Vivimos en una economía de mierda. Recuerdo, de adolescente, usar el teléfono para pedir pizza cuando mi economía precaria me lo permitía. Ahora, en pleno 2019, gracias a la era digital tenemos apps para pedir lo que sea hasta la comodidad de nuestras casas pero seguimos estando jodidos.Nuestro poder adquisitivo es bajísimo comparado con el de nuestros padres. Según Forbes, “el ingreso de un jefe de familia trabando a tiempo completo de la generación X ganaba 18 por ciento más que un millennial. Y comparado con los Baby Boomers, ganaban un 27 por ciento más que un millennial. Para las mujeres, la diferencia es del 12 y 24 por ciento, respectivamente”. Podríamos decir que vivir con un solo ingreso está bastante difícil.
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En México, sólo cuatro de diez millennials ganan más de 12 mil pesos mensuales, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Argentina tiene una inflación anual de 55.8 por ciento, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC), y mantiene una tasa que multiplica por 15 el promedio del continente (con excepción de Venezuela y su inflación interanual del 815.194 por ciento).
Somos una generación que tiene que rebuscarse generando otros ingresos alternativos. Podemos hacer dinero desde Snapchat, una webcam o con aplicaciones como Rappi que ayudan a generar dinero extra para sobrellevar la economía.La aplicación, fundada en el 2015 en Colombia, está presente en México, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Colombia. Los chicos y chicas que hacen que nuestro pedido llegue a su destino siguen siendo seres humanos (por ahora). Necesitan tratos y condiciones sostenibles y justas para que este tipo de aplicaciones sean sustentables en el tiempo.Se han registrado protestas en Bogotá en contra de la aplicación. Usuarios han exigido “modificaciones en la aplicación y mejores condiciones laborales”. En Argentina, el mes pasado, el juez Roberto Gallardo le exigió al Gobierno de Buenos Aires que “de forma inmediata” prohibiera la circulación de rappitenderos hasta que cumplan los “requisitos legales de seguridad de los repartidores que van en bicicleta o moto”, ya que los rappitenderos no contaban con seguro de vida y accidentes. Este tipo de peticiones también se han replicado en México.
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Hay varios grupos en Facebook para Rappitenderos en Latinoamérica. Ahí venden desde utensilios para trabajar, teléfonos y también funcionan como una especie de atención al trabajador: entre rappitenderos se disipan dudas sobre lo que significa hacer este trabajo. Me hice miembro de varios tomé testimonios de varios usuarios regados por Latinoamérica para saber qué les molesta de su trabajo, qué les gusta y de qué maneras podría mejorar. Estas son sus opiniones.
José, 26 años, Bogotá
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