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Gypsy, cuando la terapeuta se pone intensa

Naomi Watts se pierde en un tentador puzzle de relaciones, donde la vida de los pacientes se mezcla con la de la responsable de su tratamiento.

Cuando reconoces que al hacer el amor con tu pareja cierras los ojos para imaginar a otra persona; el día en que verbalizas esa frustración que te aplasta las entrañas cada vez que piensas que lo que realmente querrías hacer en la vida no tiene nada que ver con lo que haces; al confesar cuántas veces has soñado que asesinas a tus progenitores: si alguna vez has ido a terapia, estoy seguro de que te habrás preguntado qué demonios estará pensando la persona que te pasa consulta mientras tú te abres en canal y le cuentas cosas que jamás habrías pensado pronunciar en voz alta.

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Gypsy nos permite echar un vistazo a las anotaciones de la libreta de una terapeuta muy particular, y a partir de esas ojeadas indiscretas lleva nuestro morbo mucho, mucho más allá.

En la serie, Naomi Watts da vida a Jean Holloway, una psicóloga de Manhattan que comienza a sentir la cerrazón de sus métodos profesionales y la de su propio universo emocional, y casi sin proponérselo decide ampliar ambos horizontes, hasta el punto de desarrollar relaciones íntimas con personas involucradas en las vidas de sus pacientes.

Dos de los primeros actos que nos dan a conocer a la Dra. Jean Holloway son signos inequívocos de que tras su gesto hierático está a punto de eclosionar una fabulosa tormenta de contradicciones.

Al entrar a una cafetería llamada 'Rabbit Hole', intercambia miradas con una de las camareras, y cuando le piden su nombre para apuntarlo en el vaso de café, da uno falso: Diane. El primer ladrillo para la construcción de otra persona ya está puesto.

Si alguna vez has ido a terapia, estoy seguro de que te habrás preguntado qué demonios estará pensando la persona que te pasa consulta mientras tú te abres en canal y le cuentas cosas que jamás habrías pensado pronunciar en voz alta

Pronto sabremos que la camarera a la que Jean espiaba es en realidad la exnovia de uno de sus pacientes, un chico absolutamente dependiente de aquella relación, incapaz de superar la ruptura. Poco después, Jean pasa consulta a una mujer de avanzada edad, una señora que habla sin parar, obsesionada con su hija treintañera y sin pareja. La doctora la trata con desafección y distancia, hasta el punto de cortarla en seco en un acceso de confianza, para declarar tajante: "no soy tu amiga, soy tu terapeuta".

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Al acabar la consulta, Jean escribe la palabra "límites" en su libreta, y la remarca con un severo subrayado, rematado por un círculo que denota desprecio. Paradójicamente, a partir de ese momento, la terapeuta empieza a romper todas sus fronteras profesionales y personales.

Como doctora, Jean se siente frustrada por dedicarse únicamente a mantener la cabeza de sus pacientes fuera del agua, evitar que se ahoguen con sus problemas, pero no poder ir nunca un paso más allá, lo suficiente como para orientarles cuando toman decisiones penosas. Como mujer casada y madre de una niña, hace tiempo que su marido perfecto y su vida perfecta la aburren tanto como para darle vuelta a su sexualidad.

Como doctora, Jean se siente frustrada por dedicarse únicamente a mantener la cabeza de sus pacientes fuera del agua, evitar que se ahoguen con sus problemas, pero no poder ir nunca un paso más allá

Los diez episodios de la primera temporada de Gypsy proponen un viaje intenso a los rincones del inconsciente, sin duda una fuerza más poderosa que el libre albedrío. El camino de Jean al encuentro de sus deseos más crudos y reprimidos describe un rastro que no deja pasar la luz, y la secreta excitación de su giro vital genera una atmósfera de ansiedad creciente.

La creadora de la serie, Lisa Rubin, prefiere moverse por las sombras de la conducta, y se adentra en las caídas en la tentación de sus personajes con un aire de frialdad abrasadora. Gypsy nos acerca a cada pálpito y cada ardor con una especie de pasión helada, arrastrándonos a ver al tiempo que esquiva nuestra mirada.

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Gypsy, cuando la terapeuta se pone intensa

Naomi Watts avanza exuberante entre el océano de aristas psicológicas de su doctora, y pone en danza como pocas actrices habrían podido hacer esa marea de encuentros bisexuales, planos subjetivos y sensaciones sofocantes.

Gypsy nos acerca a cada pálpito y cada ardor con una especie de pasión helada, arrastrándonos a ver al tiempo que esquiva nuestra mirada

La constelación familiar errante de Jean, con el clásico marido impertérrito y una niña de 5 años que podría ser transexual, más la ruptura de su código ético y sus escarceos amorosos furtivos, confieren a su personaje tanta substancia y complejidad, que hubiera sido fácil perder el control de su interpretación, precisamente en una historia sobre la pérdida, deliberada o no, del control.

Porque en Gypsy cada palabra tiene un subtexto, toda confianza puede romperse, y la ansiedad solo puede saciarse con placer. Cuando empiezas a hacer todo aquello que sabes que no deberías hacer, te entregas a un juego psicológico peligroso y, justamente por eso, del todo adictivo.