Ser joven en Murcia, la capital española con más jóvenes
Foto por Javier Arcenillas modificada por VICE

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Ser joven en Murcia, la capital española con más jóvenes

Los murcianos son objeto de chistes por parte del resto de los españoles, pero la ciudad tiene mucho más que ofrecer.

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Se dice que los murcianos tienen un superpoder: reírse de los chistes que se hacen sobre ellos. En esta ciudad del litoral, encajonada entre la Comunidad Valenciana y Andalucía, sus 441.000 habitantes —según el censo de 2016— aceptan con humor las menciones a su región, a la que empiezan a denominar “la nueva Lepe”.

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Puede influir que mientras en tele o radio se dirigen con sorna a esta zona del mapa, ellos caminan a una temperatura media anual de unos 30 grados centígrados. O que gocen de 300 días con sol al año. Los murcianos, en cualquier caso, no parecen agobiados. Todos resaltan la comodidad de plantarse en algún punto de esta urbe tanto andando como en bici o transporte público.

La estación de tren de Murcia

En 2015, la media de edad en Murcia era de 39,93 años. Tres años por debajo de la media nacional y solo por detrás de Girona (pero la primera de más de 100.000 habitantes). Conviven en la región, además, 134 nacionalidades. Y de sobra es conocida su afición por los limones o su capacidad de alimentar sucesos truculentos en páginas de periódicos. En los últimos años, a Murcia también se la ha asociado con Granada por su ambiente nocturno y su afición a la música indie, teniendo entre la ruta festivalera el SOS o el Warm Up. Además, el programa La Vida Moderna, una de las sensaciones millennial del momento, ha puesto su nombre en boca de todos. Y eso que parecía no hacerle falta: por sus playas del Mar Menor, Águilas o Mazarrón han pasado generaciones de madrileños y otros lugares de interior a disfrutar el verano.

La realidad, como casi siempre, trasciende el estereotipo. Aunque no todo es motivo de guasa: la tasa de paro se situaba en el primer trimestre del año en un 38,74 por ciento para menores de 25 años (y en un 18,6 por ciento de índice global), según el Instituto Nacional de Estadística. Y la economía se basa principalmente en la agricultura o los servicios, sectores no muy rentables: la renta per cápita fue en 2016 la cuarta más baja de España, con 19.441 euros de media anuales.

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Caminando por el centro y algunas calles aledañas nos encontramos con varios jóvenes desenfadados y amables que nos cuentan cómo es ser joven en la diana de todos los chistes.

Tamara

Tamara espera en un callejón antes de entrar a un curso de celadora. A sus 27 años empieza a buscarse una salida concreta en lo laboral después de una juventud “tranquila” pero sin mucha estabilidad. Sus puntos de referencia son la zona de Las Tascas, zona principal de cañas y garitos, y las manzanas de su barrio. Allí aún mantiene a sus amigos de toda la vida.

“Aquí no queda otra que currar en hostelería, pero hay poco y dura poco” — Tamara

“Es fácil mantenerlos porque te ves a diario y porque puedes quedar sin problemas”, confiesa. Una “ventaja” de crecer en Murcia, destaca, aunque no haya “mucho con que entretenerse”. “La ciudad necesita más movimiento”, continúa, “y por eso muchos se van fuera”. Ella, de hecho, ha pensado más de una vez en salir. “Me he planteado ir a Barcelona porque me gusta mucho”, expone ante un futuro poco prometedor: “Aquí no queda otra que currar en hostelería, pero hay poco y dura poco”.

Tamara afirma que quedarse en verano en la ciudad 'es un infierno'

El verano, de hecho, es la época más fuerte para sacar dinero, pero quedarse en la capital “es un infierno”, según Tamara. “Esto se vacía. A lo largo del año, lo más habitual es salir con tu pandilla por el parque o Las Tascas y en verano ir a alguna playa cercana”, comenta.

