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La columna rota

“No quería pertenecer a la estadística”: Rosaura dejó a su pareja cuando los celos se tornaron violentos

“Empezó por prohibirme amistades, primero de hombres”.

El feminicidio en México es un problema que nos debe importar a todos. Del 1 al 21 de enero, se han registrado 97 feminicidios: principalmente en el Estado de México con diez; Veracruz con nueve, Baja California y Ciudad de México con siete en cada entidad.

Iniciamos este año con el testimonio de Verónica, una mujer valiente que logró salir de la violencia machista que padecía con su ex pareja. Esto ha hecho a que más mujeres compartan sus historias de supervivencia. Y aunque no podemos revelar sus nombres reales, cada una de estas historias es redactada por ellas, para que cada vez sean más las que se armen de valor y compartan sus propias experiencias. Por esta razón trataremos de compartir dos historias de mujeres vivas al mes, y ojalá logremos que se unan muchas más, para que consigamos qué #NIUNAMÁS deje de ser solo un hashtag, y se convierta en una realidad.

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Rosaura

Mi historia comenzó a los 15 años. Estudiaba y era una niña de hogar cuando conocí a Daniel en una fiesta familiar. Aunque no hablamos, al día siguiente uno de mis primos me invitó a salir y fue acompañado por él. Entonces comenzó la química entre los dos y comenzamos a salir “como amigos”, pero después por una u otra cosa dejábamos de hablar y perdímos comunicación.

A la edad de 16 años comenzamos a vernos nde nuevo. Yo ya estaba por entrar a la preparatoria y mi mamá me daba un poco más de permisos. Sin embargo, nunca le dio buena espina Daniel; había algo que no le agradaba de el, por lo que me prohibió verlo.

Sin embargo, yo tenía un afecto tan grande hacia él que desobedecía todo lo que mi mamá pudiera decirme de Daniel, hasta que ella optó por conocerlo. Comenzó a ganarse la confianza de mi mamá para posteriormente pedirle permiso para iniciar una relación formal. Mi mamá aceptó, no muy convencida, y comenzamos la pesadilla: empezó por prohibirme amistades, primero de hombres: decía que lo respetará como él a mí. Y yo enamorada aceptaba y pensaba que eran unos celos normales. Posteriormente comenzó a negarme las salidas con mis amigas. Mi mamá notaba un cambio en mí y preguntaba qué me pasaba. Me veía triste y cada vez más alejada de todos. Yo lo negaba; no me atrevía a decirle lo que pasaba.

Llegó el día en el que cambió mi vida por completo. Salí por la tarde con mi prima con temor de que él descubriera que no estaba en mi casa, como le había dicho. Llegué minutos antes del horario de siempre, cuando llegaba de trabajar. Corrí a ponerme pijama cuando él llegó. Me dijo que ya había ido a buscarme y que no estaba, que él ya me había dicho que no me saliera con mi prima. Me hizo sentirme culpable, pues se fue llorando porque se sentía decepcionado de mí por haberle mentido. No podía estar tranquila: no me contestaba los mensajes ni las llamadas. En la madrugada me escapé de mi casa por una ventana para ir a buscarlo a su casa. Poniendo en riesgo mi vida llegué y le pedí que me abriera. Al principio no quería, me decía que me fuera y que no lo molestará. Decidió abrirme y yo le pedí perdón por haberle mentido.

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Estábamos viendo una película cuando me pidió mi celular. Y al revisar mis conversaciones se dio cuenta que hablaba aún con algunos compañeros de la secundaria. Se molestó tanto que se levantó y sin decir más arrojó mi teléfono al piso, destrozándolo para que yo nunca más pudiera hablar con nadie. Yo lloraba y le seguía pidiendo perdón. Entró su mamá a su cuarto y me pregunto qué pasaba. En medio del llanto y con la voz quebrantada traté de explicarle. Su mamá solo escuchó y le dijo que se “pusiera en paz”.

Comenzó a correrme de su casa a esa hora. Yo le pedí que me dejara quedar hasta que amaneciera. El amenazaba con hablarle a sus tías y primas para que me sacarán a golpes de su cuarto. Yo con miedo le suplicaba que no lo hiciera; fue entonces que decidí salirme a las 5AM.

Él salió tras de mí porque me dijo que a pesar de todo no quería que algo malo me sucediera. Llegué a mi casa y mi mamá ya se había levantado. Me miró entrar por la ventana y enfureció. Sin embargo, me vio tan mal que sólo me dijo que cuando llegara de la escuela hablábamos.

