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Slender Man es el monstruo arquetípico de la era digital

La soledad, el anonimato y la incomunicación son los ingredientes en la vida de una generación que le dio forma a un monstruo como Slender Man.

Artículo publicado por VICE Colombia.


Contenido presentado por Slender Man la película, en cines desde el 20 de septiembre.

Alto, de extremidades desproporcionadas, ojos y rostro nulos, vestimenta o aura oscura. Un ser que habita el mundo cuando las luces se apagan y el silencio se vuelve más denso que el aire. Su artilugio para acechar no es una risa macabra ni un ¡buuu! suspendido; sus movimientos no son rápidos ni violentos, tampoco araña la madera ni golpea las paredes de forma intermitente. Su método de acecho consiste en existir, en saberse presente en la mente de su víctima, en observarla intensamente con una mirada desposeída de pupilas, de forma y de expresión. El horror es, en últimas, enfrentarnos a un monstruo anónimo, a un mal sin identidad; una fuente de miedo cuyo principio es la presencia íntima, o la materialización del pánico inconsciente y cuyo fin es lo desconocido.

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¿Qué "monstruo" encaja esta descripción? ¿lo identificaron? ¿es solo uno? ¿ha sido el suyo? Slender Man (cuya película dirigida por Sylvain White y protagonizada por Joey King está ya en cartelera), The Babadook, The Rake, The Shadow People. Es interesante pensar que el arquetipo del monstruo de las nuevas generaciones tiene una personalidad e identidad física similar. Todas las criaturas nombradas anteriormente, además de ser anatómicamente parecidas, comparten una temporalidad y una espacialidad: todos nacieron después del año 2000 y se volvieron populares dentro del mundo digital.

Que estos seres compartan tantas similitudes no es una coincidencia; por el contrario, habla de un fenómeno propio de una generación entera de jóvenes. Se trata de un terror colectivo e inconsciente que responde a figuras monstruosas específicas que solo cambian en el nombre y en el contexto. Este fenómeno traduce, o mejor aún materializa, la forma en que las nuevas generaciones perciben el miedo.

Para entender a esta gente es necesario delimitar primero su contexto. Hablamos de jóvenes que nacen entre el año 1980 y 2000 en Estados Unidos, América Latina y Europa. Niños (que hoy pueden tener 38 años el más grande y 18 el más pequeño) que nacieron en un tiempo en el que surgieron, de forma paralela, otros fenómenos socioculturales: cambios radicales en las estructuras familiares y el rápido desarrollo de la digitalidad.

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Dentro de esos fenómenos está por un lado el tema del divorcio. Las estadísticas del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México) concluyeron que en México "entre el 2000 y 2015 el monto de divorcios aumentó 136,4 por ciento, mientras que el de matrimonios se redujo en 21,4 por ciento". The Guardian publicó estadísticas de la ONS (Office for National Statistics) demostrando que entre la década de 1980 y la del 2000 la taza de divorcios en Inglaterra llegó a las alarmantes cifras de los 165.018 divorcios al año. En Estados Unidos, la NBER (National Bureau of Ecomonic Research) encontró que en 1980 la taza de divorcios tuvo su pico histórico con 25 divorcios por cada 200 matrimonios, y se mantuvo en cifras parecidas hasta el día de hoy. Para el caso colombiano, La Registraduría Nacional recopiló las siguientes cifras: entre 1982 y 1990, las cifras de divorcio se dispararon de 48,89 por ciento a 87,64 por ciento, alcanzando picos máximos en los años 1996 y 1998 con el 159,42 por ciento y 154,89 por ciento respectivamente.

Estas cifras de divorcio demuestran que los jóvenes nacidos entre 1980 y 2000 vivieron en medio de la separación de sus padres y de familias disueltas o reducidas. Ricardo Angarita, un psiquiatra especialista en la literatura y el ejercicio del psicoanálisis desde hace 27 años, encuentra un vínculo psicológico entre el fenómeno del divorcio y la tipificación del monstruo anónimo. Según él, la familia y los amigos son núcleos fundamentales en el desarrollo de la identidad propia, así que crecer sintiendo que no se tiene estabilidad familiar o de amistad obstaculiza la creación de una identidad propia. "El vínculo entre estos monstruos sin rostro o identidad, como Slender Man, son producto de una mente colectiva que desarrolló el síndrome de la asociación de proyección: 'Yo no tengo identidad ergo yo proyecto miedos sin identidad'".

