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Gracias por su preferencia sexual

Un exhibicionista de la vieja escuela

Platiqué con un tipo que se la jala en vía pública y se viene en los pies de desconocidos.

Hay exhibicionistas por todos lados. Amateurs, profesionales, incidentales. Actualmente en las redes sociales abundan: desde la tía que sube sus fotos eróticas hasta los amigos que le hacen al travesti-stripper. Mi primer encuentro con un exhibicionista fue en la primaria. Era un compañero de mi misma edad, alrededor de los diez años, que sacaba su pequeño pene, agarrándolo con dos dedos como a una lagartija medio erecta y luego desfilaba entre los mesabancos, haciendo que los varones se descosieran de la risa y que las niñas pusieran cara de asco. No sé en qué momento se dio cuenta de que para mí aquello constituía un verdadero hallazgo: su pene preadolescente zangoloteándose frente a mi cara. Entonces a veces ya no hacía la pasarela, y se paraba detrás mío para sacudir su pene a la altura de mi oreja. Aquello ocurría sólo cuando estábamos en el salón, desgraciadamente nunca lo hizo en clase de deportes o en los baños.

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Hace poco recibí el mensaje de un sujeto que quería contarme su experiencia como exhibicionista de vieja escuela. Es decir, era uno de la misma cofradía a la que pertenecía mi ex compañero de clase. H., a quien llamaré así para resguardar su identidad, me platicó sobre esa práctica de exhibirse en el mundo, sorprendiendo a desconocidos, ejerciendo el placer como un asalto. De inmediato pensé en el cliché: un tipo totalmente desnudo bajo una gabardina. Pero no, H. tiene sus particularidades y motivos. Exhibirse es una parafilia, según el apartado de Trastornos sexuales y de la identidad sexual del Manual de diagnóstico de los trastornos mentales. Y una parafilia es cuando alguien no encuentra el placer en el mete-saca, sino en alguna otra cosa o actividad que acompaña al sexo. Decidí platicar con H. porque desde que perdí de mi vista a mi ex compañero de primaría, no había conocido a nadie más que sintiera placer al exhibirse. Leamos lo que me contó H.

VICE: ¿Recuerdas cómo comenzó este impulso?
H.: En el kínder lo descubrí. Recuerdo haber inventado un juego para el recreo que consistía en perseguirnos y bajarnos el short. Obviamente perseguía a los varones y disfrutaba mucho al ver su ropa interior, pero disfrutaba más que alguno de ellos me lo bajara a mí. Jamás permití que una niña lograra alcanzarme.

En la primaria mi mamá tuvo el desacierto de comprarme un short extremadamente pequeño, el cual usé durante los seis años de primaria. Siempre se lo agradecí porque me hacía muy feliz sentarme frente a mis compañeros y bajo cualquier pretexto abrirme de piernas y mostrar mi ropa interior, mostrar algo que sólo yo podía ver. Cuando me daba cuenta de que me veían, mi corazón intentaba escaparse de mi pecho.

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A esa misma edad mi papá tenía la costumbre de llevarme al balneario Mocambo, ubicado en Boca del Río, Veracruz. Ahí tuve la oportunidad de conocer, en las regaderas, el cuerpo de varios hombres completamente desnudos. Recuerdo que aunque las puertas de las regaderas protegían gran parte de sus cuerpos, el agua formaba un espejo en el suelo a través del cual no dudaba en admirar la gran gama de penes a disposición.

¿Tuviste algún encuentro en ese balneario?
La costumbre de mi papá terminó a mis 15 años, lo recuerdo porque aquella fue la primera ocasión en la que entré solo a esas regaderas. Cómo no acordarme si al entrar supe que no me las tenía que ingeniar para observar sin que él se diera cuenta y mejor aún, por primera vez estuve con un hombre.

Recuerdo haber caminado hasta la regadera del fondo, la cual no tenía puerta. Frente a mí encontré fotos de mujeres desnudas. Las usé de pretexto para masturbarme, aunque lo único que quería es que el joven de la regadera que estaba justo frente a la mía me viera. Así lo hizo y me preguntó: "¿Son tuyas?" y le respondí que no. Sonrió y con una seña me invitó a su regadera. Accedí y comenzó a chupármela. Era lo mejor que me había pasado. Por temor de que nos vieran, me pidió que regresara a donde antes, pero que me cubriera al atravesar aquel baño. Después en voz baja dijo: "A ver quién se viene antes".

¿Y la idea del exhibicionismo cómo surgió?
Descubrí que por internet me podía mostrar al mundo completamente desnudo. Poco me duró la emoción. A mí me gusta exhibirme en el "mundo real". Así, poco a poco he descubierto varias formas de hacerlo. Primero encontraba placer saliendo desnudo al patio de mi casa, sin importar que alguien viera; el simple hecho de que saber que alguien pudiera verme era suficiente. Después descubrí que en los techos vecinos en ocasiones había trabajadores: pintando, impermeabilizando, arreglando algo. Esas fueron mis primeras víctimas.

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Con el tiempo descubrí que mis víctimas llegaban hasta la puerta de mi hogar. El repartidor de agua o el de la basura. Todos me han visto desnudo, los he dejado pasar estando desnudo, me han visto completamente excitado, pero me aburrieron, y tuve que buscar nuevas víctimas.

