"No todas las historias de los hombres trans son de crisis": Gabriel

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"No todas las historias de los hombres trans son de crisis": Gabriel

''Si digo que soy un chico trans y que me gustan los hombres, la gente pregunta que por qué no me quedé como mujer. Siempre supe que era bisexual, nunca me vi como lesbiana''.

Semanas después de iniciar su faceta como estudiante de diseño gráfico en una universidad de Ciudad Satélite, Gabriel se cuestionó a sí mismo de una manera inesperada. El rol femenino social que había asumido las dos primeras décadas de su vida, después de todo, ya no le satisfacía, y varios días meditó, pensó en el futuro, sobre cómo se imaginaba en la siguiente etapa de su vida.

¿Quién era, realmente? Aunque en todos los años pasados se había dejado guiar, sin problema, por las convencionalidades, por el deber ser: relacionarse con hombres, presentarlos en casa, portar vestimenta femenina, cabello largo, algo en su cabeza se había atravesado y le avisaba que hasta ahí llegaba su condescendencia. "No, ya no", determinó a los 21 años.

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Casi una década después de aquella ruptura, Gabriel, un hombre trans de tez morena y cabello corto y quebrado, descansa en una banca en el Parque Hundido, al sur de la Ciudad de México. Esta tarde de febrero, interrumpió por un momento su faena para contar que antes de ese auto interrogatorio, los días de su vida pasaron de manera típica: nació con vulva y vistió como le indicaron, cursó las etapas escolares sin contratiempos, estudió artes plásticas en el INBA, cumplió 18 años y se visualizó, algún día, con esposo, hijos, una casa. ¿Qué más? Si era una mujer, así debía ser. No había por qué contradecir a los demás. Es más: ni él se preguntaba si de verdad quería eso. Parecía que la vida ya estaba armada, al menos en teoría.

Lleva puestos una camisa de cuadros y pantalón azul. Detrás de las anteojos se asoman los ojos cafés y cejas semipobladas. Gabriel tiene poca barba pero para él es bastante cosa: creció hace dos años, cuatro después de iniciar el tratamiento hormonal. La voz grave se escucha: "No todas las historias de trans, o la forma en que asumimos el género, son iguales. No todo es crisis. En mi caso, al preguntarme cómo me veía en el futuro, no me hizo sentido la carga impuesta sobre el género, y menos cómo, se supone, debía ser mi vida. Me di cuenta de que me inclinaba por una identidad de hombre, y así visualicé mi físico".

Gabriel habla pausado, sin prisa. Para él, descubrir su género fue algo cómodo: "Corazón y mente te van empujando a cuestionarte. Y opino que es algo que todos deberíamos hacer".
Internet se convirtió en el instrumento principal para hallar la información, datos, historias y soporte que buscaba. Esa fue su primera guía determinante, pues afuera, en la vida real, se veía complicado hallar testimonios de primera mano.

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Gabriel dio el primer paso: avisar a sus compañeros de escuela y a sus papás que había iniciado un proceso, que de ahora en adelante ya no quería ser leído como  mujer. La inquietud de los primeros, solidarios en todo momento, se tradujo en una pregunta: ¿cómo iban a llamarlo ahora? "Gabriel", respondió. "Ellos no habían escuchado sobre personas trans", cuenta, "de hecho, yo tampoco, no mucho, hasta que averigüé. La verdad, me sentí muy afortunado de su apertura. Pensé que así pasaba en todos los casos, pero conforme me fui adentrando al mundo trans, descubrí que no es así, que yo tuve mucha suerte".

En casa, sucedió algo similar. Sus papás, acaso estaban enterados de la existencia de personas LGB, pero no de trans. "Ellos jamás pensaron que yo iba a cambiar mi identidad", indica Gabriel, "pero se mostraron respetuosos, curiosos. Querían entender. Cuando las personas se abren, no hay que dar muchas explicaciones, se da la convivencia. Los libros no siempre ayudan a comprender. Por ese convivir diario, mis compañeros y papás aprendieron a no ser ofensivos, a ser empáticos".

La primera transición, la física, dejar atrás el rol femenino para abrazar el masculino, ocurrió sin problema. Pero la segunda, la emocional, la que implicó el descubrimiento del mundo, fue pasada. Esa sí dolió. Gabriel conoció a otras personas trans y, poquito después, sus historias: "Por ejemplo, la de mis compañeras transexuales. Eso me armó, dejó huella, y entendí esas realidades gracias a los feminismos", dice, "me di cuenta de la posición fácil para hombres cisexuales, de la jerarquización en la sociedad, de que el género es muy marcado, se le da mucha importancia, no desde el desarrollo propio, sino para que exista sometimiento hacia quien es identificado desde lo femenino. Vi por todo lo que atraviesa el género, la raza, la edad. Se crea un sistema donde unos ganan y otros pierden. Esa transición me desarrolló como individuo, no como un hombre más".

