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Cultură

Varios profesores nos cuentan las peores excusas que han oído de sus alumnos

Si eres un desastre en clase, por lo menos sé creativo con las excusas.
Ilustraciones por Dan Evans

Cuando las tentaciones de la vida se interponen en las obligaciones de los estudiantes, estos son capaces de inventarse cualquier excusa para explicar por qué no han podido entregar un trabajo antes de admitir que no han querido hacerlo. Lamentablemente, decir que tu abuela ha muerto para escaquearte de un examen no es una excusa ni la mitad de buena de lo que podrías pensar: tus profesores han tenido que oír de todo y están más que curados de espanto.

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Quería escuchar lo peor de lo peor, así que busqué a unos cuantos profesores de la universidad y les pedí que me explicaran algunas de las peores excusas que han tenido que oír durante sus años ejerciendo. Intenté entrevistar al mismo número de mujeres que de hombres, pero parece que ellas están más ocupadas que los hombres, porque no conseguí hablar con ninguna profesora.

SOBREDOSIS DE RED BULL

Edmund Bracho. Profesor en la Universidad de Westminster

Tuve un estudiante que me contó que no podía entregar el trabajo final porque había sufrido una sobredosis de Red Bull mientras lo estaba haciendo el fin de semana. Le pregunté si lo habían llevado al hospital y me respondió, "Bueno, sentí que me iba a dar un infarto; había tomado mucho Red Bull y perdí el conocimiento". Le pedí que me trajera pruebas, algún testigo que pudiera decir que lo vio tumbado en el suelo o lo que fuera, pero no pudo aportar ninguna prueba.

Tres días después, estaba en la biblioteca de la universidad y oí a unos de sus compañeros decir que este chico tenía fama de organizar fiestas a lo grande, así que me quedó claro en qué estuvo ocupado. En cualquier caso, tenía que entregar el trabajo. Trato de ayudar a los alumnos, aun cuando son unos mentirosos. Aquella asignación tenía gran peso, ya que valía el 60 o 70 por ciento del módulo. Si lo enviaban tarde, solo valía el 40 por ciento. Si realmente hubiera sufrido una sobredosis de Red Bull y lo hubieran llevado al hospital, o si alguien que lo auxilió hubiera dado testimonio de lo ocurrido, habría sido una historia muy diferente. Supe que mentía, lo pude ver en sus ojos cuando hablaba conmigo, me di cuenta de que seguía bajo la influencia de lo que fuera que se metió el fin de semana.

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El ataque de las abejas

David Liddle*, Profesor en la Universidad de Swinburne

En mi primer año como profesor tuve una alumna que debía hacer el trabajo final para su clase de Metodología de investigación. Todos sus compañeros pasaron a presentarlo excepto ella. Más tarde me envió un correo diciendo, "Lo siento, no pude llegar a clase porque mi casa estaba rodeada por un enjambre de abejas y no podía salir". Así que le dije, "O me envías fotos, o no cuela". Obviamente, no tenía ninguna fotografía para demostrarlo porque no sucedió nada de eso. Era el proyecto final, lo que significaba que de eso dependía si pasaba o suspendía la materia. Por eso su excusa me pareció de lo más divertido. Al final dejé que lo presentara la siguiente semana, a pesar de que se suponía no debía dejar que nadie hiciera eso, pero lo hice porque su excusa fue muy graciosa.

Soy muy relajado con el tema de los pretextos. De hecho, al principio del semestre les digo a mis alumnos que si van a entregar algo tarde, es mejor que me den una buena excusa y yo les ampliaré el plazo de entrega. Si no me dan una razón válida, no puedo hacer nada por ellos.

No recuerdo si la chica de las abejas obtuvo una buena calificación en esa asignatura, pero sé que no sacó buenas notas en el resto de las clases. No era precisamente una estudiante ejemplar, aunque sí muy creativa.

La historia fallida del autobús

Richard Burton. Profesor en la Universidad de la Ciudad de Londres

Tuve una alumna hace un tiempo que mandó a su amiga a contarme su excusa. La chica no se presentó a clase y su amiga se acercó a mí y dijo que a su amiga le sabía muy mal, pero que se había equivocado de autobús para venir a clase. "Qué curioso, porque yo también iba en ese autobús equivocado y a mí sí que me ha dejado aquí enfrente", le contesté. La alumna de la excusa no se dio cuenta de que había estado sentada elante de mí durante todo el trayecto. Creo que añadí algo así como, "No me cabe duda de que ambos cogeremos el tren correcto de vuelta y, cuando lleguemos, ella volverá a estar en el sitio equivocado".

La aguja misteriosa

Richard Burton. Profesor en la Universidad de la Ciudad de Londres (otra vez)

También tuve un alumno que dijo haberse despertado un par de horas antes de la clase en mitad de un camino con una aguja junto a él. Mencionó que no estaba seguro de cómo había llegado a ese lugar y que tenía que ir a hacerse una revisión médica. La verdad es que no supe qué decirle.

*Se han cambiado los nombres.