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Además, añade el psiquiatra, la personificación del monstruo, en tiempos pasados, fue la femineidad que, encarnada en la bruja, acechaba al status quo y los niños pequeños. "La perversión que simbolizaba la mujer en aquellas eras misóginas, era ilimitada, así como la agresión que simboliza el hombre en décadas en la que el ataque al patriarcado es inatajable". El hombre, en una era en la que se visibilizan los feminicidios y las violaciones, es aquella figura que acecha a sus presas contemplando en silencio entre la oscuridad.

Ilustración: Ana Mess

La figura masculina en una era de divorcios y de familias rotas es, por lo general, la figura que abandona. "El abandono es madre de la soledad", dice Rafael Castillo, especialista desde hace 30 años en psicología de jóvenes y escritor de teatro. "Estos monstruos virales, que tienen un fenotipo humanoide similar al de Slender Man, son personajes creados a raíz de la necesidad de compensar algo que se necesita, algo que hace falta". Cuando se crece en una familia rota o se ha sido abandonado por uno de sus padres, la sensación de abandono acecha el inconsciente si el trauma o episodio no es tratado de forma sana. De nuevo entra a jugar el síndrome de la asociación de proyección: yo me siento solo, por ende yo materializo la soledad.

Castillo también señala que esta soledad no nace únicamente en el ámbito familiar, sino que se incubó y multiplicó como un virus dentro de los hábitats digitales. Para entender la rapidez con la cual el internet crece y permea la vida de los jóvenes nacidos entre los noventa y los dos miles, un dato estadístico): "en 1993 solo había 100 World Wide Web Sites y en 1997 ya habías más de 200.000". Podrán imaginar que rastrear la cifra de cuántos sitios existen ahora en la web es una locura. Así que lo hicimos: 1.805.260.010 billones. Y aún nos sentimos solos, porque a pesar de estar conectados en la red mundial, la desconexión entre los humanos crece.

En el mundo de las redes digitales entra en juego una vez más la figura de la no identidad o del anonimato a través de las máscaras que ofrecen los alias y los avatares. Así, se vuelve un mundo de virtudes y vicios. Ana Akbari lo explicó en el Huffington post en 2014: "Cuando se ofrece una conexión de Wi-Fi y un poco de anonimidad, las personas pueden convertirse en monstruos carentes de empatía".

La era de las comunicaciones engendra, irónicamente, una cosa que Castillo categoriza en sus pacientes como "la imposibilidad de la comunicación". Este síntoma deriva de dos factores, el primero, el culto a la individualidad y el segundo, la perdida gradual de contacto o de comunicación con el mundo. Ejemplifiquemos a The Rake, The Babadook y The Shadow People bajo el primero de su casta, Slender Man. Este monstruo que funciona como un común denominador posee otra particularidad: falta de voz. Al igual que sus creadores metafóricos, tiene la incapacidad de comunicarse. No habla, no grita, no expresa. Eso también produce otro terror: el de no entender las intenciones de aquél anónimo y por otro lado la incapacidad de hacerse entender.

Estas criaturas son similares por varias características físicas y de comportamiento. Esto, como lo dijimos en un principio, más que una coincidencia, nos habla de un fenómeno propio de las generaciones que las engendran. El inconsciente colectivo, travieso y sabio, personifica sus miedos más profundos en la figura de un hombre solitario, sin identidad y silencioso. Slender Man, y los demás; entes anónimos creados a la medida, por la mente inconexa y en busca continua de identidad, del millennial.

Este artículo es presentado por Slender Man la película de Sony Pictures, en cines desde el 20 de septiembre, en todo el país. Puedes ver nuevamente el tráiler aquí y déjales saber en sus redes de Instagram y Twitter si este flaco inexpresivo también personifica tus miedos millennials. #slendermanthemovie