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También se encontró con otros varones trans: "Entendí que nuestras vivencias y necesidades son distintas a las de un hombre no transexual, porque a los hombres cisexuales no se les cría para ser honestos con sus sentimientos. En mi caso, fui criado, socialmente, como a una mujer. Se me permitía llorar, ser sensible. Mi fortaleza viene de una perspectiva diferente".
Su fuerza, declara, no se mide de manera física: "Quizá no pueda levantar 100 kilos, pero sí abrazar a alguien cuando lo necesita, generar algún tipo de colectividad. Pasé de ser lo que se espera de un hombre a ser un hombre empático con los contextos de otras personas. En ese sentido, me identifico con otros hombres trans".

Creció en Satélite, Estado de México y se mudó a la Ciudad de México a los 23 años. El tratamiento hormonal comenzó cuando concluyó la universidad: ya usaba vestimenta masculina, pero quería ser identificado como un varón de su edad, y la voz, la apariencia, no ayudaban mucho.

Ahora quería encontrar trabajo de tiempo completo. Ya había tenido algunas experiencias laborales: cuando cumplía un año en la licenciatura, una persona lo recomendó en una empresa donde había una vacante de diseñador. El trabajo era de medio tiempo, perfecto entonces. Días después, contó a su jefe sobre su transición, pidió que lo nombraran Gabriel y que lo trataran en masculino.

El encargado titubeó un poco, pero no hubo problema, tampoco con los compañeros. Cuando nuevo personal llegaba, Gabriel explicaba que era un hombre trans y que, por eso, aparentaba menos edad y su voz parecía de niño. "Ah, bueno", aprobaba todo mundo.

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"Por lo general, a las mujeres trans les niegan más el trabajo", expone Gabriel, "para hombres trans es complicado, pero creo que hay mayor complicidad en lo social: se cree que lo masculino es mejor. Los mismos hombres cisexuales machistas, pueden tener a un hombre trans en su planta laboral, no pesa. Antes de cambiar de manera legal mi nombre, que fue hace poco más de un año, llegaba a los empleos con mi documentación anterior, explicaba la situación y me preguntaban cómo quería que me llamaran".

"¿Adquiriste privilegios al tomar el rol masculino?", pregunto a Gabriel. Dice: "Eso puede pasar. Los hay, pero no me gusta asumirlos. Aunque esos privilegios se pueden aprovechar en beneficio de otras personas. No tengo que hacerlo pero, en lo laboral, suelo decir que soy hombre trans, para abrir la conversación sobre el tema y la gente entienda las dimensiones de la transexualidad. Creo que, en el futuro, eso puede abrir la puerta a una mujer trans. Cuando una de ellas solicite empleo, alguna de esas personas con las que hablé, podría decir: 'Yo conocí a un hombre trans, puedes trabajar aquí'. El estigma se esfuma".

Gabriel cuenta que no ha sido discriminado por su identidad de género, no de la manera típica. Cuando revela que es trans, escucha todo tipo de comentarios: "Pensé que eras normal", "Creía que eras hombre". Como conserva algunas maneras femeninas de su vida pasada, le dicen: "Eres joto". Y él responde: "No, soy bisexual. Ves ciertos comportamientos porque soy trans". "Ah, no eres hombre", insisten.

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"Si digo que soy un chico trans y que me gustan los hombres", expresa, "la gente pregunta que por qué no me quedé como mujer. Yo, siempre supe que era bisexual, nunca me vi como lesbiana. Sólo que, como llevaba el rol femenino, pensaba que debía tener a mi lado a un varón. Así te lo dicen en todas partes. Conforme crecí y aprendí, fui nombrando las cosas: bisexual, lesbiana, trans. Yo entendía lo que pasaba en mí, pero no sabía cómo llamarlo. Cuando era pequeño, me sentía atraído hacia ciertos elementos de la masculinidad, jugar algún deporte, por ejemplo, pero se me negaba".

En su tránsito por la vida, Gabriel se ha alejado de los referentes de la masculinidad de hombres cisexuales machistas: "Son tóxicos. No encuentro bienestar ahí porque tendría que competir siempre contra ellos. Así es, en buena medida, el mundo del hombre alfa".

Pero Gabriel sabe defenderse, no físicamente: de forma verbal. Apela a la charla. Una vez, él y su novia, una mujer trans, visitaron Guanajuato. Tomaron un taxi y, como había tráfico excesivo, el conductor pretendió obligar a la pareja a salir de la unidad, en medio de un túnel. Gabriel respondió que no iba a entregar el monto acordado. A gritos, el taxista amenazó con golpearlo, no estaba de acuerdo.

Pero Gabriel sabía qué decir: "Esto es más bien un asalto. ¿Qué tal que aviso a tránsito y vemos qué pasa con tus placas? ¿Y si voy a un juez y le cuento sobre tus amenazas?". El agresor se aplacó. Comprendió que, con esa actitud intimidadora, iba a perder. "Tú eres un hombre trans, pero tu educación en casa, social, fue de mujer. ¿Eso limita a los varones trans a defenderse?", inquiero de nuevo. "Es una barrera que hay que romper", responde, "en todas las personas que nacemos con vulva y nos asignan ser mujeres, aunque luego seamos hombres trans, mujer hetero, lesbiana, bisexual, hay una carga de miedo, incapacidad, de poca autosuficiencia. Pero hay que asumir que eso es impuesto y le beneficia al sistema".

