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‘El único lugar que me enseñó lo que es el amor’: Dentro de una escuela para trans

En argentina, dos activistas LGBTQ abrieron Mocha Celis para ayudar a combatir las desigualdades sociales que las personas trans enfrentan y proveerles un entorno seguro para aprender.

Este artículo se publicó originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Argentina es uno de los pocos países que le permite a las personas trans cambiarse de género legalmente en sus documentos oficiales sin tener que probar que están bajo alguna terapia de hormonas o sin confirmar que se harán una cirugía de género –un gran paso para la comunidad LGBTQ en un continente conservador. Pero incluso cuando las leyes están apuntando a una inclusión mayor, la gente transgénero sigue siendo marginalizada en la sociedad argentina.

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Francisco Quiñones y Miguel Nicolini, dos activistas LGBTQ, están trabajando para cambiar eso. Durante el rodaje de un documental sobre el barrio rojo de Buenos Aires, se dieron cuenta de que muchas de las trabajadoras sexuales trans que conocieron se volvieron trabajadoras sexuales porque habían abandonado la escuela y no tenían otras opciones para ganar dinero. "Nos dimos cuenta de que teníamos que abordar el problema desde la raíz", dijo Quiñones. "Darles acceso a la educación les haría más fácil conseguir un trabajo, salir de las calles y salvar sus vidas".


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En 2012, abrieron Mocha Celis, un bachillerato llamado así por una mujer trans que fue asesinada por un oficial de policía en los años 90. Aquí, las personas de todo el espectro de género y sexualidad son bienvenidas y respetadas por quienes quieren ser.

El programa condensa tanto el currículo primario como el secundario dentro de tres años. Además de los temas comunes, incluye clases sobre género y orientación sexual, así como cursos vocacionales de verano para preparar a los estudiantes para trabajos técnicos. El diploma que los estudiantes reciben de Mocha Celis es reconocido por el estado, pero la escuela apenas recibe algún financiamiento. "Cuando el precio de la electricidad aumentó y no pudimos pagar con los subsidios, tuvimos que volver a trabajar en las calles para ayudar a pagar las facturas", me dijo un estudiante. "Era eso o no tener luz, que es igual a no tener clase".

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Todas las fotos de Alicia Van Bever

La escuela, en la que 60 por ciento de los estudiantes son transgénero, acaba de celebrar su quinto cumpleaños, y ahora es tan popular que hay una lista de espera para entrar.

Para luchar contra la discriminación intolerante, los estudiantes también han creado un grupo militante donde los activistas pueden reunirse para organizar conferencias o protestas. Están atrayendo el apoyo de un número creciente de personas y líderes políticos, y ya han galvanizado un cambio significativo: en 2015, por ejemplo, el gobierno argentino implementó una cuota para las personas trans en el servicio civil.

Los estudiantes, los maestros y los dos directores todos son amigos, y la jerarquía no se aplica fuera de las horas académicas. Para muchos estudiantes que fueron expulsados por sus familias, la escuela es un nuevo hogar, un lugar donde son respetados por lo que son.

Viviane le enseña el boxeo a otros estudiantes después de clase.

Dos estudiantes revisan el horario del examen.

Tutti todavía vivía en un barrio pobre hace un año. Ahora es responsable de la biblioteca de la escuela, y vive en un aula sin usar.

Victoria se pinta las uñas después de mostrarme el diploma que obtuvo por su pasantía en la administración pública. Lo consiguió gracias a la cuota de empleo trans, y comenzará a trabajar allí después de su graduación. "Nunca pensé que tendría un trabajo normal un día", dice.Victoria y Lorena estudian para sus exámenes finales.

Tutti se arregla para la ceremonia de graduación.

Virginia (tercera desde la izquierda) ayuda a Flavia a escribir un discurso para la ceremonia de graduación. Se graduó de Mocha Celis hace dos años y ahora tiene un trabajo y su propio departamento.

Los estudiantes preparan la ceremonia de graduación.

Miguel, uno de los directores de la escuela, abraza a Alma en la ceremonia de graduación. Hace tres años, la encontró en el distrito de la luz roja y la convenció de volver a la escuela. Ella me dijo: "Realmente no me importaban las clases en Mocha Celis, pero es el único lugar que me enseñó lo que es el amor y el respeto". Actualmente está en la universidad.

Victoria y Flavia ayudan a vestir a Miguel, el director de la escuela, antes del desfile del orgullo LGBTQ.

La Marcha por el Orgullo LGBT es una oportunidad para las personas trans de celebrar plenamente lo que son.

Los activistas trans se reúnen al final del evento.

Durante el desfile del orgullo LGBTQ, una mujer lleva una cruz con los nombres de las 16 mujeres trans a las que mataron en 2016.

Alma lidera el grupo militante. Con otros activistas, ayuda a organizar eventos para crear conciencia sobre los obstáculos que enfrentan las personas transgénero. Ella nunca sale de casa sin su megáfono.

'El grito trans' es una protesta donde los activistas gritan los nombres de las mujeres trans que han sido asesinadas. Quieren demostrar que no se les olvida y sensibilizar sobre la violencia que enfrentan.

Flavia pinta moretones en su cuerpo para aumentar la concienciación sobre la violencia de las personas trans.

La campaña "reconocer es reparar" pide al gobierno que reconozca su responsabilidad en la violencia estatal. Muchos de los asesinatos de mujeres trans son cometidos por policías, pero rara vez resultan en condenas. Los casos generalmente se cierran sin seguimiento.

Flavia abraza al diputado que ayudó a implementar la cuota de empleo trans en Avellaneda, un suburbio de Buenos Aires.