Los tesos de la piratería en Bogotá nos contaron sus predicciones para los Óscar

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COLOMBIA

Los tesos de la piratería en Bogotá nos contaron sus predicciones para los Óscar

Fuimos a San Andresito, la Séptima y Chapinero Central, los tres grandes templos del cine pirata en Bogotá, para medirle el aceite a los Premios de la Academia.

Nadie tiene idea de qué es "la Academia". A nuestra imaginación tropical —colonizada por Amparo Grisales y la revista TV y Novelas— se viene la imagen de una gavilla de ancianos encorvados y encorbatados. Ese grupo misterioso, que delibera en secreto y parece ganar millones por tomar champaña, comer crispetas caras y escribir nombres de famosos en sobres dorados un domingo al año, es el sistema nervioso de la industria cinematográfica hollywoodense. O sea, la industria cinematográfica del mundo.

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A Colombia le ha llegado siempre su tajada de alfombra roja: a veces delgada, como con Catalina Sandino, a quien el país olvidó sin piedad después de que Manolo Cardona salió en Un chihuahua de Beverly Hills; a veces, más generosa, como con Ciro Guerra y Cristina Gallego, que por lo menos lograron la selfie con Leonardo DiCaprio. Pero lo que pasa entre los Diores y los Versaces no es solo asunto de actores guapos ni directores visionarios.

Así los cineastas independientes se resistan, los Óscar dictan la cartelera. Y, de manera más importante, dictan cómo será bautizada la siguiente camada de DVD vírgenes en las salas de parto de la piratería cundiboyacense.

Por eso nos fuimos a buscar a los gurús populares del séptimo arte. Porque la movida cinematográfica gringa no solo es asunto de Procinal o Cine Colombia: ella define también el paisaje de los andenes y kiosquitos bogotanos, dinamita los circuitos de producción y consumo de contenido audiovisual a bajo costo. Por gusto o por necesidad, la piratería ha hecho germinar un racimo de críticos y reseñistas ambulantes que dejarían en pañales a los incógnitos viejos de Los Ángeles. Empezando porque las caras de estas Academias criollas no nos las tenemos que imaginar.

Consultamos a estos oráculos del rebusque para que hicieran sus vaticinios y, de paso, le midieran el aceite al comercio del cine pirata en Colombia. ¿La La Land va a arrasar? ¿Qué onda Mel Gibson? ¿La gente sí compra películas porque están nominadas? ¿Moonlight o Lion? Lean las predicciones y reflexiones de estos jurados que han forjado su criterio a punta de torrents y Nero Burning ROM sobre los premios de este domingo.

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La Academia del Túnel: la irresistible tiranía de Hollywood

Los estudiantes necesitan un dealer de confianza. Andy Arias es el proveedor estrella de películas a $2.000 (tres en $5.000) de los cinéfilos de la Distrital y la Javeriana. Escondidas en una remontadora de calzado, al pie de un laboratorio odontológico en pleno Chapinero, las cajas de películas de este costeño se llevan por delante la floja oferta cinematográfica del sector —en las papelerías cercanas, donde también venden DVD, a duras penas se asoma Duro de matar en baja resolución—. "No, aquí los Óscares no han pegado tanto. Aquí la gente viene más por películas independientes y cine arte, pura gente de universidades. Pero igual toca tenerlas". Esa tensión se siente. Justo al lado de las suelas, tacones, plantillas y dos bolsitas de Bergman pirata, se asoma un mosaico de afiches pegado a una caja que publicita las películas nominadas.

Andy, incómodo, visiblemente saturado después de asesorar a una pareja de capul amarillo y botas Dr. Martens sobre Fellini y Tarkovsky, dio su veredicto: "Creo que va a ganar Hasta el último hombre [la película de Mel Gibson sobre el sargento cristiano Desmond Doss]. Es una película bacanísima. Mucho mejor que La La Land [el musical de Damien Chazelle], aunque esa tenga como catorce nominaciones. La estructura, como tratan la guerra y la construcción de los personajes, para mí es espectacular. Eh… Y si no es esa, la otra que es bien bacana es Talentos ocultos [la película de las matemáticas afroamericanas de la Nasa]. ¡O Lion [la del niño indio protagonizada por Dev Patel]! Uy, ese es un drama muy bravo, hermano, ese es un drama muy bravo". Por el lado de las actuaciones, también predice éxito para esa versión gore de Peter Parker que hizo Andrew Garfield: "se lo va a llevar este muchacho que hizo de Spiderman". Puntos para Mel Gibson.

