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Cultură

Decirme terrorista no es sexy

Y comportarte como un idiota racista, tampoco.

La autora.

La noche de karaoke solía ser lo mío. En aquellos tiempos, mi mejor amiga y yo íbamos al único bar de mi pequeño pueblo natal en el área de la costa de San Francisco y veíamos a los clientes regulares mascullar "Smells Like Teen Spirit" y "The First Cut Is The Deepest". Una noche, después de horas viendo cómo un hombre mayor llamado Víctor se balanceaba y le gritaba al micrófono, fuimos al lugar de a lado, para relajarnos con un poco de queso asado. Apenas comenzábamos a comer nuestra comida cuando dos tipos con sombrero de vaquero se acercaron a platicar con nosotros. Tenían acento sureño, pero insistían en que eran de California. Treinta segundos de conversación y yo ya estaba harta.

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El más callado empezó a hablar conmigo y me preguntó de dónde era originaria. Dije Irak, mis padres nacieron en Bagdad y se fueron en los años 70 cuando las cosas se pusieron muy mierderas con el partido Ba'ath. Con su acento, dijo que era un veterano de guerra y que vio "mucha mierda" por allá. "Estoy segura que sí", le dije. No estaba segura si fue un esfuerzo por vincularse conmigo, pero da igual. Aunque le dejé claro que no estaba interesada, él siguió. "Sabes, cuando estuve en Irak, las mujeres no se me hacían atractivas. Por eso me sorprendes tanto. Eres bonita".

Fue una combinación de su evidente ignorancia y su cara de cráter bajo la luz fluorescente, pero decidí que ya había tenido suficiente. Como mujer, me irritó que me intentaran ligar mientras cenaba. Como mujer de color, me enfureció que alguien fuera tan lejos como para decirme que era bonita comparada con el resto de mi raza. Y más que nada, me horrorizó que aunque sea estadounidense, este inepto soldado se refería a mí como el otro, y en mi cara.

Toda chica sabe lo que es que te acosen. Si eres una mujer caminando sola, lo más probable es que te toquen el claxon, te hablen aunque no los estés mirando, o —si no eres digna de sus palabras— hacen algún sonido como de arrear el ganado. Es una de esas cosas que las mujeres esperan, nos guste o no. Pero hay un tipo especial de acoso que necesita ser nombrado, y yo lo llamo coqueteo racista.

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El coqueteo racista ha existido desde el inicio de los tiempos, cuando los cavernícolas imbéciles trataban de ofender a sus potenciales parejas para llevarlas a la cama. Sucede cuando un idiota tiene las agallas para jugar con la raza para hacerte un complemento, pero en lugar de eso acaba sonando como el nuevo líder del tercer Reich.

A las mujeres se les sexualiza de acuerdo con su raza todo el tiempo. Con la ayuda de los medios y la cultura pop, las mujeres son puestas por color y en compartimientos etiquetados: dulce y sumisa, salvaje y sexual, protegida y pasiva, todas basadas en la etnicidad. Es por esa razón por lo que a las actrices latinas como Sofía Vergara les dicen que se tiñan el cabello a un tono más oscuro y hagan acentos más marcados para llenar los estereotipos. Es por esta razón que las mujeres de color como la estrella de Bollywood Priyanka Chopra lanzan canciones en las que se refieren a sí mismas como "exóticas". El problema mayor con la sexualización racial es que es sólo el antiguo racismo, sólo que más artero porque es clandestino. Y puede ir del coqueteo a la hostilidad bastante rápido.

Hace apenas dos meses, la gente saltó ante la posibilidad de llamar a Nina Davuluri "Miss al-Qaeda" después de que ganó el concurso de Miss América 2013 y, chicos, ni siquiera era árabe. Ella es india. Si algunas mujeres están permitiendo que las metan en compartimientos basados en su raza, entonces, ¿acaso es una sorpresa que Nina, una norteamericana, fuera insultada porque no se veía lo suficientemente blanca?

Y yo sé exactamente quiénes son estas personas. Es un tipo borracho de Wall Street al que escuché gritar en un bar acerca de cómo ama a los asiáticos porque hacen lo que quieren. Es el tipo idiota de la universidad que no le atraen las chicas negras porque son demasiado rudas. Es el tipo que me llamó terrorista en una fiesta e intentó ligarme tres segundos después. Es alguien que está tan malinformado al punto de que todas las personas que conoce le parecen caricaturas de algo que vio en la televisión, o que escuchó del amigo de un amigo que alguna vez fue a Marruecos o Tanzania o al sureste asiático. Es por esa gente que la sexualizaación étnica y el racismo se unen para formar un nuevo y horrible color irreconocible.

Si me quieres gritar, reconoce que no soy Paula Abdul o M.I.A. o cualquier otra persona que se vea un poco árabe. Mi nombre es Rula Al-Nasrawi y soy de una familia de primera generación de iraquíes que pasaron años huyendo del terrorismo para que sus hijos pudieran vivir cómodamente. Si todo lo que tienes que decir de una cultura que vive y se mueve y choca y soporta el estilo de vida considerado como "exótico" y que "las cosas deben estar muy mal por allá", eres un idiota.

Hay mucho más de mí que cómo me veo. Pero nunca lo sabrás sólo con mirarme y tratar de descubrir con qué línea me vas a conquistar. Y eso es algo en lo que cualquier mujer en este mundo, sin importar la raza ni la clase, me apoya.