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Cultură

La vida y obra de un asesino en serie colombiano llevada al teatro

Daniel Camargo violó y estranguló a 157 niñas vírgenes entre Colombia y Ecuador. El director Johan Velandia llevó al Festival Iberoamericano esta historia en una obra visceral, íntima e impactante.

A medida que entra, el público se acomoda en una mesa: una mesa larga y rectangular. Los actores también se sientan a la mesa, sirven comida, sirven agua y hablan con los espectadores. Los interpelan. La tarima no está allá arriba, lejos: la tarima está acá en el medio y los actores se funden con el público. La vida del protagonista transcurre desde su infancia hasta su muerte alrededor de esta mesa: sobre ella, por debajo, a su alrededor, ante los ojos del público que se ríe o aprieta culo cada vez que los actores les hablan de frente, o cada vez que se apaga la luz y todo queda oscuro y Camargo viola a otra más de su lista interminable de mujeres vírgenes. Los comensales, los asistentes, vemos a Daniel Camargo convertirse poco a poco en el sádico del Charquito.

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Los que llegan tarde a la obra, presentada en la sala Buenaventura de Casa Ensamble, se sientan en una tribuna a lado y lado de la mesa.

Cuando lo cogieron en Ecuador, Daniel Camargo ya había violado y asesinado a 157 mujeres vírgenes. Durante 20 años, desde finales de la década de los sesenta hasta la década de los ochenta, Camargo logró sortear a las autoridades, fue capturado y encerrado en La Modelo, cumplió su pena, volvió a ser capturado por nuevos homicidios y logró volarse de la cárcel natural de Gorgona (rodeada de mar y tiburones) para viajar hasta Ecuador a seguir firmando sentencias de muerte.

Es el tercer asesino en serie con más víctimas a su espalda de los que se tenga registro en la historia del mundo. Los dos primeros lo ocupan Luis Garavito y Pedro Alonso López, colombianos también.

Todas las fotos Camilo Montiel.

La obra nació en la cabeza del dramaturgo Johan Velandia cuando veía una serie de televisión "de esas gringas culas que pasan a media noche" sobre asesinos en serie. "Y ahí encontré a Camargo ––dice Velandia–– y Camargo me interesó mucho porque había estudiado en mi mismo colegio, en los años cincuenta".

Velandia se refiere al Centro Don Bosco, colegio salesiano al que Camargo se pasó ––50 años atrás–– luego de salirse del colegio León XIII porque sus compañeros lo matoneaban: la madrastra de Camargo lo vestía con falda y trenzas y lo obligaba a ir así al colegio. Lo llamaba Daniela. Su padre, borracho consumado, le decía todas las noches a su esposa que desistiera de tener hijos. Ella, inestable y resentida, castigaba a Camargo por su mal comportamiento clavándole alfileres en los dedos.

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Daniel Camargo aparece a lo largo de la obra, desde su infancia –vestido de niña– hasta el día de su muerte con los dedos vendados.

Su relación con las mujeres siempre pasó por la indiferencia o el desamor. A la primera de sus dos esposas la cogió en pleno revuelque con el mecánico vecino. La segunda fue su cómplice: quien le ayudaba a conseguir niñas vírgenes para satisfacer la sed inmaculada de su esposo.

–¿Cómo es que todo esto forma al asesino? A mí me interesaba mucho cómo se construye ese monstruo, cómo se construye esa persona que viola y mata a 157 niñas identificadas –dice Velandia, director y guionista de la obra.

Camargo tenía un coeficiente intelectual de 116, por encima del promedio: era conocedor de las grandes obras de literatura y filosofía: desde Dostoievski hasta Nietzsche, pasando por Hesse, García Márquez, Stendhal y Vargas Llosa. Buena parte de su reclusión en Gorgona la aprovechó para la lectura de estos clásicos. Para leer y dibujar.

Cuando se logró escapar en una balsa de la isla los guardias de la prisión lo dieron por muerto. Pero el prófugo pudo llegar hasta el puerto de Buenaventura sin naufragar o ser devorado por tiburones. De ahí bajó hasta Ecuador y llegó en la misma época en que el papa Juan Pablo II visitaba el país. Allí sedujo y engañó a las niñas pretendiendo ser un pastor evangélico.

–Hay tantas coincidencias en la historia de él, que parece destinado a eso. Llega a Ecuador en la misma época que el papa, que representa el bien –dice Velandia, quien también hace el rol de Camargo.

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La obra habla del odio y el resentimiento, de la violencia y el mal. No en vano, hacia el final de la presentación, el protagonista grita casi desesperado:

–¡Hay quienes venimos al mundo a enseñar que el mal existe!

Velandia cree que Daniel Camargo, el personaje en la obra y en la historia, sirve como espejo o señal. Como advertencia para mostrarle a la sociedad que si uno se funda y se cría en el temor y sigue ese camino de resentimiento puede acabar experimentando el mal a fondo.

–Y de repente Daniel Camargo vino a eso y nos enseñó eso y nos dijo "mejor váyanse por otro camino". Yo creo.

Hacia el final de la obra se ve a un Camargo viejo y atormentado. Está en la cárcel de Quito, con su gato Nietzsche, recordando su pasado. Soportando y asumiendo a sus muertos. Detrás de la mesa, al fondo –durante toda la obra– hay fotos de las niñas víctimas suyas: niñas entre los ocho y los 20 años. En el medio, el retrato hablado del asesino.

Para Velandia, esta es la historia de una persona, pero sobre todo es la historia de un país.

–Yo me dije "chévere hacer una obra sobre el odio", porque siento que los colombianos estamos cargados de rabia, que en cualquier momento explotamos por eso que no viene de mi mama o de mi abuela sino de la historia del país.

Religiosidad, violencia, represión, discriminación, resentimiento, odio: los temas que giran alrededor de la vida de Camargo. Los temas que giran alrededor de la historia de un país.

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–Camargo representa para mí, aunque la gente no lo sienta como yo lo sentí cuando escribí la obra, representa hablar de un país a través de un asesino condenado.

Como si dijera que la historia no es un tema de fechas. Que la tradición no es algo lejano o vetusto. Que la historia corre por nuestras venas y que la tradición es su pulso. Que no conocerla no nos exime de su condena. Que reconocer las herencias, en cambio, es el primer paso para vernos en el espejo. Que es el espejo.

La obra termina como termina la vida de Camargo: asesinado a cuchillo por otro preso de la cárcel en Quito: por otro preso que terminó siendo sobrino de una víctima del mismo Camargo.

Por eso, Velandia remata la entrevista asegurando que:

–De repente, Camargo es una triste radiografía de lo que somos.

Los rencores heredados, las violencias repetidas.

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La última función de "Camargo" será presentada hoy en el teatro Casa Ensamble, de Bogotá. *** A Santiago le interesan las historias de asesinos en serie. Compártele una por acá.