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Cultură

Por qué las mujeres deben dejar de ser indiferentes y recibir la histeria con los brazos abiertos

Las mujeres histéricas no son misteriosas ni evasivas, y no fingen que todo está bien. Ser histérica es ser genuina.

Llamar histéricas a las mujeres pasó de moda ya hace algunas décadas. La palabra, claro, evoca a la histeria —una enfermedad mental que sólo afectaba a las mujeres y, por cientos de años, incomodó a los hombres que la inventaron—. Los síntomas de la histeria varían en diferentes periodos históricos, y van desde episodios epilépticos hasta nerviosismo, irritabilidad y pesadez en el abdomen. En el fondo, la histeria era la materialización de frustración mental de ser mujer, agravado por la falta de respeto por parte de los hombres y la privación sexual.

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En el siglo 19 surgió una "cura" popular para la histeria, que consistía en consultar a un médico profesional que masajeaba el clítoris de la paciente hasta provocarle un orgasmo. De pronto, todos sus síntomas desaparecían —al menos temporalmente— y en poco tiempo, los doctores ya tenían clientes frecuentes. Con el tiempo se crearon los vibradores para apoyar a los doctores cuyos dedos no podían satisfacer toda la demanda.

Por suerte ya no tachamos de histéricas a las mujeres (al menos no los médicos profesionales) y la mayoría de los hombres entiende nuestro deseo de tener orgasmos. Algunos hasta son capaces de provocarnos uno. Y aunque de vez en cuando escuchemos a un tipo hablar de su ex novia "loca", eso también ya pasó de moda. Los "chicos buenos" saben que no tienen que decirnos así, porque así es como los violadores llaman a sus víctimas, y los "chicos buenos" no se identifican con los violadores.

Aquí es donde entra mi pregunta: ¿Por qué, en mis años formativos de pareja, me daba miedo que me llamaran loca o histérica? ¿Que no la sociedad ya lo había superado? Lo que pasa es que reemplazamos esos términos con uno mucho peor. Y ese término es "indiferente".

Cuando empezaba a salir con chicos, dejaba que los hombres tomaran el volante y me llevaran a la tierra de la indiferencia, donde las chicas nunca son encimosas, emocionales, celosas o mandonas.

En un artículo para Matter que se publicó en abril del año pasado, Alana Massey escribió sobre los efectos de ser "indiferente", y argumentó que ya habíamos llegado al límite de la indiferencia. "La indiferencia se metió a nuestras vidas románticas y obligó a todos los que queremos compartir nuestros sentimientos a competir en las Olimpiadas de la indiferencia con quien sea que estemos saliendo", escribió. Estoy totalmente de acuerdo.

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Ser una mujer "indiferente" es lo opuesto a ser una mujer histérica. Cuando eres indiferente, siempre estás calmada, alegre, te controlas y estás dispuesta a coger sin ningún compromiso. O, como Massey lo explica, "Ser indiferentes nos obliga a eliminar el ritual de cortejo y deseo para que no parezca que estamos muy interesadas en otros humanos". ¿Quién nos está pidiendo que eliminemos esto? Los hombres que nos cogemos. Al igual que las mujeres histéricas, las mujeres indiferentes están atadas a las expectativas de cómo actuar y —más que nada—, cómo reaccionar.

La presión de ser indiferente es la razón por la que fingía estar de acuerdo con tener una relación abierta, incluso a pesar de que sabía que esa mierda no era lo mío. Es por eso que nunca confronté a los hombres que me ignoraban después de tener sexo conmigo. Es por eso que fingía que no me molestaba que alguien con quien tenía una relación no me llamaba ni me escribía en días. Es por eso que dejé que muchos hombres me instruyeran en qué significa "tener una actitud positiva ante el sexo". Es por eso que aceptaba enviar fotos de mi trasero y de mis tetas cuando los hombres decían que devolver el favor era un acto "demasiado personal". Es por eso que dejé que estos mismos hombres me convencieran de que así son los hombres y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Es por eso que no decía nada cuando mis parejas no querían darme sexo oral y es por eso que sentía la necesidad de competir con otras mujeres que creía que trataban de ser más indiferentes que yo.

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Y es por eso que las mujeres me hacen lo mismo. Esa es la razón por la que he aceptado en muchas ocasiones, con muchos hombres, que mis intereses eran menos importantes y mis metas más frívolas. Es la razón por la que, cuando empezaba a salir con chicos, dejaba que los hombres tomaran el volante y me llevaran a la tierra de la tranquilidad, donde las chicas nunca son encimosas, emocionales, celosas o mandonas.

El punto es que, a pesar de que me esforzaba mucho por ser "tranqui", las cosas de todas formas nunca funcionaban. No importaba que tan indiferente fuera, siempre había más ámbitos en los que podía ser más fría. En otras palabras, me la pasaba gritando "¿No podría ser más tolerante?" hacia un vacío oscuro y sin amor, un vacío que nunca me iba a responder "Sí". Era un circulo vicioso de serenidad.

Supe que tenía que dejar de ser indiferente hace dos años, cuando le dije al tipo con el que llevaba meses saliendo que necesitábamos definir nuestra relación. Resulta que, en su cabeza, solamente éramos amigos. Tener sexo no importaba. Salíamos y nos divertíamos. Dejé que me convenciera de que era mi culpa por empezar a sentir algo por él y, en vez de hacerle saber lo mucho que me había lastimado, hice mi mejor esfuerzo para aparentar indiferencia para que no pensara mal de mí. Esa fue la gota que derramó el vaso. Descanse en paz la Alison indiferente.

Ahora lucho por ser histérica. Así lo veo: si podemos hacer que regrese la palabra "coño", también podemos hacer que regrese el término "histérica". Ser histérica es decir lo que piensas, expresar tus sentimientos y decir lo que te molesta. La mujer histérica deja fluir sus emociones y exige respuestas cuando la ignoran. Las mujeres histéricas no son misteriosas ni evasivas, y no fingen que todo está bien. Ser histérica es ser genuina.

Por siglos, las mujeres se han visto obligadas a reprimir sus emociones para apaciguar a los hombres. Ya basta. Ser dueñas de lo que nos han programado a temer más es el primer paso. Aceptar la histeria es la única forma de erradicarla y de erradicar cualquier forma nueva que adquiera.

Sigue a Alison Stevenson en Twitter.