Echa de menos que haya “más conciertos, más teatros”, a pesar de que se siente bien servida de drum and bass o indie, sus estilos de música preferidos. “Se nos critica mucho, por el acento y por eso de que vivimos en medio del campo, pero si hubiera trabajo se estaría fenomenal”, concluye, convencida de que si encontrara algo fijo no dudaría en establecerse aquí. “Y si salgo sería para volver”.

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Alejandro

Alejandro tiene 19 años y estudia el primer curso de Comunicación Audiovisual y cree que el adjetivo que define su ciudad es “tranquilidad”. “No hay aglomeraciones, puedes jugar debajo de casa y cuando vas creciendo te concentras en la zona de la universidad”, afirma justo a dos calles de la entrada a un edificio académico. “Es superfácil quedar con gente. Todo mi grupo sigue en contacto, aunque muchos están hartos. Te cansas porque Murcia es un pañuelo”, arguye Alejandro.

“Las distancias son cortas. Tienes pocos coches, la policía no molesta y hay un montón de kebabs” — Alejandro

Los destinos más comunes del éxodo murciano, enumera, son Valencia, Madrid, Granada o Córdoba. A él le “tocará” irse si quiere continuar con su profesión. “Si aquí encuentras trabajo en algún sitio, no hay quien nos saque. ¡Pero para un puesto bueno hay que marcharse!”, exclama.

Alejandro cree que se echan en falta festivales de música en la ciudad

Además dice que su trajín diario no sufre turbulencias: “Las distancias son cortas. Tienes pocos coches, la policía no molesta y hay un montón de kebabs”, sonríe. Con respecto a la imagen que reflejan en el exterior, Alejandro anota lo “de paletos y huertanos”. “Cuando me voy fuera noto que no me entienden y que hay ese recelo por no saber si van a poder comunicarse con nosotros o porque les vamos a hacer algo”, protesta.

“Murcia tiene un ambiente muy familiar, pero se echan de menos más festivales guapos, que traigan mucho turismo, y una estación de esquí”, explica. “De cinco años para acá sí que se percibe algún cambio. Están poniendo todo moderno y se ve gente de fuera”, zanja.

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Ángela

En realidad, Ángela es de Águilas, municipio playero donde sus padres tienen un restaurante, y no de Murcia. Tiene 25 años y se mudó a la capital hace seis años y ahora espera en la plaza de las Flores a otra amiga de su pueblo. Va a empezar Enfermería y compatibiliza dos trabajos de camarera.

“Mucha gente tiene casa en la costa, pero la ciudad es distinta. En verano está muerta” — Ángela

“En el invierno estoy aquí y en verano trabajo donde mis padres”, dice. Asegura que no sale mucho, pero que conoce a gente “muy maja”. “Todo te pilla cerca y hay mucha variedad”, indica sobre la ciudad, aunque “te impide avanzar como persona”.

Angela quiere ir a vivir al norte porque odia el calor

“Le veo fecha de caducidad”, sopesa hablando de su estancia en la ciudad. Paga 130 euros por una habitación y afirma que todo “cuesta mucho menos que en otros lados”, pero su trabajo en negro (“cotizo cuatro horas y trabajo ocho, porque no está nada regulado”) le da solo unos 600 euros al mes.

“Quiero ir al norte, porque odio el calor y se come muy bien”, subraya, “y mi familia proviene de allí”. Su entorno se ha visto mutado últimamente por gente de todo el mundo, “desde Alemania hasta Andalucía”, que llega a Murcia para quedarse. “Mucha gente tiene casa en la costa, pero la ciudad es distinta. En verano está muerta”, insiste.

Pablo

“Cuando tienes 18, 19 o 20 años quieres ampliar fronteras”, dice Pablo, que pasea por el centro proveniente de un barrio de las afueras. “La infancia aquí es muy tranquila. Es una ciudad, con sitios de todo, pero no tan incómoda como una metrópoli”, trata de describir.

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La gente de Murcia, según él, es muy amable y abierta. Y no hay ningún problema de seguridad. Un pilar básico para tener una adolescencia y juventud en calma, sin sobresaltos a ninguna hora. “Es pequeña, pero no parece un pueblo. Conoces a gente de todo el mundo”, se defiende.

