Sin título (3)
Fotos por Milagros Belgrano Rawson
identidad

Así se vive una fiesta de manicure para hombres en México

Cada vez más hombres se pintan las uñas, así que les preguntamos por qué lo hacen y no, no necesariamente tiene que ver con su preferencia sexual.

“Cuando descubren que no se les cayó el pene por pintarse las uñas, cambian de chip”. Quien habla es Daniela Aviña, nail artist que hace unas semanas organizó su primer evento de esmaltado semipermanente para chicos. Ya en su estudio había atendido a varios hombres, pero esta vez, en Monstruo de agua, una nueva cervecería artesanal de la Ciudad de México, el desafío fue doble: para ella, la oportunidad de mostrar su trabajo y, para ellos, atreverse a hacerse las uñas en público, con una tarifa accesible (250 pesos MXN (12 dólares), cuando un “Gelish” en las zonas caras no baja de los 33 dólares) y la excusa del “3X2 en cervezas”. 

Publicidad
daniela aviña 2.jpg

Daniela Aviña en su stand.

“El mercado femenino del Gelish -nombre comercial de un esmalte semipermanente- ya está saturado y especializarme en chicos me abre nuevas posibilidades, además de que estoy convencida de que las uñas no tienen género”, cuenta Daniela, que con sus uñas esculturales y pestañas postizas se ha convertido en una suerte de influencer. “Prefiero llamarme nail artist. En español sería la manicurista o la chica que pone uñas, no suena bien”, opina, mientras prepara las cutículas de Esteban Pacheco, joven cervecero que vino a llevarse el diseño de su marca de cerveza impreso en las uñas. Es la tercera vez que se las pinta: “Cuando te muestras seguro, nadie se anima a criticarte por ello”, dice Pacheco, que se asume como heterosexual y está convencido de que pintarse las uñas “no pertenece a ninguna tribu u orientación”. Y comparte, además, que en sus degustaciones de cerveza usa falda escocesa. “Muchos hombres apenas nos cortamos las uñas y está padre expandir tu personalidad a través de una parte de tu cuerpo, mientras abres una nueva conversación en temas de género”, agrega. Tiene los brazos recubiertos de tatuajes y lleva un septum en la nariz: “Creo que con las uñas en los hombres va a suceder lo que con el tatuaje, que pasó de cosa malandra a medio de expresión aceptado”.

Publicidad
esteban pacheco.jpg

Esteban Pacheco mostrando sus uñas.

Del punk a las tribus globales

Está claro que las uñas pintadas en los hombres no son algo nuevo: desde los 60, los músicos -desde punks, pasando por todo el arco del rock- se han pintado las uñas, en general en tonos oscuros. “Y en la antigüedad, los que se pintaban las uñas eran los varones”, recuerda Héctor Mijangos, exdiseñador de moda, personalidad de la escena creativa mexicana desde los años 80, emprendedor gastronómico y promotor musical. “En los 80, yo usaba el pelo parado y con colores, luego me cansé. Ahora estoy en mi periodo más normalito: tengo el pelo blanco y corto, pero hace 14 años que me pinto las uñas con Shellac -porque dura más- de negro mate, y a veces algún dibujo en algún dedo”, cuenta. Recuerda que “tenía un socio que toda la vida se pintó las uñas de las manos y de los pies. Yo uso tenis todo el tiempo, así que ¿para qué?”. Consagrado a su emprendimiento de ramen a domicilio, antes de despedirse, dice que “hoy todo se vale: te puedes poner falda y no ser gay, o usar traje todos los días y ser bisexual. Cada quien se pone lo que quiere. Y desde que surgieron las redes sociales, las tribus ya no son locales, sino globales”.

IMG_2686.jpg

Daniela Aviña haciendo las uñas de Esteban.

Sin estereotipos

Gerente de mercadotecnia en una multinacional de telecomunicaciones, Héctor Salas también es cliente de Daniela Aviña, Danna o Miss Dannylee en redes sociales. “Desde el punto de vista biológico, me parece interesante pintarme las uñas, que finalmente son escamas”, cuenta. Se define como gay, y cuenta que entre sus amigos hetero, los que pasan por su primer mani “juran que solo van a ponerse `brillito, pero terminan con cinco capas de esmalte y 40 stickers”. Y recuerda que en la película La otra, Dolores del Río encarnaba a una manicurista que atiende a hombres. “Nos olvidamos que hace 50 o 60 años era común que los hombres se hicieran limar y cortar las cutículas. Creo que pintarte las uñas puede ser algo refinado, un reflejo de pulcritud y cuidado, al igual que hacer ejercicio, comer saludable, etc”.

Publicidad
daniela aviña.jpeg

Daniela Aviña trabajando a detalle.