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Más arriba, a dos locales de pizza y uno de empanadas de Andy, se sienta otra sibila del cine indie. En una butaca, bajo una sombrilla azul, Jennifer Sánchez cuida un puestico con chicles y cajas de DVD. Aunque solo se ha visto el tráiler, porque no le gustan los musicales, está segura de que La La Land va a arrasar, porque la industria gringa es lambona y predecible: "Todos sabemos que los Óscares le comen a los Premios Globo: la tendencia es que los que ganan Globo, ganan Óscar (casi siempre son los mismos). Entonces, claro, por las nominaciones se sabe". Del catálogo de películas nominadas solo se ha visto Sully [el drama de Clint Eastwood]. "La misma maricada, el mismo contraste de lo que es la cinematografía americana, la misma industria americana. Por eso no me gusta ver esas películas".

Pero el negocio previo a la ceremonia está caliente: en su esquina, las nominadas venden mucho más. Y eso la indigna. "La gente solamente se basa en los Óscares o en los Premios Globo pa' ver cine, por lo que no tienen mucha publicidad los otros festivales. Solo una minoría conoce los otros: Festival de Berlín, Sundance… Si hubiera más publicidad de eso, la gente vería mejores pelis". Como las que le gustan a ella: independientes, europeas y de Medio Oriente. "Esas me fascinan muchísimo, pero nada que hacer. Pa' qué obligar a la gente a ver cosas buenas si lo que vende es lo que vende". Tanto vende que sobre la carrera 13, en dos fotocopiadoras vecinas que venden cine a mil pesos, ya se agotaron las existencias.

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La Academia Central: Viggo Mortensen, un capitán entre la mierda

Como todo negocio rentable, el de la piratería es un pulpo bien ramificado. Cada brazo tiene su lugar bien asignado en las complejas redes de investigación, producción, impresión, distribución y venta. Por ejemplo, hay gente que vive de subtitular el contenido extranjero (algo clave en un país que está entre los que peor nivel de inglés tiene en el mundo). Pero ese pulpo de la copia es también un elefante más grande que el del proceso 8000 o el de la Hacienda Nápoles: está ahí, grita, pero todos se hacen los locos. Aunque en Colombia, según la Ley 23 de 1982, cualquier reproducción, comunicación, modificación o distribución no autorizada de una película es ilegal, hay más locales de cine pirata que Subways.

En el septimazo, al fondo de una gruta clandestina (que prefiere mantenerse así) está el Delfos del Blu-ray y el DVD. Concurrido por antiguos conocedores y clientes frescos que pesca una pitia del perifoneo con el conjuro " películas, películas, ¿qué busca, amigo?", esta gruta alberga entre sus pasillos a los críticos más honestos de nuestras Academias clandestinas. Sandra Milena y Yeimi, madre e hija, son vendedoras recientes pero se atrevieron a tirar las cartas:

—Pues a mí me gustó la de Hasta el último hombre. Es entretenida, súper chévere. También La llegada [el film sci-fi con Amy Adams], esas cosas como de ciencia ficción pegan.
—Ay, ojalá que le vaya bien a Animales salvajes… ¿Salvajes? No, no. Animales nocturnos.
—Pero, mami, esa no está nominada a mejor película.
—No importa, igual quiero que gane (risas).

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A su lado, Andrés, el del local más largo del pasillo, arrojó una oscura sentencia: "Que yo sepa, así segurísimo, no. Lo único seguro es la muerte". Pero se atrevió a predecir un panorama: "Yo creo que gana Monlai [Moonlight, la película de Barry Jenkins sobre un afroamericano homosexual en Miami]. Para mí está entre esa y Figuras ocultas. De Monlai me gustó el drama, no sé… Es intensa, bonita. De actores la mejor que me parece es ella, es que no me sé el nombre. Ella, la vieja de Ella [Isabelle Huppert], que también es un drama. Trata de una chica que es muy fuerte: a ella la violan y después no coloca la demanda ni nada, sino que ella misma decide cobrar venganza. Excelente película".

Él tiene un acceso privilegiado que los críticos internacionales envidiarían: recibió las películas un día antes del estreno —garantiza que le llegan máximo ocho días después— ya subtituladas y listas para vender. "Acá en el negocio hay alguien que descarga, alguien que las trae, alguien que imprime. Una cosa grande". Dice que lo de los Óscar es lo único que se está moviendo en estos días y que Ave, César, de los hermanos Coen y nominada a mejor diseño de producción, le parece una mierda. Por eso decidió no pedirla más.

Pero para escuchar la profecía mayor hay que viajar al fondo del pasaje. Allí vive Hubert, el vidente máximo, el primero en vender una película pirata en el sector hace 14 años. Este capitán pionero vivió el progresivo declive de la industria, desde los tiempos de Matrix: Recargado y El último samurái, cuando un DVD se vendía a $25.000 o $30.000. "Eso fue hace años, ahora lo consigues en $500 o $600. Multiplica". Hubert sobrevivió a un allanamiento violento hace un par de años, a las descargas gratuitas por Internet y, ahora, a Netflix. Es el consejero de todos los profesores de cine de la Nacho, de los reseñistas en medios y se codea con el selecto grupo de críticos que deciden qué se verá en las carteleras colombianas cada año.

