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FIGHTLAND

Rolando con Autismo

Lean sobre la travesía de Desi Parker en el jiu jitsu, su primera competencia y cómo el arte suave le ayuda a luchar contra el autismo.
Foto: Christopher E. Long y Mason Monsevais

Ser guerrero no es fácil. Se deben hacer sacrificios. Se debe sacrificar cosas como sangre, sudor y lágrimas. Desmond "Desi" Parker Conley sabe que esto es verdad. En la noche previa al Kids International Jiu-Jitsu IBJJF Championship en la Universidad de California, Irvine, que pagó más cuando su mamá lo hizo acostarse temprano antes de que se llevara a cabo la pelea entre José Aldo y Conor McGregor. Pero a diferencia de cómo me imagino que reaccionarían la mayoría de los niños de once años, Desi le dio las buenas noches a su madre y débilmente se despidió mientras subía las escaleras hacia su recámara. Es un guerrero, y a veces incluso los guerreros obedecen a su madre y se van a la cama antes del evento estelar. En retrospectiva, una buena noche de sueño ciertamente supera una pelea de trece segundos.

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Las puertas de la academia Art of Jiu Jitsu, "AOJ", abrieron en Costa Mesa, California el verano de 2012. Con la luz del sol brillando a través de la ventana, uno debe entrecerrar los ojos para evitar el brillo que se refleja en el blanco de las paredes. Los estudiantes vestidos con gis blancos entrenan y hacen sparring bajo la mirada de los hermanos campeones Guillerme y Rafael Mendes y su legión de discípulos.

En los primeros años de AOJ, Desi—quien apenas tenía ocho años de edad—estaba en primaria y no sabía como lidiar con un abusón en la escuela. Sus padres pensaron que sería mejor que supiera defenderse. Ese día, su padre, Jeff Conley y su padrastro, Johnny Castanha, estaban a su lado. El gi blanco le quedaba bien al chico, que ajustaba perfecto con poco espacio extra para que le quedara durante más tiempo. Ambos adultos ataron torpemente el cinturón del chico justo antes que el entrenador Rick Slomba llamara a los estudiantes para que se formaran en el tatami. La clase era pequeña, y era impresionante que los chicos de ocho a doce años aún no podían formarse uniformemente. Saludaron a su entrenador y comenzaron a trotar por el tatami.

"Desi estaba tieso. Sus habilidades motoras eran bajas", dijo Slomba. "Batallaba para hacer lo que los otros chicos hacían".

Hay una regla en AOJ que le prohíbe a los padres dar instrucciones a sus hijos desde la banca. Los entrenadores, todos practicantes reconocidos de jiu-jitsu, están ahí para ser los instructores. Pero Conley y Castanha ignoraron esa regla, le dijeron a Desi que se calmara, escuchara, dejara de llorar, pusiera atención.

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"Fue difícil al principio", dijo Conley. "Sabíamos que no debíamos hablarle a Desi mientras entrenaba, pero Johnny y yo teníamos que hacer que se calmara. No creo que ninguno de los entrenadores tuviera experiencia trabajando con un niño con autismo".

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Se derraman muchas lágrimas en los torneos de jiu jitsu, algunas por niños, otras por padres. Casi se puede palpar la tensión en esas competencias. La reputación de las escuelas pende de un hilo en esos momentos. Las repercusiones financieras son enormes, no sólo para las escuelas, sino para las familias que tienen que hacer sacrificios extra para que sus hijos puedan competir en tales eventos. La gente viaja de todas partes del mundo para que sus hijos compitan.

Los padres y entrenadores gritan frenéticamente tratando de registrar a los chicos. La gente se forma alrededor de las pantallas, buscando con ansias los nombres de los competidores y a cual tatami los asignaron para pelear. No ayuda que la voz del anunciador apenas se escuche en las bocinas: "Es la última llamada para Oscar Demarco. Acercate al tatami dos o serás descalificado". Unos minutos después el anunciador dice: "¡Oscar Demarco está descalificado!" La ráfaga de actividad después de esta notificación pública hace que los asistentes parezcan hormigas después de que su hormiguero fuera molestado. Adultos y niños se mueven tratando de encontrar el lugar donde deben estar para evitar sufrir el mismo destino.

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Antes de que los competidores puedan entrar al área del tatami, un hombre mide las mangas de sus pantalones para asegurarse de que cumplan las reglas de la liga. Mientras Johnny y Desi esperan en línea, Johnny ve hacia abajo y nota que los pantalones de Desi están muy arriba. Se inclina y dice, "Desi, bájate un poco los pantalones".

