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Identidad

Las trabajadoras autónomas se ven obligadas a defenderse solas del acoso sexual

Las autónomas carecen de protocolos claros cuando un jefe lleva a cabo una acción inapropiada a través de un email o cuando un colega les envía un mensaje privado subido de tono.
Photo by Jacob Lund via Stocksy

En el lugar de trabajo tradicional, cuando un compañero hace un avance no deseado o un comentario sexual no solicitado, existe un protocolo establecido: informas del incidente de acoso sexual al departamento de Recursos Humanos y ellos te ayudan a corregir la situación. Pero conforme el número de autónomos ―que ya conforman casi dos millones de la población en España― continúa creciendo, cada vez más empleadas autónomas sufren incidentes de acoso sexual por parte de colegas o supervisores mientras trabajan desde casa, normalmente a través de emails, mensajes de texto, redes sociales o chats de trabajo. Y cuando te dedicas al teletrabajo, el protocolo para el acoso sexual no siempre está tan claro.

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Informar de acoso sexual o de comportamientos sexistas cuando eres una autónoma que trabaja desde casa resulta difícil en muchos aspectos muy similares a los sufridos por las mujeres que trabajan por cuenta ajena. Tanto en los trabajos tradicionales como en el teletrabajo, las víctimas a veces tienen miedo a sufrir represalias por denunciar, o a no ser creídas.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con muchas empleadas que se personan físicamente en su lugar de trabajo, las autónomas no necesariamente tienen acceso a recursos corporativos como el departamento de RRHH, lo que puede convertir el acoso en una experiencia que las hace sentir todavía más aisladas y desprotegidas.

Alicia* es una autora freelance que trabajó para una prometedora red de podcasts mediante un contrato informal como teletrabajadora en 2014. Cuenta a Broadly que al principio todo iba bien, hasta que el presentador de un podcast que llevaba mucho tiempo emitiéndose en la misma compañía se sobrepasó con ella en Twitter. Alice había respondido a uno de los tuits del presentador del podcast sobre deportes y él rápidamente llevó la conversación al terreno sexual. Alice le contestó con mano dura, haciendo una broma para que quedara claro lo inadecuada que le parecía la conversación, pero el presentador continuó haciendo avances sexuales.

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Alicia dice que a lo largo de los meses siguientes el presentador le envió mensajes privados de contenido sexualmente inapropiado vía Twitter. "Nunca fue tan directo como la noche que empezó el acoso", explica, "pero estaba claro que intentaba emplear mi interés por su programa para alentar cierto tipo de cercanía entre nosotros. Y aquello, después de lo que me había dicho, me hacía sentir incómoda".

Dice que no contó nada de lo que había sucedido ―aparte de consultar con su marido― por miedo a perder su trabajo. "Estaba aterrorizada y pensaba que, si trataba de hacer algo en respuesta [al acoso], retirarían mi programa de la red, acabando con la mayoría de nuestros oyentes", dice. "También tenía miedo de que el propietario no me creyera".

Por supuesto, el acoso a través de las redes sociales no es nada infrecuente, pero cuando el que acosa es un compañero de trabajo puede resultar incluso más difícil denunciarlo y bloquearlo.

El día que cumplí 22 años me envió un mensaje sin venir a cuento diciéndome cuánto deseaba empujarme contra una pared y follarme

Natalia*, que es escritora freelance, dice que también fue acosada mediante mensajes privados de contenido sexualmente inadecuado por parte de un escritor veterano en el primer trabajo que consiguió. "Durante semanas traté sutilmente de conseguir que se diera cuenta de lo extraño y asqueroso que era aquello sin que se enfadara y pusiera en peligro mi trabajo en la empresa", explica. "Le decía cosas como, '¿Sabe tu mujer que me estás enviando esto? Puedes decirme lo que quieras, pero solo si tu mujer sabe explícitamente lo que estás haciendo'. Él siempre me ignoraba y cambiaba de tema. El día que cumplí 22 años me envió un mensaje sin venir a cuento diciéndome cuánto deseaba empujarme contra una pared y follarme. Ahí fue cuando llegué al límite".