¿Qué sucede con esas "víctimas"?
Ahora no temo quitarme la ropa en mi auto. Estando en movimiento me masturbo, mis nuevas víctimas, que además nunca se repiten, van en el transporte público. Cuido mucho que no me vean niños o mujeres, siempre deben ser hombres. Los camiones que reparten refresco o cerveza son los mejores: siempre son conducidos por hombres, los copilotos tienen una visión privilegiada. Te topas con los que se sorprenden y te echan porras, los que se espantan y no vuelven a voltear, los que aceleran para alcanzarte y seguir viendo, o los que ponen cara de asco. Todos me excitan, me gusta que me vean sin importar las consecuencias.

Algunos psicólogos piensan que si algo no interrumpe tu vida cotidiana, no es para alarmarse, y aunque en mi caso no he dejado de comer, estudiar, trabajar, etcétera, no dejo de pensar que esto avanza y cada día me impongo más retos de exhibición. He dejado subir a mi auto a extraños, avanzo en busca de un semáforo lleno de limpiaparabrisas o franeleros, y dejo que me la chupe mientras ellos nos ven, mientras nos señalan, gritan de sorpresa o se ríen. Detengo mi auto en una calle no muy transitada y cuando un hombre viene caminando me la jalo, abro la puerta y me vengo frente a sus ojos.

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¿Cómo describirías uno de esos sucesos con desconocidos? Por ejemplo, ¿la más reciente?
Mi último experimento fue en la playa, como a las once de la mañana. El guardacostas vigila el mar poco o nada concurrido, mientras yo cerca me saco el pene por un lado y me lo comienzo a tocar. Se sorprende pero no me impide hacerlo, así es que procedo a quitarme el bóxer, ni traje de baño era, él observa sólo en ocasiones, hasta que le gana la curiosidad y veo que baja desde el lugar en el que cuida la playa. Me espantó, pero rápido me aclara con señas que siga, me pide que me voltee, con un gesto me hace saber que le agrada lo que ve, eyaculo sintiéndome un dios.

¿Usas alguna ropa en especial o tu ropa de diario?
Mi ropa normal. En el caso del auto, me detengo y me quito todo menos la playera. En el caso de mi casa sencillamente no uso nada. En el caso de la playa traje de baño o ropa interior (si no se planeó).

Para entenderte más, ¿exhibirte viene de la nada y lo haces o prefieres que sea planeado?
A veces surge de la nada, basta con que tenga el tiempo y las condiciones necesarias: que esté en el coche solo y no tenga ningún tipo de compromiso.

Pero en ocasiones sí lo planeo: sé que debo recorrer cierta distancia en coche y que el tránsito de vehículos ideales (los que transportan refresco, etcétera) es frecuente por la ruta que debo atravesar, entonces incluyo mis kleenex, ropa interior que ya no me gusta tanto (por aquello de las manchas) y si es necesario le doy una arregladita al vello púbico. Es decir puedo planearlo o puede surgir de la nada, el fin es el mismo: que me vean desnudo.

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¿Posterior al encuentro, has tenido fantasías con alguno de esos desconocidos?
No, ya que "me enfrío" pienso en todas las consecuencias. Por ejemplo, una vez un chavo me lo chupó en mi coche con la intención de que nos vieran. Era un desconocido que me siguió en una plaza comercial en tono de acoso por un largo rato hasta que llegamos al estacionamiento, con una gesto lo invité a mi coche. Él comenzó a platicar y lo callé con la propuesta: Chúpamela mientras manejo. Cuando terminamos le pedí su número telefónico para que él no me pidiera el mío, pero nunca lo guardé y mucho menos intenté llamarle. No es usual que días después el acto me siga excitando el encuentro, pero si un tipo me vio y sonrió y no se da la posibilidad de eyacular frente a él, sí me sirve te motivación posterior, y hasta ahí.

¿Te ha traído problemas utilizar la exhibición para relacionarte?
No me exhibo para relacionarme, lo hago por diversión y placer. Si del acto exhibicionista se da un encuentro sexual, lo tomo como cosa aparte. También de fiestas he obtenido sexo casual. Las personas con las que socializo no saben de esto, ni siquiera mis mejores amigos. A algún novio le conté que alguna vez hice algo así, pero no se enteró de todo.

¿Qué lugares son los más apropiados para exhibirse? Digamos como recomendación para alguien que nunca lo ha hecho pero siente las ganas.
Disfruto los lugares más seguros, el auto se me hace seguro porque si es necesario (con eso de que el ejército y la PF se la viven rondando) te cubres y muy difícilmente se pueden dar cuenta. Si pasa eso la erección se baja, igual si hay posibilidad de que te vea una mujer o, peor, un niño. Por eso contar con algo para cubrirse es indispensable.

Por último, ¿has tenido algún tipo de presión?
Temo que esto siga avanzando, ¿cuál podría ser mi próximo acto? Si siento que ya lo he hecho todo pero siempre me las ingenio para encontrar algo mejor. He pensado que sería buena idea visitar un psicólogo, de preferencia guapo, para explicarle de manera gráfica mi problema. Pienso que la única forma de escapar de uno mismo es confesándose. Así dejas de ser tu peor verdugo.

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@OscarDavidLopez