Tras los pasos de los inuits: una travesía en kayak de Groenlandia a Escocia
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Tras los pasos de los inuits: una travesía en kayak de Groenlandia a Escocia

Inspirados por un misterio histórico que se remonta al siglo XVII, Olly Hicks y George Bullard remaron los 1 900 kilómetros que separan Groenlandia y Escocia sin ayuda.

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Olly Hicks y George Bullard se alejan remando del punto de inicio de su travesía en la costa de Groenlandia, una planicie de hielo de casi 50 km de longitud. Frente a ellos, un agua negra y gélida, con su tono oscuro solo interrumpido por frecuentes icebergs, se extiende hasta donde llega la vista. Mientras ambos aventureros se pierden en la inmensidad del océano Ártico hasta no ser más que dos puntos diminutos, la tripulación del Aurora Arktik, el velero que los ha llevado hasta allí, divisa tres ballenas jorobadas asomando a la superficie del agua.

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A partir de este momento, Olly y George están solos. Su kayak de fibra de carbono está repleto de víveres y está especialmente diseñado para permitir a uno de los remeros deslizarse hacia abajo y dormir. Con esta aventura, los dos hombres esperan convertirse en los primeros en recorrer en kayak los 1 900 km que separan Groenlandia de Escocia sin contar con ningún otro tipo de ayuda.

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La expedición está inspirada en un misterio histórico. A principios del siglo XVII, corrían rumores de que a orillas de la costa escocesa aparecían extrañas figuras ataviadas con pieles y arrastrando kayaks de madera. Hasta hoy, la comunidad de historiadores está dividida respecto al origen de esos extraños viajeros, aunque algunos creen que podía tratarse de tribus inuit, procedentes de Groenlandia. ¿Realmente es posible hacer una travesía tan larga en kayak? Eso es precisamente lo que Olly y George querían comprobar.

"Cuando ves al barco desaparecer en el horizonte, te sientes solo de verdad", me explica Olly. Él y George ya están de vuelta en Londres tras dos meses de expedición. Contacto con ellos por Skype a los pocos días de su regreso y compruebo que aún no han tenido tiempo ni de afeitarse.

Olly Hicks (delante) y George Bullard en plena travesía de Groenlandia a Escocia

"¡Menuda bestia peluda!", grita George al ver la cara de Olly por primera vez desde su vuelta. A continuación, coge su móvil y saca una foto a la pantalla del ordenador. "Perdona", se disculpa, "pero es que un amigo nuestro me estaba preguntando dónde está Olly, así que le voy a mandar una foto, como para decirle, '¡Aquí lo tienes!'".

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Ha sido la primera expedición que ambos han hecho juntos. De hecho, ni siquiera se conocían antes de empezar a prepararse para el desafío.

"Lo importante es esforzarse en hacer las cosas", explica Olly. "Escogí a George como compañero porque tenía experiencia en el Ártico".

En 2008, George dirigió una expedición con fines benéficos, atravesando el casquete glacial de Groenlandia y recorriendo una distancia total de 547 kilómetros. La experiencia de Olly se centra más en la navegación. En 2005, y con solo 23 años, se convirtió en la primera persona en viajar de EUA a Gran Bretaña cruzando el Atlántico a remo.

"En cierto modo, es mejor si no hay amistad, porque para nosotros es un trabajo. Pero obviamente, es importante llevarse bien. Vas a estar a pocos centímetros de esa persona durante muchas horas al día", explica Olly. "Había temas de los que no hablábamos, como la visión de George sobre los derechos de los animales y el veganismo. Lo cierto es que cuando estábamos en el kayak, no hablábamos demasiado"

Olly se refresca antes de continuar

La sensación de aislamiento es uno de los mayores retos psicológicos. Olly y George remaban durante doce horas seguidas, a veces incluso por la noche.

"A veces daba un poco de miedo, sobre todo por la noche", afirma George. "Por la noche, el mar parece mucho más tranquilo, y el sonido se propaga mejor en el agua. Una noche estábamos remando y de repente oí el resoplido de una ballena, un tremendo ¡fuiiiiis! Nos agachamos instintivamente, con la barbilla casi tocando el agua. En ese momento te das cuenta de lo vulnerable que eres, realmente. No teníamos ni idea de a qué distancia estaba ese animal".

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Durante la última etapa de su viaje, Olly y George estuvieron cuatro días atrapados en una isla remota e inhabitada de Rona, con solo 8.000 calorías en alimentos y ocho litros de agua para los dos. Consiguieron resistir a base de lapas hasta que descubrieron una choza de suministros repleta de pasta y whiskey.

"Rona habría sido muy probablemente el plan B", explica Olly. En caso de que el tiempo empeorara, tal como ocurrió, sabían que en la isla encontrarían cobijo y seguridad. "Uno no siempre se encuentra a merced de las inclemencias del tiempo, como allí". Quizá George y Olly no fueran amigos al inicio de su aventura, pero hoy están felices de haberse conocido. "Hay que saber valorar lo que significa tener a otra persona a tu lado", explica George. "Hemos vivido esta increíble aventura juntos y solo hay una persona capaz de entender lo que significa la experiencia".

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