"Pero me gusta traerlos altos", responde.

"Sólo hasta que pases la puerta", dice Johnny. "Puedes volverlos a subir cuando estés del otro lado".

Desi hizo lo que se le pidió y se inclinó contra la barrera amarilla para ver algunos de los combates. Las bocinas retumban, causando muecas de los padres y niños que estaban cerca. Excepto Desi, quien parece estar en su propio mundo mientras estudia a los otros competidores.

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Justo antes del segundo cumpleaños de Desi, fue diagnosticado con autismo, que es un grupo de trastornos conocidos como Trastornos del Espectro Autista. Esta discapacidad del desarrollo puede causar dificultades para la interacción social. "Desi no podía interactuar con otros niños", dijo Nikki Castanha, madre de Desi. "Cuando lo llevaba al parque siempre estaba solo". Durante algún tiempo, lo mejor que podía hacer era esperar que su hijo se involucrara en un "juego paralelo", que es cuando los niños juegan junto a otros niños, tal vez incluso usando el mismo juguete, o uno similar a los demás. Su madre lo animaba a imitar el juego de los demás niños mientras jugaba por su cuenta. Su madre lo veía mientras los demás niños jugaban juntos con carros de juguete, paseándolos por el pasto mientras simulaban carreras y choques; pero no su hijo, quien siempre jugaba solo, perfectamente contento de perderse girando las ruedas de su carro de juguete. Una y otra vez.

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Desi también tenía problemas de conciencia de su cuerpo, balance y control motriz.

"La meta de su terapeuta era que pudiera caminar en línea recta", dijo Nikki.

Cuando pasaron los años y Desi hizo avances en su desarrollo social y físico, fue inscrito en un equipo de futbol para niños con necesidades especiales. "No podía entender el concepto de ser parte de un equipo", dijo Jeff. "No le gustaba". Nikki agregó, "Nunca pensé que mi hijo sería capaz de interactuar de manera normal con otros chicos".

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Johnny había estudiado jiu-jitsu durante dos meses cuando sugirió que Desi lo intentara. "Mi primera reacción fue: ¿jiu-jitsu?", comentó Nikki. "¡De ninguna manera" Mi hijo será como la pelota en el futbol—lo patearán". Pero finalmente aceptó y su hijo comenzó a entrenar. Le pareció insoportable ver cuando los niños más experimentados usaban a su hijo como un muñeco para practicar. Era dominado por estudiantes más experimentados. Pero al verlo batallar, los padres de Desi lo hicieron entendiendo que las habilidades de su hijo no eran una desventaja sino que era nuevo en el deporte.

"Repetidamente le decíamos que si alguien lo estaba lastimando, debía tapear lo más pronto que pudiera", dijo Johnny.

Había lágrimas y gritos. Golpeaba el tatami y gritaba: "¡Vamos!" Se enojaba con sus compañeros de entrenamiento y los sujetaba bruscamente. "Pero no había malicia en sus acciones", dijo el profesor Rick Slomba. "Sólo quería entrenar". Era como si se enojara con su cuerpo por no hacer lo que él quería".

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El combate de Desi es el tatami 9. Camino junto a él y le pregunto: "¿Cómo te sientes?" Bien, me dice. "Un poco nervioso".

Dos de los compañeros de Desi en AOJ se acercan y los chicos se saludan. Un chico le da palmadas en la espalda a Desi y le dice, "Buena suerte". Desi les pregunta si ya pelearon, y los chicos dicen que no.

"La mejor parte para mí es verlo inteactuar con los demás chicos", dijo Jeff. "Siempre la ha pasado mal interactuando con otros niños. Ahora pueden relacionarse a través del jiu-jitsu. Eso lo ha sacado de su burbuja".

Hoy, Desi peleará sólo una vez, y supimos que será contra un chico de Brasil—el hogar natal del jiu-jitsu moderno. Johny habla con el padre del chico y sabe que la familia viajó específicamente para participar en esta competencia. Johnny me cuenta lo que habló con ellos, hace señas al otro chico y dice, "Genial".

Desi y el chico brasileño se saludan y esperan que el réferi les instruya moverse al centro del tatami. Los chicos platican uno con otro. Desi dice algo que hace que el niño brasileño sonría. "Desi maneja esto mejor que el resto de nosotros", dice Johnny, cambiando su peso de un pie a otro.

