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Miro a mi alrededor. Lo primero que me llama la atención es un grupo de hombres con una rubia alta, escultural, despampanante. La supongo rusa, por los rasgos eslavos. Y modelo, por la altura y el tipo de cuerpo. El hombre que está a su lado y que de vez en cuando la toca el muslo sin excesivo disimulo es idéntico a Rastapopoulos, el millonario mafioso, archienemigo de Tintín.Como el personaje del cómic, también fuma un puro. Sí, en el Bar Bar se puede fumar. A fin de cuentas, es un club privado. Hay otros tres hombres, todos c alvos y con barrigas prominentes. Sospecho que la rubia los acompaña a cambio de dinero.
El último esclavo es un tipo bastante feo, calvo, pequeñito. Nadie puja por él. En un arranque de locura, lo compro por ochenta euros. Se le ilumina la cara como a un niño frente al escaparate de una pastelería
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El protocolo es el siguiente: El anfitrión tiene una lista en la que se han inscrito, al llegar, las personas que desean ser subastadas. Cuando el anfitrión lea el nombre de cada una, esa persona debe levantarse, ir al escenario y explicar claramente qué puede ofrecer. Acto seguido comenzará la puja. El anfitrión regresa al escenario y lee el primer nombre: Mimí. "Qué cursilería de sobrenombre se puso ésta", pienso.Mimí responde al nombre que ha elegido. Es pequeñita y guapa. Lleva una caricatura de uniforme de colegiala. Minifalda plisada escocesa, camisa ceñida, zapatos de tacón, dos colas, medias y liguero. Dice que ha sido mala y que necesita unos azotes. Comienza la puja. Cada mesa ofrece un precio. Cuarenta, sesenta, ochenta. La mesa de la rusa hace saltar la banca: doscientos. Ganaron a Mimí.Diez personas van desfilando por el escenario. Seis chicas, cuatro chicos. Cada uno tiene que subir y decir cuáles son sus límites. Quiero que me azoten con un látigo, que me cuelguen pesas en los pezones, que me amarren a una cruz…
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La rusa (o mejor dicho, presunta rusa) ata a Mimí al potro, boca abajo, con mucha ceremonia. Mimí no lleva calzones. Sus nalgas quedan a la vista. No sé de dónde ha sacado la rubia una fusta, no recuerdo que la tuviera en el piso de arriba.Supongo que se la proporcionaron en el local. Azota a la falsa colegiala hasta que le quedan marcas en cada uno de los cachetes. Obliga a Mimí a darle las gracias después de cada azote. Cuando el castigo acaba, toda la multitud que miraba aplaude. Cada vez tengo más claro que esa mujer es una profesional contratada por su grupo de calvos. Acto seguido, ella y su corte atan a otra esclava a La cruz de San Andrés. La turbamulta se congrega alrededor y nos impide ver.En realidad, yo ya estoy un poco aburrida, así que nos vamos moviendo por la mazmorra a ver cómo castigan a los otros esclavos y esclavas subastadas. Yo me estoy mareando.No me siento particularmente excitada y el aire está enrarecido, entre el humo de las velas y el exceso de gente. Mis amigas tampoco saltan de alegría. Hace rato que perdimos a Olivier.Mimí no lleva calzones. Sus nalgas están expuestas a la vista. La rubia azota a la falsa colegiala hasta que le quedan marcas en los cachetes y la obliga a darle las gracias. Cuando el castigo acaba, la multitud aplaude
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Nuestro esclavo nos sigue y se supone que tiene que chupar las botas de alguien. Yo no tengo el menor interés en que chupe las mías y mis amigas tampoco están interesadas. Le digo al esclavo que queda liberado. Se le desencaja la mandíbula de puro asombro. Es una de esas veces en las que entiendes perfectamente el significado de la expresión "boquiabierto".Luego me dice que eso no se puede hacer, que estoy rompiendo el protocolo y que blablablá. Se pone a gritar. El anfitrión se acerca a nosotros, le explicamos lo que sucede. Masculla algo sobre Olivier que no entiendo bien. Supongo que debe ser algo así como que Olivier debería de dejar de traer a curiosas a las subastas.Al final el anfitrión le ofrece a nuestro esclavo que chupe las botas de la chica que nos atendió en la entrada. Problema solucionado.Las tres decidimos marcharnos a tomar una copa. No podemos llamar a Olvier ni enviarle un mensaje porque en la mazmorra no hay cobertura. Ya nos encontraremos más tarde.Le Bar Bar está en París, no se nos permite revelar su ubicación y no se permite el acceso a no socios, pero siempre puedes intentar decir que vas de parte de Olivier.*Si quieres leer más historias sobre sexo no convencional, lee mi libro Más peligroso es no amar. La excursión a Le Bar Bar formaba parte de la investigación para el libro, pero finalmente decidí no incluir esta historia.