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Esta historia tocó fibras sensibles en Artemisia Gentileschi, una de las más artistas italianas más importantes del siglo 17. Artemisia fue violada en su adolescencia. El juicio fue público, prolongado y, además, la torturaron durante su testimonio. Igual que Judith, a Gentileschi la tacharon de puta en vez de heroína. E igual que Judith, Gentileschi escribió su propia narrativa heroica cuyo valor no fue apreciado hasta mucho después de su muerte.La victoria de Judith fue posible hasta que Artemisia Gentileschi tomó un pincel para mostrar su violencia y su poder (en cinco versiones, según la experta en arte Mary Carrard). Se necesitó una mujer para pintar a una mujer –y una historiadora de arte para resucitar a Artemisia Gentileschi.
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En 1612, Gentileschi fue violada por un colega de su padre, Agostino Tassi, y Orazio lo demandó. Es raro que la monografía de una artista incluya documentos legales con notas y análisis, no obstante, es justo lo que aparece en la página 664 de Artemisia Gentileschi: la imagen de una heroína en el arte barroco italiano de Mary Garrard. Las palabras de Gentileschi son gráficas y brutales. "Sentí un fuerte ardor que dolió mucho pero no pude gritar porque él me tapó la boca con las manos… Le rasguñé la cara, le jalé el cabello y, antes de que me volviera a penetrar, agarré su pene con tanta fuerza que le arranqué un pedazo de piel".Gentileschi fue sometida a un examen ginecológico y dio su testimonio ante la corte mientras la torturaban con la sibille, un instrumento de metal que apretaba los dedos de la mano. Esto con el fin de garantizar la veracidad de su testimonio.
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En la imagen, las sábanas están empapadas y corren riachuelos de sangre que manchan los brazos y el vestido dorado de Judith. El pecho y las rodillas de Holofernes están a la vista, lo cual lo deja vulnerable y expuesto. Y Judith se ve menos idealizada, con una nariz más aguileña, y un rostro y barbilla más redondas. Judith se parece a Gentileschi. De Medici estaba tan horrorizado por la pintura que la colgó en un rincón oscuro de su palacio donde poca gente se acercaba.Su violador, Tassi, era un violador en serie que fue encarcelado en cuestión de ocho meses. Gentileschi se volvió una de las pintoras más importantes de su época pero su talento no la salvaron del menosprecio habitual de su género. Sólo sabemos que murió en 1653 por dos obituarios publicados que mencionaban su habilidad para ganar dinero con su arte y lo pésima esposa que debió ser por lo mismo.De Medici estaba tan horrorizado por la pintura que la colgó en un rincón oscuro de su palacio donde poca gente se acercaba.
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Al saber sobre el trauma de Gerntileschi y la violencia sin precedentes de estas obras, resulta difícil no ver a Judith decapitando a Holofernes como una expresión de ira fría y catarsis, la única forma que tenía la artista de sentirse realizada en esa época. En la historia del arte, para superar un trauma, lo más importante es preservar lo que sobrevive. Cuando te quitan algo, no hay forma de recuperarlo. Nunca sabremos exactamente por qué pintaba Gentileschi o cómo se sentía al hacerlo.La pregunta es: ¿Esta sensación de realización brutal es de ella o nuestra? La violación no es un hecho traumático individual; como es un acto tan común de hombres a mujeres, se ha vuelto una carga colectiva. A través del prisma de la historia del arte feminista, Gentileschi se ha vuelto todas las víctimas de violación y todas las víctimas de violación se han vuelto Judith –la mujer que le corta la cabeza al hijo de puta para salvar al mundo–.