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Gabriel aborda otro tema: la mayoría de hombre trans que conoce, comparte, ha sufrido alguna agresión sexual: "Puede ser un familiar y es una forma de correctivo. Es un tema tabú. En hombres trans se asoma el machismo, dicen: 'No me puede pasar, soy hombre'. Pero cuando encuentran espacios de confianza, sin la sombra del deber ser de un hombre, hablan de los dolores y miedos que atraviesan a la masculinidad e identidad. Es extraño, pero la resistencia y supervivencia de los hombres trans consiste es estar ocultos, pasar desapercibidos. Ser introvertidos".

Las vivencias de los últimos años, llevaron a Gabriel a crear Naked Men, una propuesta que nació luego de percatarse de que en la Ciudad de México existe un bombardeo de ideas sobre cuáles son los alcances y dimensiones de los cuerpos de los hombres trans, pero a partir de una visión norteamericana o europea. ¿Y los latinos?, se preguntó. El proyecto, que se ha expuesto en diversos espacios en México y en Sevilla, España, se compone de un fotolibro dividido en dos volúmenes. En el primero aparecen fotografías a blanco y negro de ocho hombres trans desnudos, y acompaña un texto sobre la relación con su cuerpo, sobre cómo lo descubrieron. En el segundo, a color, los varones, también despojados de prendas, posan en sus espacios y entornos.

"El cuerpo es un mapeo de todo lo que se atravesó para crearlo", explica Gabriel, "y tiene que ver con tu historia, cultura. Es la materialización de los discursos sobre lo trans en tu localidad. Las corporalidades que vemos en revistas gringas o europeas son diferentes porque tienen discursos diferentes a nosotros. El fotolibre se aleja de la idea de que tu físico está mal y que debe ser corregido. Es un libro que habla sobre el goce del cuerpo de un hombre trans".

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Casi un mes después de iniciado el tratamiento hormonal, lo primero que mutó fue la voz. El volumen era elevado y, poco a poco, bajó, como si hubiera enfermado de la garganta. Al inicio, era complicado modular el tono, pero tres meses más tarde surgió la entonación que a la fecha conserva. Cuando los demás notaban su nueva manera de hablar, Gabriel se alegraba. Un primer cambio evidente.

Con el procedimientos disminuyeron los senos: la grasa se distribuye, desaparece de la cadera, la espalda se ensancha. Hay otros efectos, los emocionales: "Algunos chicos se hacen enojones. La testosterona libera eso que no has trabajado. En mi caso, no… he estado relajado. Eso sí, la lívido siempre es alta. Yo, seguiré con el tratamiento, hasta que mi hígado lo soporte. Pero no afecta demasiado si llevas un estilo de vida tranquilo: si no bebes alcohol o no comes algo que haga resentir ese órgano".

Gabriel se autohormona y un médico, Dann Oliver, lo orienta. "Creo que gasto unos 8 mil pesos al año, más los estudios de niveles de testosterona. Es difícil saber los efectos o consecuencias hasta cierta edad: no se tienen registros de hombres trans mayores de 60 años".
"Si entiendes los discursos sociales, ¿por qué sólo optas por vestimenta masculina?", cuestiono, una vez más. Gabriel se apresura a contestar: "Porque no estoy fuera de la sociedad, sino en un espacio donde las personas necesitan herramientas para desenvolverse, y una es el lenguaje visual.

Discursos dicen que el mismo género es una invención, pero también existe algo intrínseco". Existe una lógica en la sociedad, ostenta: "Todo sirve para algo, y si no, no debería de existir. No estoy de acuerdo. Se ha querido justificar la existencia de las personas trans con una tensión entre lo disidente o lo comercial: debes servir como modelo de revista o como persona que tiene que transgredir todo. A las personas trans siempre se nos pide esto último, y no tendríamos que cargar con esa responsabilidad".

Ha pasado un buen rato de charla. Gabriel debe regresar a lo suyo, al diseño, pero antes de irse, comparte que, en 10 años, quiere continuar en su trabajo de diseñador. En lo personal, formar una familia nuclear con su novia. En esta pareja, el cuidado es mutuo: "Me gusta que las dos personas nos protejamos. Los dos corremos riegos. Es más probable que a una mujer la agredan sexualmente. En mi caso, si hombres cisexuales se sienten intimidados por mi forma de ser, se muestran agresivos".

La idea de un embarazo, no le disgusta: "Si tengo la fábrica, ¿por qué no? Ya hay casos, pero no en México". La sociedad, finaliza Gabriel, ve a las personas trans como incapaces de formar lazos, "se piensa que somos desechables, que no merecemos compartir, pero es importante que se conozca que tenemos familias, las cuales pueden formarse con otras personas trans, roomies. Para algunas trabajadoras sexuales, su familia son sus compañeras. Llevamos años en familia, en diferentes formas. Es importante que se reconozca ese derecho".

@Riveravazg