Me quedé todo el día en casa. Mi hermano menor más tarde se lo encontró en la calle. Me mandó decir que me iba a pagar mi teléfono. Más tarde una amiga me invitó a su casa. Mi hermano me presto su teléfono para que mantuviera contacto con ellos. Él fue a buscarme y pidió el número que yo tenía para llamarme. Lo hizo y comenzaron los arrepentimientos. En ese momento él me dijo que nos fuéramos a vivir lejos, que si yo estaba dispuesta más tarde pasaba por mí. En el transcurso a mi casa aún no decidía que hacer; sentía quererlo y quería estar con él.

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Él no quería decirme a donde iríamos, pues decía que al decirme yo me arrepentiría. Llegó la noche y yo pasé mis maletas a la casa de un vecino que me ayudó a sacarlas. Él ya me esperaba en la esquina con un amigo suyo. Pasamos la noche en un hotel cerca de nuestra casa y desde ese momento no deje de recibir llamadas por parte de mi familia, conocidos y amigos. Me pedían no lo hiciera, que pensará bien las cosas porque nunca iba a estar mejor en otro lado que en mi casa. Hice caso omiso a todo y a todos; yo quería estar con él.

Al día siguiente él pidió un taxi para ir a la central de autobuses. Seguía sin decirme a dónde iríamos, hasta que llegamos a pedir los boletos. El destino era Yucatán, pero al no haber boletos decidimos irnos a Ixtapa-Zihuatanejo en donde ambos teníamos familia. Pasamos todo el día en la central porque el camión salía por la noche. Llegamos a nuestro destino, en donde nos recibió un tío mío. Platicó con ambos y quería hacernos entrar en razón para regresar con nuestras familias. Los dos dijimos que íbamos a trabajar.

Yo lo convencí de dejarme trabajar a mí también. Salimos al centro a dejar solicitudes, y me contrataron en un mercado de artesanías, pero al día siguiente que ya tenía que trabajar él no quiso dejarme porque mis jefes serían hombres. Se nos comenzó a acabar el dinero y se sintió más presionado. Le pedí regresar a la Ciudad de México, y él me dijo que no quería porque yo sería la misma. Logré convencerlo con una condición, y esa sería desactivar mis redes sociales. Lo hice y fue así como regresamos. Dos días vivimos en casa de mi mamá, pero él no se sentía a gusto así que nos fuimos a su casa.

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Al principio su papá no quería verme con él. Su mamá apoyaba todo lo que su hijito le dijera. Nos ayudó, pues él no tenía trabajo y todos los gastos corrían por parte de ella. Después de cuatro meses salí embarazada. Yo no quería decirle a mi mamá; tenía miedo y él me decía que lo íbamos a tener. Yo no tenía derecho a decidir qué hacer. No tenía un cuidado en mi embarazo, sólo me compraba el ácido fólico, pero se molestaba si mi mamá le pedía que me llevará a citas constantemente pues yo estaba ya en un estado de anemia. Finalmente, él ganaba pues yo le pedía a mi mamá no se metiera. Así continuó mi vida en sus manos: una vida rutinaria en donde yo tenía que ser una mujer sumisa. Continuó la violencia y fue aumentando, pasando de un jalón, a pegarme de patadas o con el puño cerrado, hasta destruir mis cosas y a amenazar con llevarse a mi hija lejos de mí.

Tenía miedo de hablar, tenía miedo de salir de ahí, hasta que ya no pude más. La violencia llegaba a un grado en el que se detenía hasta que veía que mis fuerzas se agotaban, que ya no podía defenderme más.

Salí de esa vida con la ayuda de muchas personas que me aprecian, en especial con ayuda de Frida, quien estuvo al pendiente de mi caso cuando yo decidí dejarlo. No fue fácil; por eso decidí tomar ayuda profesional. Fue un proceso largo y doloroso; sin embargo, tenía una fuerza superior que era la que me ayudaba: era un ser pequeñito de tan sólo dos años y medio, que me decía mamá.

Sabía que tenía que ser fuerte por ella, para que nunca pasará lo mismo que yo, para que en un futuro yo pudiera relatar mi caso a más mujeres que como yo tienen miedo y no ven una salida. Decidí dejar esa vida porque no quería pertenecer a la estadística lamentable de mujeres asesinadas o desaparecidas, porque no tenemos la culpa de encontrarnos con personas con el alma podrida que sólo buscan hacemos daño.

Esta es mi historia; gracias por leerme.

Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.

@FridaGuerrera
fridaguerrera@gmail.com