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Visitamos la sombría prisión bosnia de Zenica

Los presos tienen que automutilarse para recibir un poco de atención por parte de los vigilantes.

Defender los derechos humanos significa ayudar a la gente y escuchar muchas historias, generalmente contadas por personas de las que tus padres te advirtieron. Me encanta escuchar historias de desobediencia, por lo que siempre me emociona ir a recorridos a prisiones; cada persona que conozco tiene una historia, una causa o algo o alguien a quién desobedecer.

Por un tiempo, la prisión Zenica fue la más grande en Yugoslavia. Ahora, es la prisión más grande en Bosnia. Zenica en sí es una ciudad en medio de dos montañas, formada por pequeñas casas con chimenea y edificios. Gracias a esas chimeneas, el aire en la ciudad está contaminado; los habitantes y ambientalistas culpan a sus emisiones de un incremento en los tumores de los lugareños durante la última década.

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Llegando a Zenica, una vigilante nos pidió nuestras identificaciones y nos dio la bienvenida. Nos presentó al director de la prisión, asistentes y consejeros.

Al principio, la plática se enfocó en el financiamiento de la prisión y de su mal estado. Un poco después, un supervisor apuntó a un árbol recargado en una pared de la prisión y contó la historia de un recluso que subió el árbol y pasó la noche ahí con la intención de fugarse. Los otros reclusos le aplaudieron desde abajo del árbol. Los guardias temían que muriera de frío. Al final, él bajó. Y eso se convirtió en una leyenda.

El supervisor nos contó esta historia por una razón: los turistas de prisiones podemos formularnos una idea de las cárceles a partir de las anécdotas de historias de fugas que escuchamos: ¿Qué pasó? ¿Cómo trataban a los presos? ¿Qué tan cerca estuvieron de escapar?

De lo que he aprendido durante mi investigación sobre el sistema de penitenciario de Bosnia, cualquier intento de fuga es visto por los guardias como una manera de llamar la atención. A lo que yo escuché, los guardias tenían poco conocimiento de cómo lidiar con el comportamiento de un recluso ya que recibieron poca capacitación.

Este aspecto se notó en la clínica de la prisión, donde conocimos a un recluso que fue diagnosticado con varios desórdenes psicológicos. Tenía una mirada tierna pero puños que podían tumbar un árbol. Nos contó que un día se tragó una cuchara, la cual le rompió las entrañas y los músculos del estomago.

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Tuvo una recuperación milagrosa, pero él requirió una cirugía plástica para curarse por completo. Cuando vio que no se le aprobaba la intervención, optó por tragar otra cuchara.

Al igual que el tipo de la cuchara, Zenica tiene un montón de otros hombres que también se les llama por el nombre del objeto con el que se hicieron daño: el Güey del Rastrillo, el Güey de la Navaja y así. La automutilación es muy común en las prisiones de Bosnia, incluso más en Zenica, que es muy ineficaz para lidiar con los problemas de los reclusos.

También conocimos a un varios presos que en buscaban ayuda legal, pero toparon con pared. Uno de ellos era un gitano analfabeta y muy tímido, que nos entregó una carta que había dictado a un amigo. Para escapar de la guerra, su familia se mudó a Alemania, según decía en la carta, pero su padre alcohólico nunca los apoyó. La mamá del recluso también abandonó la familia, dejándolo a cargo de sus pequeños hermanos. Cuando murió su padre, él les prometió que nunca pasarían hambre; pero por cumplir esa promesa ahora está condenado a ocho años de prisión.

Cumpliendo su sentencia ha sido acosado sexualmente y violado por otro recluso. Sin embargo, la investigación oficial de lo ocurrido concluyó en que no fue violación sexual ya que ambas partes estaban de acuerdo y fue una transacción de bienes: aparentemente al gitano le prometieron una cajetilla de cigarros a cambio de sexo. Cuando el recluso no le dio los cigarros, el otro lo denunció de violación sexual.

El rechazo del caso de este recluso es uno de los tantos casos que son ignorados en esta cárcel. Las denuncias no son investigadas y los eventos son justificados como una manera de los reclusos para llamar la atención. El problema es que los guardias no están prestando atención a los problemas de los reos, y por ende ellos seguirán con la automutilación.

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