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pensar en positivo

10 preguntas a Marcelo Lusardi, el skater ciego

El día que cumplía 18 años los médicos le comunicaron que se quedaría ciego de por vida. El skate le salvó y su historia de superación ha dado la vuelta al mundo.
Foto de Javier Saavedra

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Todo empezó con una mancha en el ojo derecho, una mota en la vista a la que los médicos apenas dieron importancia. Era junio de 2015 cuando Marcelo Lusardi notó los primeros síntomas de una enfermedad genética muy rara, llamada atrofia óptica de Leber. "Me dijeron que en un par de meses me pasaría. Salí del hospital pensando que me curaría, pero estaba súper angustiado", explica a VICE Sports este bonaerense de 19 años que desde 2003 vive con sus padres en Santiago de Compostela.

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A pesar del diagnostico, Marcelo no notó ninguna mejoría, y de hecho se dio cuenta de que las luces de neón y otros estímulos visuales brillantes le molestaban cada vez más. De nuevo, le dijeron que eso era bueno, que quería decir que estaba recuperando visión de ese ojo derecho, aunque hacía tiempo que no veía prácticamente nada.

Más acción: Surfeando a ciegas

En noviembre, cinco meses después de que apareciera la primera mancha, Marcelo notó que la misma se le reproducía en el ojo izquierdo. El día 24, el mismo en que cumplía 18 años, los médicos le comunicaron que se quedaría ciego de por vida. Evidentemente, fue un mazazo tremendo.

Marcelo marcándose un pivot grind en las calles de Ferrol, Galicia. Foto de Javier Saavedra

Buenas Marcelo, y gracias por atendernos. Cuéntanos, ¿cómo recibiste la noticia de que te quedarías ciego?

Pues me calmé un poco, ya que cuando no sabía qué me ocurría sentía mucha ansiedad. Después empezó una época muy oscura de mi vida, y lo recuerdo así porque encima llovió mucho y todos los días eran grises. Estaba allí sin hacer nada, pasando el tiempo y deprimido. Me veía incapaz de hacer las cosas, a pesar de que todavía veía algo y me podía mover sin bastón.

¿Y cómo lograste superar esa época?

En mayo de 2016 perdí casi toda la visión. Mi madre llamó a una amiga suya, Mónica, una señora ciega de Madrid que es la puta ama y que vino expresamente a Santiago para verme y hablar conmigo. Me dijo 'mira chaval, eres ciego y punto', me alentó a seguir adelante, ya que ser ciego no es algo malo. Es una putada, pero no deja de ser un cambio al que te puedes acostumbrar.

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Desde que enfermaste habías dejado el skate, llevabas meses sin tocarlo, ¿por qué volviste a lanzarte?

Al día siguiente de la visita de Mónica me animé a bajar a la plaza con la tabla. Hacía tiempo que escuchaba el ruido de los demás skaters y me entraban muchas ganas de estar con ellos, pero me preguntaba cómo podía hacerlo con tanta poca visión. Ese día se lo conté todo a mis amigos, me puse a llorar allí en medio, lo eché todo. Ellos me apoyaron desde el primer momento y me dijeron, no sé si para animarme o en serio, que me bajara a patinar con ellos a la mañana siguiente.

¿Y te costó mucho, tenías dudas?

Sí, hacía tres días que había pillado el bastón y hasta me costaba andar, imagínate con el skate. Sentía pánico, y todavía siento miedo a día de hoy. Es mi lucha constante por hacer lo que me gusta, aunque me dé miedo. Cada vez que pienso en la palabra miedo me daría una bofetada y me diría 'espabila, Marcelo, tienes que patinar, no te puedes quedar atrás'. Empecé con un ollie, lo más básico, fue como volver a empezar.

Marcelo en Zamora, Castilla y León. Foto de Javier Saavedra

Qué pensaron en tu familia, ¿no lo vieron algo peligroso?

Mis padres me dijeron '¡como que patinar sin ver, colgado!', fliparon colores. Les expliqué la verdad, que llevaba un montón de tiempo sin hacer nada y que me gustaría volver a hacer algo con mi vida, sentirme lleno. Eso sí que lo entendieron, y por eso aprobaron que volviera a patinar.

Siendo el skate un deporte tan plástico y visual, ¿cómo se vive cuando no te ves?

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Con la mayoría de trucos, como saltar unas escaleras o grindar, no noto una gran diferencia. De hecho antes no hacía esas cosas. Me siento como si viera. Lo que sí que noto es que lo siento en el alma, no veo cómo gira la tabla pero me fijo en cómo pongo los pies, en cómo rasco la tabla, la fuerza que le doy… es la hostia.