Pablo afirma que en Murcia las cosas cambian poco a pesar del tiempo, pues su hermana mayor hacia con su edad exactamente lo mismo que hace él

De padre cartagenero y madre madrileña, este chico de 18 años que estudia primero de Psicología sostiene que la fiesta no tiene nada que envidiar a otros sitios y que sale mucho más barata. “La fiesta universitaria es la leche. Y por cinco euros te emborrachas”, ríe.

“Es muy difícil molestar a los murcianos con el mito de paleto. Tenemos humor y no caen mal los chistes” — Pablo

Su horizonte, no obstante, se amplía cuando piensa en el futuro. Y eso implica deshacerse del estereotipo. “Es muy difícil molestar a los murcianos con el mito de paleto. Tenemos humor y no caen mal los chistes”, esgrime. Si tuviera más oportunidades, asegura, se quedaría aquí siempre y acogería a muchos nuevos vecinos. “Es una ciudad con encanto. Desde los 10 años te mueves solo y puedes ir a la playa o la montaña”, resume el menor de dos hermanos. “Aquí las cosas cambian poco. Mi hermana, de 36 años, hacía lo mismo que yo”.

Inma

Al lado de Pablo va Inma, de 19 años y estudiante de Educación Primaria. Cataloga a su ciudad de “divertida”. Remarca la capacidad para ir de un sitio a otro sin tráfico, relajada. Y para tener a tu lado a tus compañeros de siempre.

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"Nos ven como unos vagos o como que no se nos entiende y estamos todo el día de fiesta” — Inma

“Se echa de menos un festival grande y más variedad. No para de sonar ahora Izal y reguetón”, protesta. Considera que Murcia, con sus barreras para anclarse en un panorama laboral estable y bien pagado, acoge muy bien a la gente. “Nos ven como unos catetos, como unos vagos o como que no se nos entiende y estamos todo el día de fiesta”, manifiesta, “pero aquí te echas amigos rápido”.

Inma critica que en la mayoría de locales 'no para de sonar Izal y reguetón'

El problema del trabajo es lo que, reflexiona, la va a mover fuera. “Me gustaría aprender inglés en algún sitio y estudiar en Madrid o Granada”, afirma. Le gusta “el barullo”, confiesa, pero luego se agobia si va a una ciudad grande. “Tenemos todo a mano y una rutina muy marcada. Los que se van, vuelven”, expresa.

Ana

Con una escueta chuleta escrita en el antebrazo, Ana acaricia el fin de los exámenes de Historia del Arte a pocos días de escaparse a la playa. Compatibiliza su carrera con un puesto de camarera y dice que en Murcia “siempre hay plan”. “Desde los 15 o 16 estás en el parque o en Las Tascas, aunque hay más ambientes”, comenta mientras la espera otra compañera de clase que asiente con sus declaraciones.

“Me gusta mucho Murcia en lo referente al sitio donde hacer una vida, pero para cualquier cosa de formación o trabajos específicos te tienes que ir" — Ana

Ella juega con un horario apretado de clases y trabajo, pero se sorprende con la mezcla de nacionalidades que empieza a haber y con la matraca que le dan en cuanto sale de la provincia. “Todos te asaltan con lo del ‘acho’, ‘pijo’ o la cerveza Estrella Levante”, se queja, “y aquí somos muy abiertos”.

A Ana le gustaría seguir en Murcia pero no ve futuro en la ciudad

“Me gusta mucho Murcia en lo referente al sitio donde hacer una vida, pero para cualquier cosa de formación o trabajos específicos te tienes que ir”, suspira. A partir de los 20 años, calcula, todos los colegas miran dónde salir.

“Yo quiero hacer un máster de restauración y me lo he planteado”, dice sin especificar un destino. Sus padres han conseguido establecerse en un puesto de un banco y como enfermera, pero ella no ve el porvenir aquí. “Me gusta, pero no creo que pueda. Es más barato y sencillo. Mi hermana, de 28 años, hacía a mi edad lo mismo que yo”. La rutina, concluye, es similar a la de sus ancestros. Y eso es cómodo pero, quizás, aburrido.

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