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A Natalia nadie le había informado de que tuviera acceso al departamento de RRHH y no fue hasta que finalmente estalló y le contó a su editor lo que había estado pasando cuando se enteró de que sí tenía acceso (aunque este no es siempre el caso para los empleados autónomos). Natalia afirma que su editor se sintió "horrorizado y empático" e inmediatamente explicó al editor jefe el acoso que había estado protagonizando el escritor en cuestión. Por lo que ella sabe, la publicación no hizo nada para amonestarle, pero él dejó de acosarla después de que Natalia lo denunciara.

Natalia dice que el acoso le hizo sentir "minimizada" y cuestionarse su carrera profesional. "Para mí, este trabajo había sido una reafirmación de que andaba por el buen camino y que podría triunfar como escritora, pero tan pronto como llegó aquel primer mensaje privado me sentí cosificada e insultada".

Tan pronto como llegó aquel primer mensaje privado me sentí cosificada e insultada

Aunque Natalia no está sola en su experiencia, actualmente no hay estadísticas disponibles acerca de cuántas autónomas que trabajan desde casa se enfrentan al acoso sexual. Charles Krugel, consejero de RRHH y abogado especializado en gestión de trabajo y mano de obra, explicó a Broadly que tanto la transparencia como los problemas de rentabilidad hacen que sea prácticamente imposible recopilar estadísticas precisas sobre este tema, pero cree que el acoso sexual a las autónomas es algo muy serio. "No es la norma, pero definitivamente existe y puede identificarse", afirma.

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Para aquellas autónomas que desean emprender acciones contra sus clientes, existen todavía más obstáculos que superar. Según Krugel, "muchos estatutos sobre el acoso precisan que exista una acción adversa o tangible relacionada con el empleo, o una acción que amenace de algún modo el empleo. Y este tipo de acciones no siempre son tan evidentes en las situaciones de acoso online. Una mujer autónoma podría tener que demostrar que se ha visto privada de alguna paga u otros beneficios como consecuencia del supuesto acoso".

Técnicamente, bajo las leyes de derechos civiles y las leyes de responsabilidad civil, el acoso en el lugar de trabajo online es básicamente igual que el que se produce en persona, afirma Krugel. "A efectos prácticos, el acoso online no es realmente tan diferente del acoso personal o verbal", explica. "En este caso están en juego las mismas disparidades de poder. Alguien acosa a otra persona empleando el sexo como arma o como medio de controlar al otro". Él cree que el reto para las autónomas, no obstante, es demostrar que existe una "relación tradicional empleador-empleado", lo que significa que "la jerarquía de poder podría no estar fácilmente determinada o no ser explícitamente aparente".

Krugel insiste en la importancia de llevar un registro del acoso cuando suceda y recomienda que las autónomas traten primero de llamar la atención al cliente acerca del acoso. Los acosadores "normalmente no buscan pelea", afirma Krugel. "Por lo general buscan una víctima pasiva. Si el comportamiento acosador se vuelve insoportable o demasiado molesto, entonces debe recurrirse a un tercero, como una agencia reguladora o un abogado. Pero en la mayoría de casos, es mejor ofrecer primero al cliente la posibilidad de enmendar la situación".

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El acoso sexual, tanto si tiene lugar en persona como online, es siempre dañino

Noreen Farrell, directora ejecutiva de la organización a favor de los derechos de las mujeres Equal Rights Advocates, explica a Broadly que todo acoso sexual es peligroso y que es especialmente difícil de gestionar para las mujeres que trabajan en régimen de autónomas. "El acoso sexual, tanto si tiene lugar en persona como online, es siempre dañino", dice Farrell. "Mientras que la ley protege a la mayoría de empleados frente al acoso sexual en el trabajo e incluye el acoso que puede tener lugar a través de internet, los contratistas independientes y los autónomos no suelen recibir la ayuda de las leyes anti-discriminación de las empresas".

A pesar de la falta de estadísticas y de visibilidad, el acoso sexual a las teletrabajadoras autónomas es un problema real que no hará sino hacerse más importante conforme el número de autónomos siga creciendo. Mientras los legisladores trabajan para proteger a los autónomos, las mujeres que trabajan desde su sala de estar, desde una cafetería, desde una biblioteca o desde una oficina remota por todo el país pueden saber que no están solas y, aunque por ahora están en cierto modo limitados, existen ciertos recursos a los que pueden recurrir que están de su parte.


* Los nombres han sido cambiados