Algo similar opina Mario Padilla, diseñador industrial que empezó a pintarse las uñas, con un esmalte negro convencional, como una forma de “cuidármelas, porque, en mi trabajo, mi herramienta son mis manos”. La mano izquierda de Mario también llama la atención por sus dibujos con henna, que representan los huesos de la mano: “Me interesa el sistema óseo del cuerpo humano: al final, por dentro somos todos iguales, sin importar raza, género, orientación sexual o nivel social”. Las uñas en negro vendrían a ser el marco de la obra, el complemento final, al que suma algunos anillos. “Creo que el color en las uñas es una elección estética, estereotiparla como ‘algo de mujeres’ es limitante y frustrante. Al final, la gente sólo busca cómo ser feliz y decir algo con lo que usa en el día a día”. 

edson.jpg

Edson García.

Para Edson García, mixólogo en un bar, sus uñas, que pinta con Gelish cada 21 días con colores neutros y un diseño de calaveras, “no tienen nada que ver con la orientación sexual. Soy hetero, hace once años vivo con mi novia y vamos juntos a hacernos las uñas a lo de mi hermana, que tiene su nail studio fuera de la ciudad”. Como para que el esmalte en gel se adhiera mejor hay que limar la capa superficial de la uña, a veces las hace “descansar” -las deja sin pintura unos días-. En esos momentos “me siento desnudo”, confiesa este treintañero que también es tatuador y que en sus épocas de estudiante, para redondear sus ingresos, ayudaba a su hermana “a preparar a las clientas: o sea, les pasaba la lima, retiraba cutículas y hasta ponía uñas postizas”.

Publicidad
adrian gioia 1.jpg

Adrián Gioia.

Extensión de la personalidad

En Monstruo de Agua, Adrián Gioia espera su turno para que Danna le haga las uñas. "Cuando era chico, mi mamá se las pintaba de rojo y yo la miraba embelesado. Una vez, me atreví a pedirle que me las pintara. Ella accedió y cuando ya iba por la segunda mano, llegó mi padre. Se puso furioso y le ordenó que me pasara quitaesmalte", cuenta este padre de un niño de cuatro años, la misma edad que él tenía en esta anécdota. Ingeniero electrónico y propietario de un café, hoy a los 43 muestra sus uñas de color azul, a veces enjoyadas con anillos con piedras grandes. "Es una forma de adornarme, parte de mi vestuario. La pandemia nos hizo cubrir gran parte del rostro. Y como estoy en contacto con los clientes, las manos son una carta de presentación. Es lo que soy, sin buscar pasar un mensaje sobre mi orientación", dice recordando la anécdota con su padre. "Los tiempos cambiaron. Si mi viejo me viera, no creo que hoy me dijera nada".

adrian gioia.JPG

Las uñas de Adrián.

Quien frecuenta el café de Adrián es Shaun Derik, negro, treintañero, vestido con chamarra rocker, jeans rotos y uñas perfectamente manicuradas. “Shellac en tono mate”, admite este orador motivacional con más de 30 mil seguidores en Instagram. Logra juntar a casi mil personas por evento, contratado por compañías, instituciones educativas y hasta departamentos de policía, la mayoría en los Estados Unidos, de donde es oriundo. “El cyberbullying hoy es un tema muy solicitado”, cuenta, mientras le pregunto por sus uñas. “Me las hace Max, un chico de la CDMX”, murmura con una sonrisa esquiva que parece decir “Ni loco te doy sus datos”. Es que, junto con su peinado rasta, sus uñas son parte de su presentación y de su performance, que incluye danza, stand-up y piano. Llegó a la capital mexicana en noviembre pasado, “solo por una semana, para ayudar a mi novia, que se mudaba aquí”. Enseguida se enamoró de la ciudad, su cultura y comida. “Aquí se vive mejor”, dice, y hoy su vida gira entre Manhattan y la Ciudad de México. 

shaun derik 3.jpg

Shaun Derik.

Sobre sus uñas, cuenta: “Desde pequeño hice cosas raras: tomé clases de ballet durante seis años, sin contarles a mis padres”. Más tarde, usó delineador en los ojos, pero fue al dejar su Columbus natal (Ohio), a los veintitantos, para estudiar arte en Nueva York, cuando empezó a esmaltarse las uñas. En el metro atraía miradas furtivas: “En Nueva York nadie te mira a los ojos, pero mis uñas recibían mucha atención. Instintivamente yo cerraba los puños”. Más de una década más tarde, sus diseños en Shellac siguen atrayendo miradas y elogios: “Hace poco, un tipo de seguridad en un aeropuerto me llamó: ‘Señor, ¿puedo ver sus uñas?’. Aunque cada vez más hombres lo hacen, creo que se necesita audacia para pintarte las uñas, que hoy por hoy son una extensión de mi personalidad”.