El réferi les indica a los niños que acerquen al tatami.

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Tomó tiempo para que Slomba lograra que Desi controlara sus reacciones. "Al principio decía: 'Desi, enfócate en tu respiración'. Unos meses después, lo único que tenía que decir era: 'Desi, respira'. Y no pasó mucho tiempo para que lo hiciera con escuchar 'Desi'".

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"Todos lo hemos experimentado. Todos hemos golpeado tatamis gritando: ¡Vamos!", dijo Slomba. "Pero tienes que aprender a controlar tus emociones. Es un ambiente extraño; estás enfrentando gente, pero tienes que aprender a ser agresivo sin estar molesto".

Johnny, Jeff, y Nikki le recordaban a su hijo que se rindiera si alguien lo estaba lastimando. Pero luego sucedió algo increíble. Tuvieron que asegurarse que dejara de hacer una técnica si alguien se rendía. Desi ya no era un muñeco de entrenamiento.

"Cuando finalmente estuvo en paz fue cuando hubo un cambio", dijo Slomba. "Sus técnicas mejoraron y comenzó a vivir".

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Ambos chicos se encuentran en medio del tatami. Saludan al réferi, y luego uno al otro, y se preparan.

La competencia comienza.

Agarran y buscan su posición. Desi jala la guardia, pero no puede asegurarla. No obtiene puntos por el derribo. Lo que sigue es una ráfaga de movimientos, como una pelea de gatos, y no es claro quien lleva la ventaja. Ambos niños saltan poniéndose de pie, pero el oponente de Desi logra una barrida y le otorgan dos puntos.

En el suelo Desi logra escapar y atrapa al niño en una guardia cerrada. El brasileño lucha por escapar, plantando sus brazos en el suelo para apoyarse. En un parpadeo, Desi encaja una kimura. Extiende el brazo de su oponente cruzando su espalda. El réferi, presintiendo la sumisión, se inclina sobre los dos competidores, sus manos listas para separarlos y evitar que Desi lastime al chico. Mientras el reloj avanza, los padres de Desi le gritan animando al chico a que finalice el combate. El padre del niño brasileño hace lo mismo.

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Quedan diez segundos.

"¡Tu puedes!", grita Johnny.

Desi presiona más, pero antes de que asegure la sumisión, se termina el tiempo. El réferi termina la pelea.

Desi suelta a su oponente y se pone de pie. Ajusta su gi y aprieta su cinta gris. El réferi levanta la mano de su oponente, proclamándolo ganador por dos puntos. No hay emoción en el rostro de Desi. Si no fuera por la arena, pensarías que acaba de terminar una sesión de sparring en AOJ. Guilherme Mendes se para tras la barrera amarilla y le hace señas a Desi. Al inclinarse, Mendes pone el brazo sobre su estudiante y le habla en voz baja, el sonido de su voz se pierde entre el ruido de la arena. Lo que sea que le dice hace que Desi dibuje una sonrisa en su rostro. Asiente con la cabeza, con una mirada de determinación, casi como un objeto que sale del agua, siendo casi visible, antes de volver a sumergirse.

Su madre se inclina por la barrera y abraza a su hijo. "Estoy muy orgullosa de ti", le dice.

El chico de Brasil se acerca y le dice a Johnny que Desi es fuerte y que la pelea fue muy cerrada. En el podio el chico se inclina desde el primer lugar del podio y levanata la mano de Desi. Ambos son ganadores. "Cuando Desi está en el tatami, no es un niño con autismo", dice Nikki. "Es un niño".

Tres días después del torneo, estoy platicando con Rick Slomba después de una sesión en AOJ. "Puedes ver a Desi tratando de resolver este problema del jiu-jitsu. Puedes verlo trabajando en ello en su cabeza. No tengo duda de que lo resolverá y se convertirá en campeón mundial cinta negra. Sin duda. Desea tanto tener éxito, que lo logrará".

Johnny explicó que todos los que entrenan jiu-jitsu pasan por periodos difíciles en los que sienten que no están mejorando—el "estancamiento". "Desi es el único que conozco que no se ha quejado del estancamiento. No se va a rendir".

Desi actualmente está entrenando para su siguiente competencia con la aspiración de ganar el oro. No es seguro que logre su meta. Sólo es seguro que no dejará de trabajar para conseguirlo—bueno, eso y la certeza de que una noche antes del torneo, su madre se asegurará de que descanse bien por la noche.

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