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"Si definimos los Óscares lógicamente, tenemos que decir que es una ola, un boom ridículo. Todo el mundo quiere ver la güevonada que todo el mundo ve. Como dicen, ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente. La gente las ve y en medio de lo popular las disfruta. Disfrutan el plomo, disfrutan la bulla, no ven el trasfondo de una cinta, no van a entender jamás lo que están viendo. O sea, Meryl Streep va a estar ahí hasta que no se muera y después de que se muera va a tener un tributo. Entonces, ¿quién gana mejor actriz? Meryl Streep. Obvio, el tributo a la anciana".

Lea también: Hablamos con los que subtitulan las películas piratas que llegan a Colombia

Para él, ese boom comercial del agache cinematográfico es de dos a tres meses antes de los premios. "Después de los Óscar es una mierda, porque es que antes tú aprovechas moviendo casi 30 películas, nominadas entre banda sonora, guion, actor de reparto, escenografía —hasta por los zapatos hacen premiación—. Entonces todo eso se vende sin importar la nominación. La gente se enfoca luego solo en la ganadora. Solo quieren comprar la mejor película".

Según su experiencia, elegir una ganadora es escarbar entre la mierda. "Yo no hablaría de una ganadora sino de grandes perdedoras, más bien". Detesta los musicales —por principios personales jamás va a ver La La Land— pero cree que va a ganar porque supo lamerle el culo a la Academia: "Es favorita por una sola gran cosa: no sé si lo sabes, pero en los inicios del cine en Hollywood es blanco y negro y musical. Entonces, después de mucho tiempo, rendirle tributo nuevamente a la Academia con musicales es ir a la fija. El artista, blanco y negro con fondo musical, ganó. Esas películas rinden tributo a lo que ellos les gusta, porque el 90% de la Academia son viejos y judíos. Si en verdad hicieran la votación del pueblo, así votación de call center, se joden, ganaría la menos esperada. Literal, esa vaina es por rosca, hermano".

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De todo, rescata la actuación de Isabelle Huppert en Elle y tiene argumentos sólidos para decir que Casey Affleck debería ganar a mejor actor por Manchester junto al mar: "El man sacó una vaina en medio de la dramaturgia y lo que fue el arte posmodernista, como le llamaban ellos en el teatro: hacer sentir sin hablar. Y el tipo la tiene clara. No necesitamos ver un Day Lewis en Lincoln que se aprendió un guion de una hora para decir, qué actuación tan hijueputa, mire todo lo que se aprendió, sino que en cinco minutos el man lo quiere hacer correr a uno, hacer llorar, gritar, sentirse impotente en medio de esas vainas".

Su experiencia lo ha convencido de que la Academia no es inteligente y que, si lo fuera, el botín se lo llevaría de lejos Captain Fantastic. Específicamente, Viggo Mortensen. Tanto la aprecia que se la ha embutido a todos sus clientes y, en menos de cuatro meses, ya vendió más de 3.000 copias. "¿Por qué no gana? Porque ataca el sistema, porque ataca la educación, ataca la política, no es de izquierda ni de derecha ni de centro. No gana por eso: porque miles de personas se despertarían".

A Hubert le emputan esas fórmulas fáciles, "la rosca de siempre", que para él es rendir tributo a los negros, a los judíos y a la guerra. Pero, para su sorpresa, se soyó la que parecía una película de bala fácil y explosión escandalosa, Hasta el último hombre. "Gibson muestra la sangre como la debe mostrar. Este tipo le perdió el tabú y el miedo a Hollywood de mostrar una pierna volando. El man se copia de Tarantino en muchas cosas de la sangre. O sea, una bala ejerce un efecto en el cuerpo, y eso es lo que este man hace: no es como en lo clásico que a la gente le pegan un tiro y nunca se ve una gota. En el fondo, el man, aparte del plomo, hace que sientas un nudo en la garganta, como una vergüenza ajena, una mierda, una miseria absoluta". Pero sabe que no ganará. A pesar de eso y de los fantasmas del allanamiento, en su oráculo del cine de autor, seguirá resistiéndose a los Rápidos y furiosos que amenazan con monopolizar el mercado.

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La Academia Sanandresana: viva el plomo, abajo los musicales

Para escuchar los augurios de los proveedores más famosos de la industria hay que pegarse el paseo a Providencia y las Islas del Rosario. En plena carrera 38 entre las calles 7 y 12, en el archipiélago sabanero de San Andresito, estos centros comerciales demarcan los canales del contrabando, la reventa, las compras al por mayor y las gafas de sol. Aunque el fuerte de la piratería sanandresana son los videojuegos, las películas dan de comer a muchos. Con una Policía cansada de decomisarles los discos —y que, según algunos comerciantes, es cliente frecuente—, esta Academia es el McDonald's del cine al menudeo.

