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Lo sexy y lo cruel

Como burro en primavera

Traté de averiguar qué chuchas tiene la primavera que nos pone tan jariosos.

Imagen de Burrolandia.

Ustedes no tendrían por qué saber esto, mis caritas de popó, pero últimamente me he encontrado harto afectada por la fiebre primaveral (ajá, he estado bien pinchis caliente), y como la neta eso siempre me ha resultado un tema más atractivo que la muerte y resurrección del buen Cristo, decidí echar el sondeo y la investigación para ver si neta es cierto que la primavera tiene algo que ver con el aumento del deseo sexual.

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Como se imaginarán no estoy nada sola en esto, la mayoría de mis conocidos andan arañando las paredes o, en el mejor de los casos, con las espaldas arañadas. Respecto a la causa —a excepción de un pequeño puñado de místicos que le achacaban su debilidad carnal al eclipse lunar (por eso de que somos dos terceras partes de agua y la luna provoca mareas y… supongo que confunden las mareas con las erecciones, no sé)—, casi todos culpan a la maldita primavera, pero no terminamos de topar qué chuchas tiene esta época.

Muchos piensan que el calor es el factor que más nos pega porque junto con el aumento de la temperatura tendemos a salir más y ser más sociables que cuando el frío cala. Sin mencionar, claro, que la temperatura suele ser inversamente proporcional al uso de ropa.

Estoy de acuerdo en que esto de que las morras se paseen en vestiditos y microshorts tiene mucho que ver con andar jariosos, pero la fiebre primaveral no discrimina en género ni preferencia sexual y, la neta, no hay tantos güeyes sabrosos caminando semidesnudos por la calle (pónganse las pilas, morros, no sean así). Además, un estudio polaco publicado en 2008 muestra que los hombres se prendían más con los cuerpos femeninos durante el invierno, como si la carne se cotizara más cuando no está constantemente expuesta.

Algunos de ustedes podrán pensar que en la primavera muchos animalitos se están dando sus llegues y que nosotros somos animales, por lo que deberíamos de seguir más o menos las mismas leyes de la naturaleza, pero la cosa es que los humanos tenemos un ciclo reproductivo sostenido, o dicho más llanamente, estamos en celo a lo largo de todo el año.

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Foto por Marcelo Gomes, de Brasileñas en bikini.

‘Ora, la calentura de primavera no sólo tiene que ver con andar mojada o tenerlo parado a cada rato, o con querer tener intentos fallidos de reproducción, sino también con ciertas disposiciones afectivas, como bien dijo una amiga: “Hasta siento que me enamoro, siempre me pasa la misma pendejada”. Y sí, junto con la calentura, mucha banda tiene una sensación de ligereza, energía extra y buen humor, además de dormir y comer menos.

El doctor Norman E. Rosenthal, del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, se enfocó justamente en las variaciones del estado de ánimo que traen los cambios de estaciones y que no siempre son positivas. La teoría de este dude es que la calentura primaveral es una respuesta fisiológica ante el aumento de duración e intensidad de la luz solar.

La idea es que este aumento de luz hace que nuestros niveles de melatonina se reduzcan y, como la melatonina es la hormona que se encarga de regular nuestro reloj biológico —la que maneja los ciclos de temperatura, sueño y segregación hormonal (ciclos circadianos, que les dicen)—, tons, todo nuestro funcionamiento se chispa, no sólo el deseo sexual. Además, nuestro reloj biológico no cambia positivamente siempre y para todos, hay mucha banda a la que le dan bajones durísimos en esta época.

Foto de Sunday morning coming down.

Por su lado, la Universidad de Graz, Austria publicó un estudio que mostraba que la vitamina D aumenta la cantidad de testosterona en el cuerpo —una de las hormonas más vinculadas a la excitación sexual, en gran parte porque libera dopamina en nuestro cerebro— y resulta que para sintetizar la vitamina D es harto importante estar expuestos a la luz solar. Pero al mismo tiempo, otro estudio de la Universidad de Tromso, Noruega probaba que en otoño se registran los niveles más altos de testosterona… O sea que, para variar, no sabemos bien qué onda con nuestras hormonas.

Tomemos en cuenta también que, a veces, el hecho de que nos estén repitiendo una idea puede hacer que la asumamos como cierta, y de paso que, tal vez en algún nivel, asociamos la sensación de estar húmedos y acalorados con las revolcadas que nos damos.

Como ven, mi investigación fue bastante inconclusa; a final de cuentas, no hay una sola explicación científica para entender completamente por qué muchos andamos como burritos en primavera, ni un estudio concluyente que nos lleve al origen último de lo que sentimos (nunca los hay). Pero bueh, lo que podemos hacer es armar un combo de argumentación científica para sustentar nuestra urgencia y disfrutar de la maldita primavera.

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@dorotrix