Explorando las penas del exilio religioso a través de la cámara
Autorretrato. Todas las fotos por Bar Mayer.

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Identidad

Explorando las penas del exilio religioso a través de la cámara

Bar Mayer retrata la vulnerabilidad de gente que ha abandonado sus creencias.

Bar Mayer creció en una comunidad remota y ultraortodoxa en Israel. De niña, nunca vio una película, escuchó del "arte" o tocó una cámara. Después de separarse de su religión y de su familia a los 17 años, prestó servicio militar y pasó ocho años trabajando en el extranjero en seguridad aeroportuaria mientras intentaba reconciliarse con sus raíces.

En los 15 años que han pasado desde que dejó su hogar, Bar ha utilizado la fotografía como medio para explorar su experiencia, así como la de otros, en el exilio. En la tercera serie sobre este tema, documenta las ansiedades persistentes de sus modelos. Después de pasar tiempo con ellos, Bar diseñó los retratos para comunicar las complejidades individuales de cada uno: una mujer que huyó del mundo ultraortodoxo después de que no pudo dar a luz sostiene una piedra contra su vientre; otra, traumatizada por la religión, tiene el Libro del Eclesiastés escrito en su espalda.

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Bar nos habló sobre su pasado, y sobre cómo el arte y la religión en realidad no son tan distintos.

La foto de Anne representa el trauma que le dejó la religión.

i-D: Antes de empezar, ¿podrías contarme un poco sobre el lugar en el que creciste?
Bar Mayer: Crecí en Trifrach, un pequeño pueblo al sur de Israel que está dividido en dos: en un lado está la comunidad judía ortodoxa, y en el otro están los laicos. No hay comunicación entre las dos mitades —hay colegios y mercados para cada comunidad—, ellos eran "la parte mala" y nosotros "la buena".

Recuerdo que cuando era niña, los espiaba por las ventanas; esa fue la primera vez que vi una televisión, un radio, libros y periódicos. En nuestra comunidad eso estaba completamente prohibido.

No tenía mucho tiempo para hacer cosas que no estuvieran relacionadas a ayudar a mi madre en la casa. En el colegio, casi el 90% del estudio era sobre religión, aunque también había canto, dibujo, clases de costura, inglés básico, matemáticas y geografía… pero la verdad, nada de eso me sirvió más tarde para entrar a la universidad, necesitaba una formación integral.


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Yosi dijo sobre esta foto: "en mi mano estoy sosteniendo mis pasiones, pero en cualquier momento se pueden ir volando. Soy muy vulnerable. Intento mantenerme en la realidad".

¿Cuándo supiste que querías abandonar tu comunidad?
Desde los seis años, mi mente empezó a cuestionarse. Prendía las luces en los Sabbath, comía en Yom Kippur, no dejaba pasar seis horas entre el consumo de carne y de leche; básicamente hacía todo lo que desafiara las reglas. Mi madre y mis hermanas mayores no tenían tiempo de reflexionar y cuestionarse sobre cómo vivían. Yo simplemente no heredé esa adoración por Dios. Cumplir con las más grandes expectativas de mi feminidad —tener un esposo y muchos hijos— me parecía una carga. A medida que fui creciendo me di cuenta de que si no me iba antes de que me arreglaran un matrimonio, perdería la oportunidad de hacer un cambio.

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El punto de quiebre llegó cuando fui en secreto con dos amigos a un festival en el día de San Valentín. Después me enteré de que me estaba siguiendo un grupo llamado mishmeret hazniut (o los "cuidadores de la modestia"). Son los responsables de encontrar la "hierba mala" entre los jóvenes. La mañana siguiente, a las 5:00 a.m, cuando mi padre ya había salido de casa para hacer sus oraciones, empaqué mis cosas en una maleta pequeña y huí con 50 shekels que le había sacado a mi madre de la cartera. Fui a Jerusalén, a donde mi hermano, que se había ido de casa cuatro años antes y con quien me habían prohibido el contacto.

Abandonar la religión le permitió a Hanan considerar qué quería realmente.

¿Tuviste alguna experiencia artística en tu infancia?
Ni siquiera había escuchado de la palabra 'arte'. Tuve algunos momentos felices en kinder y en el colegio en las clases de dibujo, pero no sabía del mundo del arte. Después entendí que tiene una estructura más o menos como la de la religión; es un universo paralelo en el que examinas la realidad, la vida y la historia. Este mundo también tiene reglas estrictas; probablemente intentaré romper algunas.

Comencé con la fotografía a los 26 años. Estaba viviendo en Alemania y me enamoré de la habilidad de darle forma a partes de mi imaginación, a componer e interpretar la realidad como yo la veo. Nunca tuve esa libertad, especialmente siendo una mujer.

Racheli dejó su comunidad después no poder quedar embarazada, lo que la hizo sentir un fracaso como mujer.

Tu identidad como judía exultraortodoxa es un tema recurrente en tu trabajo, ¿cómo te ha ayudado la fotografía a explorar eso?
Lidiar con esa identidad es un proceso de toda la vida. Mis raíces siguen estando ahí y la brecha que nos separa se sigue agrandando. Todos mis hermanos y hermanas tienen sus propias familias; tengo 50 sobrinos.

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Veo esta brecha entre ambos mundos con la ayuda de la cámara. Alivia el dolor. La cámara me protege y me permite ir más profundo.


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Autorretrato

¿Me puedes contar un poco acerca de estos retratos y de la relación que formaste con tus modelos?
Este es mi tercer trabajo que aborda el tema. En los dos primeros yo fui la modelo. Tenía que dar un paso atrás y desprenderme. La creación de cada retrato tomó entre dos y tres meses. Algunos salieron más fáciles que otros. Algunos de los miedos de las personas a las que fotografié son similares a los míos; el proceso de abandonar una comunidad crea dilemas y mecanismos muy parecidos.

El retrato de Racheli es con el que más me identifico. Ella tuvo que huir de su comunidad porque no pudo quedar embarazada. Si no lo lograba, nunca sería perfecta, no sólo ante los ojos de Dios, sino ante los de su familia y los de la comunidad. Esa es una carga muy pesada. Yo me fui porque sabía que para ellos, o tenía bebés y cumplía de lleno con mi destino de mujer en el mundo, o era inútil.

Este artículo fue publicado originalmente en i-D, nuestra plataforma de moda.