Por los puestos de lechona se llega a Patricia, una de las duras del sector. Sus veredictos fueron contundentes: "Hasta el último hombre es la mejor: el montaje, la fotografía. La La Land es muy jarta, muy aburrida. Muy lenta, a pesar de ser musical… No, no, es terrible. Jackie también es muy buena. Y la hindú, Lion. Sumercé sabe que el cine hindú es muy bueno". Atrapada entre las pilas de bolsitas, el tapizado de portadas a color, mugs con la cara de Humprey Boggart y un televisor LG sin señal, Patricia nos tiró una juiciosa reseña de su actor de reparto favorito, Mahershala Ali: "Yo le daría ese premio al de… Ay, no sé cómo se llama este chino. El de Moonlight. El pelao empieza a sufrir desde que es pequeño y cuando descubre que él es gay, ush… En esa sociedad de los negros es muy tenaz. Ser gay en esa sociedad, en ese estado, en ese país es muy verraco". Del año pasado, no se aguantó Sully, que está nominada a mejor edición de sonido:

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—Sumercé qué va a votar por una película que se la pasa dé y dé vueltas en un avión. Nunca aterrizan ni nada. Nada.
—Ay, a mí me gustó.
—¿Sí les gustó? No mano, ustedes sí que no saben mirar películas.

A pesar de su exposición pública, muchos vendedores no quieren hablar. Se han escuchado rumores de agentes encubiertos de la Sijín. Por eso, Consuelo, a pocos pasos de Patricia, solo responde desconfiada señalando un afiche en su cartelera de nominados: Fences, con Denzel Washington y Viola Davis. Otros ni se voltean a mirar. Por otro lado, muchos comerciantes, como Camilo y Edgar —dos vendedores de la cuadra siguiente—, no se han visto ninguna de las nominadas. Se aventuran a decir, por lo que les han contado, que La llegada aguanta. Camilo va más allá: "Esos Óscares son como malos". Y Édgar reconoce que es "malito pa' ver películas". Pero nos tiró su balance: las más vendidas del local han sido Hasta el último hombre, Figuras ocultas y Moonlight. Treinta en total, desde que llegó. Un número insignificante, comparado con el volumen que maneja cada vendedor en el Centro, y las cifras que Hubert dio de 3.000 ejemplares solo de Captain Fantastic. "Es que hay mucha competencia. Hoy, digamos, no he vendido ni una".

El declive de la reventa sanandresana se ha reflejado también en la llegada de los DVD a los locales. "Uy, este año se nos demoraron mucho en llegar. Digamos, La La Land, que está en cartelera hace varios meses, vino apenas hace dos semanas. Llegaron todas al tiempo. Pero, entonces, llegaron en inglés. Mucha gente no las compró por eso, porque le faltaban los subtítulos", cuenta Karen, comerciante del siguiente corredor, mientras se decide por la ganadora. "Creo que los premios se los lleva Hasta el último hombre, La La Land o Moonlight".

El último veredicto lo dio un hombre canoso, de afán, frente a uno de los locales más vacíos. "Gana Hasta el último hombre, por eso de la guerra. La acción es lo que le gusta a uno. Eso de los musicales no pega por tres motivos: uno, románticos no me gustan; dos, lo cantado lo aburre a uno, y tres, cuando es en inglés usted no pone como mucho cuidado, ¿no?".

Veredicto final: la de Mel Gibson es favorita, pero La La Land arrasa (aunque nadie se la mame)

Las Academias locales hablaron. Estos Óscares de carne y hueso nos dejaron cinco cosas claras. Primero, que Hasta el último hombre es la favorita del gremio pirata —para unos, porque el plomo es sabroso de ver; para otros, por su estructura y el uso inteligente de la guerra para desafiar el estándar aséptico de la violencia en Hollywood—. Segundo, que una nominación a los Premios de la Academia es billete garantizado para el menudeo del cine quemado. Tercero, que a pesar de eso el negocio está complicado en San Andresito (Internet, el bajonazo en los precios de un DVD, la alta competencia) y bueno en las guaridas del cine de autor. Cuarto, que estos oráculos populares se conocen muy bien los truquitos hollywoodenses y les saben a mierda. Y, por último, que La La Land va a arrasar, aunque nadie se mame los musicales. Veremos si se cumplen las predicciones y si, como dice Hubert, la gente se anima a ver algo más que la saga de El Paseo, así sea en baja resolución y con las cabecitas de la gente que se para al baño.

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Cuéntele a Felipe sus predicciones por acá.