¿Vas solo al skatepark, cómo te lo montas para hacer los trucos ahora?

Buah, bajar solo me da cosa. Si lo hago me limito a trucos de suelo, procuro no darlo todo. Cuando voy a spots nuevos siempre hago un recorrido de reconocimiento del lugar. Yo me hago mis ideas, y mis amigos las acotan un poco, me ayudan a decidir qué puedo y no puedo hacer. Por ejemplo, cuando salto gaps o escaleras tengo varias técnicas. Cuando voy con el bastón puedo hacerlo solo, pero otro método es que ellos me griten '¡ya!' cuando alcanzo el vértice. Es un poco más arriesgado, pero confío en mis colegas, a saco.

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Lusardi lleva desde mayo patinando a tope con el bastón en mano y los complejos disueltos a base de trucos. Aunque patinaba desde los 12, ahora todo el mundo le dice que patina mejor que nunca, y él afirma que no ha dejado de aprender cosas nuevas en esta nueva etapa de su vida. A pesar de que no ve ni un pijo, afirma que no se mete más hostias que antes: fifty-fifty, dice.

El skate sin visión es puro sentimiento, el buen truco va por dentro y es cuestión de fijarse en los detalles y notar que la has clavado. Marcelo, al que todo el mundillo conoce como the blind rider (el skater ciego), ha aprendido a tirarse por rampas ya ciego, y claro, la peña flipa. "Un día estaba en la plaza y había un padre que era americano y me vio llegar. Después de patinar me fui a comprar algo al súper, y cuando volví mis colegas me comentaron que el tío se les acercó y les dijo con tono serio que yo valía mucho, muchísimo", recuerda.

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La historia de este chaval gallego de 19 años ha dado ya la vuelta al mundo, y incluso hablan de él en Trasher Magazine, que vendría a ser la biblia del skate, gracias a un magnífico documental biográfico impulsado por Runastudio. "Me anima porque sé que mi historia puede animar a otra gente, me llegan mensajes de gente con problemas de visión que se sienten inspirados por mí".

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Cuando te quedas ciego, ¿sientes vergüenza al ir por la calle?

No sé si es vergüenza, pero sí que te sientes inferior, porque piensas que los demás ven y tú no. Te sientes débil, pequeño, como que el mundo se te viene encima y que no podrás hacer nada… Tras un tiempo, lo veo todo distinto. Antes iba por allí y la gente debía pensar 'ah, mira, un ciego' y punto. Ahora dicen, 'buah, tío, ¡el skater ciego!', así que la cosa cambia un poco y depende de ti mismo.

¿Qué le dirías a cualquier persona a la que le toque pasar por un proceso similar?

Hay que luchar, momentos malos los hay sí o sí, pero que se apoyen en la gente de su alrededor, en gente que sepan que es buena y que intenten pensar lo que les gusta y hacerlo. Y si no pueden al 100%, procurar adaptarlo. Yo no puedo patinar como alguien que ve, pero me gusta igual porque estoy haciendo algo que en teoría es para gente que ve, no es como un fútbol para ciegos. Patino igual que el resto.

Valorando todo lo ocurrido en este año vertiginoso, ¿sigues viendo como algo malo todo lo que ha sucedido?

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Me jode decirlo, pero creo que quedarme ciego fue algo muy bueno para mí. Antes era un chaval cualquiera, normal, no tenía nada que decir ni tampoco pensaba mucho. Ahora me pienso bien todo lo que quiero hacer, y si quiero hacer algo lo hago y punto. Pienso en positivo, me cambió mi mentalidad para bien. Más allá de no ver, no hay nada de malo en quedarse ciego.

Lusardi en las calles de su ciudad, Santiago de Compostela. Foto de Javier Saavedra

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Después de media de hora de charla con Marcelo, a cualquiera se le gira por completo su visión de las discapacidades. Como él hay muchos otros ejemplos, y por citar uno muy similar podemos hablar de Aitor 'Gallo' Francesena. Lusardi, ciego o no, es un joven como cualquier otro, que duda sobre qué estudiar en la universidad —probablemente fisioterapia— y que se desvive por su pasión.

Irónicamente, quedarse ciego le hizo ver. Gracias a ese tropiezo, se levantó más fuerte y convencido que nunca, él quería patinar por encima de todo, y lo ha conseguido.

Cuando empezó a darle al skate, Marcelo admiraba a los profesionales como Tony Hawk porque podían inspirar a un montón de gente, y gracias a la ceguera es él quien puede transmitir positividad a sus ya miles y miles de seguidores repartidos por el planeta.

Sigue al autor de esta entrevista en Twitter: @GuilleAlvarez41