera patológica y desde el rechazo o el sufrimiento". Para ella, el problema es que todas las perspectivas sobre la sexualidad femenina están construidas en base a tiempos bíblicos, de cuando la menstruación era un tabú.

Precisamente muchos spots publicitarios, tanto de compresas como tampones, refuerzan esta idea de la invisibilidad del periodo: en la televisión la regla puede ser de muchos colores, como el blanco, pero casi nunca es roja. Basta pensar en spots protagonizados por mujeres con piernas largas y culos prietos bailando sin parar (¿por qué hay que bailar todo el rato?), partículas que aniquilan el "mal olor" o sofisticados aparatos futuristas como si la regla fuera una bomba que desactivar.

"Están mal representadas porque se hace hincapié en el hecho de que no se note, que no traspase, que no huela, que podamos hacer lo mismo que cuando tengamos la regla, haciendo deporte o yendo la piscina, cuando de lo que se trata es que nos dejen menstruar tranquilas", explica la actriz, activista y artista multidisciplinar Alicia Murillo.

Respecto a esta obsesión por "neutralizar" nuestro olor, Murillo cree que existe "un problema con los olores femeninos porque hay un problema con el cuerpo femenino y todo lo que sea su expansión". No sucede lo mismo con los olores de los hombres. ¿Cuántos anuncios hablan del olor de los penes? Ninguno. "La feminidad tal y como está concebida hoy en día tiende a recogerse, a cerrarse en nosotras mismas, todo lo que salga de nuestro cuerpo será calificado de "sucio", explica.

Murillo ha pasado por todas las fases: compresas, tampones y ahora copa. Cree que cada mujer debe elegir en función del método que mejor le funcione y no por imposición. La activista concluye: "A mí, por ejemplo, me parece muy interesante la copa menstrual pero tampoco me gusta pensar que es la panacea, porque no deja de ser un tapón de silicona que está taponando. Mi ideal de menstruación es que nos den un menstruónomo, un espacio donde estar tranquilas y donde podamos dejar la sangre rociar nuestras piernas".